El libro La economía política de Cambiemos, editado por Paula Belloni y Francisco Cantamutto, presenta un balance de los cuatro años de presidencia de Mauricio Macri. Se trata de un trabajo colectivo del mismo equipo que presentó en 2018 Entre la década ganada y la década perdida sobre los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Al igual que en la obra previa, cada capítulo pone foco en distintos aspectos de la dinámica económica política y social durante el gobierno de Macri como parte de una reflexión conjunta. El libro, que salió poco después de las primarias, ofrece una de las primeras disecciones del período pronto a concluir. A continuación comentaremos algunos de los puntos más interesantes de los trabajos que componen el libro.
De la “revolución de la alegría” al “sinceramiento”
Siguiendo con lo que planteaban en el trabajo previo, dedicado al período de gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Emiliano López y Francisco Cantamutto afirman que “La alianza Cambiemos expresó el programa del poder económico concentrado”. Macri llegó al gobierno en diciembre de 2015 con un mandato claro por parte de todos los sectores del gran capital: realizar el ajuste que desde el punto de vista de sus intereses era necesario para relanzar la acumulación de capital en la Argentina. Afirman los autores que “existía un proyecto con cierta lógica, compuesto por algunas tareas que el gobierno buscó representar”. El trabajo destaca la labor de la Asociación Empresaria Argentina, el coloquio de IDEA y, desde 2014, del Foro de Converencia Empresarial, para conformar una “voz común de los capitales más concentrados, haciendo a un lado a los estratos menos poderosos (pymes)”.
El gobierno de Cristina Fernández había concluido en diciembre de 2015 llegando “con lo justo” para dejar que quien la sucediera se diera a la tarea de “normalizar” la economía. Desde 2013 venía administrando los efectos del agotamiento del ciclo internacional de altos precios de los commodities y la caída de la rentabilidad del capital respecto de los niveles récord que esta había alcanzado después de la salida de la convertibilidad. Macri llegó al poder con la convicción de aplicar rápidamente el programa económico que demandaba el conjunto de la gran burguesía, que lo había apoyado en una abrumadora mayoría (aunque su contendiente Daniel Scioli también se había comprometido a encarar una política económica a grandes rasgos similar): eliminar las restricciones cambiarias y devaluar, bajar los subsidios, atacar la inflación, restablecer las posibilidades de tomar deuda, estimular el ingreso de capitales, aplicar reformas laborales e impositivas. Era un programa en muchos aspectos contradictorio, ya que muchas de las medidas para bajar el gasto agravaban la inflación, lo mismo que hizo el ajuste del tipo de cambio que siguió a la eliminación del llamado cepo en diciembre de 2015; y tenían además claras consecuencias recesivas, lo que fue empeorado por las altas tasas de interés que va a establecer el Banco Central. Pero no obstante las inconsistencias y contradicciones que podamos señalar (algo que discutimos en profundidad en Salir del Fondo), este conjunto de políticas tenían el consenso de casi todos los sectores de la gran burguesía.
A este “sinceramiento” Cambiemos le dio una impronta específica, por los sectores a los que privilegió y las políticas tomadas para ello. Se destacan “tres cambios sustanciales que mostrarían este nuevo mapa de ganadores y perdedores”. Ellos fueron “modificar la estructura de precios relativos, mejorando la posición de algunos (tasa de interés real, tarifazos, medicina, alimentos y energía) en contra de otros (salario en primer lugar)”; segundo, un “cambio en la explicación del déficit”, tanto por la vía de los gastos (donde el pago de intereses aumentó su peso mientras se reducía el de los subsidios) como de los ingresos (“vía reducción del aporte de impuestos directos y al comercio exterior”); tercero, “se alteró el financiamiento de las cuentas externas, al darle prevalencia a los dólares financieros por sobre los comerciales; lo cual otorga mayor poder estructural al capital financiero”.
