Durante la tarde del lunes falleció el operario de Dreyfus que cayó en una fosa que contenía agua a altísima temperatura y productos tóxicos.
Miércoles 9 de enero de 2019 20:57
Se trata de Fernando Peña de 35 años, oriundo de la ciudad de San Lorenzo, quien se encontraba el domingo pasado realizando tareas de desolventización (limpieza de conductos) en la planta perteneciente a Louis Dreyfus, en la localidad santafesina de Timbúes. Fue rescatado por sus compañeros pero a causa del contenido de la fosa, entre ellos hexano y diferentes ácidos, resultó con quemaduras en el 90% de su cuerpo. Fue trasladado en ambulancia al Hospital Británico donde pasó sus últimas horas.
Te puede interesar: Santa Fe: murió el trabajador que había caído en una fosa en Dreyfus Timbúes
Te puede interesar: Santa Fe: murió el trabajador que había caído en una fosa en Dreyfus Timbúes
Fernando no es la primera víctima de la desidia a la que las patronales, en acuerdo con las empresas, empujan a los obreros día a día. No fue hace mucho, más precisamente los últimos días del año 2017, cuando tuvimos que lamentar las muertes de Juan Castillo y Domingo Giménez. Ambos obreros de la ex-Nidera y actual COFCO fueron víctimas fatales de una explosión que causó además que otros 8 operarios queden en terapia intensiva.
Te puede interesar: Carta de una trabajadora de la salud por la muerte de Fernando en Dreyfus
Te puede interesar: Carta de una trabajadora de la salud por la muerte de Fernando en Dreyfus
Todas estas muertes y heridas se suman a la larga lista de las explosiones e incendios que mensualmente se viven en la enorme zona que regentean las corporaciones aceiteras al punto que los mismos operarios deben autoevacuarse y esperar lo mejor.
Te puede interesar: Explosión en la ex-Nidera: ya son dos las víctimas fatales
Te puede interesar: Explosión en la ex-Nidera: ya son dos las víctimas fatales
No se trata de casos aislados o de patrones malos y buenos. Tampoco de accidentes y tragedias, sobre todo porque son evitables, sino de ser considerados carne de cañón; mano de obra descartable que puede ser reemplazada al instante. Detrás de cada muerte obrera, de cada herida, hay familias enteras que pierden a un padre, una madre, un hijo o una hija y quedan desamparadas mientras los gigantes facturan millones de dólares, incluso cuando declaran estar en un periodo “de crisis”.
Para dimensionar más claramente, en 2018 las exportadoras de granos liquidaron en el país 20.219 millones de dólares. El monto es un 5,83% menor respecto de los 21.399 millones que habían ingresado en 2017, pero mucho más rendidor en moneda nacional. El escenario en 2019 será mucho mejor según las primeras estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario. Solo el complejo sojero facturará 18.000 millones de dólares, 3.000 más que en 2018.
Todas estas cifras fueron difundidas por la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), entidades que representan a un tercio de las exportaciones argentinas. Esta información cobra un sentido hasta primordial si se la relaciona con el último ranking de la revista Prensa Económica que sitúa a 7 de cada 10 de las empresas exportadoras con mejores números en suelo santafesino.
Ejemplo de esto es Cargill, que en 2017 facturó 324.000 mil dólares por hora de ganancia neta. Además, durante el transcurso del 2018, se atrevió no sólo a despedir 43 obreros y atacar con un lockout patronal a quienes la enfrentaron sino que salió, al mismo tiempo, a buscar pasantes en la Universidad Nacional de Rosario. Ayer fueron obreros en blanco, hoy contratados y mañana los y las estudiantes precarizados que no nos queda otra que estudiar y trabajar en las condiciones paupérrimas y letales que imponen los capitalistas.
Esto no tiene por qué seguir así. Ya sólo en el 2017 las estadísticas daban el aterrador número de 743 muertes anuales con otras tantas que no fueron informadas. El 2018 no sólo confirmó la tendencia sino que se coronó en noviembre con la muerte de Gabriel Palermo de 44 años, padre de dos hijas, en un “accidente” en Ternium-Siderar. El 2019 no pinta de ser diferente.
Con un presupuesto, votado tanto por el macrismo como por el peronismo, que no dejó área sin recorte, con las infinitas trabas que ponen los sindicatos y la vista gorda de los gobiernos, la única salida es la lucha.
Te puede interesar: Genocidio cotidiano: dos muertes obreras al día por el ajuste y las condiciones laborales
Te puede interesar: Genocidio cotidiano: dos muertes obreras al día por el ajuste y las condiciones laborales
Luchar por comités conformados por obreros y obreras que actúen allá donde los comités mixtos, con mayoría patronal, dejan pasar las violaciones a las normas de seguridad e higiene. Por la unidad de todos y todas las trabajadoras sin importar sector dentro de la fábrica, o rubro, ante la ofensiva de los gobiernos que impulsan recortes y reformas laborales. Como estudiantes echar de las universidades a las multinacionales que nos buscan para lucrar con nuestras vidas y hacernos presentes en la calle junto a la clase obrera.
Porque si algo está claro es que, si hay 2019, es de lucha y no tenemos otra cosa que perder más que nuestras cadenas.