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Educación y marxismo

Entrevista: Wayne Au

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Educación y marxismo

Ivana Otero

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Wayne Au, docente y activista marxista estadounidense, analiza el papel de la educación frente a las desigualdades estructurales inherentes al sistema capitalista. Desde su perspectiva, el marxismo proporciona un marco crítico esencial para reflexionar sobre la educación. En su obra A Marxist Education: Learning to Change the World, subraya la relevancia de recuperar el legado de figuras como Vigotski, cuyo enfoque materialista y dialéctico ofrece herramientas para repensar el aprendizaje y la enseñanza.

Como escritor y editor de la revista Rethinking Schools, ha sido una voz destacada en la crítica al currículo escolar, los prejuicios raciales presentes en todos los niveles educativos y el impacto negativo de las pruebas estandarizadas. En el contexto de las políticas regresivas que llevan adelante diversos gobiernos y ante la asunción de Trump en Estados Unidos, conversamos con Wayne Au quien nos ofrece reflexiones claves para entender la compleja y contradictoria relación entre la educación y la sociedad en la actualidad.

En A Marxist Education: Learning to Change the World, realizás un recorrido por tu propia biografía y te definís como marxista ¿Por qué te parece importante rescatar el marxismo para abordar una crítica a la educación?

Creo que es importante reivindicar el marxismo como crítica para la educación por muchas razones. Una de ellas es que, en un sentido político global más amplio, las tradiciones marxistas existen y son abrazadas mucho más a nivel internacional que en los Estados Unidos. Siendo uno de los centros del capitalismo, EE. UU. es políticamente muy regresivo. Parte de esta regresión ha incluido ataques intensos al marxismo, el socialismo y el comunismo, es decir, a todo lo que se presenta como anticapitalista, con el objetivo de desacreditar cualquier desafío serio y organizado a la explotación capitalista. Esto ha resultado no solo en la eliminación de las significativas tradiciones marxistas de lucha y análisis en EE. UU., sino también en la deslegitimación del discurso marxista actual. Además, este es un proyecto del sistema político estadounidense en su conjunto, donde tanto liberales como conservadores están unidos en sus ataques al marxismo. En este contexto y como un académico crítico consolidado, creo que es fundamental apoyar y re-legitimar los análisis marxistas de la educación porque ofrecen una claridad y sistematicidad para comprender los problemas en la educación capitalista que otros análisis no proporcionan.

También creo que el marxismo ofrece una mirada crítica importante para la educación porque sigue proporcionando una hoja de ruta para pensar cuestiones fundamentales: cómo satisfacer las necesidades materiales de nuestros estudiantes y comunidades, cómo se forma la conciencia y cómo se desarrolla el aprendizaje, la reproducción del capitalismo en la educación, o cómo se manifiesta el poder en las relaciones del aula, los textos y las políticas educativas. El marxismo aborda estas cuestiones con profundidad y ofrece respuestas para enfrentar desigualdades y relaciones de poder asimétricas en las escuelas y la sociedad.

Por último, en un plano más personal, escribí A Marxist Education en parte para ser más público sobre mi marxismo. Aunque creo que cualquiera que preste atención a mis obras anteriores debería notar mi orientación marxista, sentí la necesidad de “plantar mi bandera” de manera más visible, tanto como un acto de liderazgo (para señalar que sí, es válido ser marxista) como para abrazar plenamente quién soy como persona, académico y activista.

En Argentina, desde Ediciones IPS estamos publicando obras de Lev Vigotski. En varios de tus escritos hemos notado que trabajas sobre su legado e incluso relacionás los conceptos de Lenin con los de Vigotski. ¿Qué aspectos de su pensamiento considerás más relevantes para pensar la educación hoy?

¡Me parece fantástico que haya una edición argentina de las obras de Vigotski! Sé que en Sudamérica —en particular en Brasil, Argentina y Chile— se toman muy en serio los análisis críticos de la educación. Realmente admiro y respeto eso en comparación con los Estados Unidos. En algunos aspectos, creo que gran parte de mi propio trabajo (como la traducción al español de mi libro Critical Curriculum Studies) es recibido con más calidez allí que en EE. UU.

En cuanto a la pregunta, considero que gran parte de los análisis de Vigotski sobre la conciencia y el aprendizaje siguen siendo completamente aplicables a la educación actual. Conceptos como la zona de desarrollo próximo o su marco sobre el paso de la conciencia espontánea a la científica en el desarrollo conceptual son cruciales para entender cómo aprendemos y cómo alcanzamos formas más profundas y críticas de conciencia sobre el mundo. El peligro surge cuando el trabajo de Vigotski se divorcia de su contexto revolucionario. En los Estados Unidos, algunos académicos omitieron activamente su marxismo o lo atribuyeron a un supuesto intento de apaciguar al gobierno comunista ruso. Así, los conceptos de Vigotski fueron adoptados de manera muy convencional en la formación docente, pero con su política casi completamente borrada. Argumentaría que, sin el marxismo y sin el materialismo dialéctico, no se puede entender realmente a Vigotski, ya que sus descripciones sobre el movimiento de conceptos espontáneos a científicos se expresan como un proceso dialéctico. Por eso, creo que sus conceptos siguen siendo útiles, pero deben comprenderse dentro del contexto del materialismo dialéctico marxista.

