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DEBATE EN LA COMUNIDAD EDUCATIVA. Daniel Brailovsky: "Es incongruente impulsar el regreso a las aulas, mientras se recorta el presupuesto educativo"

Entrevista a Daniel Brailovsky, docente, profesor universitario e investigador y formador y capacitador docente sobre el retorno a las clases presenciales.

Soledad Flores Periodista y escritora

Miércoles 27 de enero de 2021 10:08

Foto: Revista Saberes

La Izquierda Diario consultó a especialistas en la temática educativa, involucrados en el debate sobre el retorno presencial a las aulas que intentan implementar las autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de otras áreas del país.

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Daniel Brailovsky es doctor en Educación, Licenciado en Educación Inicial, Maestro de Nivel Inicial, Profesor de Educación Musical, Magíster en Educación con orientación en Gestión Educativa. También es profesor universitario, investigador, formador y capacitador de docentes. Ha escrito artículos sobre temas de Nivel Inicial, Pedagogía, así como participado de muchos encuentros y congresos.

¿Cómo ves el debate abierto sobre la vuelta a la presencialidad?

Como sucede muchas veces en los debates públicos, el asunto se nombra de un modo genérico (“la vuelta a la presencialidad”) pero eso no significa lo mismo para todos. El significante se despliega luego en un abanico de significados para distintos grupos sociales. Dicho de otro modo: hablar de la vuelta a los edificios escolares resuena de distinta manera - y resulta importante por distintos motivos - según quién lo diga. Desde ya que para las y los estudiantes regresar a las aulas es retomar un proyecto de vida, que siempre está unido al proyecto formativo, y la escuela representa un lugar de pertenencia fundamental para niñas, niños y jóvenes. Incluso con los esfuerzos que han hecho las instituciones por seguir estando presentes para las chicas y los chicos, el tiempo y el espacio específicos que la escuela brinda en sus edificios es difícil de sustituir por dispositivos digitales y los chicos son los que mejor entienden (y quienes más sufren) esa distancia insalvable.

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A nivel familiar, además, hoy tenemos más claro que nunca que los tiempos escolares hacen girar a su alrededor un montón de otros tiempos: laborales, familiares, comunitarios. La vida escolar de los chicos organiza y marca el ritmo, en muchos sentidos, de la vida social. Para los docentes, por otro lado, volver a la presencialidad es volver a darle forma a un oficio que se desdibujó, se intensificó, se desparramó de maneras insospechadas durante el año pasado.

Para los políticos, ya sean funcionarios o dirigentes de cualquier fuerza, y cuyas declaraciones ocupan mucho lugar en los medios de comunicación, el regreso a la presencialidad parece haberse convertido en un botín.

Ahora bien: para los políticos, ya sean funcionarios o dirigentes de cualquier fuerza, y cuyas declaraciones ocupan mucho lugar en los medios de comunicación y marcan de alguna manera el ritmo de este debate tan mediatizado, el regreso a la presencialidad parece haberse convertido en un botín, en un artilugio discursivo, en una forma de ganar ventaja frente a los oponentes, y las razones diversas y valiosas para volver se terminan tergiversando un poco. Y termina confundiéndose qué es lo que le toca a cada uno en esta expresión de deseo conjunta de retomar la presencialidad.

¿Qué te parece el protocolo propuesto en la Ciudad de Buenos Aires?

La idea de realizar una tarea "con protocolos" es de por sí demasiado amplia como para aplicarla sin distinciones a los teatros, las heladerías y las escuelas como si se tratara del mismo asunto. Ese saber situado y específico que tiene cada comunidad educativa y cada equipo docente debe ser, me parece, la bisagra fundamental para articular el regreso a la presencialidad. Hay escenarios muy diferentes, tanto por la edad de los chicos como por las características de cada edificio. Veo bastante problemática la cuestión en la Ciudad de Buenos Aires, dado el enorme apuro que parece haber por adelantar el calendario y regresar lo antes posible para “ganarle” a otras jurisdicciones: a esto me refería cuando hablaba del botín político que la presencialidad representa para muchos dirigentes. Los equipos docentes saben mucho de esto, y no se los está escuchando demasiado. Son ellos quienes están muy acostumbrados a gestionar tiempos y espacios,y saben mejor que nadie cómo manejar grupos y subgrupos, espacios y subespacios, redefinir roles y alternar tareas.

Veo bastante problemática la cuestión en la Ciudad de Buenos Aires, dado el enorme apuro que parece haber por adelantar el calendario y regresar lo antes posible para ’ganarle’ a otras jurisdicciones.

Cuando la ministra de educación porteña, por ejemplo, dice públicamente que los docentes podrían funcionar rotativamente entre los distintos grados (una opción bastante impracticable en la mayoría de los casos) podemos ver lo que pasa cuando alguien que no sabe cómo funciona una escuela toma argumentos descontextualizados para que el gran público desestime las dificultades prácticas de organización de este retorno. Lo que le toca al Estado es garantizar el derecho a la educación, proveyendo todas las condiciones de infraestructura necesarias para que los docentes hagan lo que saben hacer, en estas difíciles condiciones.

