La cultura en peligro. Luego de más de 70 años de historia, la gestión municipal de Jorge Fabrissín garantiza fiesta para pocos en los carnavales de Unquillo.
Martes 7 de febrero de 2017
El intendente de la ciudad de Unquillo, quien fuera noticia a fines de 2015 por desmantelar los proyectos socioculturales municipales y despedir 182 trabajadores, vuelve a atacar el derecho a la cultura de los habitantes de esta localidad.
En esta ocasión, el ex funcionario procesista (fue intendente de 1979 a 1983) y la comisión de corsos municipal decidieron eliminar la participación popular del tradicional carnaval y reemplazarlo por un espectáculo con fines comerciales.
El año pasado, con la excusa de una "crisis financiera" y luego de los despidos y el vaciamiento del estado, el gobierno municipal de Jorge Fabrissín ya había decidido no realizar los corsos. Sin embargo, los despedidos de la municipalidad y algunas murgas de Unquillo y de la ciudad de Córdoba organizaron el "Carnaval de la Dignidad" con su murga "Patitas en la Calle".
Este año, el ataque a la cultura toma otras formas. El festejo central en la "Doble Avenida" cuenta con comparsas de otras provincias contratadas por el municipio y el gobierno de la provincia de Córdoba. Por otra parte, se desfinanciaron las murgas barriales y se les otorgó a empresas privadas la venta de entradas y de la seguridad. El objetivo es lograr un espectáculo apto "para turistas", desvalorizando y escondiendo la cultura popular.
Dialogamos con Karina, trabajadora despedida de la Municipalidad de Unquillo.
¿Cómo se organizaba el carnaval de Unquillo?
Tradicionalmente, este festejo comenzaba con los carnavales barriales, donde cada barrio (Cabana, San Miguel, Quebrada Honda, Villa Forchieri, Pizarro y Herbera) contaba con su propia Mesa Barrial de Carnaval y organizaba un festejo con identidad propia. Una Mesa Ampliada de Carnaval luego coordinaba la dinámica del corso en el centro de la ciudad, en la tradicional "Doble Avenida".
Lo característico de esa mesa, era que todos podían participar, vecinos, artistas locales, instituciones, había más de un representante por agrupación. Uno de los logros de ese espacio fue el cambio de la figura de la Reina por el de Reinado de Carnaval y la gratuidad de los corsos.
Este año se implementó una Comisión de Corsos que viola la ordenanza municipal y desactiva un proceso de construcción colectiva de los sentidos del Carnaval.
¿Por qué creés que llevan a cabo esta política cultural desde la municipalidad?
Ellos sostienen que de esta forma se generan ingresos a las arcas municipales, presentan un espectáculo con comparsas de otras provincias argumentando que “esto es un espectáculo distinto, todos los festivales son muy lindos, este es el único que se realiza de esta manera en la cercanía de la capital”. (Fabrissin en entrevista en radio Pulxo)
Claramente prima una lógica mercantilista, que se ha corporizado en la privatización de esta fiesta tan tradicional. Quienes están a favor de la política municipal argumentan que hay que acabar con la política de "dar", no lo piensan como una política pública de inclusión de los sectores populares. Lo que han hecho es correrlos, desde un lugar de mucha discriminación hacia quienes habitan los barrios. Por ejemplo, llamando “música insana” al cuarteto, o cobrando una entrada casi inaccesible para una familia tipo con adolescentes.
Otra cuestión es que no cuentan con capacidad para hacerlo. Queda clarísimo la centralidad de las decisiones en la vuelta de la Comisión de Corsos, una figura totalmente ajena a los procesos participativos que señalaba antes. Imaginate que del área que llevaba adelante la coordinación de los carnavales, tanto barriales como el de la "Doble Avenida") despidieron a 50 trabajadores y solo quedaron tres.
¿Cómo han vivido estos cambios los habitantes de Unquillo?
Está claro que no aparece el espíritu del carnaval de Unquillo, porque lo vaciaron, porque no están los vecinos siendo parte de eso, es muy triste. Esa es la palabra que estuvo circulando estos primeros tres días de corsos: tristeza e indignación.
Tristeza de ver a los chicos que antes participaban de las murgas barriales circulando por las calles de los alrededores porque no cuentan con los 80 pesos para pagar la entrada de una noche; tristeza cuando escuchás la indignación de las madres que enviaron a sus hijos adolescentes a esa fiesta y se toparon con una guardia de seguridad privada que los cacheaban y hasta las zapatillas les hacían sacar, lo mismo que a las mamás que entraban con los cochecitos y bolsos de sus bebés, ¡les revisaban todo! Tristeza ver la foto de esa doble avenida color cemento, sin color de carnaval. Indignación de ver que exigían a las personas con discapacidad pagar la entrada, tirando por tierra derechos adquiridos y enmarcados en una Ley Nacional.
Esas vallas marcaron el límite, los de adentro y los de afuera, los que podían pagar para ingresar y los que se quedaban afuera de ese espectáculo para pocos.
De esta fiesta participaban también las familias de la ciudad de Córdoba, si leés la página de Facebook de la municipalidad, leés comentarios de personas que venían y que este año no lo van a poder hacer, porque al costo del traslado se suma el costo de una entrada, más la espuma, más lo que consumís adentro. No lo podés pagar, porque además hay que ver que estamos en un contexto que no es para nada alentador, una economía con una inflación altísima, despidos masivos, donde las familias priorizan la poca plata que entra para comer y vivir la diaria.
El día viernes no hubo nada de gente, la "súper comparsa" desfiló para los policías que estaban detrás de las vallas. En una imagen que circuló en internet de la apertura del carnaval en el 2014, ves una doble avenida que explotaba de color, de alegría, de brillo, de espuma, de vecinos; en contraste con la imagen de la doble avenida del viernes último, vaciada, porque no es vacía. Está vaciada esa es la palabra, vaciada y ocupada por la tristeza. No alcanza la arenga de quienes hacen la locución.
¿Qué lucha debemos llevar adelante para acabar con estas lógicas?
Seguir apostando a la construcción colectiva. En Unquillo se sostiene, por ejemplo, un punto de resistencia muy importante, pero no de resistencia caprichosa (no sé si es esta la palabra), de “yo me quedo acá”, sino de transformación de algo. Son los chicos de la EPA, la Escuela Popular de Arte para Jóvenes, que fue saqueada al inicio de esta gestión, porque no sólo la cerraron, sino que la saquearon. Cerraron la casona, echaron a todos los profesores y los jóvenes se quedaron sin ese espacio.
Actualmente la EPA está funcionando en la Casita Verde, un lugar de participación vecinal construido a partir del presupuesto participativo en barrio Alto Alegre. Allí son los mismos estudiantes quienes se fueron convirtiendo en profesores para sostener a esta escuela.
Ellos están armando toda la movida para sostener el carnaval, ese que te incluye, no el que te deja fuera. Que va a coincidir con la verdadera fecha de carnaval.