En esta conversación [1], que forma parte de la compilación de Escritos Latinoamericanos de León Trotsky publicada por Ediciones IPS en diversas ediciones, Trotsky y sus colaboradores abordan la cuestión de la revolución permanente en América Latina, la posición de la IV Internacional frente al gobierno de Lázaro Cárdenas, la situación de la clase obrera y la relación del Estado con los sindicatos y la política a seguir para desarrollar un partido revolucionario en México.
4 de noviembre de 1938
Trotsky: Varios camaradas nuestros han propuesto una discusión general sobre la situación política en México y en América Latina, en función del regreso del camarada Charles Curtiss [2]. Esta será una discusión de carácter general, con el único objetivo de informar a los camaradas sobre la situación.
Curtiss: Pasé los últimos días tratando de poner un poco de orden y de unidad en mis apuntes. Conozco mejor la situación de México que la del resto de América Latina.
Me parece que los camaradas en Puerto Rico, en Cuba, en México y en los otros países, hasta donde pude darme cuenta, abordan de manera muy mecánica los problemas de la revolución permanente. Toman una idea, la sacan de su contexto y pienso que esto es en parte el origen de las dificultades de las que ustedes escucharon hablar en la situación mexicana.
Ante todo, hay una incomprensión de la cuestión del salto por encima de las etapas. La literatura del movimiento revolucionario está redactada principalmente desde el punto de vista de los países industriales avanzados, y sólo comprendida a la luz de esos países. Así, por ejemplo, es como nuestros camaradas mexicanos comprenden esta cuestión de saltar por arriba las etapas. ¿Por qué en México no saltar las próximas etapas y llegar directamente a la de la revolución proletaria?
No se ha hecho ningún esfuerzo por considerar al movimiento desde el punto de vista de la realización de las tareas democráticas. No se tiene la costumbre de pensarlas de esta manera y se dio origen así a múltiples malentendidos e incomprensiones. Por ejemplo, es un verdadero problema en México, las relaciones entre la burguesía liberal y nuestro movimiento, la IV Internacional. Cuando se trata de corregir a los camaradas mexicanos, estos plantean la revolución permanente como una abstracción y retoman su cantinela: “El camarada Trotsky niega sus principios para México, porque quiere conservar su asilo”. No se expresa siempre así tan claramente, pero ese es el pensamiento de los camaradas.
Es fácil discutir contra esta idea utilizando el caso de China, ya que es muy similar. Nuestra actitud es en general idéntica en el caso de los otros países con problemas semicoloniales. Aquí los camaradas no leyeron particularmente y no están tampoco interesados especialmente en estos problemas. Lo que les interesa es lo que los golpea inmediatamente.
Hay que dar una explicación sobre las relaciones entre nuestro movimiento y el movimiento democrático general. Hay que poner el acento sobre el estudio de cada caso concreto. Por ejemplo, si el socialismo se realizara en EE. UU., sería posible para todos los países el saltar estas etapas intermedias. Hay que tomar en cuenta todas las circunstancias particulares y tratar de analizarlas en un lapso de tiempo más corto.
Trotsky: Sobre la cuestión de la revolución permanente en los países coloniales…
Curtiss: Un minuto más, si es posible: quisiera subrayar una cuestión suplementaria. La incomprensión de esta cuestión concreta por parte de los camaradas dirigentes provoca dificultades y obstáculos que nos vuelven prácticamente imposible en México abordar al movimiento de masas, al movimiento popular de forma general.
Trotsky: Sí, yo creo que el camarada Curtiss tiene razón. La cuestión tiene una enorme importancia y el esquematismo en la fórmula de la revolución permanente puede convertirse, y se convierte cada tanto, en extremadamente peligrosa para nuestro movimiento en América Latina.
Que la historia pueda saltar etapas, es evidente. Por ejemplo, si se construye un ferrocarril en las selvas de Yucatán, es saltar etapas. Esto a nivel del desarrollo americano de las comunicaciones. Y cuando Toledano [3] jura por Marx, también es saltar etapas, porque los Toledano de Europa, en tiempos de Marx, juraban por otros profetas. Rusia saltó la etapa de la democracia. No totalmente, la ha comprimido. Esto es bien conocido. El proletariado puede saltar la etapa de la democracia, pero nosotros no podemos saltear las etapas del desarrollo del proletariado.
