Testimonio de una joven que sufrió una situación de acoso en la vía pública y luego por el personal policial cuando fue a realizar la denuncia.
Martes 15 de octubre de 2019 20:41
En la Argentina muere una mujer cada 32 horas por violencia machista. Estamos a días de cumplirse 10 años de la desaparición de Yamila Cuello y el pasado 18 de septiembre se cumplió un año de la desaparición de Delia Gerónimo Polijo.
En el Valle de Traslasierra son cuatro las mujeres desaparecidas por violencia de género, es decir mueren o desaparecen por la sola condición de ser mujeres.
Estos hechos de gravísima magnitud son el último eslabón de una cadena de violencias que sufrimos las mujeres en este sistema que nos oprime y en el que somos ciudadanas de segunda.
Pero las mujeres vivimos además un sinfín de situaciones de violencia como lo son el maltrato, el abuso, la justicia que mira para otro lado cuando una madre lucha por los alimentos de sus hijos o por ver a sus hijos, cuando las jóvenes mueren por abortos clandestinos, cuando son víctimas de trata, cuando son precarizadas en sus trabajos con largas jornadas con salarios por debajo de la línea de pobreza o cuando sufren la persecución y acoso por parte de las fuerzas represivas. Todas estas situaciones de violencia son perpetuadas por las instituciones estatales.
Hoy Agustina, en diálogo con La Izquierda Diario nos da su testimonio de la violencia de género vivida primero por el acoso de un hombre en la vía pública y luego por el personal policial cuando fue a realizar la denuncia. Esto nos decía: “Realicé una denuncia por acoso, muy angustiada y con bronca por lo sucedido. En la comisaría sólo había un policía que fue el que redactó mi denuncia. Cuando regresé a mi casa, el policía me escribió por Whatsapp por si necesitaba algo o lo que sea y me dejó su nombre; me pareció muy extraño. Al otro día, el mismo policía me escribió por la mañana y me dijo que quería decirme algo, yo le contesté pensando que era con respecto a mi denuncia, pero él me dijo ‘ayer no quise ni me animé a decirte nada porque estabas pasando otra situación y no daba, me gustaría conocerte me pareces muy linda’. Además de tomar mi información personal y utilizarla a su criterio, me hizo sentir que mi denuncia no valía, no le importó mi angustia ni el mal momento que había pasado. Denuncié acoso, abuso y lo que recibí fue exactamente lo mismo de parte del policía que recibió mi denuncia. Se aprovechó de mi información para obtener mi número de celular, se tomó el atrevimiento de escribirme y encima de hacerme sentir incómoda. La falta de sensibilidad y capacitación para trabajar con estos temas en relación a la violencia, acoso y violencia sobre la mujer es algo naturalizado. Nuestros funcionarios públicos deben actualizarse y capacitarse con perspectiva de género como lo dice la ley”.
En Traslasierra está naturalizada la práctica de persuadir a las mujeres que se animan a denunciar la violencia machista para que vuelvan a sus hogares donde está el agresor o también las que luego de denunciar, además sufren la violencia de la misma fuerza policial a través de quienes instruyen los sumarios, teniendo que obligadamente justificar su accionar dando explicaciones en largos y extensos interrogatorios o siendo acosadas por la misma policía.
Cuando decimos que la opresión hacia las mujeres es sistémica, queremos decir que la imposibilidad de acceder a derechos elementales o la discriminación, son partes que hacen al funcionamiento de una sociedad que, apoyándose en la desigualdad, se vale de prejuicios patriarcales para ocultarlas.
En este sentido la ausencia de políticas públicas por parte del Estado lo transforman sin más en responsable. Porque es el Estado quien debe garantizar las herramientas que permitan enfrentar, aunque sea mínimamente la violencia machista en todas sus expresiones. El Estado ni siquiera destina las partidas presupuestarias necesarias para poder avanzar en algunos temas urgentes, como ya puede verse en el debate que se abre de cara a la aprobación del Presupuesto 2020.
Es cierto que este sistema hay que cambiarlo de raíz, pero eso no es posible hacerlo sin organización y lucha. Ningún gobierno ni parlamento ha concedido los derechos elementales para las mujeres. Lo mostró el Senado, votando en contra de la legalización del aborto, o garantizando la injerencia de las iglesias en la educación.
Desde el PTS sostenemos que hay que terminar con esta justicia de casta y para eso proponemos que los jueces sean elegidos en forma directa por el voto popular, que se establezcan mecanismos de revocabilidad de todos los jueces por el voto popular.
De cara a las próximas elecciones, es fundamental que la izquierda ingrese en el Congreso, ocupando bancas que estén al servicio de las luchas de las mujeres, los trabajadores y la juventud.
En el marco del reciente 34° Encuentro Plurinacional de mujeres y disidencias en el que el movimiento de mujeres volvió a salir a las calles, es imperiosa la necesidad de organización de comisiones de mujeres en los lugares de trabajo, en los barrios, en las escuelas y universidades para pelear por conquistar nuestros derechos.
Si tocan a una, nos organizamos miles.