En el libro que antes mencionamos planteas que “El papel ideológico que juegan las escuelas capitalistas también tiene su propia contradicción interna: es difícil decirles continuamente a los estudiantes que todos son iguales y que una buena parte de ellos realmente no espere igualdad”. ¿Podrías profundizar en qué significa esta contradicción?

Esta contradicción es especialmente evidente en el contexto de la democracia burguesa de los Estados Unidos (que, dicho sea de paso, se vuelve cada vez más frágil mientras nos deslizamos hacia el fascismo). EE. UU. proclama constantemente al mundo y a su propia población que es una democracia, que las personas aquí son libres, que todos somos individuos que podemos tomar decisiones y que, si trabajamos duro, podemos tener éxito. En el centro de esto está una ideología del individualismo: que no solo existimos como individuos, sino que todos somos iguales como tales. Esto enmarca a EE. UU. como una supuesta meritocracia, donde los individuos compiten en igualdad de condiciones y logran éxito o fracaso según su mérito individual. Sin embargo, sabemos con absoluta certeza que esto es una ficción. Estados Unidos fue construido y perpetúa sistemas que mantienen desigualdades basadas en raza, clase, género, sexualidad, etnicidad, entre otras. Y también sabemos que el sistema educativo juega un papel crucial en la reproducción de estas inequidades asociadas al capitalismo, el racismo y el patriarcado.

Ahí radica la contradicción: nuestras escuelas perpetúan la idea de que somos iguales como individuos, mientras que las estructuras capitalistas (incluidas las escuelas) crean sistemáticamente desigualdades. En un sentido muy marxista, esta contradicción crea las condiciones para que las personas desarrollen una conciencia más crítica sobre su existencia y, potencialmente, busquen cambiarla.

En tus trabajos también has destacado los efectos negativos de las pruebas estandarizadas. ¿Cuál es tu opinión sobre su uso como herramienta para medir el “éxito” en sistemas educativos tan diversos?
Podría, y de hecho lo he hecho, escribir un libro completo sobre esto. La respuesta breve es que cualquier herramienta de medición basada en la estandarización masiva, implementada en sistemas construidos sobre desigualdades de todo tipo, solo reproducirá esas desigualdades. Hay una gran cantidad de evidencia que lo respalda a nivel internacional durante décadas. Esto se debe a que la estandarización que estas pruebas imponen a las escuelas, los docentes y los estudiantes, así como la reducción de todos ellos a números unidimensionales para comparaciones dentro de sistemas educativos concebidos como cuasi-mercados, sólo puede exacerbar inequidades existentes.

Por ejemplo, estas pruebas están diseñadas para producir una “curva de campana” en los resultados, donde se espera que un número determinado de estudiantes fracase para que la prueba sea considerada válida. Esto significa que nunca podríamos tener una prueba de este tipo cuyo objetivo sea que todos aprueben. Requieren el fracaso, la clasificación en ganadores y perdedores. En pocas palabras, son una herramienta para producir y reproducir las desigualdades capitalistas.

Con la próxima asunción de Donald Trump, ¿cuál crees que será la política en educación? En ese contexto, ¿cómo ves los fenómenos de lucha docente y educativa que están emergiendo en Estados Unidos?

Honestamente, no tenemos una idea clara ni detallada de cómo serán las cosas. Por supuesto, asumimos que las cosas serán malas: pérdida de fondos federales para proyectos de investigación importantes, ataques a iniciativas de justicia racial, ataques a infraestructuras de justicia sexual y de género, posibles recortes a programas de apoyo a la pobreza y la financiación para estudiantes universitarios. Muchos de nosotros asumimos que todo el Departamento de Educación podría ser desmantelado, con programas específicos movidos a otras partes del gobierno. También supongo que muchas políticas quedarán en manos de los estados.

Sin embargo, como gran parte de lo que dice Trump es grandilocuencia que a menudo no se alinea con lo que realmente puede lograr dentro de las estructuras del gobierno estadounidense, no sabemos qué se convertirá en realidad. Lo que sí sabemos con certeza es que muchos de nosotros estamos asustados ante lo desconocido. Inmigrantes, comunidades no blancas, musulmanes, personas transgénero, clases trabajadoras, mujeres y personas LGBTQ enfrentaremos ataques, ya sea a través de políticas o de la violencia de supremacistas blancos y nacionalistas cristianos envalentonados. Nos estamos preparando para lo desconocido mientras también desarrollamos estrategias para apoyarnos mutuamente en los tiempos, sin duda, terribles que se avecinan.

