Si hay algo de lo que no puede quedar ninguna duda después de 10 meses de nuevo gobierno y más de 6 meses de pandemia, es que la respuesta a la crisis económica, social y sanitaria que la acompaña, tiene rostro de mujer. Un repaso por las principales luchas que las tienen como protagonistas y por los desafíos inmediatos para el movimiento feminista, de mujeres y disidencias.
Sol Bajar @Sol_Bajar
Domingo 4 de octubre de 2020 15:34
Las estadísticas son claras. El aislamiento obligatorio y las medidas tomadas desde marzo agravaron la situación para millones de mujeres: más tareas en la casa; más trabajo (si se consigue) fuera del hogar; más brecha salarial, más impacto de la desocupación y la pobreza, con políticas que se perfilan todavía más dañinas con el ajuste que supone el Presupuesto 2021, por más “perspectiva de género” que anuncien. Las negociaciones que se mantienen con el FMI también son una muestra clara.
Áreas de trabajo completamente feminizadas (además de precarias y mal pagas), como la salud, la educación y la limpieza, también lo expresan, y por eso empieza a haber respuesta. También pasa en Guernica, donde miles de jóvenes trabajadoras informales y precarias que quedaron sin empleo, fueron empujadas a la calle y hoy se plantan por su derecho a una vivienda digna, mientras reciben del Estado la criminalización de su lucha.
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El aumento del embarazo adolescente, la imposibilidad de acceder a métodos anticonceptivos, la ofensiva en este marco para una mayor criminalización y clandestinidad del aborto; las mayores dificultades para acceder, en medio de la pandemia, a una interrupción del embarazo, incluso en los casos en que es legal; el aumento de la violencia de género, dentro y fuera de la casa, también encuentran respuesta y desilusionan a muches de quienes esperaban del gobierno nacional que cumpliera con su palabra.
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Para el Estado, la impunidad con la que cuentan las redes de trata y el accionar de las fuerzas represivas, que se traduce en luchas como la que encabezan y contagian mujeres como Cristina Castro, la mamá de Facundo Astudillo Castro, ante el aumento exponencial del gatillo fácil policial, o la mamá de Iara Rueda, desaparecida y asesinada en Jujuy hace pocos días, se reducen a estadísticas, a reuniones y declaraciones de intenciones de ministerios, comisiones y secretarías creadas para “las cuestiones de género”, y a programas a futuro, sin impacto en los reclamos urgentes. La bronca ante la respuesta oficial crece desde abajo, y sí, también tiene rostro de mujer.
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Esa es otra de las caras que tiene “la pandemia” en la vida de gran parte de las mujeres. Fundamentalmente en la vida de las jóvenes, trabajadoras y pobres. Y también es lo que explica que miles de ellas se organicen, busquen tejer la solidaridad de las formas más creativas, y en muchos casos recuperen las calles por sus desoídos reclamos.
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Ni una menos sin vivienda
La expresión más conocida de este proceso son, actualmente, las mujeres de la toma de Guernica, la más grande de la historia de la provincia de Buenos Aires, en la que miles de ellas, muchas veces a cargo de sus familias, protagonizan una lucha emblemática por el derecho a la vivienda.
La mayoría son jóvenes, trabajadoras precarias; muchas son mamás solteras y mujeres que se quedaron sin empleo en medio de la pandemia. Muchas otras son víctimas de la violencia machista: mujeres que en medio del aislamiento debieron huir con sus niñes a esas tierras, donde hoy el Estado las trata de delincuentes. A muchas, a pesar de ser trabajadoras de casas particulares, jamás les llegaron los 10 mil pesos del anunciado y desanunciado tantas veces “Ingreso Familiar de Emergencia”. A las víctimas de violencia, el Estado les respondió con planes que no alcanzan siquiera a un cuarto de lo que sale la canasta básica familiar.
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Hoy se enfrentan a la orden de desalojo de la justicia bonaerense, postergada para el 14 de octubre, y a la amenaza represiva permanente del ministro de Seguridad Sergio Berni, del gobernador Axel Kicillof, la vicegobernadora Verónica Magario, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y la intendenta del Frente de Todos, aliada del massismo y de la cúpula de la CGT, Blanca Canteros. También a las declaraciones de la ministra de Mujer, Género y Diversidad de la provincia, Estela Díaz, que mientras ellas y sus hijes pasan frío, lluvia y hambre, sale en los medios hablando de un desalojo “pacífico”.
