A raíz del cruce de llamadas se supo que el custodio más antiguo de Nisman, y el más cercano, al día siguiente de que lo encontraron muerto, se comunicó con un servicio de inteligencia. Nunca había declarado esa llamada y sus versiones fueron contradictorias.
Mirta Pacheco @mirtapacheco1
Martes 17 de julio de 2018
Se trata de Rubén Fabián Benítez, fue el custodio de Alberto Nisman por 15 años, desde que revistaba en Drogas Peligrosas de la Policía Federal y lo asignaron a la custodia del ex fiscal de la causa AMIA, por lo cual era con el que mantenía un vínculo de mayor confianza. Ahora está en disponibilidad y procesado por encubrimiento.
A partir del entrecruzamiento de llamadas ordenada por el juez Julián Ercolini, quien sigue la causa, se supo que el suboficial Benitez mantuvo una comunicación telefónica con un espía, que años atrás, también había pertenecido a la custodia de Nisman.
Lo llamativo es que en las dos declaraciones previas nunca lo mencionó y solo cuando esa llamada –que tuvo una duración cercana a los dos minutos- salió a la luz, en su tercera declaración, lo admitió.
La llamada se realizó el lunes 19 de enero del 2015, al día siguiente de que hallaran muerto al ex fiscal y recién un día después, Benítez se presentó a declarar por primera vez.
En la primer declaración relató que Nisman al medio día lo envía a comprar comida, cuando vuelve con el encargo le comenta (a raíz de la tapa de la revista Noticias que estaba sobre la mesa), que por todo lo que le están haciendo “los voy a hacer mierda” –esto en alusión a la denuncia que estaba preparando contra Cristina Kirchner y varios de sus funcionarios, por encubrimiento en el atentado a la mutual judía- y le consulta sobre la posibilidad de tener un arma. El suboficial le recomienda un Bersa y afirma que en ese momento pensó que a Nisman “no le daba para sacar un fierro”. También comentó que el fiscal, si bien era muy exigente en lo laboral, tenía un trato humano.
Ya promediando el mes de abril, vuelve a declarar, pero esa vez la versión era que Nisman le había pedido directamente que comprara el arma, para que estuviera a su nombre. Afirma que se negó rotundamente, porque “no quería problemas”. En esta segunda declaración, Nisman ya no tenía un trato tan humano, sino que era muy frecuente que “le saltara la térmica”. En un tramo de la declaración habla de que por eso los custodios eran sumisos, pero después contó que había tenido una discusión con el entonces fiscal, diciéndole que no iba a tolerar un insulto más.
Aquí comienzan las contradicciones: ¿Nisman le preguntó por la posibilidad de portar un arma o le pidió explícitamente que le consiguiera una? ¿Tenía un trato agradable y correcto con quienes debían cuidarlo o era un déspota? Y lo más relevante: en esa declaración no mencionó en ningún momento ese llamado telefónico con el espía, ex custodio de Nisman.
Es recién en noviembre del año pasado, cuando lo citan a declarar por tercera vez, que cuenta que había un espía apodado “Cato” que trabajó para Nisman, pero que esa relación el ex fiscal en jefe de la causa AMIA la terminó alrededor del 2005 y que nunca más volvió a saber de él. Este relato se da de bruces precisamente con ese llamado que mantuvo con ese espía un día después de que encontraran muerto a Nisman.
Y volvieron a aparecer varias contradicciones más en cuanto al carácter de Nisman, su visión sobre cómo actuaría aquel con un arma: “le podía pegar un tiro a alguien”.
Ahora la causa tiene el interregno de la feria judicial, cuando finalice lo más probable es que citen a “Cato”, el servicio ex custodio.
Las declaraciones de Benítez aportan más sospechas a la causa. Es sabido que tanto la Policía como los servicios, y sobre todo estos, pueden tirar “carne podrida” para embarrar la cancha buscando direccionar la causa.
Estas contradicciones, ¿abonarán la hipótesis del asesinato? Algo en lo que vienen insistiendo tanto los miembros de la elite del Poder Judicial, el llamado Partido Judicial, como el Gobierno.