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35° Encuentro. De San Luis al Oeste GBA: “Me voy con una batalla ganada y una lucha para cambiar este sistema”

Algunes viajaron por primera vez, otres luego de 2 años sin Encuentros reafirmaron la experiencia colectiva de lucha. Risas, enojos, anécdotas, aprendizajes, opiniones, emociones. ¿Qué dejó el Encuentro en San Luis? artistes, docentes, cooperativistas, estudiantes nos cuentan la huella que les dejó y cómo vuelven para seguir organizando esta gran fuerza junto a Pan y Rosas.

Miércoles 12 de octubre de 2022 22:38

Charlas, intercambios y actividades para que ningune se quede sin viajar, invitar a amigues, compañeres de estudio y trabajo. ¡Llegó el día! Encontrarnos en el local y esperar el micro para encarar lo que para muches de quienes salimos desde La Matanza, Merlo y Morón era la primera experiencia viajando a un Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidades.

Estudiantes secundaries, docentes, universitaries de la UNLaM y UNaHur, cooperativistas, mujeres que pelean por tierra y vivienda, jubiladas, trabajadores de la salud y del Posadas, estatales, jóvenes precarizades y terciaries compartimos un fin de semana, y también una importante pelea para desenmascarar las verdaderas realidades y necesidades de las grandes mayorías, esas que se viven profundamente en el conurbano bonaerense. No se puede tapar el sol con el dedo, y por eso, en cada taller, en cada plaza y en cada calle les compañeres con nuestras remeras violetas de Pan y Rosas, pero con cientes de compañeres más lo denunciamos y propusimos una salida propia. Todes y cada une sintiéndose parte de la experiencia, de la pelea y de nuestra agrupación Pan y Rosas/FITu.

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Mile, estudiante de secundaria, viajó por primera vez a un encuentro. Con palabras que emocionan, nos cuenta que aún no pudo asimilar todas las emociones de lo que vivió y experimentó. Pero sí nos cuenta que reafirmó convicciones: “Escuchar a las compañeras que luchan todos los días, para llevar un plato de comida a los chicos es muy fuerte. Se mostró un gran enojo, una gran indignación frente al ajuste del gobierno y también aprendí, dentro de tantas cosas, que por ahí pensaba pero reafirmé, que hay que ponerle nombre a los culpables, hay que ponerle nombre a quienes están arriba. Porque hay muchos que decían "no, los que están arriba ajustan". Pero... ¿quiénes están arriba?, ¿quiénes son los culpables de llevar adelante un ajuste para pagar al FMI, en este caso? Me hizo reflexionar un montón de cosas.”

Parte de esas mujeres, que son un gran ejemplo de lucha son las de Guernica, que recorrieron los talleres contando su pelea con gran valentía. Mile ya las conocía, pero fue distinto: “Hablaban de lo que fue la toma de Guernica, la represión que sufrieron. A mí, personalmente, esa experiencia me emocionó muchísimo porque me quedé dura escuchándola, y me puse a llorar. Una de las primeras veces que quebré, la última fue escuchando a Myriam al final, y es muy fuerte escuchar en carne propia eso, es fuertísimo. Te da ganas de seguir peleándola, por ella, por las compañeras de Guernica, por las compañeras de otras tomas que conocí en el mismo Club donde nos quedamos, gente laburadora, fuerte, gente que se levanta todos los días, que realmente me hizo confirmar que al gobierno no le importan nuestras vidas, le importa la plata.”

Con esa fuerza particular de les secus, Mile que se organiza en Merlo, nos deja otro pensamiento que cultivó con fuerza también en el encuentro: “hay que pelearla, por una salida, por una salida mejor, que en mi caso creo que la salida es por izquierda. Me llevó muchos aprendizajes, compañeras increíbles, y mucha fuerza y organización sobre todo. Un encuentro hermoso.”

Gladys vive en Hurlingham, es enfermera y se organiza en Morón en las asambleas abiertas que impulsamos. Participa hace un tiempo de distintas actividades, y previo al encuentro, nos iba contando con mensajes cómo iba su preparación, cómo se había peleado con su jefe, el patrón, para pedirse los días y ser parte de la experiencia. Siempre difundiendo y contando las propuestas. No podía ser de otra manera: llegó del encuentro y contó que le había transmitido la pelea que dimos a su hija, quien nos apoya en la lucha. “En el taller que participé fueron amplios los temas que se tocaron, no solo de la salud, sino también por las mapuches, sobre las trabajadoras que tienen sueldos bajos, sobre la explotación y el maltrato a la mujer, fue bastante amplio”.

Y agregó una denuncia no menor, porque es parte de lo que los grandes medios de comunicación quieren tapar, aunque mujeres y diversidades hayamos copado cada esquina de San Luis: “Es la primera vez que voy, me encantó la movilización, la lucha, que fue masiva porque fueron de todas las provincias, y ojalá que nos hagamos oír, que se nos escuche, y lástima que no hubo mucho medios de comunicación para que salga en la televisión”.

