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Red Internacional
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JUSTICIA Y GÉNERO. Cuando la violencia machista aparece sin trompadas y en cuotas

Miles de mujeres enfrentan solas la manutención y crianza de hijas e hijos frente a hombres que no aportan nada y jueces que cajonean causas por “cuota alimentaria”. Paola y Paula cuentan su historia.

Martes 1ro de noviembre de 2016

Paola y Paula tienen vidas diferentes. Pero ellas y miles de mujeres comparten una lucha cotidiana por vencer la violencia de género en una se las facetas que no deja moretones ni sangre a la vista pero golpea en un costado que duele: los hijos. Ambas, como miles, se tuvieron que hacer cargo solas de niñas y niños cuyos padres alguna vez habían prometido compromiso con la crianza.

Pero Paola y Paula no luchan sólo contra padres borrados y violentos. También pelean contra un sistema judicial que les demuestra a cada paso que el machismo no es un “desvío” de individuos anacrónicos sino que se reproduce con naturalidad en despachos y tribunales. Con tanta naturalidad que hoy miles de expedientes por demanda de “cuota alimentaria” pueblan las estanterías de juzgados de familia y de paz de todo el país. La mayoría de esos expedientes duermen meses y hasta años a la espera de que un juez estampe una firma y obligue a los demandados a pagar lo que deben. Los nombres de Paola y Paula son parte de esos miles de expedientes cajoneados.

“Para mí el juzgado encubre al padre de los nenes”

Paola Bais vive en Chacabuco, al noroeste de la Provincia de Buenos Aires. Tiene dos hijas y un hijo. El padre del nene (8) y de la nena más chica (6) es un abogado al que conoció en La Plata.

Hace una semana en su perfil de Facebook Paola publicó una foto con un cartel en la mano que dice “Cuota alimentaria ya!!!”, acompañada de un texto que explica su caso. Allí deja constancia de la violencia ejercida por el padre de los chicos, pero también de la inmovilidad de la causa que tramita desde marzo en el juzgado de Paz de Chacabuco a cargo de Rodolfo Luna, donde ni siquiera se obligó a su expareja a dar explicaciones de la morosidad.

Paola cuenta que, si bien la demanda contra su expareja se oficializó en marzo, “el tema lleva años. Hará dos años un amigo suyo, abogado también, me tiró durante ocho meses $ 500 por semana para que no hiciera juicio. Después, el año pasado, sus padres me depositaban unos $ 2 mil por mes. Fue durante seis meses, hasta que en diciembre dijeron que ya no me podían pasar más plata. Esas ’ayudas’ de gente de su entorno vinieron después de que incumpliera un acuerdo firmado en 2013, homologado en el juzgado, donde se comprometía a pasar $ 1.500 por mes y que respetó sólo los dos primeros meses”.

Cansada de idas y vueltas, en febrero de este año fue al juzgado de pobres y ausentes y le asignaron a una abogada. “La primera presentación se puso en marcha a fines de marzo”. Desde entonces espera novedades. “Hasta ahora la causa ni se movió. La abogada hizo su trabajo, pero está trabado en el juzgado del juez Luna. Por eso la semana pasada decidí hacer público esto”, cuenta Paola.

Para ella la causa está parada porque “hay algo de encubrimiento del juzgado hacia el padre. Tal vez porque es abogado y no quieren generarse algún problema. Todavía ni me citaron y recién esta semana, cuando me presenté a exigir que me atiendan, me dijeron que a él lo citaron una vez y no se presentó, pero nada más”.

Paola vio por primera vez, cara a cara, al juez Luna el jueves pasado, tres días depués de hacer pública la denuncia por Facebook, cuando el caso ya se comentaba en el vecindario y hasta fue noticia en un portal de Chacabuco. Quizás por eso la atendió y ella se sacó las ganas “de decirle todo lo que tenía guardado”. Paola le pidió a Luna “que explique, con palabras sencillas, por qué una causa tan importante en siete meses no tuvo movimiento”, a lo que el juez respondió que tienen muchas causas en el juzgado. La mujer preguntó entonces “a qué causas les dan prioridad, si esto no se mueve”. A las causas de violencia, por ejemplo, respondió Luna. “Ahí quería llegar”, le dijo Bais al juez, “porque yo sufro constantemente violencia, hay denuncias, ¿y cómo puede ser que a un tipo que encima es abogado jamás le hayan hecho nada?”. Ahí Luna dijo que entre una causa por alimentos y una de una mujer que fue golpeada ellos priorizan a la mujer golpeada. “Todo para justificar que en siete meses no hayan hecho nada”, sentencia Paola.