Mientras el gobierno se esfuerza en garantizar las promesas del negocio inmobiliario en tierras que no tienen dueño comprobable, hay más 4500 barrios populares donde mujeres como Ramona dan la vida denunciando que "no hay agua ni para cocinarles a nuestros hijos". Un hecho cotidiano cada vez para más gente, en un país que tiene más de 2 millones de viviendas ociosas en countries, megatorres y otras construcciones de lujo.
También por eso, en la provincia de Buenos Aires, imágenes como las de Guernica se repiten en González Catán, Los Ceibos, Ciudad Evita, Campana y otros lugares donde incluso las familias sin vivienda son amedrentadas por patotas enviadas por intendentes, como Luis Espinoza, de La Matanza. En Salta, Jujuy, Río Negro, Neuquén y otras localidades, el reclamo se extiende, y también tiene rostro de mujer.
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“Respondemos todas”
En Jujuy, las mujeres volvieron a la calle ante las desapariciones y femicidios. Denuncian al gobierno del radical Gerardo Morales y ponen al descubierto el rol de la policía, que las reprimió por exigir justicia para Iara luego de burlarse de la búsqueda de su mamá, su papá y cientos de vecinos y vecinas, hasta que fue hallada muerta.
La organización de las madres, acompañadas por las protagonistas de las tomas de Ledezma y otras localidades, por las maestras y jóvenes precarizadas y desocupadas de la provincia, por las manteras en lucha por el derecho a vender los pocos productos que tienen para poder sobrevivir; por las pibas que protagonizaron la marea verde en territorio de dinosaurios, hizo que el reclamo de justicia por Iara Rueda, Gabriela Cruz, Roxana Mazala, Cesia Reinaga y otras 6 jóvenes víctimas de violencia machista en lo que va del año, así como la búsqueda de jóvenes que permanecen desaparecidas,, sacudiera el territorio jujeño y trascendiera en el país.
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Una muestra de que el fenómeno que abrió la lucha del movimiento de mujeres en 2015, con las movilizaciones por Ni Una Menos, y que dió un nuevo salto en 2018, con la marea verde por el aborto legal, sigue vigente y pelea por imponer su agenda. Este fin de semana, junto a las diputadas Myriam Bregman y Natalia Morales de Jujuy, luego de esas masivas movilizaciones - de la respuesta con represión, muchas de esas jóvenes y trabajadoras participaron de la asamblea convocada por la agrupación Pan y Rosas.
“Mientras vemos el país prendido fuego, hay una juventud que no se calla, que se para contra los femicidios, que reclama por Facundo, que acompaña a las mujeres que pelean por el derecho a la vivienda”, dijo Keila Zequeiros este sábado en Decile como quieras, por La Izquierda Diario, luego de la asamblea. “Lo hacemos porque estamos hartas, pero también porque estamos seguras de que esto puede cambiar. Lo vemos en la convicción de las mamás que pelean por justicia, por el derecho a la tierra, porque no haya una sola muerta más por abortos mal hechos”, agregó, y contó las actividades que seguirán la semana que viene. “No vamos a parar, vamos a responder con más fuerza”, agregó.
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En la primera fila
Con el país convertido en uno de los que más contagios registra en todo el mundo, quienes sostienen al sistema de salud siguen en la primera línea de enfrentamiento al covid-19, aunque no aparezca ya en los grandes medios de comunicación. Ellas, que también son amplia mayoría en el sector, son las que resisten a diario las consecuencias de años de desfinanciamiento estatal.
La mayoría deja la vida en el hospital, con jornadas extenuantes, que se suman a las que esperan en el hogar. “Si se contagian de Covid, las mandan a su casa y les descuentan el sueldo por no estar yendo a trabajar”, cuenta la diputada Myriam Bregman, que en estos días presentó un proyecto de ley, junto a las bancas del Frente de Izquierda, para que se reconozca a las enfermeras como profesionales de la salud.
En la Ciudad de Buenos Aires, en Córdoba, Mendoza, Neuquén y otras provincias, ellas también encabezan movilizaciones callejeras, hartas de las promesas y hastiadas de ver hasta dónde llega la orientación estatal. Reclaman por quienes acceden al sistema de salud, por el salario, por las condiciones y equipos para trabajar en la pandemia, por su reconocimiento como profesionales, por la falta de insumos elementales para la atención de las personas.
El reclamo que surge con el método más efectivo, desde abajo, desde cada hospital, y por la efectividad de su lucha, fueron reprimidas cuando marcharon desde el Congreso a la Legislatura porteña, en el marco de la Jornada Nacional de la Salud, también en estos días. El “palito de abollar ideologías”, como seguirá diciendo Mafalda, no pudo con las que cuidan de la salud de la población.
