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Red Internacional
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Trabajo precario. Docente de FINES: “Cobré $571 este mes, tengo un hijo y alquilo”

Los docentes precarizados del Plan FINES continúan sufriendo las consecuencias de la cuarentena obligatoria. Nos cuentan cómo la están viviendo en la zona oeste de la Provincia de Buenos Aires

Jueves 16 de abril de 2020 16:12

El último viernes en una conferencia de prensa el presidente Fernández mediante un decreto decidió extender el aislamiento social y obligatorio hasta el 26 de abril. Una medida que había sido anticipada por distintos medios en el transcurso de la semana. Pero tantos Power Point, gráficos y filminas, no fueron suficientes para calmar la incertidumbre y la angustia de millones de trabajadores informales y precarizados, que en esta compleja situación no saben aún cómo van a poder garantizar los alimentos a sus familias. En esta nota amplificamos los testimonios de docentes del programa Fines, uno de los sectores más golpeados en esta crisis.

Eleonora: “soy mama y profe de historia, hace dos años que trabajo en FINES. Las condiciones del programa son muy precarias, muchas veces tenés que esperar dos o tres meses para cobrar el salario. Durante ese tiempo, costeamos de nuestro bolsillo los materiales didácticos y los viáticos. Ahora estoy desempleada y sin obra social, solo percibí $2000 este mes y la cuarentena se hace muy difícil, no sé cuándo voy a trabajar, y tampoco hay una respuesta contundente del gobierno. E incluso no se realizan los test necesarios, una medida elemental para que se puede enfrentar esta pandemia”.

Angélica: “Cobré $571 este mes, tengo un hijo y alquilo, no tengo casa propia. Hace cuatro años que trabajo en FINES, tenemos contrato por 4 meses, terminan y nos quedamos sin trabajo. Cada año se hace más difícil, tardan meses en pagarnos y cuando finalmente lo hacen ese dinero esta devaluado por la inflación. No podemos tener cargos permanentes ni continuidad laboral y la plata que nos pagan es una miseria. Las medidas del gobierno son insuficientes, todo un sector de trabajadores precarizados quedamos sin nada, se supone que el Estado debería protegernos pero no lo hace, estamos en una situación de incertidumbre”.

Matías: “Hace dos años que trabajo en FINES y también hago laburos por mi cuenta. Aun así la plata no me alcanza para nada. Tengo un hijo y entre la suspensión de los actos públicos de FINES y la cuarentena, me quedé sin poder salir a buscar el sustento. No tengo ni obra social con todo lo que eso consiste en medio de una epidemia. Estamos cansados de trabajar de esta forma, mientras el gobierno prioriza el pago al FMI, nosotros seguimos bajo contratos precarios y no sabemos qué vamos a comer en los próximos días”.

Florencia: “Este mes miles de docentes de FINES solo cobramos el incentivo, en mi caso solo de $1400, con esto tengo que pagar el alquiler y comer. Los docentes de esta modalidad somos considerados por el Estado como trabajadores de segunda. De esta forma se ahorran millones. Las medidas del gobierno no solucionan nuestra situación, sino que profundiza la precarización. Kicillof nos dijo que vamos a poder acceder a un beneficio de 10.000, ¿Quién puede comer con esto? Quieren callarnos con migajas, como lo quieren hacer con el IFE, pero no van a poder, exigimos que se nos garantice como mínimo un salario de $30.000 para cada trabajador”

Mientras que Kicillof y el Ministro Trotta hacen gala discursiva del Estado presente en sus declaraciones públicas y pagan de forma puntillosa la deuda a los bonistas, destinan migajas a los docentes y auxiliares que no pudieron tomar cargos ni horas por la suspensión de las clases Medida que naturaliza la precarización laboral otorgando solo la suma de $10 mil. Cuando según estimaciones de economistas esa suma alcanza apenas para vivir 8 días. Además quedan excluidos los que tomaron pocas horas, ya que uno de los requisitos es no haber tomado ningún cargo titular, provisional y suplencias activas al mes de marzo de 2020. Pero las medidas insuficientes del gobierno no solo perjudican a este sector, también se refleja en las bolsas con la escasa mercadería y de muy bajo valor nutritivo que el gobierno distribuye para que familias enteras coman durante días en la provincia de Buenos Aires. Del cobro de los $10.000 de la IFE se descartó a un sector importante de los 11 millones que lo solicitaron, toda una radiografía de la desesperación que se vive en los barrios pobres. Mientras tanto la CGT sigue con su política de cuarentena permanente. Lejos de ponerse a la cabeza de los reclamos de los trabajadores, realizan efímeras apariciones pero solo para negociar despidos, suspensiones y recortes salariales. El Suteba provincial dirigido por Baradel, en vez de exigir la apertura de los actos públicos al gobierno para que se garantice la continuidad laboral y pedagógica de estudiantes y docentes de FINES de forma virtual, luchar por terminar con estos contratos precarios y asegurar el trabajo genuino, peleando por un salario de cuarentena de $30000 para quienes no tenemos ingresos, brilla por su ausencia.

Medidas para que la crisis no la paguemos los de abajo

En medio de esta situación no se puede permitir que la crisis siga cayendo sobre las espaldas de los trabajadores precarizados, desocupados y el pueblo pobre. A los grandes empresarios que ganaron fortunas bajo el macrismo y que la siguen juntando en pala en medio de la pandemia, hay que imponerles impuestos extraordinarios para que se pueda garantizar salarios de cuarentena de $30.000 a millones de trabajadores informales y precarizados. En los últimos días y a pesar del esfuerzo de los grandes medios de comunicación por invisibilizarlo, trascendió la noticia de que el gobierno de Fernández desembolso 250 millones de dólares a los especuladores mientras en los hospitales públicos no hay insumos, carecen de respiradores y camas de terapias intensiva, equipos esenciales para enfrentar el pico de infectados que se pronostica para las próximas semanas. En tiempos de crisis sanitaria se hace sumamente imperioso para el pueblo trabajador imponer un programa que considere más importante la vida y la salud de millones, que las ganancias y la rentabilidad de unos pocos.

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Hay que seguir el ejemplo de las y los jóvenes trabajadores precarizados de McDonald’s y otras empresas de comidas rápidas, que vienen organizándose desde abajo para enfrentar los recortes salariales que impulso de forma descarada la multinacional.