Como muchas, nosotras estamos en la categoría de “cuidado de personas, sean niños, adultos mayores o personas enfermas”, y tenemos que ir a cocinarles y limpiarles. Vergonzosamente nuestro sindicato es quien lo garantiza. Pega en su página el modelo de nota que nos tienen que hacer las patronas. Ya se multiplican los comentarios de denuncias de muchas compañeras.
Sábado 21 de marzo de 2020 17:09
El decreto presidencial que impone la cuarentena total como medida de prevención para la propagación del coronavirus reveló un nuevo golpe para las empleadas domésticas, quienes desde siempre somos un sector muy postergado en cuanto a derechos laborales.
El trabajo doméstico entra dentro de un servicio esencial en una de las categorías del Decreto de Necesidad y Urgencia que dictó Alberto Fernández. ¿Por qué? Porque las trabajadoras domésticas estamos muchas de nosotras en la categoría del trabajo que abarca “al cuidado de personas, sean niños, adultos mayores o personas enfermas”. Muchas veces, o mejor dicho la mayoría de las veces, cínicamente no es para cuidar enfermos… sino simplemente para que hagamos las tareas domésticas de limpieza, etc.
Quedamos así exceptuadas del cumplimiento del “aislamiento social, preventivo y obligatorio” y estamos obligadas a concurrir a los lugares de trabajo, pidiéndoles a nuestros patrones que nos redacten una nota para presentar ante las fuerzas de seguridad, si nos detienen en la vía pública. Lo peor, nuestro sindicato es quien lo está gestionando. En su página aparece el modelo de la “autorización”.
Esta es la publicación en la página del sindicato con la nota que nos tienen que hacer las patronas. Tiene casi 500 comentarios, muchos contando que aunque no les corresponde, les están pidiendo que vayan igual y muchos comentarios con bronca contra el accionar del sindicato.
Las empleadas domésticas en la Argentina somos alrededor de 1.730.000, según el INDEC, de las cuales solo 515.000 estamos registradas. El resto, 1.215.000 mujeres trabajadoras, están sumidas en la más absoluta precariedad, con sueldos más bajos de las que estamos registradas, privadas de los derechos laborales más elementales y expuestas a la discriminación y el desprecio de las patronas.
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Como colmo de la estigmatización que recibimos las empleadas de casas particulares día a día, ayer viernes se oficializó el aumento de jornales y salarios mínimos que recibiremos. El mismo es de nada más que un 10% y dividido en dos cuotas, una en marzo y otra en mayo. El salario básico actualizado con ese porcentaje quedaría en $17.785 para las que trabajamos con retiro. Las que trabajan sin retiro, las que dejan sus hogares y familia durante más de 5 días a la semana, las que trabajan con muy pocas horas de descanso y duermen en las diminutas piezas que a los patrones les sobran en sus casas lujosas, pasarían a cobrar la mísera suma de $19.777. Si en enero una familia necesitó $40.373 para no ser pobre, eso quiere decir que nuestro sueldo, el de las trabajadoras domésticas, equivale a la mitad de la canasta básica.
Yo no me olvido
Yo no me olvido de la foto de la empleada limpiando los vidrios en una cornisa al borde de caer de un cuarto piso. Lo recuerdo cada vez que paso por ese edificio ubicado a pocas cuadras de la casa en la que trabajo. Tampoco me olvido de las charlas que tuve con las compañeras de Nordelta cuando emprendieron una gran lucha enfrentando a los patrones que no las dejaban viajar en las combis porque olemos mal y hablamos con algún acento.
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Ese odio de clase que tienen por nosotras los patrones no debería ser replicado por el Estado, sin embargo después de escuchar la cadena nacional de ayer y de enterarme hoy de las migajas que nos tiran con el nombre de aumento salarial, yo le preguntaría al presidente y a los gobernadores peronistas y de Cambiemos que se reunieron; le preguntaría al ministro de trabajo, si les parece que las empleadas domésticas que en la mayoría de los casos trabajamos "en negro", sin estar registradas, sin tener obra social y que cobramos una miseria, podemos darnos el lujo de faltar por cuarentena y resignarnos a no cobrar la mitad del mes, o es que son tan ingenuos que creen que los empleadores que ni siquiera quieren pagar los aportes que les corresponde van a pagarnos un sueldo sin trabajar.
Para nosotras es imposible sumarnos a la cuarentena sin arriesgarnos a perder nuestros trabajos, no pueden obligarnos a elegir entre exponernos al contagio, trabajando en casas que están en cuarentena y exponer a nuestras familias también o perder el único ingreso que tenemos.
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Nuestro sindicato, que decide y negocia a nuestras espaldas por nosotras, que no hizo nada por un aumento digno más que “llamar a la reflexión” al ministro Moroni, nuevamente frente a la crisis sanitaria no dice ni una palabra sobre los derechos que tenemos para poder hacer valer la licencia con goce de sueldo que deberíamos tomarnos durante la cuarentena.
Comentarios en la página del sindicato denunciando los abusos de las patronas
Hoy me llenó de indignación y bronca ver en la página del sindicato el formato de la nota para poder circular que nos tiene que dar el empleador y debajo leer cientos de comentarios de compañeras mías de distintos lugares del país contando cómo sus empleadores les exigen que vayan a trabajar igual por no estar enfermas. ¿Y la respuesta del sindicato? Ninguna. ¿Y la respuesta del Estado? para nosotras es siempre la misma: ninguna.
Queda claro que las medidas del gobierno, lejos de servir para la prevención y el tratamiento de las grandes mayorías, sólo están para cuidar el bolsillo y el bienestar de los patrones, de todos ellos. Porque los patrones y las patronas a los que nosotras les limpiamos las casas y les criamos sus hijos, son los mismos que en las fábricas y servicios precarizan a los trabajadores y también les exigen que no falten.
Sin embargo, yo vuelvo a recordar el ejemplo de mis compañeras de Nordelta, la lucha contra la discriminación y el odio de la clase privilegiada la ganaron porque no se resignaron y porque se aliaron a otras trabajadoras de la zona, se ligaron a las estudiantes, a las trabajadoras de la cooperativa Madygraf, la ex Donnelley, hoy bajo gestión obrera y a las docentes y pudieron hacer oír bien fuertes sus reclamos.
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Ellas nos marcaron el camino. Y hoy nos toca de nuevo organizarnos entre nosotras y junto a otros sectores, a los trabajadores, a los estudiantes, a nuestros barrios, para poner en pie Comités de seguridad e higiene por zonas, entre trabajadoras registradas y precarias, para poder pelear también por nuestra saludo, por la prohibición de los despidos y de las suspensiones, para que a cada trabajadora se le respete el salario, para defender y exigir el acceso a una salud pública de calidad, para que los hospitales cuenten con los insumos necesarios para afrontar esta pandemia y para que sus trabajadores puedan garantizarlo sin dejar la vida en ello. Por eso tenemos que exigir, e imponer, que el Estado destine todos los recursos necesarios a la salud y no a la deuda o a subsidios a empresas privadas. La deuda es con nosotras y nuestras familias, no con los patrones ni con el FMI.
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