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Opinión. Editorial de editoriales: las preguntas de un instante

Un instante que conmocionó al país: quisieron matar a Cristina Fernández. La condena al atentado, los silencios que hablan y las preguntas de un instante que condensa mucho más de lo que se debate. Lo innombrable y lo decible. Lo imposible y lo deseable.

Jesica Calcagno

Jesica Calcagno @Jesi_mc

Domingo 4 de septiembre de 2022 12:41

Foto: Martin Cossarini

Foto: Martin Cossarini

Momento de preguntas

Un instante que conmocionó al país. Quisieron matar a la vicepresidenta. Las reacciones llegaron de inmediato para repudiar el intento de magnicidio contra Cristina Fernández. Aunque también hubo silencios, y algunos continúan sin condenarlo a más de 48 horas de lo sucedido. Un silencio que habla para recordarnos que ahí anida una parte de la explicación.

Un instante que pateó el tablero y desató un tendal de preguntas. ¿Quién es Fernando Andrés Sabag Montiel? ¿Actuó solo? ¿Tuvo otros socios para su plan? ¿Cómo logró acercarse a centímetros de la cabeza de la vicepresidenta? ¿De dónde brota ese odio? ¿Alcanzan las primeras reacciones que vimos estos días para erradicar ese odio? Hay respuestas que empiezan a esbozarse, otras todavía se están pensando o procesando. Quizás algunas no podamos respondernos o se mantengan en los secretos de algún “sótano de la democracia”.

La simbología neonazi en el cuerpo del hombre que gatilló dos veces, y sus apariciones televisivas que se rescataron de un archivo reciente, dan cuenta de sus afinidades políticas e ideológicas. No es casual la cercanía con los pensamientos de quienes evitan- hasta el día de hoy- condenar el atentado (Patricia Bullrich). O con aquellos que, como Javier Milei, pretenden encuadrarlo en un “hecho delictivo” como si fuera un evento casual o aislado.

En “Momentos estelares de la humanidad”, Stefan Zweig relata esos instantes en los que “una decisión destinada a persistir a lo largo de los tiempos se comprime en una única fecha, en una única hora y a menudo en un solo minuto”. La profundidad de los alcances del grave hecho ocurrido en Recoleta el jueves por la noche, todavía está por verse. Lo que es seguro es que, así como un minuto puede cambiar el curso de la Historia, hay instantes que nos ponen frente a frente con un cúmulo de contradicciones y antagonismos sociales. Los condensan. Si es que queremos verlo y hacer algo con eso.

De eso habla Fernando Rosso en El DiarioAr, que se pregunta por las causas del odio y el crecimiento electoral de las derechas. Con una mirada que trasciende los generalismos y “consensualismos democráticos” que escuchamos por estos días, identifica también “los odios transversales”. Como la “campaña de estigmatización del movimiento piquetero irradiada por referentes de las dos grandes coaliciones tradicionales”. Los desalojos represivos contra los más pobres a los dos lados de la General Paz. La Villa 31 y Guernica. O de otros “acontecimientos extraordinarios de esta naturaleza en contexto democrático”: Jorge Julio López, Mariano Ferreyra, Santiago Maldonado. “Hay algo mucho más sustantivo que la ´arquitectura institucional´ que se juega en la lucha contra la derecha y sus discursos” dice Rosso, “es material y, por la misma razón, profundamente político”.

Que hay malestar con la democracia que hoy conocemos, es innegable. La propia Cristina Fernández ha dado cuenta de ese fenómeno, que llamó “insatisfacción democrática”. Las derechas también se montan y construyen sobre el plafón de esas frustraciones.

Jorge Liotti describe ese malestar en La Nación, con cinco conclusiones de un estudio de la consultora Isonomía: hay récord de pesimismo sobre el futuro, y el 56% considera que lo “lo peor está por venir”; hay descrédito sobre los procesos electorales para “mejorar la situación” aunque gane el candidato que se eligió; ningún dirigente alcanza siquiera el 50% de aprobación; ahora hay más franjas de la población que se identifica como clase baja (cuando antes lideraba la identificación como “clase media”).

Estamos frente a “fenómenos y sentimientos que seguirán brotando del suelo desgarrado de una sociedad atravesada por contradicciones lacerantes e irreconciliables”, sintetiza Fernando Rosso.

