El pasado 14 de junio, el Conapred presentó su nueva campaña “contra” la homofobia y por la “inclusión” de la comunidad LGBTI. En la práctica real, el Estado y las instituciones no se encuentran ni mínimamente preocupados por acabar con la homofobia y violencia contra dicha comunidad.
Martes 20 de junio de 2017
El pasado 14 de junio, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) presentó su nueva campaña “contra” la homofobia y por la “inclusión” de la comunidad LGBTI en redes y televisión. Según lo expresado por el organismo, el objetivo es “visibilizar y combatir los estigmas, prejuicios y estereotipos negativos hacia las personas LGBTI, así como transmitir el valor de la inclusión, fundamental para crecer como país” (Conapred, Boletín de prensa 44/ 2017). En el marco de la presentación y como parte de dicha campaña se activó el hashtag #MéxicoIncluyente que pretende “construir una contranarrativa a los discursos homofóbicos”.
Asimismo, la directora del organismo Alexandra Haas, señaló que “las herramientas que componen la campaña contra la homofobia buscan promover la reflexión y aclarar diferentes conceptos en torno a la diversidad LGBTI en su conjunto” (Conapred, Boletín de prensa 44/ 2017).
Sin embargo, el inicio de la campaña ha mostrado hasta el momento sólo una cara de la moneda y al parecer no recupera lo dicho por sus impulsores y es aplaudido por una buena parte de los actores políticos que se pretenden hegemónicos entre la comunidad LGBTI.
¿A qué me refiero con ello? Las primeras imágenes difundidas por el Conapred en sus redes sociales, constituyen frases y datos que “argumentan” la pertinencia de “incluir” a la comunidad LGBTI, por los beneficios y derrama económica que representan para este sistema.
Por ejemplo “Las empresas mexicanas reciben 65 millones de dólares al año por productos y servicios LGBTI”; “9% de los viajeros internacionales son personas LGBTI. Esto significa que 180 millones de personas generan un gasto potencial de 200 mil millones de dólares al año”; o bien “Consumidores LGBTI (71%) y la población aliada a su causa (82%) afirman que es más probable que compraran a una empresa incluyente”.
Al respecto quiero profundizar que si bien se argumenta que la campaña pretende sensibilizar, visibilizar y combatir los prejuicios en torno a la comunidad LGBTI; en la práctica se parte de un estereotipo bastante extendido en la actualidad. Para el sistema capitalista de consumo la lesbiana, homosexual, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual, existen en tanto consumen y actúan según los cánones establecido por dicho sistema. Incluso la persona, cualquiera que sea su preferencia sexual, política, ideológica, etc. es tomada en cuenta si y solo si posee los bienes económicos necesarios para validar su existencia. De igual forma el gay que pretenda tener un lugar en este mundo capitalista debe poseer para ser.
Esto podemos verlo como un pensamiento internalizado entre la misma comunidad LGBTI, donde cotidianamente se hace una distinción entre quienes tienen para asistir a ciertos lugares, utilizar determinadas marcas de ropa o consumir en establecimiento específicos; y quienes no. Obviamente no es lo mismo ser un maricón que viaja en transporte público, trabaja más de 8 horas al día y apenas tiene tiempo y dinero para salir a pasear muy de vez en cuando, que un gay con automóvil y departamento particular, que vive en la colonia Condesa, asiste cada semana a los principales antros de Polanco y compra su ropa en Santa Fe. Aun cuando ambos pueden ser explotados, evidentemente el segundo se encuentra más cercano al sueño capitalista que el primero, teniendo mayor posibilidad de ser alguien valioso para quienes lo rodean.
En este contexto, el sistema de consumo surge como un paliativo ante la violencia encarnada y visibilizada en cada broma, comentario, imagen, golpe o asesinato cotidiano contra cualquier persona que no cumpla con la heteronormatividad blanca, burguesa, misógina y eurocentrista. En la práctica real, el sistema capitalista no se encuentra ni mínimamente preocupado por acabar con la homofobia y violencia contra dicha comunidad. Al contrario, en los slogans publicitarios, en los discursos políticos, en la reproducción de los diversos estereotipos de belleza, en las políticas públicas, educativas, laborales, empresariales, etc., no existe el interés por modificar las estructuras de relación y repartición de la riqueza que abonan a la existencia de una distinción entre quienes tienen el derecho de ser y quienes no.
Las estadísticas en torno a los crímenes por homofobia [1] siguen incrementando sus números y los casos de violencia y agresión contra cualquiera que cuestione los “espacios y derechos ganados” se hacen presentes, incluso entre las víctimas de la homofobia. Homosexuales recriminándose entre sí, su forma de vestir, actuar o vivir su homosexualidad, es una muestra más de la reproducción de una homofobia internalizada que sirve a los intereses de los grupos hegemónicos.
En un clima de desprecio y rechazo hacia lo no alineado (dentro y fuera de la “comunidad LGBTI”) el sistema capitalista ofrece como alternativa “de inclusión” espacios de consumo donde los eternamente excluidos pueden ahora gozar de un lugar para garantizar su existencia. Claro, siempre y cuando consuman.
Es bajo este esquema que se encuentra inserta la nueva campaña de Conapred que, al parecer estar más interesada por convencer a los empresarios capitalistas de los beneficios de “incluir” a los jotos, lenchas, travas, desviadxs, etc., en tanto sujetos de explotación y consumo, que por cuestionar de fondo al sistema heteronormativo y patriarcal capitalista que es génesis de esa homofobia que presume combatir.
1) Al respecto se puede revisar el Informe de Crímenes de Odio por Homofobia en México, llevado a cabo por la organización civil Letra S Sida, Cultura y Vida Cotidiana.
[1] 1