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Capitalismo, ¿nada más? Sobre el último libro de Branko Milanovic

Mónica Arancibia

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Capitalismo, ¿nada más? Sobre el último libro de Branko Milanovic

Mónica Arancibia

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Con Capitalismo, nada más. El futuro del sistema que domina al mundo Branko Milanovic destaca la extensión del capitalismo a todo el mundo que para él no enfrenta hoy ningún desafío. La disputa es entre “modelos” de capitalismo: el capitalismo político, representado por China, y el modelo de capitalismo liberal meritocrático, representado por Estados Unidos. El autor analiza hacia dónde puede evolucionar el capitalismo.

El libro de Branko Milanovic, economista, que trabajó como jefe de investigación en el Banco Mundial, Capitalismo, nada más. El futuro del sistema que domina al mundo (2020) afirma que el capitalismo se estableció como sistema socioeconómico dominante, y que es el único sistema del mundo.

Según el autor, el capitalismo logró su dominio del mundo a través de dos tipos distintos de este sistema: el capitalismo meritocrático liberal, el que se desarrolló en Occidente y su principal exponente es Estados Unidos, y el capitalismo político, ejemplificado por China. Además, distingue los problemas que presenta cada tipo de capitalismo y anticipa qué tipo de sistema social podría haber en el futuro. Alerta spoiler: no considera una alternativa al capitalismo. El economista sugiere medidas que le darían un supuesto rostro humano a este sistema social.

Modelos de capitalismo

Branko Milanovic presenta las diferencias entre los tres tipos históricos de capitalismo por los que han pasado las economías occidentales. Desde sus orígenes un capitalismo clásico, luego de la segunda guerra mundial lo denomina capitalismo socialdemócrata y el actual que llama capitalismo meritocrático liberal, a comienzos del siglo XXI liderado por Inglaterra, Europa, EE. UU., respectivamente. El autor considera que en la actualidad hay dos modelos de capitalismo (político y meritocrático liberal).

En el capitalismo meritocrático liberal “la mayor parte de los individuos tiene alguna renta del trabajo y del capital. La parte correspondiente a esta última aumenta con el nivel de renta, de modo que los que son extremadamente ricos tienen sobre todo renta del capital. Pero los más acaudalados (digamos el 5 por ciento de los que se sitúan en lo más alto de la escala) tienen también una sustanciosa renta del trabajo” [1]. El autor denomina “renta del trabajo” a los salarios de los profesionales como médicos, también incluye los honorarios que perciben los directivos de empresas.

Según el autor, en la actualidad ocupan los lugares más altos de la escala de ingresos los directivos de las empresas, médicos, diseñadores de páginas web, entre otros profesionales de élite, quienes trabajan y que a la vez porque ahorraron o por herencia “poseen también grandes activos financieros y extraen de ellos una proporción significativa de su renta” [18].

Según Milanovic, la clase dominante se caracteriza en este tipo de capitalismo por controlar la mayor parte del capital financiero del país. “En Estados Unidos el 10 por ciento más rico controla más del 90 por ciento de los activos financieros” [68], explica el autor. Entre varias características de dicha clase enfatiza en la excelente formación, su inversión en la educación de los hijos y en influencia política. Este tipo de capitalismo tiende hacia la concentración de riqueza y la desigualdad.

Por otro lado, el economista define al capitalismo político con tres características: es dirigido por “una burocracia muy eficiente y tecnocráticamente experta”[94], hay ausencia de una ley que de cohesión a todo (esto permite que la actuación del Estado sea determinante), y “la autonomía del Estado (el Estado mantiene una autonomía significativa para emprender políticas que persigan el interés nacional y, en caso de necesidad, que frenen al sector privado”[95].) Milanovic señala que China y Vietnam son los ejemplos paradigmáticos del capitalismo político.

El economista considera que ambos “capitalismos” tienen problemas. En el caso del meritocrático liberal advierte que tiene inercias que provocan una mayor desigualdad y que pueden contribuir al surgimiento de una élite y una plutocracia. El autor observa que las personas que están en la parte superior de la distribución de los ingresos, los sectores más ricos, están integrados por hogares donde las personas mayores, además de altos ingresos, tienen el mismo nivel educativo, y transmiten las ventajas a sus hijos e hijas, lo denomina transmisión intergeneracional de la desigualdad.

Sobre el capitalismo político menciona que una de las contradicciones del sistema es la corrupción, que la considera endémica por el poder discrecional que tiene la burocracia y que agravó la desigualdad. La corrupción no es exclusiva de dicho “modelo”, también advierte que representa un porcentaje grande del PBI mundial.

A pesar de los problemas que señala el autor de cada “tipo de capitalismo”, destaca los beneficios de cada uno. Según el economista, la ventaja del capitalismo político es su “eficacia gubernamental”, que puede promover a los actores privados a construir cosas que mejoren la vida diaria de la gente mientras que en el caso del capitalismo liberal, su ventaja es que el Estado establece el marco institucional dentro del cual solo los actores privados definen que les conviene crear. Milanovic lo sintetiza “en el primer caso, el Estado es un actor activo y directo; en el segundo, es un actor «facilitador» y pasivo” [130] .