Hay otro tipo de preguntas que sobrevuelan lo ocurrido, abriendo un manto de dudas sobre las sombras de esa “arquitectura institucional”. Diego Genoud en La Política Online le da cuerpo a sospechas que se escuchan en off -desde sectores del propio oficialismo que apuntan al ministro de Seguridad, Aníbal Fernández. “La creación de la Policía Metropolitana afectó de manera indudable a la Policía Federal que resignó poder en muchos niveles. Los que conocen ese universo advierten que entre las razones que explican lo que pasó el jueves está el desguace de la Federal”, dice Genoud. En Página 12, Raúl Kollman ratifica esas dudas con otros datos. El celular del atacante, que pasó de las manos de la Policía Federal, a Comodoro Py, y luego a la PSA (Seguridad Aeroportuaria), llegó a Ezeiza en un sobre abierto, encendido y con una leyenda nueva en la pantalla: “teléfono reseteado de fábrica”. “O sea que toda la información estaba borrada”, aclara el periodista. El celular de Sabag Montiel es un elemento clave en la investigación para echar luz sobre la hipótesis de que no actuó solo.

Mientras el reclamo por la investigación y esclarecimiento por el atentado contra Cristina Fernández acompañaron el repudio, las preguntas y especulaciones sobre las reconfiguraciones del mapa político hacia el 2023 no cesan de uno y otro lado. Claudio Mardones en Tiempo Argentino cuenta del impacto del intento de magnicidio en Juntos por el Cambio, que vuelve a exponer sus internas. “Macri observa expectante cómo crece la centralidad de CFK y se prepara para antagonizar con ella, aunque eso implique terminar de postergar las ambiciones de los dos competidores que tiene dentro del PRO” dice en alusión a Bullrich y Larreta.

La coalición opositora se entusiasma con las encuestas mirando el 2023, aunque cada semana se tiran con un carpetazo o un “fuego amigo” nuevo. Están como en un estado de grieta dentro de la grieta. Liotti en La Nación considera que “Nunca había sido tan evidente la falta de rumbo y conducción en JxC como en las últimas semanas”, y que son “más parte del problema que una probable solución”. Sobre la dinámica en el Frente de Todos, se focaliza en la centralidad de Cristina Fernández para dos objetivos. En su interpretación, “el más inmediato es sumar volumen político para desafiar lo que presume será un fallo adverso en la causa Vialidad”. El segundo, “es posicionarse definitivamente como el factor ineludible de la decisión electoral para el próximo año, ya sea como candidata (...) o como electora”.

Para Pablo Ibáñez de El DiarioAr, el gobierno intenta, dentro de la actual excepcionalidad, “como puede, recuperar cierta normalidad”. Cuenta que Sergio Massa, a punto de tomar un avión a Washington, evaluó suspender el viaje, pero que el presidente y la vicepresidenta “le dieron el OK para no modificar la agenda que cierra, el 12 de septiembre, con una reunión con Kristalina Georgieva”. Horacio Verbitsky en El Cohete a la Luna, no le hace el ole al 2023, pero ata los destinos electorales de la coalición oficialista a “la marcha de la economía y de la gestión de Sergio Massa”.

Una marcha que viene nublada y con alta probabilidad de tormentas para las mayorías.

Lo innombrable y lo decible

La gestión de Sergio Massa sigue su curso en medio del vendaval. Se desarrolla asociada a esa palabra maldita que el gobierno elude con artimañas lingüísticas: ajuste. El empeño puesto en inventarle adornos discursivos, es directamente proporcional a mostrar con total normalidad los viajes Washington, las revisiones con el FMI y los regalos al empresariado más concentrado. Sebastián Premici en El Cohete a la Luna, define claramente el significado de la agenda de Massa en Estados Unidos: “la Argentina volverá a una de sus peores tradiciones: que los presupuestos –que son los lineamientos de la política económica– sean redactados en las oficinas del organismo multilateral. Kristalina Georgieva escuchará cómo se llegará al 1,9% de déficit durante 2023”. Un presupuesto que ingresará a la Cámara de Diputados el 15 de septiembre para empezar a ser debatido.