Creo que nuestros camaradas, en México y fuera de él, tratan de manera abstracta, en lo que concierne al proletariado, e incluso a la historia en general, de saltear, ya no con las masas por encima de ciertas etapas, sino por encima de la historia en general, y sobre todo por encima del desarrollo del proletariado. La clase obrera de México participa y no puede más que participar en el movimiento, en la lucha por la independencia del país, por la democratización de las relaciones agrarias, etc. De este modo, el proletariado puede llegar al poder antes que la independencia de México esté asegurada y las relaciones agrarias reorganizadas. Entonces, el gobierno obrero podrá volverse un instrumento de resolución de estas cuestiones.
La sociedad latinoamericana, como toda sociedad –desarrollada o atrasada– está compuesta por tres clases: la burguesía, la pequeño burguesía y el proletariado. En la medida en que las tareas son democráticas en el amplio sentido histórico, son tareas democrático burguesas, pero acá la burguesía es incapaz de resolverlas, como lo ha sido en Rusia y en China.
En este sentido, durante el curso de la lucha por las tareas democráticas, oponemos el proletariado a la burguesía. La independencia del proletariado, incluso en el comienzo de este movimiento, es absolutamente necesaria, y oponemos particularmente el proletariado a la burguesía en la cuestión agraria, porque la clase que gobernará, en México como en todos los demás países latinoamericanos, será la que atraiga hacia ella a los campesinos. Si los campesinos continúan apoyando a la burguesía como en la actualidad, entonces existirá ese tipo de estado semi bonapartista, semi democrático, que existe hoy en todos los países de América Latina, con tendencias hacia las masas.
Estamos en el período en que la burguesía nacional busca obtener un poco más de independencia frente a los imperialismos extranjeros. La burguesía nacional está obligada a coquetear con los obreros, con los campesinos, y tenemos ahora al hombre fuerte del país orientado a la izquierda como hoy en México. Si la burguesía nacional está obligada a abandonar la lucha contra los capitalistas extranjeros y trabajar bajo su tutela directa, tendremos un régimen fascista, como en Brasil, por ejemplo. Pero allí la burguesía es absolutamente incapaz de constituir su dominación democrática, porque, por un lado tiene el capital imperialista, y por el otro, le tiene miedo al proletariado porque la historia, allí, saltó una etapa y porque el proletariado se volvió un factor importante antes que haya sido realizada la organización democrática del conjunto de la sociedad.
Incluso en estos gobiernos semi bonapartistas democráticos, el Estado necesita del apoyo de los campesinos y es gracias a su peso que disciplina a los obreros. Es más o menos lo que ocurre en México.
Ahora la IV Internacional reconoce todas las tareas democráticas del Estado en la lucha por la independencia nacional, pero la sección mexicana de la IV compite con la burguesía nacional frente a los obreros, frente a los campesinos. Estamos en perpetua competencia con la burguesía nacional, como única dirección capaz de asegurar la victoria de las masas en el combate contra los imperialistas extranjeros. En la cuestión agraria, apoyamos las expropiaciones. Esto no significa, entendido correctamente, que apoyamos a la burguesía nacional. En todos los casos en que ella enfrenta directamente a los imperialistas extranjeros o a sus agentes reaccionarios fascistas, le damos nuestro pleno apoyo revolucionario, conservando la independencia íntegra de nuestra organización, de nuestro programa, de nuestro partido, y nuestra plena libertad de crítica. El Kuomintang en China, el PRM en México, el APRA en Perú [4] son organizaciones totalmente análogas. Es el frente popular bajo la forma de un partido.
Correctamente apreciado, el Frente Popular no tiene en América Latina un carácter tan reaccionario como en Francia o en España. Tiene dos facetas. Puede tener un contenido reaccionario en la medida en que esté dirigido contra los obreros, puede tener un carácter agresivo [5] en la medida en que esté dirigido contra el imperialismo. Pero, apreciando el frente popular en América Latina bajo la forma de un partido político nacional, hacemos una distinción entre Francia y España. Pero esta diferencia histórica de apreciación y esta diferencia de actitud sólo están permitidas con la condición que nuestra organización no participe del APRA, el Kuomintang o el PRM, que conserve una libertad de acción y de crítica absoluta.