China es utilizada por el autor como ejemplo de capitalismo político, pero no es posible comprender sus características actuales y las ventajas que destaca Milanovic sin considerar el recorrido histórico de dicho país. El economista Esteban Mercatante explica que “difícilmente se puede pensar que un “milagro chino” podría haber tenido lugar sin la revolución de 1949, que logró la unidad nacional, llevó a una ruptura con el imperialismo (hasta el restablecimiento de relaciones iniciado por Mao a comienzos de la década de 1970), liquidó la gran propiedad agraria y apuntó al fortalecimiento de una industria nacionalizada” [2]. Después hay que tener en cuenta las distintas etapas que atravesó la restauración capitalista en dicho país en los marcos del régimen del Partido Comunista Chino, donde el Estado mantuvo amplias atribuciones que siguen siendo centrales en la dirección de la economía y la organización social. Como señala Mercatante, “esta “hibridación” entre estatalismo e inserción protagónica en los flujos de circulación globales del capital es un atributo distintivo del desarrollo desigual y combinado que caracteriza a la formación económico-social china en la actualidad. Ambas facetas son fundamentales para entender el derrotero peculiar de China, distinto del de cualquier país dependiente o semicolonial” [3]. En este sentido, la posibilidad de exportar este tipo de capitalismo como analiza el autor parece inviable.

Milanovic señala que el sistema podrá ser exportado o copiado, pero que quizás no tenga éxito en el plano económico ya que los dos puntos para que sea viable este tipo de sistema, el aislamiento de la política (capacidad de aislar la política de la economía) y la capacidad de mantener una «columna vertebral» centralizada, se aguantaría en pocos países.

¿Hacia dónde va el capitalismo?

El economista reflexiona sobre el sistema social hacia el cual podría conducir su libro y explica dos tipos de capitalismos hipotéticos (popular e igualitario), que como aclara el autor, nunca existieron y cuáles serían las políticas que permitirían alcanzar alguno de ellos.

Milanovic describe el capitalismo popular como un mundo donde todos tienen “partes aproximadamente iguales de renta del capital y del trabajo. Los ingresos de las personas siguen siendo distintos; algunos tienen más renta, tanto del capital como del trabajo”. Según el economista, el “aumento de la parte correspondiente al capital no se traduce en una mayor desigualdad interpersonal, de modo que la desigualdad no tiene tendencia a aumentar”[216] .

En tanto, en el capitalismo igualitario “todo el mundo tiene aproximadamente la misma cantidad de renta del capital y del trabajo, de modo que un gran aumento de la parte correspondiente al capital no se traduce en una mayor desigualdad”[217] y agrega que se garantizaría la igualdad de oportunidades.

Según el economista, hay que tener en claro el objetivo si se quiere avanzar hacia un capitalismo popular o igualitario. Algunas de las políticas que Milanovic considera que conducirían hacia ese objetivo son viejas recetas para humanizar el capitalismo. El autor propone ventajas fiscales para la clase media, una suba proporcionada de la presión fiscal sobre los ricos; la reintroducción de un impuesto de sucesiones alto; aumento de la financiación de las escuelas públicas; financiación pública y limitada de las campañas políticas.

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Un ejemplo de las políticas que propone el economista, y que no revierte la desigualdad del sistema es cómo trata el problema de la migración. Milanovic plantea sobre la política migratoria establecer una “ciudadanía ligera” que dividiría entre ciudadanos y no ciudadanos. El fin sería “permitir la inmigración sin provocar una reacción violenta de corte nacionalista” [218]. El autor propone permitir el ingreso de inmigrantes extranjeros al país, pero no ofrecerles un camino directo hacia la ciudadanía. Su argumento es que la población “nativa” acepta a los inmigrantes cuanto menos probable sea que se queden de manera permanente en el país y “aprovechen todos los beneficios de la ciudadanía” [145]. Según Milanovic, habría que evaluar distintas opciones con la migración, lo que denomina “formas graduadas de ciudadanía”. El autor detalla que tendrían los mismos derechos laborales, pero no tendrían más derechos civiles que estos.

Una salida reaccionaria que ubica a los trabajadores extranjeros como ciudadanos de segunda. La xenofobia, la discriminación racial o los prejuicios antiinmigrantes son utilizadas por la burguesía para dividir a la clase trabajadora y negar a sectores de la misma derechos sindicales y políticos elementales. Así, abaratan también la fuerza de trabajo, y empeoran las condiciones del conjunto de la clase trabajadora ya que nivela para abajo.

La opción realista es terminar con este sistema

Para Milanovic, “el dominio del capitalismo como la mejor forma, o más bien la única, de organizar la producción y la distribución parece absoluto. No se ve en el horizonte ningún sistema capaz de desafiarlo” [198] .

El economista sostiene que este sistema logró su posición hegemónica gracias a su capacidad de organizar a la gente, apelando al interés personal y que permitió la creación de riqueza y elevar el nivel de vida de un ser humano medio del mundo.

