Numerosos debates se han dado estos últimos días donde pedagogos e importantes intelectuales debaten lo que está sucediendo con la educación y el trabajo docente. Diversas miradas y resoluciones para los mismos problemas.
Martes 28 de abril de 2020 16:45
Sin lugar a dudas la pandemia vino a reconfigurar no sólo el mundo económico, político y cultural en una velocidad nunca antes imaginada ni anticipada, también reconfiguró de forma rotunda la educación de millones de infancias y juventudes en el mundo.
Al respecto las primeras voces de especialistas a través de videos tipo conferencias desde sus casas, hicieron reflexiones para pensar el tema de la escuela y lo que es importante en este momento, apuntando básicamente al tema de la virtualidad y si es posible pensar que lo que acontece entre la pantalla y los chicos puede ser llamado aprendizaje.
Un debate antiguo que tiene en el campo de las pedagogías y la filosofía de la educación más de diez años. Sin embargo, irrumpieron voces que rara vez hemos escuchado con tanta liviandad referirse por ejemplo al rol de los docentes como meros ejecutores poco eficientes por no decir bastante burros frente a las tecnologías de la información y la comunicación.
Este es el caso de Alejandro Artopoulos de la Universidad de San Andrés, con un amplio curriculum en las áreas de gestión educativa, la informática y demás. Resulta que en la charla en video conferencia que organizaron otros docentes como Mariano Narodosky, junto a la directora de escuelas privadas de la provincia de Buenos Aires y también se encontraba presente en la conferencia una docente de la UCA y ex funcionaria de la cartera de Planeamiento e innovación educativa de la gestión Rodríguez Larreta.
Para el caso de Artopoulos convocado como especialista en educación y tecnologías, su intervención estuvo centrada en hacernos pensar que estábamos viviendo una evolución deseada que por fin deja atrás la vieja tecnología escolar para pasar a una más sustentable, palabra que utilizó una decena de veces para referirse a las capacidades que las tecnologías permiten: “El Covid ha producido una aceleración, evolución, transformación del teletrabajo; la educación va a cambiar en forma sustentable”.
También se refirió a la tarea docente y planteó como un problema que los docentes no tienen competencias y que un buen docente, según el catedrático, es el que sabe identificar una fake news y sabe explicarlo a sus alumnos. Las escuelas no se quedan afuera de la crisis tecnológica según Artopoulos, ya que, según él, muchas escuelas abusan de la tecnología, se conectan excesivamente y no hubo muchas explicaciones más.
Docentes más competentes, eficaces, autónomos: ¿más productivos?
Más allá de la pertenencia institucional privada de los exponentes de la conferencia antes mencionada, resuena y no es coincidencia que haya habido una referencia continua a términos devenidos de lo peor de las políticas de los ´90 en clave de una reforma educativa que abrió las puertas al ámbito privado de un sistema educativo público como ya no quedan en América Latina. No sólo el Estado los hace parte en términos financieros, otorgando presupuesto y subsidios a la educación privada desde los mismos fondos públicos con los que sustenta la educación pública. También les dio libertad y plenas injerencias para que decidan los mecanismos de contratación docente pero también de sus planes de estudio.
Sin embargo, las tendencias de estos últimos años muestran el avance de las empresas, las ONG y los organismos financieros en el ámbito de las decisiones curriculares y la formación docente del sistema público educativo.
Este es el caso de la fundación Varkey que desembarcó en Argentina en el 2016, cuyo fundador Sunny Varkey es dueño de uno de los conglomerados educativos más importante del mundo. Posee una cadena de 130 colegios privados distribuidos en 12 países. Según la revista Forbes se encuentra en el puesto 949 de los más ricos del mundo con una fortuna de 2.100 millones de dólares.
Según la predica de la organización, su misión es la de capacitar docentes y profesores para que obtengan mayor capacidad de liderazgo e innovación educativa. Pasando en limpio en la jerga del barrio sería, enseñar más y mejor con menos recursos.
Sólo de las implicancias que conlleva dichos objetivos se podría escribir otra nota, pero lo que aquí interesa pensar y preguntarnos es porqué el dueño de la empresa educativa privada más grande del mundo que vive en Dubai, decide qué tipo de capacitación deben tener los y las docentes de Argentina y de otros países de América Latina. Y que tanto, gobiernos nacionales como provinciales les hayan abierto las puertas de nuestro sistema educativo público, sin ningún tipo de regulación o vigilancia epistémica.
Por ejemplo, una de las primeras provincias donde llevaron adelante tamaña misión filantrópica fue en Jujuy, provincia que se encuentra entre las que más bajo salario reciben sus docentes. Ni hablar de las condiciones de trabajo que tienen los profesores del norte, que han sufrido innumerable cantidad de accidentes con los medios de transporte que los llevan a las más alejadas escuelas trepando los cerros o metiéndose en las yungas en la zona del Ramal.
Todas son evidencias de un modelo de educación que los gobiernos están dejando pasar, no sólo a través de leyes educativas que los avalan, como el caso de la injerencia de Varkey, también de otras empresas como Ledesma, Arcor, etc. que poseen los permisos de definir proyectos educativos en las escuelas técnicas de Jujuy, por ejemplo.
En estos momentos donde lo que menos hay son certidumbres de lo que va a suceder con la educación de nuestros niñes y jóvenes, sí existen una multiplicidad de experiencias donde profesores de distintos niveles están siendo sometidos a jornadas virtuales (en la forma que las magras condiciones de conectividad lo permitan) extenuantes. Donde no se respetan los horarios de trabajo, hasta los días sábados se ha extendido en muchos casos la jornada laboral de reuniones y planificación con las autoridades de las escuelas. Una exigencia de productividad que no se condice ni con las condiciones materiales que maestras/os poseen en sus casas, ni con las que poseen las propias familias sobre todo de los barrios más populosos y humildes de nuestro país.
Una docente de jardín de infantes, de un colegio público de gestión privada (la privatización de la educación o “los nuevos sentidos de lo público” diría M. Feldfeber), debía a propuesta de la directora de su escuela, ornamentar su casa como si fuese una sala de jardín de infantes, con cartulinas, recipientes con juguetes, etc. Y en ese ambiente ficticio de nivel inicial, conectarse con sus alumnos/as para la clase. Como la clase era a las 14hs y en la casa humilde de la docente se usaba el mismo espacio para el almuerzo, toda la familia debió esperar que termine la clase para poder comer.
En estos contextos tan difíciles e inhumanos por lo menos a mí no me resuena ni un poquito la valoración del trabajo docente, no me suena la idea de formar en mayores competencias y habilidades como si se tratara de una fábrica y volviéramos a la retórica del capital humano.
Por ello no hay que abandonar la tarea de pensar cómo peleamos por una educación que no tenga nada que ver con los intereses de las empresas y con las prédicas de la gestión empresarial. Podemos seguir enunciando el listado de lo que no queremos en clave educativa, sin lugar a dudas la deserción escolar será otro gran problema a atacar salidos de esta pandemia y confinamiento obligatorio.
Será motivo de otra nota pensar y reflexionar qué escuela sí queremos, cómo pensamos el trabajo docente allí y cómo pensamos el lugar del conocimiento como tarea central de los educadores y educadoras.