A continuación presentamos el análisis de Fabían Puelma, editor de La Izquierda Diario Chile y dirigente del Partido de Trabajadores Revolucionarios, luego de los resultados electorales del Consejo Constitucional, donde aborda la pregunta de por qué avanzó la derecha en Chile y por qué es fundamental una izquierda consecuente e independiente del gobierno. Este artículo fue publicado originalmente en el semanario Ideas Socialistas el pasado 28 de mayo.
Los resultados electorales del Consejo Constitucional modificaron el mapa político. La principal novedad fue el aplastante triunfo electoral del Partido Republicano que obtuvo 23 de los 50 consejeros. Junto con Chile Vamos superaron los tres quintos que se necesitan para aprobar cualquier norma. A su vez, el Partido Republicano se impuso holgadamente sobre Chile Vamos y se consolida en su rol conductor en la derecha. El gobierno es el gran perdedor de la elección. Aunque el pacto entre el Frente Amplio, el PC y el PS superó a Chile Vamos llegando al 28,59% (mientras que la lista de del PPD, DC y radicales no sacó ninguno y el Partido de la Gente se hundió), la derecha en su conjunto sacó un porcentaje histórico.
Al igual que en el plebiscito, los grandes empresarios y sus partidos quieren instalar la idea de que el avance de la derecha imposibilita cualquier reforma que vaya a favor del pueblo. El gobierno hace lo suyo y la propia ministra Tohá afirma que “las reformas no van a ser todo lo que el Gobierno quiere. Eso lo tenemos claro". El gobierno hace tiempo que renegó de su propio programa y ya viene retrocediendo en la idea de impuesto a los ricos, en acabar con las AFP, en impulsar un seguro universal de salud, en condonar el CAE, en avanzar en aborto legal, etc. Todo eso quedó en el olvido y las reformas que sí han logrado aprobar, como el aumento de sueldo mínimo, la reducción de la jornada laboral a 40 horas o el royalty minero, se han negociado con la derecha para que no afecten realmente el bolsillo de los grandes empresarios.
La clase trabajadora y los sectores populares lo han pasado mal durante este gobierno, pagando los costos de la crisis económica y la inflación. Esto está detrás del amplio rechazo que despierta la figura de Gabriel Boric. La decisión del gobierno de tomar el programa de la derecha en materia de seguridad, aprobando la Ley de Gatillo Fácil, instalando la militarización permanente en La Araucanía, dándole millones a Carabineros así sin más, no han fortalecido su base de apoyo. Todo lo contrario: sólo ha ayudado a que avance el discurso, la agenda y la fuerza electoral de la derecha, a la par que ha sembrado la desilusión y desmoralización de quienes votaron por Boric con la esperanza de frenar a la extrema derecha y avanzar en las demandas sociales ampliamente postergadas.
Es decir, el espectro político y la agenda se derechiza. En este escenario la pregunta que se instala con toda urgencia es cómo enfrentar el avance de la derecha para que sea la clase trabajadora la que logre emerger con su propia agenda y programa a través de su propia organización. Lo que es claro, es que para enfrentar a la derecha de verdad, no sirve una izquierda de mentira. Hace falta fortalecer una izquierda consecuente e independiente al gobierno del Frente Amplio y el Partido Comunista.
El Partido Republicano y su programa a favor de los dueños de Chile
¿Pero qué es y qué representa el Partido Republicano? El PR surge como un desprendimiento de la UDI con el objetivo de defender a ultranza el legado de la dictadura militar. Para esto busca copiar el discurso de los nuevos fenómenos políticos de ultraderecha en el mundo, como Bolsonaro o Vox en el Estado Español. Combinan un discurso ultra conservador con propuestas neoliberales ortodoxas. Detrás de toda la demagogia nacionalista, anti inmigrante y anti delincuencia, se sostiene un programa que busca preservar los privilegios de los grandes empresarios y una mayor subordinación y entreguismo con las transnacionales. Hacen demagogia con la crisis social y económica, pero esconden que mientras el pueblo ha pagado los platos rotos, los grandes millonarios se han hecho cada vez más ricos. El corazón de su programa está en defender a los grandes grupos económicos. La demagogia es sólo la envoltura de este programa burgués, y su objetivo es dividir la fuerza y la unidad de la clase trabajadora y los sectores populares, y la alianza con los movimientos sociales, la lucha de las mujeres, de las disidencias sexogenéricas, los pueblos originarios y la lucha ambiental.
