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Red Internacional
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DEBATES. Brasil: el ascenso de Bolsonaro y un laboratorio para contrastar la hipótesis de Chantal Mouffe

Un debate acerca de la hipótesis de surgimiento de “populismos de izquierda” como alternativa al crecimiento de la derecha reaccionaria en EE.UU., Europa y América Latina.

Domingo 14 de octubre de 2018 21:50

En un artículo a propósito del ascenso de las derechas en Europa publicado en la compilación Neofascismo. De Trump a la extrema derecha europea (Capital Intelectual, 2017) Chantal Mouffe parte de un diagnóstico certero: "las democracias liberales se enfrentan a una crisis de representación que se manifiesta en un creciente descontento con los partidos tradicionales y en el surgimiento de movimientos anti-establishment". Efectivamente, si algo caracterizó el mapa político europeo (y norteamericano) a partir del impacto de la crisis capitalista fue la degradación de las representaciones políticas tradicionales y el surgimiento de nuevas variantes tanto a izquierda como a derecha que expresaron la apertura de franjas de masas hacia nuevas formas de pensar.

Debatiendo como categorizar estos fenómenos Mouffe rechaza el uso del concepto de fascismo, planteando que movimientos como el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia o el Partido de la Libertad en Austria y el resto de los nacionalismos de derecha que se revitalizaron en estos años se ajustan más a la definición de "populismos de derecha". Frente a la crisis del "consenso en el centro", de matriz neoliberal, establecido entre centro-derecha y centro-izquierda para gestionar el ajuste que exigió la globalización, estos movimientos canalizaron un fuerte rechazo a las élites y supieron interpelar, mediante un ideario xenófobo, demandas desatendidas por los partidos socialdemócratas que se convirtieron en gestores directos del modelo neoliberal. En este sentido, la disquisición de categorías no alude, en el planteo de Mouffe, a las diferencias estructurales con los fascismos de entreguerras -que emergieron en un contexto de crisis capitalista de una magnitud histórica muy superior a la de 2008-2009 y como respuesta contrarrevolucionaria directa a las agudas crisis revolucionarias de posguerra ausentes hoy del escenario inmediato-, sino al aspecto democrático contenido en las demandas de una base social descontenta con aquel consenso neoliberal y su expresión en una gestión tecnocrática de la política.

Trump supo explotar un discurso de nacionalismo económico que, jaqueando los postulados centrales de la agenda bipartidista neoliberal, interpeló a una clase obrera perdedora de la globalización expresada social, geográfica y metafóricamente en el "Cinturón Oxidado" del medio-oeste norteamericano. Las derechas europeas levantan programas soberanistas anti-europeístas y de proteccionismo económico que dialogan con los sectores arruinados por la crisis. He ahí el componente populista que destaca Mouffe, que es canalizado en forma reaccionaria por programas fuertemente antiinmigrantes y racistas. Pero hasta los propios fascismos de entreguerras, cuya misión histórica era suprimir todos los elementos de democracia proletaria en la sociedad burguesa -sindicatos, partidos obreros, etc- para consumar la contrarrevolución burguesa que permitiera una ofensiva expansionista, contenían en su seno una interpelación demagógica hacia la pequeño-burguesía y sectores de masas arruinados por la crisis, de ahí su retórica antisistémica y su inicial carácter plebeyo y movimientista (suprimido una vez elevados los fascismos a régimen de gobierno).

La cuestión central es que el señalamiento de ese "componente democrático" opera en Mouffe como sustento de una hipótesis-propuesta política: para hacer retroceder a los populismos de derecha hay que expropiar el componente democrático de sus demandas bajo un proyecto de populismo de izquierda: "para diseñar una respuesta propiamente política, debemos darnos cuenta de que la única manera de luchar contra el populismo de derecha es dar una formulación progresista a las demandas democráticas que están expresando en lenguaje xenófobo. Esto supone reconocer la existencia de un núcleo democrático de estas demandas y la posibilidad, a través de un discurso diferente, de articularlas en una dirección emancipadora." Señalemos primero que esta política de dialogo con la base de estos movimientos abre la puerta a una adaptación a su agenda reaccionaria, como sucede en el caso del movimiento alemán En Pie que plantea que para proteger los servicios sociales no pueden entrar a Alemania todas las personas, y sectores de la izquierda española de Unidos-Podemos como Manuel Monereo, Julio Anguita y Hector Illueca que reivindican la política social del gobierno del xenófobo Salvini en Italia.

