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Red Internacional
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10 DE MAYO. Carta para mi mamá migrante en la era Trump

Nunca nos faltó comida, ropa, juguetes, zapatos, dulces, educación. Cuando preguntaba por qué vivías en Estados Unidos, todos me contestaban que era para comprar una casa en donde todos tuviéramos un cuarto propio.

Jueves 10 de mayo de 2018

De niña me preguntaba todos los días ¿por qué no te conocía? ¿Por qué estabas en otro país? ¿Por qué no me querías? ¿Por qué nuestra única forma de comunicarnos era a través del teléfono? A los 16 años entendí que la respuesta era que existía un sistema que permite la explotación, desde ese día lucho por cambiar de raíz esta sociedad.

Recuerdo que vivía con mis abuelos, mi hermano y demás familia, en una “casa” rentada. El techo era de lámina y, cuando llovía, el agua se filtraba y teníamos que poner cubetas para no mojarnos. Lo que más miedo me daba era la señora que nos rentaba la casa, pues antes del día de pago de renta se presentaba y gritaba que quería el dinero. Siempre que hablábamos por teléfono te decía que no se te olvidara mandar para la renta. Moría de miedo de que nos echaran a la calle.

Pero siempre mandabas el dinero a tiempo.

Nunca nos faltó comida, ropa, juguetes, zapatos, dulces, educación. Cuando preguntaba por qué vivías en Estados Unidos, todos me contestaban que era para comprar una casa en donde todos tuviéramos un cuarto propio. Decían que después de la devaluación ya no alcanzaba el dinero. Y aunque no entendía nada (tenía 4 años), sí entendía que necesitábamos una casa. Siempre creí que la rentera también te daba mucho miedo.

En la escuela siempre la pasé mal. Los niños y niñas preguntaban "¿y tú mamá?" Yo siempre les decía que estabas en Estados Unidos trabajando. Me decían "¿cómo es?", pero nunca vi una foto tuya, nunca supe contestar su pregunta.

Me decía que no tenía mamá, que si te habías ido era porque no me querías. Las madres de esos niños preguntaban lo mismo y me decían que “una buena mamá nunca abandona a sus hijos."

Crecí con un enojo enorme, te llegué a odiar. No soportaba los festivales del día de la madre, que me recordaban que no estabas y me sentía sola. Los abuelos nunca nos abandonaron, pero no eran tú. Esas personas me hicieron creer que no eras “buena mamá” y que era mejor vivir en la miseria y con un plato de sopa que estar lejos.

Lograste comprar la casa y pusiste una tienda porque volvías a México. ¡Recuerdo a la abuela llorando!: “me prometió que volvía en diciembre del año que se fue, pero se tardó seis años”.

Volviste cuando yo tenía nueve años y no nos entendíamos. La idea de la buena madre estaba muy metida en mi cabeza y el enojo era muy grande. Cada vez que pienso en todo lo que te decía algo se rompe en mí, pero entiende que me habían hecho creer que no me querías, que una buena madre nunca se separa de sus hijos.

El negocio no funcionó y cada vez te endeudabas más para que no faltara nada en la casa. Yo sabía de los préstamos y te veía con la ansiedad todos los días, hasta que tomaste la decisión de volver al “sueño americano”, porque querías que estudiara. Siempre me dijiste que era muy inteligente, pero el que te fueras a mis 12 años sólo aumentó más mi enojo. Reafirmó la idea de que nunca me quisiste. Entonces me construiste mi cuarto propio.

Logré entrar al Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Oriente. Desorientada, creyendo pertenecer a una clase a la que no pertenecía, porque aún con las deudas siempre me diste todo.

Conocí a un colectivo que hacía política dentro de la escuela y hablaba de la explotación, que el mundo debía cambiar, que había una clase parasitaria que vivía a costa de los trabajadores. Me entusiasmé mucho, aunque les decía que a mí siempre me había ido bien. Entonces me dijeron que tenía que preguntarte cuántas horas trabajabas al día.