Hay que hacer también concretas las cuestiones de la toma del poder y del socialismo. La primera cuestión es la de la toma del poder por el partido obrero en México y en los otros países de América Latina. La segunda es la de la construcción del socialismo. Por supuesto, será más difícil construir el socialismo en México de lo que lo es en Rusia. Pero no está del todo excluido que los trabajadores mexicanos puedan tomar el poder antes que los obreros de Estados Unidos, si estos últimos continúan avanzando tan lentamente como hoy. Diría que es particularmente posible si el movimiento imperialista en Estados Unidos empuja a la burguesía a dominar a Latinoamérica. Latinoamérica es para los Estados Unidos lo que Austria y los Sudetes eran para Hitler.
Como primer paso en la nueva etapa del imperialismo americano, Roosevelt o su sucesor deberá mostrar el puño a Latinoamérica para asegurar su tutela económico-militar sobre ella y esto provocará un movimiento revolucionario -y pensamos que con más éxito- más decisivo que en China. En estas condiciones, los obreros de México pueden llegar al poder antes que los de Estados Unidos. Debemos alentarlos y empujarlos en esta dirección.
Pero esto no significa que construirán su propio socialismo. Deberán decidirse a combatir al imperialismo americano, lo que significa, que reorganizarán las condiciones agrarias de sus países y abolirán la pérfida sociedad parasitaria que juega un rol tan grande en esos países, dándole el poder a los soviets de obreros y campesinos y combatiendo contra el imperialismo. El futuro depende de los acontecimientos en Estados Unidos y en el resto del mundo.
Curtiss: Mientras que el camarada Trotsky hablaba, muchas preguntas que los camaradas se hacen, en Latinoamérica y en otras partes, me vienen a la mente.
Discutamos el caso de México. Hay dos problemas que están ligados. Al comienzo del movimiento aquí, yo creo que Morones [6] era la figura más importante. El argumento de Morones era que los trabajadores podrían tomar el poder en México, pero que no se arriesgarían a causa de la inevitable intervención militar de los Estados Unidos. Independientemente de su propia opinión sobre la necesidad del socialismo, Morones se ocupaba ante todo de sí mismo. Ahora encontramos el mismo problema, planteado a la inversa en El Popular, el diario de Lombardo Toledano. Y hubo un artículo en Machete, el órgano stalinista, que no estudié con cuidado, que planteaba la cuestión de manera idéntica, de saber si sería o no posible realizar el socialismo en México o llegar a la toma del poder por la vía pacífica. Creo que los obreros piensan un poco en esta cuestión, que está planteada en muchos artículos. Los nuevos socialistas están todos intrigados por esta idea.
La vía actual hacia la toma del poder parece tomar la forma del control sindical. Los sindicatos luchan por el control. Los matarifes, por ejemplo, amenazaron con hacer huelga para obtener el control de los mataderos. Los ferrocarriles están bajo administración obrera. No sé exactamente cuál es la situación en la industria del petróleo, pero hay aquí algún informe. Hoy, en un edificio de una compañía petrolera, hay un burócrata sindical que tomó el lugar de un antiguo directivo de dicha compañía.
Me parece que la cuestión de la democracia no es sólo una cuestión de la forma del estado, sino una cuestión candente en el movimiento obrero. Un problema concreto con el que se topan nuestros camaradas en México es el de encontrarse frente a la burocracia. Yo pensaba que la burocracia sindical en Estados Unidos no era buena, pero creo que tomó lecciones de la burocracia mexicana. Es una mano de hierro. Aquel que no obedece es excluido. El progreso de nuestro movimiento se tropieza con esta cuestión.
Existe una burocracia del estado y también una burocracia de los sindicatos, que según algunas opiniones, no están tan separadas en México. Es un problema que se vuelve muy agudo en estos dos terrenos. Pienso que la aplicación concreta del programa de transición en México deberá tener en cuenta estas leyes y estos contextos. Luchar por el control obrero, luchar por la democracia en el movimiento sindical. Creo que hay que lanzar una consigna de milicias obreras armadas, no sólo contra la burocracia, sino para defender las conquistas de los trabajadores contra los burócratas sindicales.
Sobre la cuestión de ganar a los campesinos. Aquí, hemos descubierto que los maestros pueden jugar un papel clave… Los maestros y los ferroviarios son el eslabón entre el campesinado y los obreros de la ciudad.