Ruth es parte de las mujeres que pelean por tierra y vivienda en La Matanza, en el barrio Los Ceibos de González Catán. Junto a sus compañeras cuenta también la experiencia vivida y el “click” que hizo, y del que ya no quiere volver atrás: “Yo les dije ¿Sabes por qué yo soy de la izquierda?. A mí ellos me enseñaron a pelear por lo que yo y montones de mujeres necesitamos. No me voy a olvidar nunca de lo que yo decía, los políticos son todos iguales, pero no. Esa era la única política que yo conocía, hasta que los conocí a ustedes, y después solos se van a enamorar. Es un antes y un después, eso es verdad. Yo estaba resignada, y después vi la pelea del neumático, lo de las mujeres peleando en cada taller, el de la chica Peque de MadyGraf. Ese día, y un montón de cosas, me hicieron saber que estaba del lado correcto. Ustedes son una familia para mí. Yo ya cambié, no hay vuelta atrás: para mí la izquierda es lo que está bien. Todo por convicción, lo sienten, estan ahí y orgullosos del partido donde estan, y de decir lo que esta mal. Es todo una revolución en mí.” También, con bronca cuentan la pelea que dio en uno de los talleres donde participaron: “Conté nuestra experiencia del barrio en recuperación. Se hablaba que no había presupuesto, pero yo dije que sí hay presupuesto y plan, pero a nosotras nos dejan afuera. Nos siguen negando avanzar.”

Son parte de quienes en plena pandemia, y viviendo situaciones de violencia de género, lejos de la resignación y del “no se puede”, enseñaron a muches que la fuerza y la organización de las mujeres es imprescindible para la lucha. Parte de ellas son Kari y Adri que pelean por tierra y vivienda en el barrio Nueva Unión de Rafael Castillo. Con mirada determinante, sosteniendo su bandera con orgullo, recorren las calles de San Luis marchando por vivienda digna para todes, pero también en apoyo al resto de las luchas.

Muchas cosas que una no sabía; yo era la primera vez que iba y me gustó mucho porque había cosas que no sabía y aprendí de ahí un poco también. Nosotras fuimos más para escuchar un poco lo del barrio de acá, Nueva Unión, que es una toma que hace 3 años que estamos. Es una experiencia muy linda, la verdad es que estuve muy contenta y gracias a las compañeras y compañeros todo lo que hicieron para que pudiera viajar. Muy lindo todo.

Yo milito desde los 15 años, fui militante kirchnerista, peronista, nunca de la derecha. Pero nunca me sentí satisfecha de ningún movimiento que haya militado. Hoy es mi primer encuentro con la juventud del Frente de Izquierda y Pan y Rosas y siento como que me voy enriquecida”, nos cuenta Noemí, cooperativista de Morón Sur.

Ella ya había viajado algunas veces a los encuentros, pero este fue especial, se sintió en su lugar y no duda en decirlo. Siempre al frente y transmitiendo lo que opina, organizando y empujando para adelante: “Enriquecida porque hoy encontré un espacio donde militar, que sigue mi misma lucha. Este sistema de mierda que nos oprime, nos esclaviza y nos violenta todo el tiempo junto a gobiernos de turno. Así que me voy muy enriquecida con una batalla ganada, pero con una lucha larga para cambiar todo este sistema de mierda. Encontré mi espacio, me hace muy bien al corazón”.

Emi viajaba por primera vez también. Es secundarie de Merlo, y siempre anda con una sonrisa. Tiene en claro en qué lado de la mecha está, y fue parte de la juventud que, previo a viajar, apoyó y acompañó la lucha del neumático y a los laburantes de Pirelli: “El encuentro fue una re experiencia política y fue la verdad un orgullo ir con Pan y Rosas y pelear junto a mis compañeras en cada taller por la pronunciación y el repudio a la represión a las mujeres mapuche y peleando contra el ajuste; también junto a compañeras reivindicar la lucha del neumático y ponerla de ejemplo de que la unidad y la lucha de las y los trabajadores sirve y nos sirvió de experiencia de ver quienes son nuestres enemigues y quienes nuestres amigues”.

Marta, o Martita como la conocemos en Morón, tiene mucha experiencia. Ella militó desde los 14 años en partidos de izquierda y ha pasado distintas experiencias y momentos históricos duros. “Lo más lindo es ver a la juventud cómo se mueve, que no agacha la cabeza, que sale a luchar, al frente y no se calla. Y con Pan y Rosas se puede llegar a conseguir realmente lo que están reclamando los jóvenes, que es el derecho de ellos. Por sus derechos: en el estudio, abrir la mente al otro compañero, estar apoyándolo, del lado de la militancia. Porque con la militancia es de la única manera en que se sale adelante.” Su hermana, Norma, también milita desde chica. Es su primer encuentro junto a Pan y Rosas y nos comparte, entre chiste y chiste, volviendo en el micro: “Ver que los jóvenes se movilizan, no se quedan callados, no se quedan sometidos al gran monopolio y se rebelan está muy bueno. Muy buena la movilización, muy bueno el empuje que tiene cada joven.”