Cuando hablamos por teléfono, te pregunté y respondiste que tu jornada era de 14 horas entre los dos trabajos, pero que antes cubrías hasta 16 horas. Y que si salía trabajo en tu día descanso, lo tomabas porque significaba más dinero.

Ese día lo entendí todo. No te fuiste porque no me querías, te fuiste y padeciste de todo, porque nos amabas demasiado. Sufres de todo en ese país porque siempre nos has querido dar lo mejor.

El sueño americano, no es un sueño, es la peor pesadilla

Cruzaste la frontera a través de montes, dos veces. Te persiguió un helicóptero, tenías a la migra sobre ti. Llegaste a un país donde no hablabas el idioma, te explotan todos los días, no tienes derecho a prestaciones laborales, trabajas con papeles falsos, vives con el miedo constante a que te deporten. Te discriminan y cuando enfermas no vas al doctor porque es muy caro y siempre tomas remedios caseros.

El sueño americano no es un sueño, mamá, es la peor pesadilla. Te ha robado la vida. Nos quitó la posibilidad de festejar juntas nuestros cumpleaños, nos quitó la oportunidad de abrazarnos, de vivir juntas. Llevamos casi dos décadas separadas y esos capitalistas te explotan todos los días. Me cuentas que hay días en que no puedes mover las manos, porque no responden.

Te hacen creer que eres ilegal y que por eso debes aguantar todo, sin quejarte, sin decir nada porque perderás el trabajo y te deportarán. Sigues esperando la reforma migratoria que propuso Obama. Te ocupan como moneda de cambio, porque su imperialismo funciona a través del trabajo tuyo y el de millones de migrantes. Pero no te rindes, ¡y qué valor tienes para soportar todo esto!

Mamá: el día que entendí todo, el día que supe de tu vida, todo cambió. Sé que no soy la única niña que padeció el no tener a su mamá a su lado, somos millones con los corazones destrozados y con enojo .

El sueño americano es la peor pesadilla, pero es peor para ti porque eres mujer, madre soltera. Cargas con el peso de tener dos hijos y siempre ofrecerles lo mejor.

El gobierno de Trump con su: Make America Great Again, los amenaza constantemente, lanza discursos xenófobos incitando al odio, las redadas se multiplican. Está construyendo su muro y militarizó la frontera para que no pasen los migrantes, como si esas medidas fueran a detener sus sueños y el amor a sus familias.

Lo que no dice Trump sobre sus ganancias millonarias es que son debido a millones de migrantes que trabajan en condiciones de semiesclavitud.

Si tenemos que vivir de esta forma sólo hay un responsable y es el capitalismo. Este sistema voraz, de explotación que funciona porque millones de trabajadoras y trabajadores como tú lo hacen funcionar. Son ustedes los que mueven al mundo con el sudor de su frente, a los que hacen entregar su vida en la línea de producción.

Porque si este sistema se puede acabar es por ti y por todos los trabajadores del mundo, son ustedes la clase obrera. Que nadie te haga creer que eres ilegal y que mereces todo lo que vives por no tener estudios o por ser mujer. Lo que mereces es ser feliz, tener una vida plena.

Tu puedes cambiar el mundo, porque la clase obrera es la que encabezará la revolución, que terminará con este sistema y terminará con las miserias que vivimos.

Desde los 16 años comprendí todo. Ahora milito en el Movimiento de Trabajadores Socialistas y aunque sé que mi vida no te gusta tanto, debes entender que cuando una sabe que ellos son el 1% viviendo con lujos y sin carencias y nosotros un 99% sobreviviendo con salarios de miseria, la vida no puede ser igual.

Desde ese día mamá, mi vida está puesta al servicio de construir un gran partido de la clase que dirija la revolución y que destruirá al capitalismo, porque quiero que en socialismo nadie padezca lo que tú y yo hemos vivido.

Porque aunque el camino no es fácil sé que este sistema no debe seguir existiendo.

Gracias por ser la inspiración más grande que puedo tener, porque si todos los días se renuevan mis ganas de luchar es porque tu vida es el ejemplo más grande de lucha que puedo tener.