El post que publicó en Facebook fue compartido por cientos de mujeres (y también por varios hombres). Entre cientos de mensajes solidarios hubo alguien que le escribió “tu reclamo también es el mío Paola (…) mi hijo tampoco cobra su cuota de alimentos y el abogado de mi ex es tu ex...”. Y hasta un familiar del juez Luna le escribió, diciéndole que el magistrado “es un sorete, mejor andate al juzgado de Familia de Junín porque él no te va a resolver nada”.

“Me tengo que bancar una historia de violencia total”

Paula Lanterna es docente y vive en La Plata. No conoce a Paola pero fue una de las que compartió el post, agregándole un texto personal, en el que habla del padre del menor de sus dos hijos.

En un principio Paula recibió palabras de compromiso. “En noviembre de 2013 le dije que estaba embarazada y, como decidí tenerlo, se comprometió a cumplir con todas sus obligaciones. Pero nunca hizo nada. Cuando nació el nene decía que a su hijo lo quería e iba a hacerse cargo... El chico hoy tiene casi tres años y él ni siquiera lo conoce”, afirma Paula y agrega que “en todo este tiempo enfrenté sola los cuidados del nene y todos los gastos mientras él vive con su mamá en Carlos Casares (provincia de Buenos Aires)”.

La docente decidió judicializar el caso y desde hace más de un año se tramita un expediente por “cuota alimentaria” en el Juzgado en lo Civil y Comercial N°6 de La Plata. Su conclusión no difiere de la de Paola. “Los tiempos de la Justicia son muy lentos. Mi hijo ya tiene casi tres años y yo sola me tuve que hacer responsable de todo. Para eso trabajo muchísimo, me levanto todos los días a las cinco de la mañana y vuelvo a las cinco de la tarde a mi casa. Por suerte tengo una abogada que nunca me quiso cobrar un honorario y se ocupa de todo”.

La diferencia con el caso de la mujer de Chacabuco es que al padre del nene de Paula ya se le enviaron dos cédulas de notificación. La similitud es que, pese a las formas, el estado de situación es el mismo. “Cerca de octubre del año pasado se envió la primera cédula, que rebotó porque supuestamente él no vivía en esa dirección de Carlos Casares desde hacía dos años, lo cual es falso. Después, tras una nueva audiencia, se mandó una nueva cédula al domicilio de la madre. Volvió a rebotar porque, según el oficial de justicia, no se encontró la casa. Pero en esa cuadra de la calle La Pampa de Carlos Casares no hay más de cuatro casas y hasta se especificó que la casa está pintada de amarillo, algo inconfundible. Me dijeron que el oficial de justicia no iba a volver a ir y que en todo caso pidiera una nueva audiencia. Ahora estamos en la odisea de intentar una tercera notificación. Vamos a ver qué pasa en la audiencia del 29 de noviembre”.

La continuación de la violencia por otro medios

Muchas mujeres que deciden judicializar la lucha contra sus exparejas lo hacen después de haber sufrido reiteradas violencias simbólicas, psicológicas y hasta físicas. Por eso, el desprecio hacia la mujer por parte del sistema judicial, cajoneando causas urgentes, revictimiza a las víctimas.

La llamada “cuota alimentaria” es un importe mensual que debe aportar el progenitor o la progenitora que no convive con sus hijos (haya o no divorcio legal), haciendo su aporte para los gastos corrientes que demanda la crianza. Obligatoria hasta que los chicos alcancen la mayoría de edad, incluye ítems como vivienda, alimentación, salud, educación y esparcimiento. La cuota se aplica sobre quien no convive con los hijos ya que se estima que quien sí vive con ellos invierte tiempo, atención y todos los cuidados pertinentes. Como es de esperar en una sociedad patriarcal y machista, la mayoría de los primeros son hombres y la mayoría de las segundas son mujeres.

El no pago de la cuota puede derivar en el embargo de bienes y hasta en la incorporación en los registros estatales de “deudores alimentarios”. Entre otras sanciones se puede inhabilitar al deudor para renovar licencias de conducir, abrir comercios y hasta para sacar préstamos bancarios. Según la ley, aún estando desocupado, nadie puede eludir la obligación de proveer a la manutención de los hijos. Si no hay plata, incluso se puede aportar “en especies”.

Pero las leyes no se cumplen. Así se refuerzan las múltiples violencias que ya sufren miles de mujeres con una cuota extra de violencia institucional.

