La multinacional despidió a decenas de trabajadores en su planta de Pompeya, que se suman a los despidos realizados previamente en Monte Grande. Estas medidas discriminatorias buscan atemorizar a los trabajadores para aplicar sin resistencia un plan de incremento de la productividad, aumentando los ritmos de trabajo.
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Verónica Zaldívar @verodivar
Miércoles 9 de septiembre de 2015
“Destapá felicidad” reza el slogan que repite Coca Cola en todas las piezas que componen su campaña publicitaria. Los afiches y spots televisivos desbordan color, alegría e imágenes de familias felices. Lejos de toda esta parafernalia publicitaria está la difícil realidad que enfrentan día a día los trabajadores de FEMSA S.A., la empresa de capitales mexicanos que produce Coca Cola en Argentina y gran parte de Latinoamérica. Se trata nada más y nada menos que de una de las empresas más conocidas en todo el mundo por sus prácticas antisidicales, que acaba de cambiar a sus gerentes locales por otros venidos de México y Colombia por considerar a los anteriores demasiado “blandos” para aplicar sus políticas antiobreras. Recordemos que, entre todos los casos de persecuciones, prohibición de sindicalizarse y amenazas a trabajadores de Coca en todo el mundo, Colombia está a la cabeza porque allí directamente se contratan sicarios para asesinar a quienes quieran luchar por sus derechos.
La nueva gerencia vino a Argentina con un objetivo claro: aumentar los ritmos de producción para incrementar sus ganancias, lo que requiere irremediablemente de empeorar las condiciones de trabajo de los obreros. A pocas semanas de que una nueva muerte en un lugar de trabajo enlutara a la clase obrera en el sur argentino, está claro lo que un aumento en los ritmos de producción significa para la salud de los trabajadores y para su seguridad durante la jornada laboral. Pero la vida obrera tiene escaso valor para estos empresarios, que además cuentan con el aval pleno del gobierno para actuar; la propia presidenta Cristina Fernández elogió recientemente a esta multinacional poniéndola como ejemplo a seguir, cuando habló por cadena nacional desde una de las plantas que la empresa posee en el Gran Buenos Aires. La realidad es que esta empresa no efectiviza contratados desde hace mas de 8 años, tiene un gran porcentaje de trabajadores tercerizados (como en el comedor y en limpieza) y ahora despide a parte de su personal efectivo.
Multinacionales buitres, con libertad de acción
El caso de Coca Cola no es aislado: numerosas empresas de capitales extranjeros vienen realizando despidos, intentando deshacerse centralmente de los trabajadores que intentan organizarse para pelear por mejores condiciones de trabajo. Mientras tanto, giran fortunas a sus casas matrices y gozan de generosas exenciones impositivas otorgadas por el gobierno nacional, el provincial o los municipales. Así ocurrió durante los últimos años en Lear, Shell, Kraft, Kromberg & Schubert, Honda, Volkswagen, Gestamp y CALSA, entre muchos otros casos. Teniendo en cuenta que tanto Scioli como Macri y Masa mantienen una excelente relación con las entidades empresariales más importantes y tienen un trato más que cordial con la embajada yanky (por mencionar el ejemplo que más cipayismo expresa, pero hay muchos más) que garantiza los negocios de las empresas de Estados Unidos en el país, solo puede esperarse que haya una continuidad en esta relación entre gobierno nacional y empresas en el futuro, sumado a que, dada la situación económica, se prevé que el ajuste y los despidos irán en aumento.
En el caso de Coca Cola, para la empresa es vital deshacerse de todo atisbo de resistencia a sus políticas, sobre todo teniendo en cuenta que hasta hace poco la planta de Pompeya contaba con una comisión interna combativa, liderada por la Agrupación Marrón. Justamente uno de sus integrantes fue el primero de los despedidos de la última tanda, que fue de diez trabajadores, todos ellos con alrededor de diez años o más en la empresa, y casi todos padres de familia. Pero lejos de aceptar pasivamente las indemnizaciones ofrecidas para desaparecer y dejar la vía libre a los ataques que sobrevendrán en la fábrica, un sector de los despedidos se está organizando y convocó el martes 8 a una reunión con organizaciones obreras y políticas solidarias, que se comprometieron a acompañarlos en la lucha por su reincorporación y el cese de los ataques a los trabajadores de todas las plantas. El lunes se llevará adelante la primera acción discutida en la reunión, un corte en el centro porteño que busca dar visibilidad a un conflicto que la mayor parte de los medios de comunicación oculta, ya que Coca Cola es uno de los principales anunciantes en todas las cadenas. Esta lucha corre paralela a la que están llevando adelante otros obreros insumisos, los de la planta Fuenlabrada en el Estado Español, que hace 19 meses no dan tregua a la empresa y la obligaron a reabrir la fábrica, aunque incumple aun las seis sentencias judiciales favorables a los trabajadores para su reinstalación. Tanto los obreros de Fuenlabrada como los de la planta Alcorta de Pompeya y los de Monte Grande (donde también hubo despidos) saben que la lucha es el único camino para que las únicas familias felices de Coca Cola dejen de ser las de la ficción publicitaria.