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Red Internacional
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A 40 AÑOS / PLAN CÓNDOR. Sudamérica bajo las alas del imperialismo

El imperialismo norteamericano jugó un rol clave en el armado político de las dictaduras de América del Sur.

Claudia Ferri

Claudia Ferri @clau.ferriok

Jueves 17 de marzo de 2016 00:00

El imperialismo norteamericano jugó un rol clave en el armado político de las dictaduras de América del Sur. No sólo porque impulsó y financió todos los golpes de Estado –desde el de Stroessner en Paraguay, en 1954, pasando por Pinochet hasta el encabezado por Videla en la Argentina de 1976– sino también porqué organizó un plan sistemático de represión para aniquilar militantes de izquierda, estudiantes y trabajadores: el Plan Cóndor. El Cóndor levanta vuelo La economía mundial en crisis necesitaba urgentemente recomponerse y para ello el capital imperialista debía pasar a la ofensiva aumentando las tasas de explotación sobre los trabajadores. Pero los trabajadores y los estudiantes de América Latina (el “patio trasero” de EE.UU.) estaban siendo protagonistas de un ascenso y estaban moldeando vanguardias clasistas, sectores juveniles revolucionarios y un fuerte sentimiento antiimperialista.

Por otro lado, el “fantasma comunista” acechaba América Latina desde la Revolución Cubana. Esto, sumado a la posterior derrota del hasta entonces invencible ejército norteamericano en Vietnam, llevó a EE.UU. a centrar su atención en el Cono Sur. Las buenas relaciones entre los militares y el gobierno norteamericano se enmarcaron dentro de las enseñanzas de la Escuela de las Américas, dedicada a entrenar durante más de 40 años a militares y servicios en técnicas de contrainsurgencia. También el imperialismo francés contribuyó con la formación de los militares argentinos con sus experiencias colonialistas en Indochina y Argelia. El Secretario de Estado de Nixon y Ford, Henry Kissinger, encabezó el plan de combate contra el proceso revolucionario abierto.

El Plan Cóndor fue diseñado por la Casa Blanca y el FBI mientras que la base de operaciones se encontraba en Chile, en los edificios de la DINA (Servicio de Inteligencia local). La CIA –animada por la Doctrina de Seguridad Nacional– se encargó de promover y consolidar las relaciones entre Inteligencia y las FF.AA. de Paraguay, Chile, Bolivia, Brasil, Uruguay y Argentina. Lo hizo impulsando reuniones donde se intercambiaba acerca de la vigilancia y detención conjunta de exiliados políticos. Para muchos, la creación del Plan Cóndor se produjo en una reunión en Santiago, en noviembre de 1975, a la que concurrieron los jefes de inteligencia de los países sudamericanos. Sin embargo los “archivos del horror” encontrados en una comisaría de Asunción (Paraguay) en 1992 y los documentos que la CIA desclasificó en el 2.000, permitieron reconstruir este complejo entramado criminal. Antes de esa fecha, ya se habían organizado operaciones conjuntas. Una de las más conocidas fue la que terminó con la vida del Gral. Prats (funcionario del gobierno de Allende) a fines de septiembre de 1974, en manos de las Tres A y la DINA. Las fronteras estaban completamente abiertas para el traslado de detenidos de un Estado al otro mientras que los escuadrones de la muerte actuaban con absoluta impunidad. Otro aporte del gobierno norteamericano en este plan sistemático de exterminio fue el entrenamiento de hombres de inteligencia e integrantes de grupos parapoliciales.

Colaboró con la asistencia técnica en la centralización de la información acumulada por los distintos Estados, creando un archivo conjunto. La CIA también los proveyó de equipos de tortura y asesoraba acerca de las cargas eléctricas que el cuerpo humano puede soportar. Además de formarlos en la “guerra psicológica”, les enseñaban a fabricar bombas en las oficinas de Texas y le suministraban armas de fuego “limpias”, para que no sean detectadas. Kissinger alienta el golpe argentino Luego de los golpes en Uruguay (resistido con una huelga de 15 días y traicionado por el Partido Comunista) y Chile en 1973, con el inicio de la dictadura en Argentina se profundizó el Plan Cóndor en toda la región. A partir de ese momento la SIDE y el batallón 601 jugaron un papel central en la lucha contra el “marxismo internacional”. El gobierno de Washington conocía en detalle las intenciones de las FF.AA. y los empresarios. Incluso Massera fue a pedirles asesoramiento de imagen para el nuevo gobierno militar, pero EE.UU. actuó sigilosamente los primeros días. Luego de las denuncias de organismos de DD.HH. sobre la cacería que estaba llevando adelante Pinochet del otro lado de la Cordillera, temían pegarse demasiado al nuevo gobierno y sufrir críticas.

A pesar de las opiniones encontradas, el 26 de marzo Kissinger se pronunció apoyando el golpe, “van a necesitar ser alentados de nuestra parte…porque yo quiero alentarles. No quiero hacerlos sentir que están siendo hostigados por los EE.UU.”. Al día siguiente el FMI aprobó un crédito por u$s 127 millones a la Junta Militar y, en abril, el Congreso norteamericano aprobó entregarle al Estado argentino u$s 50 millones en asistencia militar, informado en los documentos desclasificados. La responsabilidad directa del gobierno de EE.UU. en la conformación de la coordinadora de dictaduras militares en Sudamérica es indudable. En la década siguiente, trasladó sus servicios a la región centroamericana, donde la feroz ofensiva del imperialismo dejó un saldo aproximado de 150.000 muertos. Militares y servicios argentinos también se sumaron a participar en estas tareas contrainsurgentes.


Claudia Ferri

Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.

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