Para el kirchnerismo Alberto Fernández sería el mal menor frente a la AEA. El nuevo malmenorismo postula reconstruir la burguesía nacional, reconociendo la legalidad de la deuda externa como medio para lograrlo.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Miércoles 29 de julio de 2020 00:19
Foto: Telam - Walter Díaz
La legitimad política del gobierno de Alberto Fernandez se construye sobre la base de haber sido concebido como el “mal menor” frente al macrismo. Un “mal menor” sigue significando un “mal”, por lo tanto lo inhibe como fuerza de cambio, porque todo su horizonte se reduce, de funcionar, a que el “mal” no sea tan virulento como sería en manos de otro agente.
Veamos cómo lo planteaba el marxista italiano Antonio Gramsci:
“El concepto de mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa o, si ésta ya existiese, a reforzarla”.
Los casi 8 meses de gobierno de Alberto Fernández: corroboran la definición; su actitud ante los reclamos de las patronales durante la cuarentena, los 15 mil millones de dólares demás que ofreció a los bonistas para cerrar un acuerdo por la deuda externa y el reconocimiento de su legalidad, la vista a un lado frente al gatillo fácil policial y sus representantes políticos en las provincias.
Un movimiento regresivo donde la fuerza antitética capitula a la fuerza eficiente de a poco. La cita del pensador comunista es una descripción de la dinámica del actual peronismo en el poder.
La evolución del malmenorismo
La construcción de Fernández como “mal menor” respondía al hecho de que durante la segunda parte del mandato de Cristina Fernández de Kirchner y gran parte del gobierno de Mauricio Macri, fue señalado como un agente de las corporaciones. En el 2017 fue el operador del armado de Florencio Randazzo que le birló la victoria a CFK sobre Esteban Bullrich en la provincia de Buenos Aires. Se dijo en aquel momento que se necesitaba de una coalición amplia para derrotar a la derecha y fue esto lo que llevó al vecino del barrio de Puerto Madero hasta la fórmula Fernández-Fernández.
Recordemos que la campaña del Frente de Todos se centró en una cuestión fundamental y fue su promesa de renegociar una reestructuración de la deuda externa, que hasta ese momento desde el kirchnerismo y las usinas progresistas se denunciaba como ilegal y fraudulenta. Contra los endeudadores seriales de la derecha liberal, el peronismo levantaba el malmenorismo de ser pagadores seriales, como habían sido Néstor y Cristina Kirchner durante sus gobiernos.
Antes del estallido de la pandemia (parece como si hubiera pasado un siglo) las dos primeras votaciones claves impulsadas por el nuevo gobierno fueron ajustar las jubilaciones y votar la ley de Restauración de la Sostenibilidad de la Deuda Pública Externa, que habilitaba al ministro Martín Guzmán para iniciar la negociación con los bonistas y el FMI.
Con la llegada del COVID-19 el Gobierno apeló a una cuarentena sin GPS, acompañada de un gran programa de rescate a las patronales y una inversión mucho menor en política sanitaria y el IFE de 10 mil pesos para ayuda social a los trabajadores infromales. Al poco tiempo, después de proclamar la unidad nacional contra el coronavirus, las patronales comenzaron a despedir y exigir suspensiones y rebajas salariales, que fueron debidamente aprobadas luego del acuerdo UIA-CGT.
Como el discurso de la derecha tomó para sí la defensa brutal de la salud económica contra la salud de la población, al mejor estilo Donald Trump y Jair Bolsonaro, el discurso del mal menor comenzó a señalar que Alberto Fernández y la cuarentena sin GPS, eran mejor que Bolsonaro o Piñera de Chile para administrar la cuarentena o que las rebajas salariales y suspensiones eran mejor que perder el empleo. El grupo Techint fue tildado de miserable, hasta que se habilitaron los despidos que realizaba a pesar del decreto de prohibición de los mismos durante la pandemia. Fue en este breve período donde el presidente ensayó un discurso de que es necesario otro capitalismo no neoliberal, sino inclusivo. El kirchnerismo se entusiasmó con una ley de impuesto a las grandes fortunas que hoy duerme el sueño de los justos, en los despachos del Congreso.
Con el caso Vicentín como caso testigo, el progresismo sostuvo que la expropiación ell Estado iba a regular el comercio de granos y garantizar la soberanía alimentaria (olvidando que había un salvataje de la deuda empresaria). El rápido arrugue frente a la burguesía agraria y las patronales que pusieron el grito en el cielo por la violación de la propiedad privada, dejó toda expectativa enchastrada en el fango.
AEA, el mal menor del acuerdo con los bonistas y el gobierno en disputa
La nueva reconversión del mal menor es un producto de otra pequeña capitulación, como es el hecho de haber tenido que flexibilizar la cuarentena para que se reinicie la actividad económica, disparando el pico de contagios. Esto se podría haber evitado si se afectaban los intereses de los grandes capitalistas para aumentar y centralizar los recursos durante la crisis. El otro factor es el inicio de los roces dentro de la coalición oficial. La discusión se centra en la reconstrucción económica pospandemia. El nuevo enemigo señalado es la Asociación Empresaria Argentina, de la cuyo seno el kirchnerismo rescata a Luis Pagani de Arcor. Recordemos que la AEA es la sucesora del Consejo Empresario Argentino que en 1976, presidida por José Alfredo Martínez de Hoz, e integrada por la mayoría de las empresas que se reunieron en Olivos, fue impulsora, partícipe y beneficiaria del golpe genocida.
