En las últimas semanas, los medios de comunicación afines al gobierno y responsables de su blindaje mediático se hicieron eco de la criminalización de la protesta que mantiene el discurso oficial tildando de violentos a los trabajadores que se manifiestan en la legítima defensa de su puesto de trabajo. Sin embargo, a la hora de resguardar los intereses de la burguesía la violencia la ejerce el Estado.
Martes 25 de julio de 2017
Desde la llegada de Mauricio Macri al poder se incrementó la cantidad de despidos quedando más de 200.000 de trabajadores sin empleo más las suspensiones laborales cercanas a 130.000, además del incremento de la precarización laboral que opera como mecanismo de extorsión de los trabajadores que aún pueden conservar su empleo.
En las últimas semanas, los medios de comunicación afines al gobierno y responsables de su blindaje mediático se hicieron eco de la criminalización de la protesta que mantiene el discurso oficial tildando de violentos a los trabajadores que se manifiestan en la legítima defensa de su puesto de trabajo.
Hace pocos días cobró notoriedad el caso de Pepsico, empresa que despidió a 600 trabajadores, quienes se mantuvieron en la fábrica para resguardar sus puestos de trabajo y donde la respuesta del gobierno fue el envío de cerca de 600 gendarmes para desalojar y reprimir, en la localidad bonaerense de Florida, Vicente López.
Casos similares a los de Pepsico fueron los de Grupo Cencosud con más de 100 despidos y la empresa Wallmart que desafectó a 51 trabajadores en Avellaneda.
Como si esto fuera poco, el gobierno mira atento la reforma laboral llevada a cabo por Temer en Brasil y que se especula Macri llevaría a cabo una réplica en el país luego de las Elecciones.
Los salarios que en Argentina se abonan de manera mensual según la nueva ley de Brasil ahora –en aquel país- será producto de una negociación entre empleado y empleador determinando que el pago podrá ser diario o en base a horas, se creó la figura de trabajo “intermitente”, la indemnización deja de estar determinada por el salario, y se aprobó la jornada laboral de 12 horas.
Mientras el discurso oficial en nuestro país sólo habla de violencia por parte de los sectores oprimidos: despedidos, precarizados, trabajadores suspendidos, lo cierto es que la violencia la ejerce el Estado encarnado en Macri.
La violencia del Estado a través de su aparato represivo y sus mecanismos de criminalización y persecución no son casuales, el Estado es un árbitro que defiende los intereses de la clase dominante, la burguesía, y fue creado para fallar a favor de sus intereses.
Como señala Vladimir Lenin en “El Estado y la Revolución”: “EI Estado es el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. (…) El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.”. Por este motivo el aparato represivo se forja de instrumentos de dominación de la fuerza del Poder del Estado, convirtiéndose en un “arma de explotación de la clase oprimida”, como señala Lenin.
El Estado, por ende, es el Estado de la “la clase económicamente dominante, que con ayuda de él se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo así nuevos medios para la represión y explotación de la clase oprimida”.