Representa el sector más conservador y derechista del gran empresariado chileno. Su apuesta se centra en preservar los pilares del Chile neoliberal de los 30 años a ultranza. Es por esto que son defensores de la “institucionalidad”. Lo que buscan es instalar la restauración conservadora frente al ciclo político abierto con la rebelión popular, lo que necesariamente implica reforzar los aspectos autoritarios y bonapartistas del régimen.
Sin embargo, la apuesta del sector predominante de la gran burguesía, no era el triunfo de Kast. Y esto hace que el resultado sea mucho más contradictorio para la estabilidad del régimen. Ellos apostaban por “despolarizar” el resultado y por un triunfo de Chile Vamos y el fortalecimiento del “centro” neoliberal. El triunfo de "los extremos" abre la puerta para imponderables que pueden poner el riesgo el propio proyecto de restauración post rebelión. Ya hay sectores del Partido Republicano que afirmaron que si no se hacen cambios sustanciales al borrador entregado por la "comisión experta" (que fue fruto de un acuerdo transversal por los partidos), dicen que votarán en contra de la nueva constitución. A su vez, según encuestas recientes hay alrededor de 46% de los encuestados que estarían por rechazar la nueva constitución, lo que mantendría abierto un escenario de mayor inestabilidad política.
Como hemos venido sosteniendo, el proyecto de restauración de la burguesía y el intento por forjar una nueva hegemonía para cerrar la crisis orgánica comprende diversos aspectos: i) una asimilación del Frente Amplio a la centroizquierda burguesa (lo que hemos llamado “transformismo”) y la subordinación del Partido Comunista a este nuevo esquema de coalición; ii) un pacto de gobernabilidad entre el bloque de Apruebo Dignidad y la ex Concertación (que se apoya en el ejecutivo y el gobierno de Gabriel Boric), y la derecha (que se apoya en el parlamento) para consensuar las principales medidas políticas y limitar lo más posible las reformas; iii) un aumento de las tendencias “bonapartistas” y de autoritarismo estatal en base al discurso securitario, lo que se expresa en el fortalecimiento y autonomización de las policías y las FF.AA, en la búsqueda de recomponer su autoridad tras una profunda crisis institucional; iv) un fraude constituyente que tiene como principal tarea modelar un régimen político que refuerce los partidos tradicionales, haga frente a la fragmentación política y busque aislar a “los extremos”; v) una política económica que en el corto plazo se sostiene en el ajuste al consumo y restricción fiscal, pero que en el mediano largo plazo busca recrear un nuevo ciclo rentista, a partir de la apertura económica (TPP11) y apostando por la renta que deje la explotación privada del Litio, la “energía verde” frente a grandes monopolios imperialistas.
Sin embargo, la gran burguesía ha sido incapaz de sumar a este proyecto a los sectores populares. El derrumbe irreversible del antiguo “centro”, expresa que la forma en que los capitalistas ordenaron la gobernabilidad durante las últimas décadas resulta imposible. La ilusión del consumo como forma de integración social ya no alcanza. La “crisis orgánica” significa que la clase dominante es incapaz de sumar a las grandes masas a su proyecto y surgen nuevos fenómenos políticos por izquierda y por derecha. Si bien hoy el escenario se carga hacia la derecha, esa crisis de largo alcance no ha sido resuelta. Sobre todo porque la extrema derecha no tiene mucho que ofrecer a los sectores populares que hoy votaron a Republicanos como un voto castigo al gobierno y por un voto de “orden”. El discurso anti inmigrante y la mano dura no sube los salarios, no aumenta las pensiones, no termina con las listas de espera en los hospitales y no resuelve la crisis social.
