En Bangladesh se recordó este viernes 24 de abril el derrumbe, hace dos años, del edificio Rana Plaza, una tragedia que causó más de 1.130 trabajadores textiles muertos y cientos de heridos, mientras 2.500 supervivientes aún exigen justicia y el pago de indemnizaciones.
Sábado 25 de abril de 2015
Fotografía: EFE / Abir Abdullah
El 24 de abril del 2013 un edifico donde funcionaban talleres textiles se desplomó en Daka, la capital de Bangladesh, aplastando vivos a miles de trabajadoras y trabajadores.
En los últimos años han muerto miles de trabajadoras y trabajadores en los talleres textiles de Bangladesh. Fábricas desplomadas o incendiadas que sepultan para siempre los cadáveres. Sobre sus ruinas se levantan nuevos talleres, tan precarios como los anteriores, verdaderas fábricas de muerte.
"Ninguno de nosotros quería entrar al edificio, pero nuestros jefes nos forzaron", contó en aquel momento uno de los trabajadores heridos.
Trabajando más de 10 hs en edificios inseguros, con los salarios más bajos del mundo y sin derechos organizarse, esa es la realidad laboral de Bangladesh, donde las marcas europeas y norteamericanas como Zara, Benetton, Gap y HM producen por medio de talleres subcontratados.
Este viernes, la principal concentración en recuerdo de esta masacre tuvo lugar en Savar, localidad aledaña a Dacca en la que se produjo el siniestro y en la que representantes de sindicatos, organizaciones laborales y supervivientes depositaron flores, rezaron y gritaron consignas.
"Pedimos que se paguen las compensaciones prometidas y que se piense en el tratamiento continuo de aquellos (discapacitados y afectados) que requieren atención", dijo A. Mukit Jan, presidente del Comité Nacional de Coordinación para la Educación de los Trabajadores (NCCWE).
Dos años después del derrumbe del edificio y pese a las aportaciones realizadas en los últimos días, el fondo de compensación a las víctimas aún debe recibir seis millones de dólares de los 30 estimados como necesarios.
Según Jan, más de un millar de personas, incluidos cientos de supervivientes, se acercaron al solar donde antes estaba ubicado el edificio con talleres textiles que producían para una treintena de firmas extranjeras y en el que ahora apenas quedan algunos escombros y un monumento de recuerdo.
Los asistentes pidieron que se castigue a los responsables del siniestro, incluido el propietario del edificio, Sohel Rana, que se encuentra actualmente en prisión junto a cerca de una decena de personas a la espera de que concluya en mayo una investigación policial clave para el juicio.
Según un estudio publicado por la ONG Action Aid, tres cuartas partes de los supervivientes no han vuelto a trabajar, en gran medida debido a que muchos todavía están sometiéndose a procesos de rehabilitación física y mental.
Con unos 24.500 millones de dólares de ventas en el curso fiscal 2013-14 (el 81 % del total de exportaciones), la industria textil es uno de los principales motores económicos de Bangladesh y ofrece empleo en condiciones de casi esclavitud laboral, a unos 4,4 millones de trabajadores, sobre todo mujeres, en un país con 160 millones de habitantes.
En los últimos años, con el aumento de las masacres y muertes obreras, también ha comenzado a crecer una nueva resistencia obrera. Obreras y obreros textiles vienen saliendo a las calles y enfrentándose con la policía para pelear por sus demandas.
En este nuevo aniversario de la masacre, el reclamo estuvo centrado en la exigencia de castigo y el reclamo de las indemnizaciones pendientes.