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El autor se pregunta si no sería sensato cambiar el sistema socioeconómico, o si luego de toda su exposición no deberíamos deshacernos del mundo del capitalismo hipercomercializado a favor de un sistema alternativo. Sin embargo, concluye que si bien sería una pregunta sensata, para el economista no hay una alternativa viable al capitalismo.

El economista Michael Roberts señala sobre el libro de Milanovic, que al autor “no le gusta el capitalismo, pero -para usar la frase de Margaret Thatcher al referirse a sus políticas neoliberales para el capitalismo-, reconoce que no hay alternativa (TINA). Por lo tanto, el objetivo debe ser, tal como Keynes argumentó en la década de 1930: “hacer que el capitalismo sea más sostenible. Y eso es exactamente lo que creo que deberíamos hacer ahora” [4].

Milanovic descarta el comunismo y el socialismo, considera un “gran escollo” y posiblemente uno “insuperable” para el marxismo la explicación de “cómo el comunismo no supo extenderse a los países más avanzados, y por qué los países comunistas volvieron a hacerse capitalistas” [75] . No hace más que repetir acá lo que se ha vuelto un sentido común durante las últimas décadas, de que “no hay alternativa” (Thatcher) al capitalismo.

Luego de la caída del “Muro de Berlín” [5] y la desintegración de los regímenes estalinistas de Europa del Este [6], se lanzó una furiosa propaganda capitalista contra el mal denominado “socialismo real”, se bastardeó la palabra comunismo durante gran parte del siglo XX. Sin embargo, las propias contradicciones del sistema capitalista de las que da cuenta Milanovic y la búsqueda que propone de resolver las contradicciones del capitalismo preservando a este sistema pero “negándolo” al mismo tiempo, evidencian la urgencia de pelear por terminar con este sistema, y no buscar la quimera de humanizarlo.

Los defensores del capitalismo son los que deberían explicar cómo es que China fue un motor internacional de la economía real frente a la crisis de 2008 y solo puede existir gracias a las conquistas de la revolución que fueron expropiadas por el capitalismo; o dar cuenta de las dos guerras mundiales, masacres para reimpulsar la economía.

El capitalismo es una máquina de guerras, crisis y desigualdad, donde casi la mitad de la población mundial vive con menos de 5,50 dólares al día y solo el 1 % más rico de la población posee más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas. Esto no es un “accidente”, el aumento de la desigualdad está enraizado en los mecanismos fundamentales que rigen al capitalismo global.

El surgimiento del covid19 y otros brotes pandémicos mostraron que es el capitalismo el que está detrás de estos desastres. La producción de pandemias está relacionada con el avance sin frenos del agro negocio. El capitalismo destruye el planeta.

Con los actuales desarrollos de la ciencia, la tecnología se podría reducir el tiempo al mínimo trabajo indispensable, pero el capitalismo es incapaz de generalizar los avances de la técnica. El comunismo permitiría que el trabajo represente solo una porción de las ocupaciones de los seres humanos. Las personas tendrían tiempo libre para dedicarse a la ciencia, al arte, a la cultura, se podría extender así todas las capacidades humanas y establecer una relación más armónica con la naturaleza.

Las crisis recurrentes, la pandemia del coronavirus de alcance mundial relacionada con las formas de producción bajo el capitalismo con consecuencias terribles sobre la clase trabajadora, ponen una vez más en cuestión este sistema social. El diagnóstico de Milanovic muestra las contradicciones cada vez mayores de un sistema económico que no da muestras de mejoría ni de avances en los problemas que el autor señala, sumado al hecho de que la salida política que propone es un llamado a que las "clases dominantes" tomen conciencia de los problemas que ellas mismas generan y de las cuales se ven beneficiadas. Si algo dejó en claro el análisis del autor es la urgencia de pelear por poner fin al capitalismo, un sistema que destruye la naturaleza y somete a toda la humanidad.

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NOTAS AL PIE

[1Branko, Milanovic, Capitalismo, nada más. El futuro del sistema que domina al mundo, Las referencias a esta edición se indicarán señalando el número de página entre corchetes al final de la cita., Madrid, Taurus, 2020, p. 216.

[2Esteban Mercatante, Los contornos del capitalismo en China, Semanario Ideas de Izquierda, 16/08/2020.

[3Esteban Mercatante, China y el imperialismo: elementos para el debate, Semanario Ideas de Izquierda, 15/11/2020

[4Michael Roberts, ¿Solo nos queda el capitalismo?, en https://www.sinpermiso.info/textos/solo-nos-queda-el-capitalismo.

[5Para profundizar sobre el tema se recomienda: Emilio Albamonte, Matías Maiello, En los límites de la “restauración burguesa”, Revista Estrategia Internacional Nro. 27, 26/02/2011.

[6León Trotsky escribió en La revolución traicionada sobre la burocratización de la URSS en 1936, cuando el proceso estaba consolidado. El revolucionario definió a la ex Unión Soviética como un “Estado obrero degenerado”, ya no había una democracia proletaria sino una dictadura burocrática, la clase trabajadora fue expropiada del poder político.
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Mónica Arancibia

@monidi12
Nacida en Bs. As. en 1984. Es economista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas. Coedita la sección de Economía de La Izquierda Diario.