En cuanto a lo inmediato, como dijeron todos los dirigentes gremiales de los principales grupos económicos, el triunfo de Republicanos entrega “certidumbre” en el corto plazo, puesto que la mayoría derechista en el Consejo asegura que los pilares de la actual Constitución queden incólumes (lo que ya se puede ver en el proyecto del comité de expertos). Sin embargo, el triunfo de “los extremos” abre la puerta para imprevistos y exabruptos, lo que puede significar un proyecto constitucional menos hegemónico, como ya se vio en una primera declaración de un sector del propio Partido Republicando encabezado por Rojo Edwards que señalaba que tal como estaba la actual propuesta de nueva Constitución que emanó de la comisión de expertos, esta debían rechazarla. Por eso alertan que el plebiscito de salida no está ganado. Es por esto que todo el establishment está buscando activamente “moderar” a Republicanos para que no existan grandes “sorpresas” ni cambios sustanciales al proyecto del comité de expertos, que fue consensuado desde el PC hasta la derecha.
Para los dueños de Chile esto es fundamental, porque ven que el resultado de las elecciones a Consejo Constitucional es contradictorio. Por un lado, como dijimos, se refuerza la tendencia restauradora. Pero por otro lado, nadie puede desconocer que una parte importante del resultado electoral de Republicanos es un voto “anti Boric” o un voto “malestar”, y no necesariamente un respaldo al programa derechista de Kast. Republicanos logró canalizar electoralmente el descontento frente al gobierno de Boric y la situación económica y social, sobre todo en sectores rurales y también sectores populares en donde prima la impugnación a los políticos y reina un desinterés por el proceso constituyente. Pero como todas las últimas elecciones, se trata de un voto muy inestable.
El histórico resultado de los votos nulo también expresa este malestar. El voto nulo-blanco superó cualquier expectativa, alcanzando un volumen de 2.688.179 votos. Es decir, 2,7 millones en cifras redondas. De estos votos, 2,1 millones fueron nulos y casi 600 mil blancos. Entre ambos representan el 21,53% de votos totales, que está muy por encima de la tendencia histórica de voto nulo-blanco, que en condiciones de voto obligatorio había fluctuado alrededor del 3,0%, y había bajado a sólo 2,1% en plebiscito de salida de 2022. Diferentes analistas sostiene que al menos una fracción de este voto representa a un sector de izquierda duro descontento con el gobierno. Es decir, este voto nulo nos muestra que hay un sector a la izquierda de la coalición de gobierno.
A su vez, alrededor de la campaña por el voto nulo se logró expresar un arco de diversos intelectuales y organizaciones de izquierda que logramos aunar una posición clara frente a este nuevo fraude constitucional, lo que debe servir como punto de apoyo para pelear por una alternativa de izquierda que enfrente consecuentemente a la derecha de manera independiente al gobierno.
El actual proceso constituyente fue diseñado para que ganara la derecha. Incluso Republicanos fue beneficiado por el modelo de elección del Senado, dándole una sobrerrepresentación en el Consejo: pese a obtener un 35,40% de los votos, obtuvo el 44% de los escaños. El borrador de la comisión experta es una simple actualización de la Constitución del 80. Establece el “Estado social y democrático de derecho”, pero mantiene intacto el sistema de provisión privada de derechos esenciales y subsidios a los privados. Incluyendo los derechos sobre la explotación minera, el aprovechamiento privado del agua por grandes propietarios, etc. No podemos caer en el chantaje del gobierno que nos llevará nuevamente al peor de los “malmenorismos”: defender el proyecto de una comisión experta llena de tecnócratas neoliberales puestos a dedo por los partidos, frente a las modificaciones que intentará hacer Republicanos en el Consejo. Y luego nos llamarán a votar por la nueva Constitución a sabiendas que mantiene el mismo espíritu y casi la misma letra de la constitución pinochetista. El rechazo al proceso, el llamado a impugnarlo y enfrentarlo es la única posición posible en este momento.