En esta nueva etapa la concepción del mal menor se complejiza, porque se complementa con la teoría del gobierno en disputa. Para el kirchnerismo, si hasta ahora el gobierno era el mal menor, era también porque constituía un campo de disputa posible de políticas alternativas. La reunión del 9 de julio con la AEA encendió la contienda ideológica en el seno de la coalición. Luego del tuit de CFK la nota de Alfredo Zaiat y su reivindicación de una coalición social con el empresariado mercadointernista, comenzó el debate. El presidente intentó zanjarlo invitando a una nueva reunión a las representantes de las Pymes y a Hugo Yasky de la CTA y Héctor Daer de la CGT. Esto fue celebrado por el kirchnerismo como una enmienda del error original.
La AEA se reunió con la cúpula de la CGT para presentar un pliego de demandas al Gobierno, en la que los trabajadores no existen y todo se reduce a los pedidos del gran empresariado de llegar a toda costa a un acuerdo con los bonistas. En este punto el kirchnerismo volvió a cerrar filas en el Frente de Todos con otro tuit de CFK apoyando la última oferta del ministro Guzmán a los bonistas que, recordemos, mejoraba la propuesta original a favor de los buitres en 15 mil millones de dólares.
La legalidad de la deuda externa
El nuevo mal menor es entonces negociar con los bonistas y el FMI. Recordemos que en el primer semestre del año se han pagado 280 mil millones de pesos a los acreedores extranjeros en concepto de intereses de la deuda, incluso estando en plena pandemia. En palabras de Alfredo Zaiat el conflicto se resume así:
“La reestructuración de la deuda en default de Macri, que está transitando el último tramo de negociación, es la pieza relevante y más notoria de la tensión estructural acerca del proyecto económico en disputa. Un camino es intentar el complejo que propone el desarrollo nacional con inclusión social. Otro ofrece una economía subordinada y proveedora mundial de materias primas con fragilidad laboral y social. El último comunicado de AEA deja en evidencia que a ese club de dueños de grandes empresas no le interesa la expansión del mercado interno ni la reconstrucción del mercado de deuda en pesos. Estos dos objetivos próximos son postulados por el equipo económico liderado por Martín Guzmán, que tiene la salida del default de Macri como precondición para desplegarlos en plenitud para financiar la pospandemia y comenzar la reparación del tejido productivo, laboral y social”.
La deuda externa argentina se incrementó en más de 100.000 millones de dólares en el gobierno de Cambiemos, para llegar a 323.065 millones de dólares al final de su mandato. La propuesta presentada por Guzmán ante la Comisión de Valores de los Estados Unidos (SEC) acepta poner la suerte del acuerdo sobre la deuda pública bajo legislación extranjera. Paralelamente propone que el Congreso de la Nación sancione un proyecto de ley para reestructurar la deuda pública en moneda extranjera bajo ley argentina, en condiciones equitativas al canje propuesto para la deuda en moneda extranjera bajo ley extranjera. Es decir que para cerrar el acuerdo, se busca someter a la ley local a los parámetros de los tribunales imperialistas. Garantizan así a los buitres las condiciones jurídicas del saqueo de una deuda odiosa, ilegal tal como la declara el fallo Bellesteros e ilegitima porque fue utilizada para financiar la fuga de capitales de los grandes bancos y empresarios de la AEA.
Mal menor y sumisión al gran capital y el imperialismo
El peronismo siempre fue defendido por “izquierda” como un frente nacional policlasista contra el imperialismo, para conquistar la independencia nacional y la justicia social. La idea trata de cronvencer a los trabajadores que hay que fortalecer a una supuesta burguesía nacional, para que a partir de su crecimiento la Nación se libere.
Como reconoce Horacio Verbitsky sobre el relato peronista:
“Los discursos de Perón y de Evita sobre la oligarquía terrateniente eran incendiarios, lo mismo que las amenazas presidenciales a los opositores con consignas tremendas como el 5×1. Pero más allá de las expropiaciones a los Bemberg, los Pereyra Iraola y los Gainza, las muy razonables políticas de su gobierno hacia el sector se parecieron más a las del laborismo británico y el New Deal estadounidense que a la reforma agraria de Fidel Castro (…)
El balance histórico del peronismo muestra que la subordinación a la burguesía por los trabajadores abrió siempre las puertas al imperialismo y los gobiernos reaccionarios
Podés leer: Perón y la teoría del "gobierno en disputa"
Podés leer: Perón y la teoría del "gobierno en disputa"
En los términos de cómo está planteado en la actual etapa el malmenorismo es un abandono de toda pretensión de enfrentamiento con el imperialismo y de luchar por la soberanía nacional. El planteo de acordar con los bonistas lleva a que el costo de la crisis sea pagado por el pueblo pobre y trabajador:con reforma previsional, laboral, destrucción del poder adquisitivo del salario, degradación aún mayor de la infraestructura sanitaria y de la educación publica. Este objetivo es compartido por todos los sectores del empresariado.
Cuando Alberto Fernández habla de que el neoliberalismo no va más y hay que ir a otro capitalismo, en medio de una de las peores crisis capitalistas de la historia, está hablando precisamente de salvar a los capitalistas como prioridad. Las discusiones del kirchnerismo sobre qué sector de la burguesía debe ser prioritario para el Estado es sobre la base de aceptar los mecanismos de expoliación y sometimiento nacional. Sumemos la capitulación a discutir el impuesto a las grandes fortunas, y ni qué hablar la oposición abierta a cualquier planteo de nacionalización de la banca y el comercio exterior, incluso para que las Pymes accedan a créditos baratos y no sean barridas por la invasión de productos manufacturados del capital extranjero, hablan de lo vacío del discurso malmenorista. Una suma de pequeñas capitulaciones que encarna un movimiento regresivo que allana el camino para que la derecha levante cabeza.
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.