Antes de las elecciones de EE.UU, Greta Thunberg expresó sus razones para no aceptar el chantaje electoral de la opción del “mal menor”, denunciando enérgicamente el genocidio en Palestina. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

Mi opinión personal es que, en general, estoy de acuerdo con Thunberg en este tema. Por un lado, siento/sentía muy fuertemente que necesitamos un verdadero Frente Unido Contra el Fascismo, porque creo que era necesario bloquear a Trump a toda costa. Por otro lado, un verdadero Frente Unido Contra el Fascismo requiere un compromiso político profundo y real con los temas que la gente exige, como poner fin al genocidio en Palestina y atender las necesidades materiales y económicas reales de las personas. El Partido Demócrata de EE. UU. no solo falló en hacer estas cosas, sino que las resistió y saboteó activamente en cada oportunidad.

Para ser claro, no quería a Trump ni a los nacionalistas cristianos blancos en el poder en absoluto, y estoy absolutamente seguro de que las cosas serían aún peores para los palestinos bajo Trump que con cualquier otro. Pero incluso hacer esa afirmación es extraño, porque ¿puede realmente haber un “genocidio peor”? En esencia, creo que tanto los republicanos como los demócratas de EE. UU. representan dos expresiones diferentes del nacionalismo estadounidense. Ambos estaban/unidos en sus necesidades nacionalistas respecto a Israel, incluso si sus visiones sobre cómo proceder con la política interna de EE. UU. diferían en algunos aspectos clave (aunque ciertamente no lo suficiente como para abordar las necesidades de las masas en EE. UU.).

En este sentido, durante el último ciclo electoral, me recordó cuán diferente veo las elecciones nacionales presidenciales de EE. UU. en comparación con muchos de mis colegas. Principalmente lo veo como capitalistas compitiendo entre sí mientras buscan la mejor manera de garantizar la supervivencia del capitalismo. Por eso creo que, como ha sucedido en tantos otros países del mundo en este momento, ven al fascismo como la ruta más segura para mantener el capitalismo. Los partidos Republicano y Demócrata de EE. UU. solo representan diferentes alas y direcciones de la clase capitalista.

¿Cómo ves la posibilidad de que surjan respuestas de base, anticapitalistas y socialistas en EE. UU.?

En el contexto de una nueva presidencia de Trump, anticipo que las cosas serán difíciles. Anticipo un aumento de la vigilancia y de los ataques directos contra las organizaciones progresistas y socialistas existentes. Trump ni siquiera ha asumido oficialmente el cargo, y ya estamos viendo que esto ocurre. Por ejemplo, ahora mismo hay una potencial ley federal que etiquetaría a las ONGs sin fines de lucro que apoyan a Palestina como “organizaciones que apoyan el terrorismo”. Si esta ley se aprueba (y todos los indicios apuntan a que sí), muchas organizaciones progresistas perderán su estatus de no lucrativas, lo que dificultará que recauden fondos e incluso que existan. Esto incluye a grupos educativos con los que estoy vinculado que están trabajando en proyectos curriculares antirracistas y pro-palestinos.

También estamos en un período difícil para los grupos socialistas organizados en EE. UU. Un par de las principales organizaciones socialistas nacionales han colapsado (por ejemplo, la ISO) o están lidiando con conflictos internos significativos y casi paralizantes (por ejemplo, la DSA) en los últimos años. No estoy diciendo que estas organizaciones fueran la respuesta, pero sí creo en tener estructuras y recursos para apoyar una comunidad más amplia y próspera de organización de izquierda. Así que perder cualquier organización importante puede restar impulso y limitar las posibilidades.

Dicho todo esto, también reconozco que hemos logrado algunos avances en términos de los movimientos abolicionistas y de ayuda mutua que han surgido en los últimos años. Entonces, aunque podamos o no tener capacidad organizativa socialista, sí contamos con otras formas de apoyo local y de base que se inspiran en tradiciones socialistas y que buscan desarrollar maneras de cuidarnos entre nosotros. Estas, creo, nos muestran destellos de las direcciones hacia donde debe ir la organización socialista.

Además, hay algunas instituciones, como la Conferencia de Socialismo que se celebra anualmente en Chicago con el apoyo organizativo de Haymarket Books, que existen como espacios dinámicos para el pensamiento, la conexión y el debate socialista. Siento que muchos proyectos locales surgen de este tipo de encuentros. Además, la lucha por los currículos y los sindicatos de docentes ofrece algunas posibilidades como espacios para la organización socialista en el futuro. Sin embargo, creo que todos estos espacios estarán bajo un mayor escrutinio y ataques incrementados a medida que avanzamos, por lo que necesitaremos ser más inteligentes, estratégicos y cuidadosos en términos de seguridad mientras realizamos este trabajo.


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Ivana Otero

Docente de Nivel Primario.