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Obreras de la tiza, defensoras de la educación
En el mes del “día del maestro”, las trabajadoras de la educación dan clases en la calle, y como en la lucha que protagonizan las trabajadoras de la salud, ésta pelea también se desarrolla con rostro de mujer.
En Mendoza, decenas de miles de trabajadoras salieron en estos días, junto a sus compañeros, en rechazo a la reforma antieducativa del Gobernador Suarez. Una pelea que se expresó primero en las escuelas y plenarios virtuales y terminó en una movilización histórica, con miles en las calles y caravanas enormes contra la privatización de la formación y que le impuso al gobierno local un primer revés, haciéndolo retroceder.
Para el gobierno provincial, las movilizaciones "no tienen nada que ver con la educación". Pero con un presupuesto que apenas destina el 1,3% a la educación, la “nueva normalidad” promete profundizar esta lucha, en la provincia que linda con la juventud chilena, y en todo el país.
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Esenciales pero no tanto
Aunque se declaró “servicio esencial”, las trabajadoras de limpieza y de los comedores escolares denuncian que cobran una miseria: entre 7, 10 y 20 mil pesos al mes, muy por debajo del costo de la canasta básica familiar. Y para reclamar por el salario digno y el fin del trabajo no registrado, también salen a la calle.
El proceso más reciente lo vemos en Córdoba, donde las mujeres salieron en estos días a denunciar que “tenemos sindicatos que en vez de apoyarnos, no nos representan. Somos una más: para el sindicato, para el gobierno y para las empresas”, dicen con enojo a La Izquierda Diario. Sus compañeras de los comedores las apoyan y dicen que “ahora mismo podríamos estar entregando alimentos para la población que lo necesita, pero tenemos compañeras que no han podido ni venir a la marcha porque ya no tienen plata para viajar”.
Mientras ellas reclaman por su derecho al trabajo y reciben el apoyo de la concejal cordobesa Laura Vilches (PTS/Frente de Izquierda), sus compañeras de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, que trabajan en casas particulares y también están en la primera línea de contagio, o fueron despedidas, suspendidas o cesanteadas, denuncian el maltrato de sindicatos, patrones y del propio Estado, siguen organizadas en la Red de Trabajadorxs Precarizadxs y se preparan para una nueva jornada de lucha en la que hacer oír las demandas de las que limpian casas y paraísos ajenos.
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Cuidado con las mujeres
La unidad de las demandas de las mujeres con las demandas de las familias sin techo y de cada sector de trabajadores ocupados, desocupados, informales, precarios, de cada familia que lucha contra la impunidad del gatillo fácil y violencia policial, es clave para golpear con un solo puño. Y muchas de las mujeres que hoy protagonizan estos procesos, lo saben.
También saben que del otro lado están las burocracias sindicales y de los movimientos sociales, el peronismo y la oposición mayoritaria conteniendo y militando para que nada se vaya de su control. Un feminismo que entró al Estado con banderas desplegadas, hoy institucionalizado, sostiene, en lugar de cuestionar, esta realidad que las mujeres más jóvenes, trabajadoras y pobres sufren particularmente.
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¿Qué clase de movimiento feminista, de mujeres y disidencias puede no estar con la lucha de las mujeres de Guernica, de Jujuy, de la salud, de las casas particulares? Nuestro feminismo, el feminismo socialista, busca unir esas batallas en los lugares de trabajo, en los centros de estudiantes y en los barrios, para fortalecer estas luchas, para que ganen.
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“No queremos un feminismo con despachos y programas, con sueldos muy por encima de lo que cobran nuestras hermanas, si cuando están por desalojar Guernica las defensoras de niños, niñas y adolescentes no están ahí poniéndose frente a la represión como las heroicas mujeres de Portland en Estado Unidos, para proteger a sus hijos de la violencia policial, cuando protestan frente al racismo”, señaló Myriam Bregman este fin de semana, durante el encuentro de las mujeres jujeñas.
A fines del siglo XIX la revolucionaria Louise Michel, protagonista de la enorme Comuna de París, dijo desafiante una frase que todavía tiene una actualidad enorme: “cuidado con las mujeres cuando se sienten asqueadas de todo lo que las rodea y se sublevan contra el viejo mundo. Ese día nacerá el nuevo mundo”.
Sus palabras hoy plantean desafíos urgentes y nuevas definiciones para el movimiento feminista, de mujeres y disidencias del país, que tiene en Guernica una prueba determinante, en medio de una situación inédita. Nuestro feminismo, el feminismo socialista, está con ellas, con las mujeres de Guernica, para que su lucha triunfe. Si ellas ganan, todas estaremos más fuertes para pelear por nuestros derechos, por la emancipación de toda la humanidad.