Trabajo docente precarizado año a año, gobierno tras gobierno, por un Estado vaciador de todo lo público. Antes y durante la pandemia. ¿Cómo seguimos?
Sábado 13 de junio de 2020 14:22
Mucho se ha dicho del trabajo docente, sobre todo cuando hay conflictos con medidas de fuerza y son los propios gobiernos los que direccionan el ataque contra nuestro trabajo. Como cuando la gobernadora Vidal dijo que con cada paro teníamos a los niños de rehenes; o como cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo que los docentes sólo trabajamos 4 horas y tenemos tres meses de vacaciones.
Lo cierto es que, para llegar a fin de mes, necesitamos dos cargos (alrededor de 20 módulos u horas). Lograr cierta “estabilidad económica” conlleva un largo camino de precarización, que en realidad nunca termina y detrás de cada hora en el aula hay al menos dos horas de trabajo invisibilizado.
Antes de la pandemia
Cuando tomamos horas o módulos, el Estado tarda dos meses (con suerte) en pagar el primer sueldo. Mientras tanto, hacemos malabares económicos porque el alquiler, los servicios y las cuentas no esperan. Quienes recién ingresamos, tenemos bajo puntaje y tomamos las horas que podemos o que nos quedan disponibles, a veces en escuelas muy lejanas a nuestro domicilio. Esta situación para las y los profes en particular es engorrosa ya que, para llegar a un sueldo que se acerque a la canasta básica, hay que sumar alrededor de 20 módulos, lo que te hace pasear por todas las escuelas de la ciudad y alrededores, ocasionando gastos de transporte y tiempo grandísimos.
Si sos suplente o provisional, lo más probable es que a fin de año te quedes sin laburo. A principio del siguiente, volvemos a empezar: volver a la búsqueda laboral, volver a las suplencias cortas, volver a yirar por toda la ciudad –y otras ciudades también- para tratar de hacer un combo que permita llegar a fin de mes.
Convivimos con una inestabilidad laboral enorme y una gran incertidumbre que nos provocan desde problemas materiales, económicos y hasta psicológicos, como ataques de pánico o ansiedad.
Para llenar la olla, tenemos que volver a otros trabajos: clases particulares, vender comida, trabajar en comercio, incluso agarrando la moto o la bici para ser profesores de día y trabajadores Rappi o Glovo de noche.
Durante la pandemia
Al momento del inicio del aislamiento, se suspendieron los actos públicos y con ello, la posibilidad de tomar horas. Esto dejó a miles de docentes y auxiliares sin módulos/cargos o con muy pocas horas de laburo.
En este marco, el gobierno de Kicillof, quien reconoció que hay alrededor de 40 mil docentes sin trabajo sólo en la provincia de Buenos Aires, sacó de manera rimbombante el plan PIEDAS. Se trata de un plan de Emergencia para trabajadores de la educación que en un primer momento apuntaba únicamente a docentes y auxiliares sin módulos/cargos, lo que excluía a miles del plan como, por ejemplo, quien tuviera únicamente dos o cuatro módulos y cobrara menos de 10 mil pesos.
Frente al enorme malestar, se lanza una segunda instancia que incluyó a docentes y auxiliares que hayan tomado menos de 8 módulos. Sin embargo, a pesar de estas modificaciones en los requisitos, el Piedas deja afuera a quienes no figuren en los listados oficiales.
El Piedas es una especie de cheque en blanco de laburo: se aceptan a ciegas tareas que van llegando por mail. Puede ser realizar alguna planificación o secuencia didáctica, dar alguna clase por algún medio no presencial, repartir bolsones o tareas de desinfección (auxiliares) o si estas anotado en FINES, algún curso. En algunos distritos, están designando más horas de las que se pagan. Además, es completamente insuficiente, ya que este programa lleva los sueldos a 17 mil pesos por mes y se sabe que nadie puede vivir con ese monto.
Por otra parte, este plan no contempla que ya pasaron más de setenta días de cuarentena y el Estado no puso ni un peso para garantizar salarios que alcancen la canasta básica, condiciones de vivienda para las miles de familias que viven hacinadas o sin techo, o el acceso masivo a internet. Una parte de nuestro salario es para necesidades básicas: el “material didáctico” de mayo osciló entre los 60 y 200 pesos, que no alcanzaba ya para fotocopias y papelería, menos hoy para pagar internet o los datos del teléfono.
Docentes y estudiantes llevamos adelante la tarea “heroica” de la virtualidad con nuestros propios recursos, mientras para las grandes empresas como Fibertel, Movistar, Claro, etc, todo esto es sinónimo de ganancia.
Por otro lado, docentes y auxiliares nos ocupamos del reparto de los bolsones de mercadería en las escuelas. Venimos denunciando que los mismos contienen entre diez o doce productos, muy poco nutritivos, de mala calidad e insuficientes para llevar adelante una dieta adecuada. Tampoco contienen elementos de limpieza y desinfección, mientras empresas lucran con los precios de los productos de higiene.
La desinfección de la escuela, la organización del reparto, el armado de las bolsas y la atención a las familias depende exclusivamente de docentes, auxiliares y equipo directivo.
¿Y luego de la pandemia?
El panorama que se viene es aún más que negro, el COVID-19 aceleró la crisis sanitaria, económica y social a nivel global. Frente a esto, las empresas avanzan en despidos, recortes y suspensiones a pesar del DNU del gobierno que los prohíbe; evidentemente, no les hace ni cosquillas. Los gremios arreglan a puertas cerradas rebajas salariales entregando a la clase trabajadora en bandeja.
El impuesto a las riquezas permanece freezado y el único proyecto es el presentado por el FITU. Además, hay nuevos acuerdos con el FMI para seguir desembolsando millones en una deuda fraudulenta histórica y pagar la fiesta ajena durante el macrismo.
¿Y La celeste? ¿Y Baradel?
La dirección de Suteba poco viene haciendo para hacerle frente a esta situación. Por el contrario, actúan como una “secretaría del gobierno”: festejan todas las medidas de Kicillof y Fernández y dejan pasar los ataques, como es el caso de IOMA, donde sacan fondos de la obra social de miles de laburantes para financiar la salud privada.
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Por todo esto, tenemos que organizarnos. Hay ejemplos a seguir, como la Red de trabajadores precarizades e informales, quienes mostraron que organizándose y copando la calle es donde se conquistan nuestros derechos. O como las y los trabajadores de la fábrica recuperada MadyGraf que junto a docentes y estudiantes fabrican alcohol en gel para entregar en centros de salud. O también, el Suteba Multicolor de Ensenada que ha organizado una colecta solidaria para el barrio Cabezas.
Peleamos por un salario de cuarentena para los y las trabajadoras de la Educación que se quedaron sin cargo y para que el Estado garantice la conectividad y datos a docentes y estudiantes. Además, apoyamos el proyecto de Ley presentado por el diputado Claudio Dellecarbonara por SAE universal y nutritivo para paliar la crisis alimentaria en los barrios. Nos tenemos que organizar para que la continuidad pedagógica virtual no sea un privilegio y no se lleve puestos nuestros derechos laborales.
Tenemos que coordinar todas las peleas. Somos una misma clase, aunque nos quieran diferenciar y dividir. Pegar con un sólo puño, porque la crisis que se avecina no la tiene que pagar una vez más el pueblo trabajador