Cami es docente de Historia en La Matanza, se quedó “flashada” en palabras propias de la experiencia del encuentro, pero también de lo compartido con Pan y Rosas golpeando el desánimo que día a día quieren instalar como norma para cada vez aguantar más: “En los talleres se veían (exceptuando a las dinosaurias) ganas de compartir, construir en conjunto, eso es super valioso. Me quedé impactada también, para mal, de todas las maniobras y la burocratización, pero admirada de cómo se va de a poquito desmoronando todo ese aparato. Nunca me sentí tan segura en un evento tan masivo y creo que la diversidad de voces estuvo muy piola. Volviendo a Pan y Rosas quedé enamorada de la movida, de verlas haciendo todo a pulmón, con un amor y un empuje zarpado. Verlas plantadas y con sus convicciones claras es hermoso.”

Parte de esa experiencia en común, de una pelea en conjunto, es lo que hace reflexionar a Adriana, que trabaja en la docencia también, que nos dice sobre los talleres: “Nos dimos cuenta que seguimos juntas, que podemos cambiar este sistema. Los talleres estuvieron, en mi experiencia, muy flojos para denunciar lo que es el gobierno y el ajuste que nos vienen dando, pero eso fue fundamental como dijo Myriam Bregman, que pudiéramos estar las mujeres de Pan y Rosas para poder denunciar eso, y cuando una denunciaba nos apoyaban.”

Griselda también es docente. Cuenta cómo con los encuentros se mueve algo, se transforma y se va registrando al pasar los días: “Hoy siento que este encuentro fue especial porque ya mute, porque me permití disfrutar, porque tan de a poco me voy soltando, porque aprendí a confiar en les que me rodean, porque ahí en ese momento en ese lugar somos une con todes, porque me siento segura, porque no me siento juzgada.

Alicia, jubilada de Morón que trabaja cuidando niñes, con su siempre mirada cálida y poniendo la palabra justa en el momento justo, percibió algo similar: “Lleno de mujeres por todos lados, cada una con su problema, pero después en un momento fuimos una sola porque estamos todas por lo mismo. Pensando en que queremos que este sistema cambie, que este país sea distinto, que podamos darle un futuro a nuestros hijos, a nuestros nietos, a los jóvenes. Que la mujer pueda ser y hacer lo que realmente quiere y se sienta mujer."

Sara es cuidadora en Morón Sur, es la primera vez que viaja con Pan y Rosas, luego de años de organizarse con el peronismo en la zona. Aguerrida, y un tanto tímida como dice ella, aunque no se note, nos comparte su opinión sobre la experiencia: “Me voy muy contenta, muy satisfecha, y poder pelear al lado de ellas, de poner mi ideología y lo que yo quiero para nuestro país y nuestra gente. Un país igualitario, que todos podamos trabajar, que podamos tener nuestros derechos, que nuestros hijos puedan tener un pan en la boca desde el desayuno hasta la cena.” Matilde es la mamá de Sara, tiene 67 años, y no le permiten la jubilación. Trabaja cuidando “abuelos” como dice ella, y también estudia enfermería en la Universidad de Hurlingham. Cuenta que es para dejar un futuro mejor para sus 9 nietos, y que no se resignen a su derecho a la educación.

Es su primer encuentro también. “Me llamó mucho la atención ver tantas mujeres valientes. Es porque existieron mamás con hijos, abuelas, nietos, los chicos adolescentes dispuestos a hacer algo por nuestro país, por nuestras vidas mismas. Una madre tiene que luchar por sus hijos, para que el día de mañana no tengan esta forma que estamos viviendo nosotros, siempre pidiendo y pidiendo, y nunca pasó nada. Las mujeres ya no se tienen que callar, sus hijos les tienen que dar fuerza a hablar, a luchar, por el futuro de ellos. Porque nosotras no necesitamos una bolsita de mercadería, para un mes, un paquetito de medio para un mes, nosotros necesitamos trabajar.

Contando también la pelea desde Pan y Rosas por repudiar el ataque y detención a las mujeres mapuches, cuenta el impacto: “He visto a las madres, hermanas aborígenes con sus hijos en brazos. Son mujeres guerreras, valientes, porque esa clase de mujeres es lo que necesita la Argentina, para que en Argentina pueda haber un cambio. Basta de verseros, siempre nos prometen algo, pero nunca cumplieron. Son puros versos. Nosotras queremos hechos, y todo esto es porque no tenemos que callarnos, tenemos que avanzar y luchar por nuestros hijos y nietos. ¡Vamos mujeres guerreras, valientes!”

Desde cada taller, desde cada escuela, desde cada calle de San Luis, una misma pelea compartida. Volviendo a cada casa, barrio, lugar de trabajo y escuela regresamos con una misma convicción también: queremos el pan y también las rosas. Y como planteó Myriam Bregman: “Levantemos el puño bien alto, tan alto que podamos tomar el cielo por asalto”.