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África. Después del boicot a las elecciones: ¿adónde va Argelia?

Luego de las elecciones del último jueves el movimiento popular Hirak está más vivo que nunca. ¿Qué contradicciones atraviesa el país magrebí para conquistar una salida acorde a las demandas populares?

Santiago Montag

Santiago Montag @salvadorsoler10

Lunes 16 de diciembre de 2019 13:17

Están por cumplirse 10 meses de movilizaciones en Argelia comenzadas el 22 de febrero del 2019. La primera oleada volteó al atornillado expresidente Abdulaziz Bouteflika que llevaba casi 20 años en el poder contra el intento de ir a una quinta reelección. Para esto fue fundamental que en marzo los trabajadores de la petrolera Sonatrach, ubicada entre las 10 más importantes del mundo, comenzaran una serie de huelgas de hambre y paros regionales, en apoyo al movimiento para obligar la renuncia de Bouteflika, a pesar de las amenazas de la patronal (estatal) prohibiendo las huelgas y de la burocracia de la UGTA ( Unión General de Trabajadores Argelinos) ligada al FLN (Frente de Liberación Nacional)

Gaid Salah, Jefe del Estado Mayor del Ejército, mano derecha del enfermo expresidente y máximo representante de los intereses militares-industriales tomó cartas en el asunto para controlar los daños causados al régimen. Por esto, desplazó a Bouteflika para reemplazarlo por Abdelkader Bensalah como Jefe del Estado Previsional. Perfilado como “hombre fuerte” en Argelia para negociar una transición se puso en campaña para ponerle paños fríos a un movimiento que mantenía a millones en estado de movilización permanente. Si bien hizo un purga de funcionarios ligados al círculo cercano de la familia Bouteflika, con estrechos negocios ligados al Estado y acusados de todo tipo de corrupción, con la campaña de “manos limpias”, la maniobra de Salah no tuvo efecto. La Hirak - “movimiento” en árabe, de carácter popular- se mantuvo firme en las calles exigiendo la “caída de todo el régimen”. Desde entonces, Argelia vive cada martes y viernes masivas manifestaciones y jornadas de lucha, combinadas con acciones desde los sindicatos con huelgas en salud, educación y del movimiento estudiantil.

Las masivas movilizaciones que rechazan al sistema político de conjunto, impidieron en dos oportunidades la realización de elecciones presidenciales. El régimen apostó al desgaste de la Hirak insistiendo en llevar a cabo las elecciones para revestirse de “democracia” y lograr una mínima legitimidad, combinando con represión a las protestas y encarcelando a manifestantes, referentes políticos y periodistas. Hasta el momento la cifra oficial es de 400 detenidos.

Para la Hirak, estas elecciones representaban un medio de regeneración del sistema político que gobierna desde la independencia del país en 1962. El movimiento exige el fin de este sistema y que todos los antiguos apoyos o colaboradores de los veinte años de presidencia de Bouteflika se vayan. Y de ahí es de donde provienen los cinco candidatos: Abdelaziz Belaïd, Ali Benflis, Abdelkader Bengrina, Azzedine Mihoubi y Abdelmajid Tebboune. El régimen vino apostando todas las fichas a la realización de las elecciones de este 12 diciembre, y movilizó a todas las fuerzas disponibles del aparato represivo y de sus redes clientelares para imponerlas a través de una “solución de fuerza”.

Boicot electoral y protestas masivas

A medida en que se acercaba la nueva fecha, las movilizaciones aumentaron acompañadas de huelgas escalonadas en distintos sectores, como los trabajadores de la salud, los de la educación con los docentes y estudiantes; incluso se plegó el Sindicato de Trabajadores de Energía que afecta a Sonatrach y Sonelgaz. Por otro lado, el pasado 30 de noviembre, la UGTA organizó una manifestación anti-popular en Argel para denunciar la injerencia de la Unión Europea por una resolución que expone la grave situación de Derechos Humanos en Argelia, pero también para apoyar el proceso electoral y al Ejército. Esa marcha de la central sindical oficialista solo fue acompañada por unos pocos cientos.

Durante la jornada electoral miles de personas salieron el jueves pasado a las calles de Argel y otras ciudades del país gritando “¡No votamos! ¡Queremos la libertad!” para denunciar las elecciones, que a los ojos de los argelinos fueron una total provocación. Al menos seis argelinos de cada diez argelinos no acudió a las urnas. La abstención superó todo récord. Mohamed Charfi, presidente de la Autoridad Nacional Independiente de las Elecciones (ANIE), brindó las cifras oficiales, mencionando que sólo el 39,93% del padrón votó el jueves. Esta tasa es la más baja de todas de la historia de Argelia, incluyendo la precedente que dio la victoria pírrica al depuesto Bouteflika.