¿Por qué avanzó la derecha?
Resulta imposible enfrentar el avance de la derecha sin partir por las razones de fondo que están detrás. En primer lugar, resulta claro que la derecha se apoya en el fracaso de la convención constitucional como uno de sus caballitos de batalla. Desde ahí busca reescribir la historia, atacar y perseguir cualquier reivindicación a la rebelión de octubre e instalar la idea en amplios sectores que movilizarse no sirve de nada. La izquierda que se subió al carro de la Convención y militó fervientemente el apruebo de salida es incapaz de enfrentar este discurso y esta ofensiva. Sobre todo si es que hasta el día de hoy no hay un balance crítico del proceso.
Uno de los principales objetivos del “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” fue desviar y desmovilizar la enorme fuerza de millones que exigían acabar con la herencia de la dictadura, una Asamblea Constituyente Libre y Soberana y que se fuera Piñera. Mareados por el triunfo electoral en convencionales, muchas organizaciones como Movimientos Sociales Constituyentes, Coordinadora Plurinacional, Lista del Pueblo se atrincheraron en la Convención y pusieron todas sus fuerzas en negociar y acordar un texto con el PC y el FA, abandonando su propia consigna de “desbordar la Convención” a través de la organización de base de la clase trabajadora y el pueblo, abandonando cualquier perspectiva de romper con el Acuerdo por la Paz y votar medidas urgentes frente a la crisis social y económica que afectaba a la mayoría del país.
Se podía tener mayoría en la Convención, pero eso no garantizaba en lo más mínimo un poder para enfrentar la ofensiva empresarial, de la derecha y el establishment concertacionista. Debilitar la organización y la movilización ayudó a que los argumentos conservadores de la derecha ganaran terreno.
Y no cabe duda que el gobierno tiene una enorme responsabilidad. Legislar con la agenda de la derecha, alinearse con los intereses de los grandes gremios que exigían ajuste fiscal y restricciones al consumo popular, traicionar su propio programa de transformaciones profundas, debilitar la organización y movilización obrera, estudiantil y popular en post de la “responsabilidad”.
Acá las dirigencias sindicales y sociales merecen un punto aparte. Nada ha sido más nocivo para la organización sindical y social que el llamado a “esperar” lo que salga de la institucionalidad. Primero nos llamaron a esperar por lo que saliera de la Convención, luego nos llevaron a confiar en que la nueva Constitución sería una conquista histórica del pueblo, luego nos llamaron a confiar en el gobierno de Gabriel Boric y esperar que cumpliera sus promesas. Ahora nos dicen que no podemos impulsar grandes movilizaciones porque esto favorecería a la derecha y debilitaría a las fuerzas progresistas. ¡Toda la operación de la derecha se basa justamente en evitar que la movilización social actúe como un factor independiente y en empujar a defender lo indefendible de un gobierno que dio la espalda a las demandas obreras y populares!
No queda absolutamente ninguna duda que esta estrategia de las dirigencias sociales ha sido un total fracaso. Y ante esta evidencia, existen algunos sectores sindicales y estudiantiles que ya hablan de recuperar la iniciativa. Hay que pasar de las palabras a los hechos e impulsar un plan de organización, coordinación desde la base y movilización para luchar por las demandas sociales postergadas, incluyendo las que el gobierno se ha negado a dar. Partiendo por un plan de lucha por salario, por pensiones y contra las AFP, por la condonación del CAE, por el aborto legal y las demandas urgentes del pueblo trabajador. Cada vez que la derecha busque limitar las demandas y el gobierno se limite a negociar las reformas, debe haber una respuesta organizada y en la calle. No hay que cederle ni un centímetro a la derecha.