Dos temas sobre los que quisiera hacer algunos comentarios del camarada Trotsky. Primero, nuestra actitud frente a la expropiación del petróleo y la burocracia ascendente, y de su intento de hacer llevar el fardo a los obreros. Y segundo, la razón exacta del viraje a izquierda de Cárdenas– por qué tan decisivo y tan profundo, porque, de todos los presidentes, sin duda es Cárdenas quien ha ido más lejos frente al problema de la tierra.
Una observación sobre el APRA. Es una organización importante, pero financiada actualmente por el gobierno mexicano. Uno de los principales argumentos del APRA y sus dirigentes –y pienso que no es sólo un tema para nuestros camaradas de Latinoamérica sino también para nosotros en Estados Unidos– es el siguiente: dicen que no hay ninguna chance ni ningún interés en hacer algo con los obreros de los países desarrollados en el plano industrial, porque ellos no se interesan por los países coloniales. Pienso que los esfuerzos de los camaradas de la IV Internacional en los países avanzados para afrontar el problema de los países coloniales y semi coloniales le daría un rudo golpe al APRA.
Lankin [7]: Quisiera un poco más de información sobre la organización mexicana. ¿Cuántos miembros tiene? ¿Cuál es su composición? ¿Sus publicaciones, etc.?
Curtiss: Es difícil determinar el número exacto: estamos en la fase de la reorganización. La composición social: formada por dos niveles, maestros y obreros. Los obreros son en su mayoría de la construcción, no hay obreros industriales pero sí de la construcción [8].
La publicación oficial es un diario, La IV Internacional. Tiene una excelente difusión. El grupo no tiene malas publicaciones, pero vende poco y la mayor parte la distribuye. Por supuesto, Clave, una nueva revista teórica, simpatiza con nuestras ideas. Desde el punto de vista de la teoría, hay un gran bache en la organización. Los maestros han leído muchas obras marxistas. La mayoría de los otros conoce muy poco de marxismo desde el punto de vista teórico. Se hicieron con éxito algunos intentos de educación, pero no a escala nacional.
Lankin: Ud. decía hablando de los sindicatos que si no se estaba de acuerdo con los dirigentes sindicales, se podía perder el trabajo. ¿Un dirigente sindical mexicano tiene ese poder sobre un grupo de trabajadores, como un funcionario de gobierno, o bien gozan de la misma democracia que nosotros, la que consideramos tener en Estados Unidos?
Curtiss: En todos los países de América Latina, los estatutos de los sindicatos son modelos perfectos de democracia, pero los dirigentes aplican métodos dictatoriales. Todos los sindicatos ofrecen muchas garantías, pero estas no valen nada. Un dirigente puede excluir a quien quiere del sindicato, y el excluido se encuentra en una posición muy, muy desagradable. Incluso no vale la pena apelar la exclusión. La única apelación verdadera sería la de los puños. John L. Lewis, Green y todos nuestros otros dirigentes sindicales americanos no tienen nada que envidiar a la burocracia sindical mexicana.
Robinson [9]: Quisiera preguntar cómo tomó la sección mexicana de la IV Internacional la decisión de la conferencia que fue publicada en Socialist Appeal. ¿Cómo el Partido Comunista ha crecido recientemente? ¿Tiene éxito? ¿Se refuerza? ¿Cuáles son nuestras relaciones con él?
Curtiss: El Partido Comunista de México es una organización poderosa. Controla numerosos cargos públicos. Cuando nuestros compañeros llevan sus publicaciones a la oficina de correo, si estas caen en manos del Partido Comunista, jamás llegarán a destino. Los stalinistas de México están por hacer una campaña por un total de 75.000 miembros. En Estados Unidos, hacen campaña por 100.000 efectivos. Esto puede darles una idea de la fuerza organizacional del PC. Sería erróneo sin embargo, considerarlo como un bloque irrompible.
La decisión del Congreso Internacional fue muy, muy mal tomada por los camaradas de ciudad de México, sobre todo del grupo Galicia. Provocó la aparición de numerosas tendencias y podemos encontrarnos con una organización más pequeña de la que imaginamos. Estos camaradas han tomado muy mal la decisión en cuestión. Aceptaron someterse, pero no sin protestas. La moción en ese sentido fue adoptada sólo con algunos votos en contra.