Abdelmadjid Tebboune, ha ganado las elecciones con un resultado del 64% de los votos. A sus 74 años edad con una carrera dentro del círculo de poder, es famoso por haber sido desplazado del cargo de Primer Ministro por Bouteflika después de que Tebboune se hubiera presentado en una reunión con su par francés, Edouard Philippe, como sucesor natural del expresidente. Por otra parte su hijo fue arrestado en mayo en un caso de tráfico de influencias que involucra a varios altos funcionarios atrapados en un escándalo de contrabando de cocaína.
Tebboune es la gran apuesta del Ejército que celebró la victoria. Sin embargo, apenas algunos jefes de estado dieron su visto bueno a los resultados, con saludos tímidos desde Francia y España. Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron le exigió que iniciara de inmediato una mesa de diálogo con el movimiento de protesta.

Lo jornada de demostración de fuerza del hirak desafió con una manifestación masiva al fuerte despliegue policial. Decenas de miles de personas lograron inundar las calles del centro de Argel, a pesar de los vallados de la policía y la represión a cada intento de concentración. “Makache l´vote!” (¡No se vota!), gritaban los argelinos que al final de la tarde se volvían a sus casas antes de que la policía comenzara una masacre como lo hizo en ciudades como Kabilia y Tichy. Durante el día, un pequeño grupo de manifestantes logró introducirse en un centro electoral del centro de la ciudad, provocando una breve suspensión de la votación para evacuarlos. El gran logro fue la recuperación del símbolo de las protestas que derrocaron al expresidente, la Plaza Grand Post en la capital.

¿A dónde va la Hirak?

La Hirak es la expresión del hartazgo que viven millones argelinos por la agobiante situación de precariedad económica. El FLN luego de la independencia en 1962 mantuvo todos los lazos de sumisión al imperialismo francés, y luego al norteamericano con la apertura al FMI con los planes neoliberales. El país quedó atado económicamente al negocio de la renta petrolera, hamacándose junto al precio del petróleo en el mercado mundial. Incluso, en estos meses el Gobierno ilegítimo a través de un proyecto de ley de finanzas del 2020 reformará las pensiones en un plan de austeridad, así como una ley de hidrocarburos elaborada por las cinco multinacionales presentes en Argelia, que tiende a despojar al pueblo argelino de su riqueza nacional. Esto en el marco de una desocupación que alcanza al 11% de la población, con índices del 40% entre la juventud.

En respuesta, los jóvenes lideraron la Hirak durante 43 martes y viernes consecutivos, hundiendo al régimen en una crisis de hegemonía. Mientras, la UGTA se dedicó a dividir las jornadas de lucha en paros escalonados por sectores y pocas veces confluyendo con el movimiento de protesta, hasta que terminó por demostrar su total apoyo al régimen.

En estos momentos, Tebboune llamó a conformar una mesa de diálogo para negociar la liberación de los presos políticos, revisar la constitución y la ley electoral. Una maniobra para dividir a la Hirak, y apuntalar la posición del nuevo Gobierno. La fortaleza del régimen está en la debilidad de la Hirak, que hasta el momento ha demostrado una persistencia similar a la de los chalecos amarillos franceses, pero con un programa político muy limitado al “que se vayan todos”, y sin una salida concreta, incluso, muchos referentes hacen eje en que las manifestaciones deben ser pacíficas bajo el lema " silmya ("pacífico").

Ante las intenciones del nuevo Gobierno de profundizar los paquetes de medidas antipopulares y de austeridad, congelados durante el gobierno de Bouteflika, es necesaria la intervención de los trabajadores de Sonatrach y Sonelgaz, que manejan el 95% del PBI de Argelia. Una huelga general que enfrente estos ataques sistemáticamente, que barra a la burocracia de la UGTA como parte del gobierno pro-imperialista, que confluya con la combatividad de la Hirak, a través de la autorganización. Tomar el ejemplo de la región de Kabylia, que paró los puertos petroleros durante 3 días, es una necesidad a la orden del día. La generalización de una huelga política de masas puede marcar otro camino a los argelinos.


Santiago Montag

Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.

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