Pero además, el debate sobre cómo enfrentar el ascenso de movimientos de derecha pone sobre la mesa que la cuestión no se desarrolla en el orden ilusorio de los discursos, sino en el terreno más concreto de los intereses y relaciones de clase y sus expresiones en la política (economía concentrada) y la lucha social.

Traslademos su ángulo de análisis a Brasil. Lo primero que salta a la vista es que el bolsonarismo, como proyecto bonapartista de transformación reaccionaria del régimen político por parte de las Fuerzas Armadas y de discurso brutalmente fascistizante, no recurrió a ninguna retórica proteccionista para ganar base social. Se lo impide su propio programa neoliberal de llevar a término el ajuste profundizado por el impeachment para reforzar más aún los lazos de dependencia con el imperialismo norteamericano, lo que deja sin sustento la idea de un Bolsonaro como "Trump del trópico" con la que jugaron algunos medios. Salvando las diferencias históricas del bolsonarismo con los fascismos europeos de entreguerras (apenas esbozadas más arriba), el programa neoliberal de Bolsonaro se corresponde con el carácter estructural que, como señaló Trotsky, adquieren los movimientos fascistas o fascistizantes en los países de desarrollo atrasado, donde para enfrentar al movimiento obrero se apoyan en la otra fuerza fundamental de la sociedad capitalista semi-colonial: el capital imperialista, del que son agentes directos. De ahí que, ante la imposibilidad de un centro tucano competitivo –el neoliberal PSDB se pulverizó al calor de la crisis orgánica abierta en Brasil y su efecto sobre las representaciones políticas tradicionales-, la gran patronal y el mercado financiero jugaron a favor de Bolsonaro, lo que se expresó en la suba de las bolsas de valores luego de la primera vuelta electoral.

Podríamos aventurar que Bolsonaro jugó su carta populista en el terreno securitario, con una suerte de "populismo de la bala" que le dio unidad política al discurso reaccionario de mano dura que venía levantando la llamada "bancada de la bala" (diputados de extracción policial y militar). En el país con la tasa de asesinatos más alta del mundo producida por la espiral de violencia policial-militar y la descomposición del narco ligado al Estado, con las favelas cariocas militarizadas, Bolsonaro explotó el efecto social de la violencia bajo la propuesta de la libre portación de armas para la auto-defensa. Esto le permitió penetrar no sólo en las clases medias manoduristas sino en los propios sectores negros y plebeyos que son blanco de la mano dura estatal y las políticas de ajuste, como lo revela la alta elección que obtuvo en la militarizada Río de Janeiro.

Pero más profundamente, el bolsonarismo como continuidad del golpe institucional es la respuesta más derechista ensayada hasta ahora a las tendencias que se expresaron en el ciclo de luchas iniciado en 2013. Primero el heterogéneo movimiento "pase livre" que destacó una juventud harta con las condiciones de degradación estructural del sistema de transporte, que luego se extendió al cuestionamiento del estado del sistema educativo y de salud, abrieron paso a luchas obreras que mostraban una recomposición. Desde sectores más precarios como trabajadores de la construcción y los garis (recolectores), hasta maestros de Paraná, Sao Paulo y Río, obreros de VW y Mercedes Benz, entre otros, irrumpieron protagonizando importantes luchas en los años subsiguientes que destacaron una amplia vanguardia. El PT, que chocó de frente contra estas luchas, mostró los límites de su propio carácter a la vez que contribuyó al proceso político posterior revelando ante la gran burguesía el deterioro de su histórica capacidad de contención. Una crisis de ese gran proyecto de "hegemonía invertida", como había definido el sociólogo Francisco de Oliveira al PT en alusión a la "paradoja" de que el capital imperialista acudiera a un dirigente obrero para preservar su dominio luego de la crisis del neoliberalismo, tendencia que Gramsci definía como transformismo. El impeachment a Dilma fue, entre otras cosas, la respuesta de la burguesía pro-imperialista a esa crisis en la capacidad de contención petista, que hoy escala un nuevo nivel con el bolsonarismo.

