En el marco de la lucha por la independencia en Catalunya, amplios sectores empezaron a debatir sobre el proceso constituyente y las políticas a desplegar. El cooperativismo como alternativa al capitalismo es uno de los debates centrales que hace al mundo del trabajo.
Ivan Vela @Ivan_Borvba
Miércoles 20 de diciembre de 2017
Este artículo nace al calor de los debates sobre el proceso constituyente que en amplios sectores del activismo, los CDRs, las organizaciones independentistas y la izquierda sindical y política de Catalunya se dan hoy en día. Entre estos debates, destaca con nombre propio el cooperativismo como alternativa de modelo económico a la actual tiranía del capital.
Son muchos los espacios que empiezan a poner estos debates sobre la mesa, como el reciente encuentro "With Catalonia" realizado en Barcelona, o formaciones políticas, como la CUP-CC, las que plantean en su programa (Apartado VIII) esta organización laboral.
¿Es solo una cuestión de organización interna?
El cooperativismo asienta su valor "ético" y "moral" como alternativa al capitalismo anteponiendo a los valores despóticos e individualistas de este último, otros como la solidaridad, el mutualismo, la democratización de las decisiones, etcétera.
Pero lo cierto es que todas estas premisas de organización interna se topan con el propio organigrama interno de la cooperativa que no acaba (¿o no puede?) de abandonar la lógica de mercado imperante. Las cooperativas repiten mecanismos de mando de la organización capitalista, con consejos o administraciones que si bien "sociabilizan" decisiones y resultados con los socios y empleados, estos no juegan un rol central en la planificación de la producción, despojando de una de las principales potencialidades de la producción cooperativa a las trabajadoras y los trabajadores.
Sumado a esto, el látigo de la competencia feroz en el mercado capitalista hace que la organización interna de horarios y tareas, así como salario y productividad estén sujetos a la subsistencia de la cooperativa, y no a las necesidades de los trabajadores, sus familias, y las comunidades donde se desarrollan. Esto lleva a niveles de sobreexplotación de los propios trabajadores de la cooperativa, bien con salarios de miseria, con jornadas extenuantes, o una mezcla de ambas.
Esta situación de precariedad "autogestionada" limita la visión más estratégica de los trabajadores de la cooperativa en la búsqueda de la unión de fuerzas con otros sectores, pues se ven limitados a los esfuerzos dentro de la fábrica, a la subsistencia de "su" negocio.
Como apuntaba R.Luxemburgo en Reforma o Revolución, el problema de las cooperativas se centra, no principalmente en su organización interna, sino más bien en su naturaleza productiva, que es igual a la del capitalismo, es decir, que están determinadas por las normas de mercado.
Por su parte, la gestión y el control obrero busca incidir en todos los apartados de la producción, de forma democrática donde las asambleas de trabajadores y trabajadoras tienen el control total de qué y cómo se produce.
¿Táctica de retaguardia o escuela hacia el socialismo?
En una entrevista en La Marea (15/9/2016) Ivan Miró, sociólogo, cooperativista y socio en la librería cooperativa La Ciutat Invisible (Barcelona), aseguraba que "el proletariado debe dotarse de herramientas de retaguardia", y otorga este papel a las cooperativas. También en su intervención en el encuentro WithCatalonia, expuso el modelo cooperativista como los cimientos de organización laboral que debía regir la República catalana.
¿Por qué se define así? y ¿tiene el cooperativismo la posibilidad de hacer frente a las grandes consecuencias en materia de paro, precariedad, vivienda o pobreza energética que azotan a las clases populares hoy en día en Catalunya o en el Estado español?
Marx, en su tomo III del Capital ya señalaba el valor simbólico y pedagógico de las cooperativas al mostrar a los trabajadores la posibilidad de producir sin la necesidad del patrón ni la injerencia del capital dentro de la fábrica. Ahora bien, ya Marx en los albores del capitalismo señalaba que ese cooperativismo, sin la voluntad de substitución del sistema capitalista se podía convertir en "una impostura y un engaño".
Plantear el modelo de cooperativismo, ajeno a cualquier pelea contra las bases materiales del capitalismo, es decir, la propiedad privada de los medios de producción, parece una utopía. En un mercado capitalista cada vez más feroz, tendiente al monopolio, donde grandes empresas capitalistas caen y desaparecen mientras otras se fortalecen, parece irreal pensar que las cooperativas tengan la capacidad de sobrevivir. Las medidas de autoprecarización son, en muchos casos, no el mecanismo de susbsistencia sino más bien el paso previo a su desaparición.
Los compañeros de Riders, que llevaron una lucha este pasado verano contra las condiciones de explotación de Deliveroo, plantearon en el encuentro WithCatalonia su nuevo proyecto de crear una aplicación que compita contra la propia Deliveroo y el resto de apps que ofrecen el mismo servicio.
Pero esta medida, si bien nace de la voluntad de ser gestor del trabajo propio, tiene poco atisbo de desarrollo si se piensa que tendrá que desarrollarse en uno de los sectores donde la precarización más está hincando el diente, y donde las condiciones son cada vez más duras. ¿Qué precio podrán cobrar los compañeros por entrega? ¿Cuántas horas deberán trabajar? Además, por otro lado, esta alternativa cooperativista desestima el camino de la lucha dentro de Deliveroo, que seguirá comiendo gran parte a base de precarizar a cuántos trabajadores y trabajadoras se le pongan por delante apremiados por la crisis económica actual.
Es por ello que la estrategia del cooperativismo de pelear por ser un "espacio autogestionado fuera del capitalismo" no se sostiene en la realidad. Además le arrebata a la clase trabajadora la perspectiva de llevar adelante una organización más completa y avanzada de la producción. El cooperativismo lo define Ivan Miró como "herramienta de retaguardia", pero en realidad incluso este aspecto “defensivo” es difícil de cumplirse, como el mismo sostiene en la citada entrevista en el caso de la Canadiense y las cooperativas que actuaron en aquel momento.
Frente a esta visión, el control y gestión obrera de la producción plantea una alternativa mucho más expansiva y progresiva para la clase trabajadora. Levantar esta alternativa es pelear por la expropiación de los medios de producción al capitalista, sin pago, sin hacerse cargo de la deuda. Medidas que impidan desde el inicio que el trabajador se vea en la presión de la "autoexplotación".
Pero además, la producción de esta fábrica bajo gestión y control obrero, no se centra en las cuestiones de producción meramente, no se ciñe en la "autogestión" del trabajo.
Junto al control obrero, la demanda de la estatización para poner ese resorte productivo al servicio social y no de las ganancias privadas y garantizar el crédito y la producción, así como la creación de puestos de trabajo, constituyen una pelea estratégica por cuestionar este sistema.
Una fábrica o empresa bajo gestión y control obrero tendrá fecha de caducidad si no establece lazos de solidaridad y unidad con otras fábricas del sector y de la zona, si no establece lazos con las clases populares a través de la producción de bienes de necesidad real para estos sectores o la ampliación de los puestos de trabajo.
Esta experiencia obrera es parte de nuestro aprendizaje y comprensión de que es necesaria la lucha revolucionaria, no solo en el ámbito sindical, la lucha patrón-obrero, sino una lucha de conjunto, contra los patrones, empresarios, y ese Estado que defiende sus intereses. En definitiva, es aprovechar una medida defensiva contra el cierre de fábricas o despidos por parte de la patronal, en una herramienta ofensiva de concienciación de la clase trabajadora en su pelea hacia una sociedad socialista.