Las cifras de ansiedad se disparan con la pandemia, ¿el problema somos nosotros o este sistema de miseria que permite que 50 mil personas mueran de una gripe?
Viernes 3 de abril de 2020
Hace un año se contaban 264 millones de personas a nivel mundial con ansiedad, la gran mayoría de la gente con este trastorno lo padece en silencio y a veces siquiera llegar a saber que lo tiene, podemos imaginar que el número real es mucho mayor.
La ansiedad se dispara por altos niveles de adrenalina en el cuerpo, algunos especialistas la adjudican también a la falta de serotonina y dopamina en el cuerpo por lo que suele estar acompañada de la depresión. Uno puede sentirse ansioso de vez en cuando, pero cuando este sentimiento se convierte en un impedimento para desarrollar tus actividades cotidianas es porque padeces de ansiedad.
En los últimos años las estadísticas de estos padecimientos se han disparado de maneras que sólo se habían visto después de las dos guerras mundiales o tras la crisis económica de los ’70s.
Los expertos suelen adjudicar este malestar al uso de las redes sociales, pero si bien este puede ser un factor, la realidad es que la incertidumbre que genera un mundo en profunda crisis parece ser una causa más científica.
Con la pandemia a nivel internacional que se ha llevado ya más de 59 mil vidas (de 1 millón 100 mil casos confirmados), el desconcierto sobre el futuro inmediato de millones de familias es la regla y los gobiernos no dan más que salidas individuales para “no enfermarse”, indicando que lo ideal es el aislamiento y evitar el contacto con la gente.
El aislamiento y el “sálvese quien pueda”
Pero para quienes sufrimos de ansiedad, el confinamiento y la percepción de que esta catástrofe hay que enfrentarla solos, es un potente detonador de aquellos sentimientos que de por sí tenemos en tiempos normales y que están fortalecidos por la idea de que estamos solos contra el mundo.
Un constante miedo irracional a morir o que alguien importante pierda la vida, a no tener dinero suficiente, a que la gente te abandone, al prejuicio social, todo esto incrementa con la pandemia de Covid-19 y se profundiza con el discurso de “sálvese quien pueda”.
Según una encuesta que se realizó en EE. UU., un tercio de la población ha sentido un incremento en la sensación de ansiedad, la mitad teme enfermarse, un 60% teme porque algún familiar enferme o muera por Covid-19 y a un 57% le preocupa que sus ingresos se vean mermados así como el acceso a alimentos o medicamentos.
Crecimos en la crisis
Esto no debería ser una sorpresa, la ansiedad es el reflejo natural del cuerpo ante un potencial peligro. Hoy en día ese “potencial peligro” ha llegado. La ansiedad es en resumen miedo y estrés, y esta es la realidad de las grandes mayorías. Para hacernos una idea, los 26 millonarios más ricos del mundo tienen la misma riqueza que las 3.600 millones de personas más pobres.
Entre el 2013 y el 2018 la ansiedad había incrementado en un 75% en el país y en los cinco años anteriores aumentó en un 20% en niños y adolescentes. Para entonces se calculaba que 1 de cada 3 adolescentes de entre 13 y 18 años padecía algún trastorno de ansiedad.
Quienes crecimos con la crisis derivada de la caída de Lehman Brothers en el 2008, hemos vivido nuestra adolescencia y hasta nuestra infancia sabiendo que este sistema no tiene nada que ofrecernos.
El discurso de que con esmero y empeño se puede tener éxito está más caduco que nunca, y se cae a pedazos con la crisis que hoy nos revienta en la cara. No es cierto que si me esfuerzo voy a tener un mejor futuro, el futuro nos lo están arrebatando aquí y ahora.
¿Cuántos adultos mayores que hicieron todo “lo que tenían que hacer” y que durante décadas trabajaron hasta más de lo que sus cuerpos les daba, no han muerto ya en Italia, el Estado Español, China y Ecuador porque sus gobiernos destruyeron la salud pública durante años?
La psiquiatría tradicional estigmatiza a quienes padecen de ansiedad, depresión y otros trastornos psicológicos -mejor llamados neurodicidentes- individualizando el problema y dando como única salida la medicación. Si bien esta puede ayudar en algunos casos, cuando hay una prescripción y un uso responsable, en general terminan adormeciendo a las personas y peor aún, fortaleciendo la idea de que el problema es el individuo y no la sociedad.
Nos quitaron tanto, que nos quitaron el miedo
La terrible pandemia que está azotando a todo el mundo y principalmente a las mujeres, los jóvenes y los trabajadores que durante años nos han arrebatado hasta el derecho a no morir de una gripe, comprueba una vez más que los políticos de la burguesía y los empresarios que lucran con nuestra salud física y mental, no tienen nada que ofrecernos.
En la Agrupación Juvenil Anticapitalista opinamos que tenemos que organizarnos por un futuro y un mundo diferente. Está en nuestras manos fortalecer la lucha de los trabajadores de la salud para enfrentar esta crisis sanitaria porque con el discurso del “sálvese quien pueda” ninguno se va a salvar. Con la fuerza de la juventud con los y las trabajadoras podemos pelear por el derecho a la salud, no sólo para sobrevivir al Covid-19, sino para que todos y todas tengamos acceso a una salud mental con una perspectiva social y no individualizante.
Tenemos la capacidad de fortalecer la lucha de aquellos que hoy luchan contra los despidos y los paros técnicos de las patronales que temen perder sus millonarias ganancias pero no les importa dejar a millones de familias en la calle y la incertidumbre. De hacerlo estaremos en mejores condiciones para pelear por no dejar el resto de nuestras vidas con salarios de miseria, trabajos que duran 6 meses o un año en los que no tenemos ni derecho a salir a comer. Peleemos por una vida que merezca la pena ser vivida.