Trotsky: En lo que concierne a la evaluación del número de miembros del Partido Comunista con relación a su campaña por los 75.000, tengo muchas dudas. Las estadísticas políticas de México no son las más exactas del mundo. Por ejemplo, la CTM da la cifra de un millón de adherentes. Cuando pregunté a un antiguo responsable de la CTM si era exacta, me respondió, “No, está exagerada“. –¿Y cuánto, medio millón?– “No, cuarenta o cincuenta mil, sobre todo en lo referente a los obreros“.
Las cifras del Partido Comunista no son verdaderamente muy claras. Diego Rivera –y él conoce la situación– cree que el Partido Comunista es fuerte en ciudad de México. Creo que nos dijo que tenía más de 12.000 y no más de 14.000 miembros, entre 11.600 y 11.700 burócratas y de 2.000 a 3.000 obreros.
En lo que atañe a los burócratas, no se los puede considerar políticamente como auténticos miembros del partido. El dirigente oficial de los sindicatos es un comunista. Obliga a todos sus subordinados a ser comunistas. Si no asisten a una reunión, pueden sufrir un descuento salarial de hasta cinco días.
Los sindicatos en México están estatizados constitucionalmente. No se puede obtener un trabajo si no se es miembro de un sindicato, y los sindicatos burocráticos perciben las cotizaciones por medio del Estado. En el caso de los maestros, por ejemplo, los dirigentes decidieron que cada maestro pagaría el 1,5 % de su salario. El secretario de Finanzas ordenó que ese 1,5% sea deducido para los sindicatos.
En el contexto general de la política mexicana, los sindicatos están ahora en una etapa muy interesante. Se puede constatar una tendencia general a su estatización. En los países fascistas, se encuentra la expresión extrema de esta tendencia. En los países democráticos, se transforma a los antiguos sindicatos independientes en instrumentos del Estado. Los sindicatos en Francia están por transformarse en la burocracia oficial del Estado. Jouhaux vino a México para proteger a los intereses franceses en el petróleo [10], etc.
La causa de esta tendencia a la estatización es que el capitalismo en su declinación no puede tolerar sindicatos independientes. Si los sindicatos son demasiado independientes, los capitalistas empujan a los fascistas a destruirlos o buscan espantar a sus dirigentes con la amenaza fascista para encarrilarlos. Así Jouhaux fue encarrilado. No hay duda que, si él es el mejor de los republicanos, entonces Francia no establecerá un régimen fascista. Hemos visto en España a los dirigentes de los sindicatos más anarquistas convertirse en ministros burgueses en el transcurso de la guerra civil.
En Alemania y en Italia, esto se realizó de forma totalitaria. Los sindicatos están directamente integrados al Estado, con los propietarios capitalistas. Sólo es una diferencia de grado, no de naturaleza.
Se puede observar que en México, como en los otros países latinoamericanos, se saltaron la mayor parte de las etapas del desarrollo. En México, esto comenzó con la integración de los sindicatos al Estado. Hay una doble dominación. A saber, el capital extranjero, y la burguesía nacional o, como dice Diego Rivera, una sub burguesía –una capa controlada por el capital extranjero y al mismo tiempo opuesta a los obreros– Un régimen semi bonapartista entre el capital extranjero y el capital nacional, el capital extranjero y los trabajadores. Todo gobierno puede crear, en una situación similar, una posición en la que oscile, inclinándose unas veces hacia la burguesía nacional y los obreros, y otras veces hacia el capital extranjero. Para sujetar a los obreros, integran a los sindicatos al Estado. Saltan igualmente por encima de las relaciones económicas, las etapas de desarrollo, es en este sentido por el que han expropiado el petróleo, por ejemplo, tomándolo del capital extranjero y no se lo han dado aún a los capitalistas nacionales. Si no lo distribuyen o no lo venden a la burguesía mexicana, es sobre todo porque tienen miedo de la lucha de clases de los obreros, y entonces prefieren dar los pozos de petróleo al Estado. Crearon así un capitalismo de estado que no tiene nada que ver con el socialismo. Es la forma más pura de capitalismo de estado. Al mismo tiempo se integra a los obreros, a los sindicatos, que están ya estatizados. Se los incorpora, entonces en la administración de los ferrocarriles, de la industria petrolera, etc. para transformar a las direcciones sindicales en representantes del gobierno. El contramaestre es, al mismo tiempo, el representante de los obreros, de sus intereses en los papeles, pero en realidad es el representante del Estado por encima de ellos. Y tiene el derecho, o mejor dicho, la posibilidad de quitar a los obreros toda posibilidad de trabajar porque, en nombre de la disciplina sindical, puede decidirlo según el interés de la producción.
