Cientos de refugiados, sobre todo jóvenes afganos y paquistaníes, desafían desde hace semanas el frío y malviven en condiciones miserables en el centro de Belgrado.
Lunes 6 de febrero de 2017
FOTO: EFE/ KOCA SULEJMANOVIC
"No queremos quedarnos en Serbia", proclama tajante Assaf, un paquistaní que vive en un almacén abandonado de Belgrado y se niega a alojarse en un centro oficial de asilo.
Igual como Assaf, otros muchos prefieren seguir en los almacenes abandonados, adonde vuelven cada vez que fracasan en sus intentos de cruzar la frontera con Hungría, el primer país de la zona Schengen de libre circulación.
"Es difícil vivir en este almacén, pero la gente nos trae comida, leña a veces, ropa. Pero no queremos quedarnos aquí. Pensamos ir a Italia. Ahora se va a Italia, Francia o Suiza. A Alemania ya no se puede ir, no nos dejan", manifiesta Hamd, un electricista paquistaní de 23 años.
En el amplio y sucio edificio situado entre la estación de trenes y una zona en la que se construye un lujoso complejo en el centro de Belgrado, viven sin agua ni electricidad, rodeados del sofocante humo de la escasa calefacción de sus fogatas, que prenden con traviesas de madera de ferrocarril o viejas ruedas de coches.
Más de setecientas personas que estaban en esos almacenes han sido reubicadas en campos de acogida en las últimas semanas, pero algunas ONG denuncian que no hay plazas suficientes para el resto, aunque las autoridades lo niegan.
Serbia debería aumentar su capacidad para alojar a los migrantes "para que las cosas no se escapen de control", declara a Efe Rados Djurovic, director del Centro de Protección y Ayuda a los solicitantes de asilo en Belgrado.
"A esas personas se las debe alojar, dar comida y protección médica, registrar. No se puede permitir tener gente en la calle sin saber ni qué son ni quiénes son", dice Djurovic, quien considera que "ignorar el problema no es una solución".
Sin embargo, Ivan Miskovic, de la Comisaría para los Refugiados y las Migraciones de Serbia, afirma a Efe que "hay lugar absolutamente para todos" en los centros de asilo.
"Quienes están en esos almacenes lo hacen bajo su propia responsabilidad", añade Miskovic.
Casi todos se niegan a ir a centros en el interior, sobre todo del sur de Serbia, porque lo consideran, según Miskovic, "un paso atrás hacia su destino final".
Según datos de la Comisaría, un 76 por ciento de quienes están en los almacenes en Belgrado son afganos, el 23 por ciento paquistaníes y el uno por ciento de Bangladesh.
La mayoría de las personas inmigrantes que viven en los almacenes han tenido piojos y padecido problemas respiratorios.
Además, aquellos que han intentado cruzar a pie las fronteras han sufrido problemas de congelación, al caminar por la nieve a veinte grados bajo cero con un calzado inapropiado.
"He intentado cruzar la frontera con Hungría tres veces y dos con Croacia. Traté de pasar a pie y me vieron, me golpearon y me devolvieron", relata Samihalin, estudiante de Medicina afgano de 21 años.
El alojamiento de los inmigrantes no es solo un problema de Serbia, que tiene unos 7.000, sino de toda la ruta de los Balcanes, declara a Efe el experto de la organización humanitaria Médicos sin Fronteras Andrea Contenta.
Esta vía por la que entraron a Europa cientos de miles de refugiados de Oriente Medio y otras regiones fue "cerrada" en marzo de 2016 (tras el acuerdo de devolución UE-Turquía), pero la medida sólo ha reducido las llegadas.