En el último día de su gira europea, el presidente dio un breve discurso en la Conferencia por el Cambio Climático de las Naciones Unidas. Con un discurso “verde” al igual que el resto de los mandatarios, aprovechó la cumbre climática para reafirmar su reconocimiento y negociar la deuda fraudulenta con el FMI.
Martes 2 de noviembre de 2021 09:12
Foto: Minuto Uno
El presidente Alberto Fernández habló ante la Sesión Plenaria de la Cumbre de Líderes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), que se lleva a cabo en la ciudad de Glasgow, en Escocia. Allí, a pesar de la matriz extractivista y contaminante de Argentina, sostuvo un supuesto compromiso de poner a la acción ambiental en el centro de las prioridades.
A su vez Insistió con un canje de deuda por acción climática, reconociendo y mostrándose dispuesto al pago de la deuda al FMI que es ilegítima e ilegal, como el propio organismo reconoció y tal como desde la coalición política del presidente se denunció antes de ser gobierno.
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“La crisis sanitaria de la pandemia Covid-19 no hizo sino desnudar una crisis mucho mayor de insostenibilidad y desequilibrio que afecta al ambiente, la sociedad y la economía. Esta triple crisis amplió las brechas preexistentes, entre países y personas”, comenzó su alocución Fernández. “Se trata de compromisos tangibles, concretos. Como he manifestado en varias oportunidades, para avanzar con la agenda de transformaciones necesarias debemos crear fuentes de financiamiento innovadoras y nuevas reglas e incentivos globales. Debemos crear mecanismos de pagos por servicios ecosistémicos, canje de deuda por acción climática e instalar el concepto de deuda ambiental”, prosiguió mandatario argentino.
Y especificando su pedido, señaló que “es necesario aplicar la emisión de los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional (FMI) a un gran pacto de solidaridad ambiental, que incluya a los países de bajos ingresos y renta media, y que sirva para extender los plazos de las deudas y la aplicación de menores tasas”.
Más allá de las palabras bonitas tanto del presidente argentino como el resto de los mandatarios internacionales y de las grandes potencias económicas, en los hechos este tipo de cumbres no ha dado resultados significativos ni cumplido con sus objetivos propuestos. A modo de ejemplo, tras la Cumbre de París en 2015 se registraron los mayores incrementos en las emisiones de CO2 de la historia del capitalismo. A la vez, desde el Protocolo de Kioto en 1997 se han lanzado a la atmósfera el 50% de las emisiones totales de CO2 desde el inicio de la era industrial, y solo en los últimos siete años se emitió el 10%.
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El sexto Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) mostró que el acuerdo de París fue impotente: se indicó que la temperatura subió 1,1C desde revolución industrial y hay que evitar que llegue y supere los 1,5 C° a mitad del siglo, pero según las proyecciones, si no aparecen cambios significativos, el escenario sería de 2,7 C° más hacia fin de siglo; un escenario catastrófico. Otra muestra del carácter formal de este tipo de conferencias lo muestra el hecho que los países que integran el G20 han destinado cerca de 300 mil millones de dólares a nuevos fondos para la actividad de combustibles fósiles desde el comienzo de la pandemia de COVID19, por encima de lo que han destinado a energías limpias.
En el caso de Argentina, a pesar de las palabras de Fernández, en los hechos los gobiernos vienen implementando con mayor firmeza una matriz extractivista, de la mano de la megaminería contaminante, el fracking, el agronegocio a través del monocultivo y la defoerestación, y la producción industrial de cerdos, entre otras actividades que están en el vértice opuesto de una “economía sustentable”. Según datos oficiales, el país está entre los diez países con mayor pérdida neta de bosques en el período 2000-2015, los cuales tienen un papel central como sumideros de carbono. La región más afectada es el Parque Chaqueño.
A pesar de los discursos y compromisos formales de los líderes mundiales en la cumbre de la COP26, el cambio climático está determinado por los intereses económicos de las grandes potencias imperialistas que cuidan las ganancias multimillonarias de las empresas de energía y las industrias que contribuyen con sus producciones al calentamiento global. Por ese motivo, estas convenciones no van más allá de las palabras y compromisos, sin modificar lo sustancial de las economías centrales, que son las que tienen la mayor responsabilidad en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Redacción
Redacción central La Izquierda Diario