En ese sentido, por supuesto, cuando decimos “control de la producción por los obreros”, esto no quiere decir control de la producción por los burócratas de los sindicatos estatizados, sino control por parte de los obreros de la propia burocracia y un combate por la independencia de los sindicatos frente al Estado. En México es la tarea más importante: liberar a los sindicatos de la tutela del estado burgués, liberar a los obreros de la dictadura de los burócratas sindicales. Esta es la democracia obrera. Es necesario subrayar el hecho que hoy los sindicatos no pueden ser sindicatos democráticos en el antiguo sentido del término. Los imperialistas no pueden tolerarlo. En los viejos países, así como en México, son, ya sea instrumentos de la burguesía imperialista, ya sea organizaciones revolucionarias contra la burguesía imperialista. Por esto, nosotros comenzamos en México con consignas como independencia frente al Estado, democracia obrera, libre discusión, etc. Pero sólo son consignas de transición, que conducen a consignas más importantes del estado obrero. Sólo se trata de una etapa que puede darnos la posibilidad de reemplazar a las direcciones actuales de los sindicatos por una dirección revolucionaria.
Los sindicatos no pueden ser independientes como en los buenos viejos tiempos en que la burguesía los toleraba porque podía darles una libertad mucho más grande. No es posible, a partir de ahora restablecer en los sindicatos la antigua democracia, tanto como no es posible restablecer la democracia en el Estado. Es un desarrollo absolutamente paralelo.
En México, Lombardo Toledano no utiliza esta situación más que para asegurar su dominación sobre los trabajadores, al igual que todos los estados latinoamericanos lo utilizan para asegurar su propia dominación. Es una dominación semi bonapartista, que se inclina hoy a la izquierda, mañana a la derecha, en función de la etapa histórica concreta en cada país. Pero aquí no podemos saltar etapas: no podemos decir a los obreros: “¡Dennos la dirección y nosotros les mostraremos lo que hay que hacer!”.
No hay ninguna duda que la IV Internacional es capaz de asegurar a los sindicatos una dirección revolucionaria en el curso de las etapas de transición en México. La IV Internacional defenderá esta etapa en México contra toda intervención extranjera. No es como en Francia o en Estados Unidos. Combatimos para que este país no sea colonizado, reducido a la esclavitud.
Pero, en tanto sección mexicana de la IV Internacional, este no es nuestro Estado y debemos ser independientes frente a él. En ese sentido, no nos oponemos al capitalismo de estado en México; pero lo primero que reivindicamos, es nuestra propia representación de los trabajadores frente al Estado. Tratar de apoderarse del Estado de esta manera es totalmente idiota. No se puede tomar el poder por esta vía pacífica. Es un sueño de pequeño burgués.
Era el plan de Stalin con el Kuomintang y es a causa de esta idiotez de Stalin que el Kuomintang gobierna hoy China. Entraremos en el Kuomintang, decía Stalin, luego eliminaremos con cortesía a la derecha, luego al centro, finalmente la izquierda. Así tomaremos el poder sin dificultad. Nosotros, desde la Oposición de Izquierda, subrayamos que la derecha del Kuomintang era imperialista. Tenía el ejército. No se puede tomar el poder sin oponerse a esta maquinaria. Si se está en manos del Kuomintang se está en las manos de los verdaderos dueños del país. Absolutamente.
El APRA afirma ahora que es el partido más revolucionario de Perú. Esto no es más que porque está en la oposición, pero incluso en la oposición, es más prudente que la administración Cárdenas. Hasta donde pude juzgar según la última carta programática del dirigente aprista, este partido está controlado por dirigentes ligados al capital extranjero. Tienen interés, como todos los generales reaccionarios, en construir una pandilla dominante como instrumento del capital extranjero, obrando, lo más posible, para el aumento del capital nacional.