La única vía para enfrentar a la derecha es que la clase trabajadora y los sectores populares emerjan con sus propios métodos, programa y organización independiente al gobierno. Apelar a golpes de efecto por fuera de la organización obrera y popular, no es más que la otra cara de la resignación y la desmoralización. No será un nuevo estallido desorganizado el que nos salvará de la derecha. Es la fuerza de la clase trabajadora y su capacidad de golpear el corazón de las ganancias capitalistas la que puede poner a la derecha y a los grandes empresarios a la defensiva.
Luchar por un programa del pueblo trabajador y develar la demagogia de la derecha
Para combatir la demagogia e ideología individualista que impulsa la derecha, es fundamental reponer el debate programático en todos nuestros lugares de trabajo, estudio y territorios. De lo que se trata es de develar la hipocresía de su discurso y cómo son férreos defensores de los grandes empresarios, los millonarios y de la minoría que no quiere perder sus privilegios.
Por ejemplo, frente al salvataje de las isapres que propone la derecha, que son una industria que se ha enriquecido a costa de cobros abusivos y privatización de la salud, creemos que hay que ponerle fin al negocio de la salud y las aseguradoras, apuntando a un sistema de salud público, gratuito y de acceso universal. No se trata simplemente de “cumplir el fallo” de la Corte Suprema y hacer una ley para viabilizar a las Isapres y fortalecer Fonasa como quiere el gobierno. Hay que terminar con las Isapres y el esquema de privatización de la salud. Así también, hay que poner fin a las AFP y luchar por un sistema de reparto solidario y tripartito, bajo gestión de trabajadores/as y jubilados/as.
Frente a la crisis de la educación pública que persiste y se profundiza, hay que partir por la condonación del CAE y asegurar un sistema de educación público, gratuito y de acceso universal en todos sus niveles, luchando por la gestión democrática de las comunidades, profesores, estudiantes, padres y madres.
Ante la inflación, ¡aumento general de los sueldos ahora! Los sueldos deben reajustarse automáticamente según la inflación y el salario base mínimo debe ser de $700.000. A su vez, hay que terminar con el lucro capitalista en los servicios esenciales como el agua, luz, gas y las comunicaciones nacionalizando esas empresas bajo gestión de trabajadores y usuarios. En bienes básicos como la industria alimenticia y el retail, es necesario establecer el control sobre los precios mediante comités de trabajadores y consumidores. La clase trabajadora tiene el potencial de poder garantizar el abastecimiento, a precios accesibles, para toda la población, controlando las cadenas de productos esenciales, desde la producción, distribución hasta la venta en grandes supermercados.
Frente a la precariedad del empleo y el aumento de la informalidad, es necesario luchar por la reducción de la jornada laboral a 30 horas semanales sin rebaja de sueldo, y repartir el trabajo entre ocupados y cesantes. Esto implica combatir la política de precarización y flexibilización que terminó negociando el gobierno junto con los grandes gremios empresariales.
Los derechos sexuales y reproductivos no pueden seguir esperando. Debemos luchar por el aborto libre, legal, seguro y gratuito garantizado por el sistema de salud pública; por educación no sexista y educación sexual integral.
La salida es socialista
Pero para combatir el avance de la derecha de manera independiente al gobierno, debemos dar la pelea en diversos ámbitos. Los nuevos fenómenos de derecha en el mundo se dan en un marco de crisis de la hegemonía neoliberal que reinó durante las últimas décadas. La tendencia a la crisis económica y a la guerra, con el salto que significa la guerra en Ucrania, se ha agudizado durante los últimos años. Así también, a lo largo de todo el mundo se han dado revueltas e importantes procesos de lucha de clases, con un recrudecimiento de la intransigencia de los gobiernos. La lucha de la clase trabajadora francesa contra la reforma jubilatoria de Macron, da cuenta de que la clase trabajadora puede patear el tablero y ponerse en el centro de la escena nacional con sus propios métodos y reivindicaciones.