Los capítulos dedicados, por un lado, a la política exterior, con énfasis en los acuerdos comerciales (a cargo de Rodrigo F. Pascual y Luciana Ghiotto), y por el otro, a la estrategia del gobierno en materia de comercio e inversiones y la respuesta del gran capital (realizado por Paula Belloni y Andrés Wainer) muestran cómo la apertura económica resultó favorable al desarrollo de los sectores del agronegocio, energético y minero, en detrimento del sector manufacturero. Esto llevó desde el comienzo a roces con sectores del gran capital que habían sido sostén del gobierno. Aunque en los primeros tiempos del gobierno de Macri las disputas por lo comercial quedaron atenuadas por los beneficios generados por el blanqueo de capitales, las rebajas impositivas y otras medidas que, sin beneficiar la acumulación en los sectores manufactureros, sí favorecían a los dueños de ese capital. Pero con la profundización del deterioro económico la disconformidad en estos sectores se iría profundizando.
¿Dónde estuvieron los ganadores y perdedores del gobierno de Macri? Como señala el capítulo dedicado al poder económico durante el gobierno de Cambiemos (a cargo de Lorenzo Cassini, Gustavo García Zanotti y Martín Schorr), “dentro de los segmentos ganadores se destacan aquellos ligados a precios regulados por el Estado, ciertas actividades ancladas en el procesamiento de recursos naturales y en el negocio financiero”. La eliminación de subsidios y redolarización de tarifas generó grandes beneficios en las empresas prestadoras de servicios públicos, que durante el período kirchnerista habían sido compensadas con subsidios por el congelamiento tarifario. Desde que asumió Macri las tarifas de la energía y el transporte tuvieron aumentos superiores al 1.600 %, golpeando el poder adquisitivo de la clase trabajadora y el conjunto de los consumidores para beneficio de las empresas, que registraron ganancias récord en sus balances. Las prestadoras de salud privada y los “unicornios” tecnológicos son otros de los (pocos) grandes ganadores del período de Macri. Entre los perdedores “emergen diversos sectores productivos, en especial (aunque no solo) la industria manufacturera”.
Párrafo aparte merece el sector agrario, que recibió amplios beneficios desde que se inauguró Cambiemos, pero se vio afectado por inundaciones (2017) y una sequía (2018) que le impidieron ubicarse entre los grandes ganadores del período en materia de rendimiento productivo. Al calor de la crisis y por exigencia del FMI, en septiembre de 2018 las patronales agrarias debieron “soportar” el retorno de las retenciones para todos los cultivos, aunque por la forma en que estas fueron establecidas se han ido licuando de la mano del aumento del dólar.
La “lluvia” que no fue
El programa económico aplicado por Cambiemos es presentado como exitoso en lo que hace a su capacidad para producir cambios en la apropiación del excedente. Pero aunque esto generó beneficios para varios sectores, no pudo restablecer, como se proponía, las condiciones de valorización para el capital en su conjunto. A pesar de las promesas iniciales de avance rápido, la política implementada tuvo como resultado una “insuficiencia del ajuste”. Allí observan que “fruto de las propias resistencias sociales, este programa avanzó más lentamente de lo que el propio Bloque en el Poder esperaba, resultando de este modo insuficiente para garantizar un horizonte más o menos estable de mayores ganancias”.
El avance de las políticas de ajuste estuvo para Cambiemos condicionado siempre por esta amenaza de rechazo obrero y popular, aunque logró mayormente evitar que se expresara de manera activa mediante un método de “prueba y error”, que lo obligó a retroceder en más de una oportunidad ante decisiones en materia económica y política que resultaban conflictivas.