Por supuesto, los intereses del capital extranjero y los del capital nacional no son siempre los mismos y entran a menudo en agudos conflictos. También es posible que, en condiciones favorables, el capital nacional se oponga a las exigencias del capital extranjero. En la época de la “política del buen vecino” [11] de Roosevelt, Cárdenas ha evaluado las posibilidades de una intervención militar y ha logrado, en cierta medida, ganar algunas posiciones, comenzando por el capital inglés, luego el americano, y así sucesivamente. Parece que, ahora, comienza de nuevo a hacer concesiones. Alcanzó los límites de sus posibilidades.
La burguesía nacional tiene necesidad de un mercado interno y este último, es un campesinado más o menos satisfecho. Es por eso que la revolución agraria, sobre todo a expensas de los propietarios extranjeros, constituye una ganancia directa para la burguesía nacional. Los campesinos comprarán más productos y así sucesivamente. Esta política tiene un carácter político. No se ve bien al principio hasta dónde van sus límites. La administración no puede decir hasta qué punto la burguesía la va a tolerar, hasta qué punto la burguesía americana va a tolerarla o hasta dónde se puede ir sin una intervención británica, etc. De allí su carácter aventurero. A veces vacilante, otras veces saltarina y enseguida en retroceso.
Creo que nos es necesario combatir con la mayor energía la idea de que podemos apoderarnos del Estado quitándole sus restos de poder. Es la historia del Kuomintang. En México, el poder está en manos de la burguesía nacional y no podemos tomarlo más que ganando a la mayoría de los obreros y una gran parte de los campesinos, y entonces, derrocando a la burguesía. No existe otra posibilidad.
El APRA dice que no tiene ningún interés en ir de la mano con los obreros de Estados Unidos, porque a ellos no les interesan las cuestiones coloniales, que lo mismo sucede con el proletariado europeo, etc. La verdadera razón de esta actitud es la búsqueda de la protección de la Casa Blanca. No se trata de un error ideológico, incluso de un error. Es un cálculo político de la burguesía nacional de Perú.
Saben que necesitan la confianza de la Casa Blanca, sobre todo de Wall Street. Si triunfan en Perú, necesitarán la protección de Wall Street, como todos los actuales gobiernos de América Latina, y si se ligan a los obreros, para ganarlos para la lucha, esto significa que deberán romper toda relación con la Casa Blanca.
Durante algún tiempo, no alcanzaba a hacerme una idea clara del programa del APRA. Pero la última carta del jefe de este partido es clara. Dice que Estados Unidos es el guardián de la libertad latinoamericana; y si una potencia extranjera amenaza esta libertad, el APRA llamará inmediatamente a Estados Unidos y así sucesivamente. Ni una palabra sobre los obreros.
Es un partido-frente popular. Un frente popular está incluido en el partido, como en toda combinación de esta naturaleza. La dirección está en manos de la burguesía y la burguesía teme a sus propios obreros. Por eso este partido, aunque sea suficientemente fuerte para tomar el poder por la revolución, tiene miedo de comprometerse en esta vía. No tiene ni el coraje, ni el interés de clase para movilizar a los campesinos y a los obreros y los reemplazará por maniobras militares o una intervención directa de Estados Unidos.
Por supuesto, no podemos entrar en un partido así, pero podemos constituir allí un núcleo para ganar obreros y separarlos de la burguesía. Pero en ninguna circunstancia debemos repetir la idiotez de Stalin con el Kuomintang en China.
Curtiss: Sobre la cuestión de la estatización de los sindicatos, pienso que uno de sus aspectos importantes es el National Labor Relations Board [12] establecido en EE. UU., que perjudicó mucho el espíritu de combatividad de los obreros.
Pienso que si tenemos que caracterizar la tendencia en México –el intento de realizar una paz teórica, una transición pacífica al socialismo–, podría llamarse un sueño burocrático de los dirigentes sindicales que han obtenido por este método un trabajo agradable y fácil, lo que hace que esto les parezca el colmo de la marcha hacia el socialismo.
Trotsky: Sería bueno pedirles a nuestros camaradas de México que verifiquen las estadísticas del Partido Comunista. Diego Rivera estima que hay en realidad 12.000 miembros comprometidos en la campaña central por los 75.000. No exagera. El Partido Comunista no se atribuye a sí mismo más de 24.000 miembros.
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