El día de hoy se celebra el Día Mundial del Sexo. ¿Por qué el 6 de septiembre?
Leah Muñoz @leahdanmunoz
Miércoles 6 de septiembre de 2017
Se eligió el 6 de septiembre como el Día Mundial del Sexo por la unión de los números del día 6 y del mes 9 (septiembre) formando el número 69 que tiene el significado de la posición sexual en la que ambas personas practican el sexo oral mutuamente, por eso al día también se le conoce como el Día del Sexo Oral.
La práctica del sexo como práctica humana no siempre se ha practicado de la misma forma así como tampoco ha significado lo mismo en los diferentes momentos de la historia ni en las distintas geografías.
De hecho las prácticas sexuales son producto de una regulación sociohistórica de lo que es socialmente permisible y posible hacer con el cuerpo. Así las prácticas sexuales que se consolidan como dominantes de alguna manera están impregnadas de valoraciones y normatividades sobre la forma en que lo sexual debe de darse como parte de una organización del mundo social.
Esto ha generado prácticas que se consideran normales o legítimas frente a las anormales e ilegítimas. También ha provocado el surgimiento y desaparición de distintas prácticas sexuales y tabúes que hoy podrían parecernos lejanas a nuestros contextos.
Por poner un ejemplo, hoy el sexo entre hermanos o padres e hijos es algo que nos parece lejano, impensable y desagradable pero que para los egipcios era algo socialmente permitido y promovido ligado a una organización de su mundo social en el intento de mantener la pureza de los linajes de las dinastías reinantes.
El mandato de la Iglesia sobre el sexo tuvo gran peso ideológico desde el feudalismo- y lo sigue teniendo en pleno siglo XXI aunque de forma distinta- para concebir lo que es natural en las prácticas sexuales y aquellas que debían ser aborrecidas. El sexo debía ser exclusivamente entre un hombre y una mujer en el matrimonio solamente para la reproducción sin importar si el placer mediaba en la relación sexual.
Este ideal del coito heterosexual concebido como esencialmente ligado a la reproducción fue la vara para rechazar el resto de las prácticas sexuales por no ser reproductivamente viables y por lo tanto no estar ligadas a la herencia de la propiedad privada en las familias burguesas. Sin embargo este ideal sexual y su moral se vieron cuestionados de forma generalizada con la comercialización de la píldora anticonceptiva que posibilitó en la práctica y en el imaginario social la separación de una díada supuestamente natural e insuperable entre sexo y reproducción que por mucho tiempo había sido el argumento de la “obviedad natural” de la función única del sexo.
Este pensar en el coito heterosexual por placer haciendo a un lado el mandato reproductivo, que tuvo su boom en los sesenta, se sumó a un conjunto de ideas que desde décadas anteriores venían promoviendo la noción de que no todas las prácticas sexuales debían girar alrededor de la reproducción y que más tarde desembocarían en el movimiento de la revolución sexual y por los derechos de la diversidad sexual.
Más allá del coito heterosexual
Si bien hoy podemos decir que las tecnologías anticonceptivas han hecho posible un pensar y una práctica del sexo en donde de forma extendida lo que prima es la búsqueda del placer y, en el caso de las mujeres, la posibilidad de decidir el embarazo; no obstante aún hoy nuestros imaginarios sobre sexo y placer siguen estando fuertemente arraigados a la práctica del coito heterosexual.
Esta lógica heterosexual del sexo centrada en el coito vaginal sigue considerando que el placer del sexo culmina y se realiza en la penetración vaginal, mientras subvalora el resto de las prácticas sexuales como objetivamente menos placenteras o como fetichistas, acortando los horizontes del sexo.
La sorpresa de esta lógica heterosexual se da cuando se encuentra con que distintas prácticas del sexo por placer no pasan por el coito vaginal sino que ese placer se realiza en otras gimnasias del sexo en donde entran en juego otras partes del cuerpo, otros ritmos y accesorios, otras corporalidades y otras fantasías.
Dentro de estas otras prácticas del sexo que rompen la lógica heterosexual se encuentra la práctica del sexo anal que es la fuente de placer para muchas personas tanto homosexuales como heterosexuales, o el sexo lésbico en donde el pene (muchas veces asociado a la fuente de placer de las mujeres) no figura como el generador del placer.
También las corporalidades no hegemónicas como las trans e intersex reinventan la lógica del sexo y del placer dado que rompen con la idea de lo que históricamente se ha considerado un cuerpo de mujer y un cuerpo de hombre, y por consecuencia las prácticas asociadas a ciertos tipos de cuerpos. (Cabe señalar que el caso de las personas intersex las intervenciones médicas no autorizadas sobre sus cuerpos muchas veces terminan cercenádoles la posibilidad de sentir placer sexual).
Todas las prácticas de sexo seguro en donde no hay penetración ni intercambio de fluidos corporales (semen, líquido preeyaculatorio, sangre y fluidos vaginales) también salen de la lógica del coito heterosexual. Y el sexo BDSM (Bondage y Disciplina; Dominación y Sumisión; Sadismo y Masoquismo) también formaría parte de estas formas de sexo alternativo no coitocentradas.
La diversidad de prácticas sexuales son vastas y se reinventan tanto como la imaginación pueda poner en juego la búsqueda del placer. Mientras la moral de la Iglesia persista en nuestra vida social seguirá siendo el corsé de nuestras mentes que limite nuestras fantasías y prácticas del sexo.