En respuesta a estas tendencias, surgen nuevos fenómenos de extrema derecha y lo hacen con un discurso explícitamente anticomunista, rabiosamente anti izquierda y con un programa que tiene por objetivo defender a los grandes capitalistas y las jugosas ganancias que han obtenido durante estos años a costa del esfuerzo y sufrimiento de millones de trabajadoras y trabajadores a lo largo del mundo. Quieren sembrar la división al interior de la clase trabajadora y los sectores populares para evitar que esa fuerza unida se rebele contra los regímenes y el sistema capitalista.
Frente al futuro que nos ofrecen los capitalistas, que es de más crisis, más guerras, destrucción del planeta y precarización de las condiciones de vida, hay que responder con un programa anticapitalista, socialista y revolucionario, combatiendo día a día la ideología individualista y reaccionaria. Reivindicando un socialismo desde abajo, que se proponga que los grandes resortes de la economía sean de propiedad social y expropiados del puñado de familias que hoy gobiernan el país para que sean gestionados democráticamente por la clase trabajadora y las comunidades, la inmensa mayoría del país. Partiendo por la nacionalización de los bienes naturales comunes como es el cobre, el litio y el agua, bajo gestión de trabajadores/as y comunidades en beneficio de las grandes mayorías.
Cuando hablamos de “socialismo desde abajo” nos referimos a eso: el socialismo en base a la decisión y organización de las grandes mayorías, que nada tiene que ver con la imposición burocrática desde arriba de gobiernos que hablan en nombre del socialismo como en Venezuela, pero que de socialista no tiene nada porque mantuvieron la estructura capitalista y dependiente y se impuso un régimen autoritario basado en las Fuerzas Armadas.
A su vez, si son las grandes mayorías las que decidan podremos a su vez enfrentar la crisis climática que se profundiza, ya que el centro y el motor de la producción no será la ganancia irracional de un puñado a costa de las mayorías, sino que será el bienestar de todos y todas, incluyendo nuestro entorno y al planeta mismo.
Pero para hacer posible y realista este horizonte, es necesario que sea la clase trabajadora y el pueblo quien gobierne a través de organismos de autoorganización, tomando el poder político y destruyendo el Estado capitalista tal como lo conocemos, con su aparato represivo incluido. Estos ejemplos de auto organización nacen casi naturalmente cada vez que se agudiza la lucha de clases en Chile y el mundo, y se mostró un ejemplo histórico de esa posibilidad con los Cordones Industriales en los 70’ en Chile, que fueron un embrión de organismos del poder de los trabajadores, poder alternativo al de Estado y de los empresarios. Por algo la dictadura centró los primeros ataques del golpe militar contra los Cordones, que se presentaban incluso como una alternativa al propio gobierno de Allende, como embriones del poder de las y los trabajadores controlando la economía y la sociedad. A 50 años del golpe militar, este es el legado que debemos reivindicar: el de la autoorganización obrera y popular y de una clase trabajadora dispuesta a luchar por el socialismo.
La conquista de organismos de auto organización que concentren el poder político de las y los trabajadores, derrotando al Estado capitalista, permitiría la planificación democrática de la economía, reduciendo la jornada de trabajo, repartiendo las horas de trabajo entre todas las manos disponibles, haciendo frente a la marginación que está en la base de la violenta descomposición social, usando el avance de la tecnología a favor de las mayorías y no en contra de las y los trabajadores como sucede hoy y luchar realmente contra la destrucción del planeta a la que nos condena el capitalismo.
Luchar por esta sociedad sin explotados ni oprimidos implica enfrentarse con los grandes poderes de la clase dominante, su Estado, sus fuerzas represivas y derrotarlos a través de una revolución social, por eso debemos desde ya construir un partido de la clase trabajadora enraizado en lugares de trabajo y estudio que se prepare para vencer y conquistar un gobierno de las y los trabajadores en ruptura con el capitalismo.
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