La semana pasada, antes de reunirse con el juez Luna, Paola radicó “una nueva denuncia por violencia. El martes al mediodía el padre de mis hijos vino a mi casa a increparme a los gritos, a exigirme que le firme unos recibos por un dinero que supuestamente él me había dado. En verdad vino después de que hice público el tema en las redes sociales. De esas tengo un montón. Muchas veces fue a la puerta de mi trabajo a insultarme. Cada vez que pasa eso voy a la comisaría de la Mujer y lo denuncio. Pero sólo una vez, a principios de año, se tomó una medida de restricción perimetral por 30 días”, protesta.

El padre de los chicos siempre justificó sus deudas en la falta de un trabajo estable y en estar enfermo. “Pero él no es indigente”, se enoja Paola. “Si tirado realmente de trabajo me hubiese pasado $ 500 por mes, hasta lo hubiera entendido. Pero él tiene un auto, dos motos y vive en una casa grande del centro. Posibilidades tiene. Yo tengo una motito, salgo a laburar todas las mañanas limpiando casas y hago malabares para llegar a fin de mes. Y encima tengo que soportar que venga a patotearme”.

En el caso de Paula, el abanico de violencia va desde amenazas de muerte hasta el silencio. “Si al principio había jurado que iba a cumplir con su rol de padre, con el paso del tiempo cambió. Cuando le dije que al menos podía empezar por conocer a su hijo me dijo ’bueno, ¿querés que vaya? Yo voy a ir pero a vos te voy a cagar a tiros’. Cada vez que le preguntaba qué pensaba hacer, como toda respuesta buscaba denigrarme. Llegó a decirme ’no te lamentes, sos mujer y sabés que si cogés y no te cuidás quedás embarazada, ahora jodete’”.

El hombre incluso negó su paternidad. “De un día para otro dijo que no es el padre y que yo le quería ’encajar un pibe’. Planteó hacerse un ADN y le dije que no había problema. Frente a sus maniobras terminé yendo con el nene a un laboratorio de Carlos Casares a realizar la extracción, siendo que el examen se hace en un laboratorio cercano a La Plata. Obviamente el ADN dio positivo. Su reacción entonces fue cortar todo tipo de comunicación. Lo último que me dijo fue que ’las cosas hechas sin amor no se quieren, así que no me jodas más’. Desde julio no supe más nada”.

Ni una menos

Ante la catarata de femicidios que en los últimos años activaron el movimiento #NiUnaMenos, las historias de Paola, de Paula y de otras miles de mujeres parecen diluirse. Y hasta habrá quienes las consideren secundarias. Pero muchas de las víctimas fatales de la violencia machista pasaron años luchando frente a los mismos obstáculos que enfrentan hoy la trabajadora doméstica de Chacabuco y la docente de La Plata.

“Hace poco algo me hizo caer la ficha”, relata Paola. “Estábamos con mi hija más grande preparando un cartel para la marcha del 19 de octubre. El cartel que decía ’Ni Una Menos, Vivas Las Queremos’. Mientras la vestía, la más chiquita me preguntó por qué teníamos que ir a la plaza y le conté más o menos lo que está pasando. Entonces me preguntó ’¿y a vos quién te golpeó?’ Ahí el nene salta y dice ’papá’. Yo me quedé helada, sobre todo porque nunca les llené la cabeza con toda esta situación”.

Esa conversación con sus hijos la impulsó a denunciar al padre y al juez en un post de Facebook que se compartió más de 500 veces. “Lo que pasó fue muy loco, la solidaridad de tanta gente que ni me conoce. Es lindo saber que no estás sola, que tomás coraje para enfrentarlo y aparece gente que te banca. En el ascensor del edificio una señora me dijo ’querida, ¿vos sos la del diario? La verdad, te felicito, es lo mejor que pudiste hacer’. Fui a comprar a un negocio y una mujer me dice ’qué bien lo que hiciste, si años atrás hubieran existido las redes sociales, cuando a mí me tocó pasar por algo parecido hubiera hecho lo mismo’”.

Ambas mujeres lo tienen claro. “No hay que tener miedo y hay que hacerlo público de la manera que se pueda. No es fácil, pero en algún momento hay que tomar coraje”, dice una de ellas. “Que todo el mundo se entere. A mí no me quedó otra, teniendo este tipo de jueces que no te resuelven nada”, agrega su compañera, a la que no conoce pero con la que comparte la misma lucha.

Sus testimonios, como los de miles de otras mujeres en Argentina, desenmascaran a una Justicia machista y patriarcal que día a día las revictimiza, en todas las facetas de la violencia de género.


Daniel Satur

Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).

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