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Creo que el primer paso de un regreso cuidado es dar responsabilidad de decisión y recursos específicos a las escuelas para que organicen el regreso de una manera adecuada, en los casos en los que esto sea posible, y ampliar la opción virtual, dado que es probable que existan idas y vueltas. Sabemos además que hay muchas escuelas en la ciudad que no cuentan con un espacio físico adecuado para organizar una escolaridad llena de protocolos. Todo este tiempo (en el que en CABA se ha dedicado mucha energía y recursos a otras cosas) lamentablemente no fue debidamente aprovechado para adecuar los espacios, ni para formar personal específico en las tareas que ya se sabía que deberíamos afrontar en un regreso a la presencialidad.

¿Qué condiciones pensás que deberían darse para una vuelta segura a clases?

Me parece más o menos obvio que debe haber una articulación estrecha entre el campo pedagógico y el campo de la salud. Los educadores debemos proponer dispositivos interesantes y creativos para reunirnos de distintas maneras con las y los estudiantes, y para desarrollar las actividades escolares dentro de las posibilidades de cada comunidad educativa. Y los médicos, los infectólogos, los epidemiólogos, deben poder decir si esos dispositivos generarán o no una tragedia sanitaria, si esos ingenios didácticos se convertirán o no en trampas mortales.

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Vivimos tiempos extraños en los que no sólo una clase o una actividad deportiva, sino incluso un simple saludo o un mate compartido, pueden convertirse en detonadores de la enfermedad o incluso la muerte. Hemos visto el rebrote que siguió a las reuniones de Navidad y Año Nuevo, y eso nos obliga a ser muy responsables en el regreso a los edificios escolares. Entonces lo que digo, y lo hago desde la pura opinión, porque no entiendo de epidemias, es que sería bastante sensato organizar lo pedagógico bajo la supervisión de lo sanitario, lo que probablemente implica una vuelta a la presencialidad de la mano de la vacunación y con una vigilancia muy minuciosa sobre sus efectos a nivel epidemiológico.

A diferencia de otras actividades, como los bares o las plazas, las escuelas mueven a muchos millones de personas en forma simultánea e inciden de un modo muy fuerte y directo sobre la movilidad en la calle, el uso del transporte.

A diferencia de otras actividades, como los bares o las plazas, las escuelas mueven a muchos millones de personas en forma simultánea e inciden de un modo muy fuerte y directo sobre la movilidad en la calle, el uso del transporte (una parte importante de las políticas educativas siempre ha sido la cuestión del transporte escolar), entre otras cuestiones. Y por otro lado, hay una serie de actividades escolares en las que es difícil imaginar la aplicación estricta de protocolos, especialmente cuando se trata de actividades físicas y artísticas que demandan mucha movilidad, o en el nivel inicial.

De más está decir (de nuevo) que la función principal del Estado en todo esto es la de trazar grandes lineamientos y proveer las condiciones generales de infraestructura. Y aunque resulte obvio, cabe recordar que es bastante incongruente (aunque en esta ciudad suceda) impulsar el regreso a las aulas, mientras se recortan todos los aspectos fundamentales del presupuesto educativo, incluyendo la mejora de los edificios y la provisión de insumos tecnológicos, puntos claves en esta pandemia.

¿Qué análisis harías respecto del abordaje mediático sobre la situación docente en este debate?

El tratamiento público del tema ha sacado a la superficie la mirada social que se tiene de las escuelas y los docentes. Yo subrayaría dos cuestiones problemáticas. La primera es la siguiente: después de años en los que los referentes de la derecha no se han cansado de repetir que los docentes son vagos, que no quieren trabajar, que viven haciendo paro, que no saben nada, que son viejos y pobres ¿por qué no iban a convencer entonces a la opinión pública de algo tan ridículo como que hay que volver corriendo a las aulas en medio de una epidemia, lo antes posible, haya o no vacunas, existan o no espacios adecuados y recursos suficientes? El problema, desde ese punto de vista, no es salvar vidas ni conjugar políticas ni destinar recursos, sino torcer la supuesta vagancia de los docentes. Así logran que mucha gente, en lugar de pensar la cuestión en su complejidad, se compre el discurso del docente vago y piense: “dale, que vayan a laburar”.

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El segundo asunto tiene que ver con el poco lugar que se le ha dado a la voz de los docentes. Y no me refiero a los dirigentes sindicales, cuyas declaraciones circulan, aunque siempre subrayadas en los aspectos más combativos, sino a la voz de las y los maestros de a pie, los que al momento de retomar las actividades presenciales serán los grandes protagonistas, los mayores responsables, los que aporten las ideas y le pongan el cuerpo al asunto.

Se debería escuchar mucho más lo que las maestras y maestros tienen para decir, qué cosas pueden hacerse y cuáles no, cuáles son las mejores maneras de organizar una escolaridad bimodal.

Creo que se debería estar escuchando mucho más lo que las maestras y maestros tienen para decir, qué cosas pueden hacerse y cuáles no, cuáles son las mejores maneras de organizar una escolaridad bimodal, qué insumos son necesarios, etc. Son quienes saben de esto, y resulta curioso que el debate público mediatizado no esté focalizándose un poco más en lo propiamente pedagógico.