Terminada la celebración de navidad, después de casi tres años de la muerte de Alberto Nisman, la Justicia está a punto de "encontrar" un culpable.
Mirta Pacheco @mirtapacheco1
Martes 26 de diciembre de 2017
El primer día hábil después del feriado navideño se conoció la última novedad producida en la causa por la que se investiga la dudosa muerte del ex fiscal de la causa AMIA. El magistrado que está al frente de la investigación, Julián Ercolini, realizó el movimiento que todos en Tribunales preveían, dictó el procesamiento del técnico informático Diego Lagomarsino como partícipe necesario del delito de homicidio simple agravado por el uso de armas. También cambió la calificación de los custodios que tenía Nisman, ahora son acusados de “encubrimiento de su asesinato”
No se puede probar aún fehacientemente que su deceso fue producto de un homicidio, aunque en la última pericia de la Gendarmería -2017- (que contradice casi punto por punto la realizada en 2016, por el Cuerpo Médico Forense, peritos de la Policía Federal y el designado por Lagomarsino, que indicaron que la muerte fue un suicidio), determinaron que a Nisman lo mataron dos personas.
En ese momento llamó la atención que a la fuerza experta en borrar pruebas, como en el caso de la desaparición y posterior muerte de Santiago Maldonado, se le diera el peritaje sobre la forma en que murió quien tuvo a su cargo por poco más de 10 años la investigación del atentado a la AMIA, sin producir ningún avance –hay que decirlo- que acercara la verdad sobre aquel y pudiera llevar algo de justicia a los familiares de las víctimas.
Al margen de que en la primera instancia de la investigación se cometieron desprolijidades, cuando estaba en el fuero ordinario y era la fiscal Fein la que investigaba esta muerte (a quien ya nadie recuerda, pero fue durante meses la persona más cuestionada de los medios, que cuando se produjo la muerte eran opositores y ahora son oficialistas, y del “Partido Judicial”). Esta causa pasó a la Justicia Federal (septiembre de 2016), por decisión unánime de la Corte Suprema, pero detrás de bambalinas estuvo siempre la presión de gran parte de la casta judicial, de los grandes medios de comunicación que hoy ofician de voceros del gobierno como Clarín y La Nación y por supuesto de la ex esposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado. Desde ese momento Ercolini es el juez de la causa.
Al ser esta una muerte muy politizada, cada paso del juez cobra significativa importancia, además de mucha notoriedad. Lagomarsino puede dar cuenta de eso. El martes a primera hora ya era muy probable este procesamiento y el mismo técnico informático se enteró de su confirmación, horas más tarde, cuando estaba dando una entrevista a un canal de televisión.
“Me cagó la vida” dijo en otra entrevista, quien por este procesamiento fue embargado por 15 millones de pesos, se le congelan las cuentas bancarias, salvo su sueldo, y continuará con la tobillera electrónica, además de tener prohibida la salida del país.
Una de fiscales, espías y peritos informáticos
Se sabe que esta causa está plagada de servicios de los que se valía Nisman para investigar el atentado a la AMIA. Si bien este es un proceder común en los jueces y fiscales que se nutren de informaciones provenientes de esa cloaca del Estado: los servicios de inteligencia. En este caso Jaime Stiuso (su informante predilecto) siempre acercaba informes sobre la culpabilidad de los iraníes en el atentado a la mutual judía.
Esos informes eran proporcionados por agentes de inteligencia de la CIA y el Mossad. No es difícil deducir que esas informaciones estaban altamente teñidas de intencionalidad política de los gobiernos que dirigían esas agencias de inteligencia.
Cuando se firmó el Memorándum o acta acuerdo con Irán, por el cual hoy están procesados varios ex miembros del anterior gobierno kirchnerista y pesa sobre Cristina Fernández de Kirchner un pedido de desafuero, primero el mismo Nisman afirmó en un programa del canal de cable TN, que hoy es prácticamente el vocero oficial del gobierno, que ese acuerdo no le impidió seguir investigando, pero ya días antes de su muerte en el mismo canal anunciaba que iba a presentar una acusación contra la expresidenta porque el Memorándum encubría a los iraníes que, según sus “informes”, fueron quienes realizaron el atentado.
Él y Stiuso habían seguido la pista iraní, alimentados por esos servicios de inteligencia del exterior y de repente una decisión política (que tampoco conducía a ninguna verdad sobre el asesinato de las 84 víctimas de la AMIA), que buscaba ponerse en línea con el giro más aperturista del gobierno de Obama hacia Irán, deja al fiscal y al espía con el pie cambiado…y seguían sin ninguna prueba concreta de lo que ellos afirmaban.
Mientras tanto Diego Lagomarsino, el joven empleado de Nisman, aceptaba poner su nombre en cuentas que el fiscal tenía en el exterior, le abonaba religiosamente el 50% de su sueldo, cuestión que hasta el día de hoy no pudo aclarar por qué y solo afirma que es “normal en el Estado” (sic ¿?).
Este hombre (un personaje que aparece como uno más del montón, pero que tiene muchas incógnitas que lo alejan de la figura de un simple empleado en informática, recordemos, fue el que le entregó la Bersa calibre 22 a Nisman y quien tenía libre acceso al departamento en el edificio Le Park de Puerto Madero, donde vivía, y murió Nisman.
En eso se basa el juez para dictar su procesamiento. Pero la muerte más politizada de los últimos tiempos, a pesar de estas novedades, aún está lejos de esclarecerse.