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Red Internacional
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Reforma Educativa. Comenzando el invierno en París con polémicos dichos de Finocchiaro

El ministro de Educación explicó a un grupo de jóvenes en una charla brindada en la Casa Argentina de París por qué el recorte en las universidades es necesario y cuáles son sus planes para que la educación en Argentina mejore.

Viernes 10 de noviembre de 2017 16:49

En el pasado día jueves 2 de Noviembre, el nuevo ministro de educación Alejandro Finocchiaro estuvo en la Casa Argentina en París dando una charla para los residentes del lugar y respondiendo algunas preguntas.

Con mucha soltura y gran velocidad y astucia para responder a las interrogantes que los oyentes formularon, Finocchiaro explicó por qué el recorte en las universidades es necesario y cuáles son sus planes para que la educación en Argentina mejore.

No es necesario escucharlo demasiado tiempo para dar cuenta de cuál es la ideología con la que Finocchiaro pretende administrar la educación en Argentina: crear individuos al servicio del mercado internacional. Y dado que la situación económica Argentina no le deja una tarea fácil, el oficialismo se sirve de dos herramientas muy utilizadas por los gobiernos neoliberales para este tipo de situaciones y que ya hemos escuchado en repetidas ocasiones: el discurso meritócrata y el de la vocación.

“Yo fui un producto de la escuela pública. Aunque éramos gente muy humilde, no teníamos casa, nos teníamos que mudar cada tanto, pero nunca se dudó de que yo tenía el destino de ir a la universidad. Y terminé yendo. Trabajé de almacenero, después trabajé en la barra de un bar, después trabajaba en la barra y trabajaba de mozo, cumplía las dos funciones por el mismo precio. Pero nunca se dudó de que yo podía ir a la universidad”, relató el ministro.

Si bien Finocchiaro dejó en claro desde el principio que no le gustan las discusiones semánticas, no nos parece inocente la utilización de la palabra “precio” en lugar de “salario”, ya que da cuenta de lo que dijimos con anterioridad: para él, el ser humano tiene un valor, un precio. En segundo lugar, el ministro de educación está siendo muy explícito con respecto a la ideología que pretende transmitir: la explotación es algo natural. Son miles los estudiantes que hoy en día no pueden seguir con sus estudios por problemas laborales, o que hacen un esfuerzo sobrehumano para mantener sus carreras. Mientras muchos de los jóvenes que crecieron en familias con estabilidad económica pueden hacer una carrera universitaria al día, disponiendo de todo el tiempo necesario para el estudio, otros que no tuvieron esa suerte deben trabajar por sueldos miserables, haciendo malabares con el tiempo disponible y el dinero. Pero claro, el señor Ministro de Educación quiere convencernos de la idea de que si él pudo (en otro contexto sociopolítico y con sus respectivas particularidades), entonces todo estudiante que de verdad “crea en su destino” de finalizar con una carrera universitaria, debería poder. Para esto, el estudiante deberá aceptar que será explotado, que tendrá que estudiar en tiempos limitados, cansado y con la preocupación de llegar a fin de mes, como si la situación fuese inevitable, como si esto no fuese una consecuencia política sino parte de un orden natural.

Siguiendo con la reunión, gran parte de las preguntas fueron orientadas hacia el recorte del presupuesto en las universidades públicas. En respuesta, el señor ministro dijo:

“Hay universidades que tienen un no docente cada 12 alumnos. Hay que reordenar el gasto, hay universidades donde la misma materia tiene 12 comisiones con 7 u 8 alumnos cada una. Eso es una mala inversión de la utilidad pública, porque quieren meter a su tío, a su amigo a dar clases. Pero la universidad no está para eso. Las universidades deben bajar los cargos corrientes cuando son superfluos para destinarlos a gastos de inversión. Eso es lo que hace más grandes a las universidades, y no darle trabajo a mi primo”.

Cuando se le planteó que en muchos casos las comisiones no alcanzan y que hay demasiados docentes trabajando ad honorem, explicó que las universidades son autónomas en cuanto a la administración del presupuesto, y que ellos como gobierno no pueden intervenir. Además, agregó:

“Yo en la Universidad de Buenos Aires hace veintiún años que doy clases, siete fui ayudante, daba clase y no cobraba. Sin embargo persistí, persistí porque tengo vocación”.

Acá de nuevo se nos propone, como distintos funcionarios hicieron infinidades de veces, que dejemos de lado nuestro reclamo salarial para darle lugar a nuestra vocación. Pero lamentablemente, es muy difícil vivir de la vocación y quizás no está de más recordar que el salario digno es un derecho.

Siguiendo con la charla, una residente pone sobre la mesa una polémica frase que el presidente formuló durante el discurso del 30 de octubre, donde especificó que “se requiere el esfuerzo de las universidades para que asignen de forma más eficiente los recursos, para mejorar su desempeño y contribuir entre todos a reducir el gasto público”. Frente a esto, el Ministro nos aseguró que esa frase resume lo que él quiere transmitirnos en la conversación y que, efectivamente, fue él quien la escribió:

“Ese párrafo lo escribí yo. Lo estaba viendo con el celular, lo escribí sentado acá, en la piletita que está en la pirámide del Louvre. Porque había otro texto que a mí no me gustaba, y dije: ’no, lo voy a escribir yo’”.

Y a continuación, volvió a insistir en que Argentina debe bajar el déficit fiscal y que la única manera de hacerlo es ahorrando en ineficiencias, y afirmó que el recorte no se va a limitar a las universidades ni al sistema educativo sino que va a afectar a muchas secretarías y subsecretarías.

Por otra parte, no duda en afirmar que, si bien nosotros pensamos que la educación es un derecho, tenemos que entender que en la Argentina de hoy, es más bien un privilegio. Sostiene que no todos pueden acceder a ella, sin considerar quizás que el recorte presupuestario (aunque se lo llame ahorro, redistribución o reorganización del gasto público), no hace más que dificultar el acceso de los sectores más carenciados de la población.

Profundizando esta idea, en un momento el Ministro afirma que: ”la educación te da la autonomía y la libertad para hacer lo que quieras en la vida, para elegir tu destino. La lógica de la buena educación es que el lugar geográfico donde naciste, o la condición social en la que naciste, no determine tu destino en la vida”.

No vemos otra salida para mejorar la educación que no sea contemplando todas las necesidades del individuo. Para un niño que no tiene qué comer, por ejemplo, hablarle de matemática no tiene sentido. Si se pretende que las universidades sean realmente inclusivas, entonces todos los jóvenes deberían tener un hogar, comida y tiempo para estudiar, no sólo aquellos pertenecientes a familias en una buena situación económica, de lo contrario no se podría hablar de educación inclusiva. Esto sólo es posible con un modelo económico planeado para el beneficio de la sociedad en su totalidad, y no para el de unos pocos.