La insuficiencia del ajuste y las inconsistencias que tenía el programa determinaron, como bien señala este libro, una conducta predatoria por parte de la mayor parte de los actores del poder económico concentrado a los cuales este programa económico buscaba favorecer. Por eso fracasó la gran apuesta de la “lluvia de inversiones”. Macri y sus funcionarios imaginaban que con su llegada y algunas políticas amigables a los mercados despertarían el animal spirit de los empresarios, atrayendo inversión extranjera y estimulando a la vez la local. Observamos que ocurrió lo contrario: la IED fue inferior que en los últimos años del gobierno de Cristina Fernández. Al mismo tiempo, la fuga de capitales, limitada por los controles cambiarios hasta 2015, fue en aumento desde que Macri liberó todos los movimientos de capital. Tomando de conjunto, incluyendo la inversión de capitales locales, la formación de capital obviamente también cayó, declinando todavía más de lo que ya lo estaba haciendo antes de 2015, cada vez más lejos del 20 % del PBI que supo alcanzar algunos años en la década de 2000. El correlato de esta caída fue que los empresarios apostaron a aprovechar las condiciones creadas para realizar ganancias por la vía financiera y el giro al exterior de los réditos obtenidos. Esto, como señalan Cassini y Schorr, fue algo que hicieron durante el gobierno de Cambiemos tanto ganadores como perdedores del esquema económico. La “preferencia por la liquidez”, como llaman los autores a la decisión de las firmas de sustraer el excedente del circuito de valorización vinculado a sus actividades principales para convertirlo en activos financieros líquidos (y ubicados en el exterior), caracterizó a todos los sectores del gran capital.
El fracaso de la lluvia de inversiones, que no podía ser una sorpresa, determinó la dependencia de esta administración del endeudamiento público, mayormente externo, y de la atracción de capitales de corto plazo dirigidos a adquirir activos financieros. El endeudamiento financió el déficit fiscal, que cuando asumió Macri se acrecentó por las rebajas de impuestos y aranceles, todas destinadas a favorecer a algunos pocos sectores empresarios y a los patrimonios de los más ricos. Pero fue centralmente una vía, junto con la entrada de capitales, para obtener dólares. Dólares que se fueron en remesas de utilidades, fuga de capitales y pagos de intereses de deuda, cada vez más abultados por el propio proceso de endeudamiento. Este esquema tuvo como contracara una cotización del dólar anclada para estimular el carry trade. Terminó con los resultados que ya conocemos: en 2018 “pasaron cosas” y regresó el FMI.
Los dadores de gobernabilidad que hoy prometen cerrar el ciclo neoliberal
Otro aspecto importante del libro es que analiza cómo logró Cambiemos la gobernabilidad de su proyecto. Macri no podría haber hecho nada de lo que hizo si no hubiera logrado importantes apoyos de la oposición. Cambiemos sacó provecho de la fragmentación del peronismo hasta no hace mucho tiempo, logrando que muchos legisladores de los sectores del Frente Renovador, o lo que fuera el bloque Justicialistas desprendido en 2016 de los bloques kirchneristas, le aprobaran leyes clave. Pero también hay sectores que siempre fueron parte del peronismo “oficial” que acompañaron algunos puntos centrales de la agenda de Cambiemos. Es el caso de los gobernadores, que llevaron a cabo durante estos años ajustes igual o más duros que los que aplicó Macri, y negociaron el apoyo a iniciativas legislativas de esta administración. Pero además de estos sectores que apoyaron, tenemos que agregar quienes por omisión ayudaron a los avances del gobierno, sobre todo a partir de que en junio de 2018 se firmó el pacto con el FMI. Como dijo el hasta hace poco ministro de Economía Nicolás Dujovne, “nunca se hizo un ajuste como este sin que caiga al gobierno”. Y tuvo razón: no cayó, aunque terminó sufriendo una derrota electoral. Pero deja varias metas cumplidas gracias a lo que pudo ir haciendo durante este tiempo. Ahí tenemos una colaboración formidable, concentrada en asegurar importantes niveles de paz social mientras avanzaba la ejecución de este programa.