Volvamos a la "hipótesis Mouffe" para contrastarla en el mismo laboratorio latinoamericano que tanto ella como Laclau – intelectuales revisitados una y otra vez por el kirchnerismo y corrientes como Podemos- tomaron como expresión avanzada del proyecto populista y de "radicalización de la democracia" como alternativa a la lucha por el socialismo en términos clásicos (es decir revolucionarios). El PT, que ambos consideraron como modelo de una nueva "construcción hegemónica" (es decir policlasista), gobernó al servicio del capital imperialista y aliado a las distintas oligarquías estaduales al punto que asimiló sus métodos de corrupción (mensalão, Odebrecht, etc).

Lo que Laclau y Mouffe embellecieron como "vocación hegemónica" fue una política de alianzas que derivó en la fórmula presidencial común entre Dilma Rousseff y Michel Temer, del conservador PMDB, -partido surgido de la dictadura y garante de la transición política tutelada por los militares en 1985-, que encabezó el impeachment. Fue la propia política de ataques a las masas y ajustes lanzada por Dilma -gestora del ajuste neoliberal al igual que la socialdemocracia europea que criticó Mouffe- la que abrió camino al avance del golpe institucional, con una base social petista desmoralizada y sin orientación para luchar contra una derecha que no hizo más que fortalecerse. Las centrales sindicales petistas como la CUT (Central Única de Trabajadores) y pro-petistas como la CTB (Central de Trabajadores de Brasil), dirigida por el PCdoB, se negaron a desplegar una orientación para enfrentar en las calles al impeachment y la tutela judicial-militar que condicionaron el conjunto del proceso electoral burlando los más elementales derechos democráticos de las masas. La estrategia pasivizadora centrada en contener la lucha de clases para canalizar el descontento por la vía electoral fortaleció a la fracción de la derecha pro-golpista que se muestra más decidida a incidir en la relación de fuerzas y transformarla a favor del gran capital imperialista.

Al contrario de la hipótesis de Mouffe, el "populismo de izquierda" realmente existente –que buscó una y otra vez dialogar con la base de la derecha- demostró no ser más que relato sirviendo al gran capital, por lo que sectores de las masas comienzan a ver una salida más real por derecha. No hay posibilidad de atacar este fenómeno sin luchar contra los intereses del gran capital que representa. Al desafío que implica el proyecto reaccionario de Bolsonaro no se lo combate reeditando el mismo proyecto que le permitió fortalecerse sino poniendo en acción la potencialidad de las fuerzas sociales decisivas: la clase obrera, las mujeres, la juventud, los negros. El acompañamiento de la experiencia de quienes votan críticamente por Haddad contra Bolsonaro que propone el MRT (corriente hermana del PTS en Brasil) está al servicio de una estrategia de hegemonía obrera opuesta por el vértice a la del PT y la "hipótesis Mouffe".

Frente al fortalecimiento del fascismo alemán Trotsky planteaba en el texto ¿Y ahora? los problemas vitales del proletariado alemán: "Los políticos del reformismo, esos negociantes hábiles, esos viejos expertos en la intriga y el carrerismo, esos hombres experimentados en las combinaciones parlamentarias y ministeriales, se revelan -no puedo encontrar una expresión más suave- como perfectos imbéciles desde el momento en que la marcha de los acontecimientos les proyecta fuera de su esfera habitual y los confronta a hechos importantes." Son los mismos problemas vitales del proletariado y las masas oprimidas brasileras y latinoamericanas. Está planteada la posibilidad de desplegar un enorme movimiento de lucha en las calles que, superando los límites impuestos por el petismo, luche contra Bolsonaro y por una salida anticapitalista a la crisis brasilera.