El presupuesto que viene, con un hachazo de ajuste más grande que el iniciado, será una de las negociaciones con el FMI. Otra estará concentrada en pasar la “revisión” del trimestre abril-junio para recibir el nuevo desembolso. En la cartera económica están confiados en que los ajustes hechos, alcanzan para que las metas impuestas por el FMI se consideren cumplidas. Siguen flojos de papeles en las reservas del Banco Central: por eso en la previa a la reunión con Georgieva, Massa pondrá a prueba sus contactos para conseguir dólares y financiamiento. Varios periodistas confirman que no buscará en lo inmediato un nuevo crédito con el FMI, y que eso se postergará para el 2023. Alejandro Rebossio en El DiarioAr ubica dos vías para la búsqueda de dólares: “acelerar desembolsos ya aprobados de los bancos Mundial e Interamericano de Desarrollo (BID)” e intentar “atraer inversiones reales en hidrocarburos y litio (...), otras para la industria, el agro, el turismo y la economía del conocimiento”.

Septiembre se encamina a ser el mes donde se publicarán los nuevos datos de pobreza del Indec del primer semestre del año, el del inicio del impacto de los tarifazos en los servicios públicos sobre los ya castigados bolsillos populares, y un presupuesto 2023 de más ajuste a la medida del FMI. El cuadro se completará con un nuevo anuncio de beneficios para los sectores del capital concentrado: un dólar diferencial para los agroexportadores a $200, un 40% más que en el mercado oficial (que, según Verbitksy, Massa anunciará con las cámaras de aceiteros y exportadores de cereales y solo será aplicable para la compra de soja, durante el mes de septiembre).

Sebastián Premici describe que “El plan de Massa oscila entre el ajuste fiscal y los regímenes especiales para la minería, las automotrices, petroleras y el agro. Nada que no haya prometido antes Guzmán”. Otra vez el axioma de castigar a las y los trabajadores, y premiar a los que más vienen ganando y presionan para devaluar. Sin ir más lejos, el propio Alfredo Zaiat en Página 12, detalla el saldo que obtuvieron las principales actividades entre enero y julio de 2022. En millones de dólares, “oleaginosas y cerealeros” se ubica primera con +22.648. Segunda “alimentos, bebidas y tabaco” con +4.386; y tercera, la minería con +1.866. Al sector minero y de hidrocarburos, el gobierno viene de darles un acceso diferencial de divisas. La coincidencia entre quienes obtuvieron saldos positivos millonarios, y los destinatarios de los anuncios y beneficios del gobierno es sorprendente. La “ayuda estatal” se concentra en esos sectores empresariales.

Lo imposible y lo deseable

Vivimos el tiempo de las fracturas. Retroalimentadas en la decadencia de administrar la escasez, que no encuentra ni puede tener salida. No hay un muro entre las penurias insalvables de seguir el acuerdo con el FMI, y las llamas que quieren avivar las derechas. Hay un nexo, un camino que se mezcla y entrecruza. Defender las libertades democráticas y la libertad de expresión, es donde se juega también el destino de la clase trabajadora y las mayorías para el desarrollo de su propia lucha colectiva. Como dijo Myriam Bregman en la sesión de Diputados, luego de repudiar el atentado contra la vicepresidenta, “a las clases dominantes les interesa que existan expresiones de derecha. Porque son los que proponen políticas de ajuste, reforma laboral contra los derechos que ha conquistado nuestra clase trabajadora, o que haya políticas de mano dura".

No debiera haber lugar para las condenas descafeinadas de una variopinta oposición de derecha guiada por la especulación electoral, por eludir responsabilidades, o por cercanía ideológica. Pero existen. Tal como existen intereses económicos que son irreconciliables con las mayorías trabajadoras, que hacen imposible sus prédicas de “paz social”. Esa “paz social” que escuchamos en boca de opositores de derecha, oficialistas, empresarios, o dirigentes sindicales, está abolida para las nueve décimas partes de la población bajo este régimen social. Esas nueve décimas partes de la sociedad que en el día a día luchan por un plato de comida. Enfrentan la tiranía de ser explotados en dos, tres o más trabajos, porque con uno no alcanza. Quienes son despojados de todo, hasta de un techo, obligados a tomar un pedazo de tierra por supervivencia. La deseable paz social, es incompatible con esa guerra de clase a veces en acción, a veces silenciosa. Conquistar un futuro deseable, podrá comenzar haciendo uso del legítimo derecho a la lucha contra este ajuste que nos hunde.


Jesica Calcagno

Nació en Buenos Aires en 1984. Licenciada y profesora en Sociología (UBA). Acreditada en el Congreso.

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