En lo que hace a la conflictividad social que enfrentó Cambiemos, López y Cantamutto observan una trayectoria dispar entre lo que fueron las organizaciones sindicales –caracterizadas por la fragmentación y el rol mayormente de colaboración de los principales gremios–, y los actores de la economía popular y el movimiento feminista, más dinámicos.
Habría que precisar mejor el rol que tuvieron las direcciones de los principales movimientos de la economía popular, en los cuales juegan un rol clave los sectores vinculados al Papa Bergoglio. Los autores señalan que los sectores de la economía popular lograron mantenerse cohesionados, presentando un frente unido y logrando, en el medio de la crisis, avanzar en algunas demandas. Sin embargo, hay que decir que acá también la presión para negociar fue acompañada de amplios esfuerzos para evitar confrontar a fondo con la avanzada ajustadora. Con la idea de no ser “destituyentes”, no solo los gremios sino también la mayor parte de las organizaciones de la economía popular entraron en el juego de “dejar hacer al gobierno”. Y en términos políticos, el “hay 2019” terminó imponiéndose a las tentativas de enfrentar más duramente el avance del programa de ajuste. Esto contribuyó a la idea de que para poner fin a las políticas de ajuste lo único que se puede hacer es apostar a la derrota electoral de Macri, apoyando a una alianza que incluye a muchos de los que cogobernaron con él y que se prepara para hacerse cargo de lo más grueso de las herencias que deja Cambiemos, y por lo tanto obligado a continuar con la austeridad, por estos compromisos que asume.
El círculo vicioso del capitalismo argentino
En términos de “modo de desarrollo” (concepto que refiere a la forma en que se reproduce y acumula el capital en un momento y lugar determinado), el libro señala elementos de cambio sustancial en el período de Macri respecto del de los gobiernos kirchneristas: la primacía adquirida por las finanzas, los servicios públicos privatizados, la energía y otros pocos sectores. Pero al mismo tiempo observa que los procesos de acumulación, tanto en uno como en otro momento, tuvieron lugar en el marco de determinantes profundos que registran pocas modificaciones hace décadas: la extranjerización de la economía, la capacidad de vienen mostrando buena parte de los principales actores económicos (en su mayoría multinacionales) para mantener preponderancia en la apropiación del excedente y en el manejo de divisas, la débil acumulación de capital que repercute en un ensanchamiento casi permanente de la brecha de productividad con el resto del mundo más desarrollado. Un poder económico concentrado con fuerte capacidad para condicionar cualquier política que le pudiera resultar adversa. Estos rasgos, que destacan los autores, son muchas veces pasados por alto en las discusiones en el mainsntream sobre el desarrollo capitalista que podría tener la Argentina y los modelos que habría que seguir. La Argentina se encuentra desarrollada como un capitalismo periférico, dependiente. Puede en algunos momentos reducir un poco la brecha de productividad que lo separa del resto del mundo, de manera más o menos excepcional, aunque la tendencia de los últimos 45 años viene siendo a que aumente. Hay ahí un círculo vicioso al que los principales sectores del empresariado nacional no ofrecen resolución.
Aunque no está explicitada, una clara conclusión del libro es la falta de perspectiva de que el capitalismo dependiente argentino ofrezca salidas de este círculo vicioso. Los distintos trabajos dejan claramente expuesto por qué es poco lo que pueden esperar la clase trabajadora y el pueblo oprimido de las alternativas en las que se debate la clase dominante. Lo que sería interesante indagar entonces, como ya hemos tenido oportunidad de debatir con algunos de los que escriben este libro a propósito de trabajos previos, es qué clases sociales pueden tener la llave para abrir otro camino, en qué podría consistiría este y cuál sería la articulación de fuerzas sociales para alcanzarlo. Se extraña, al final del libro, alguna indagación en ese sentido que sugiera alguna “hoja de ruta” para romper las condiciones de dependencia y atraso a las que nos condena la expoliación imperialista y la rapacidad de la clase capialista.
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