Viernes 17 de octubre de 2014
Fotografía: FIBA
Amplio es el espectro que nos permite pensar en éste tópico. ¿Por qué hablaríamos de este puesto en particular en la cancha? A decir verdad, quizás no haya más razones para hablar de esta función en un equipo que de otra, pero si vamos más allá y pensamos un poco en la historia de nuestro básquet, tenemos mucho material y nombres para entender la evolución de esta clase de jugadores.
Para empezar debiera aclarar que tomaré como fecha de inicio la temprana Liga Nacional porque creo que ahí, con el inicio de profesionalismo a nivel nacional, se empiezan a desarrollar y evolucionar un mayor flujo de jugadores. Sin desmerecer la historia antes del comienzo de la Liga.
En este comienzo a mediados de la década de los 80 se empiezan a ver algunos destacados, podemos citar a Javier Maretto, bicampeón con Ferro en la 85 y 86, prolijo, de buena mano y con gran visión de juego. Se podría decir un fiel representante de la vieja escuela, así como el triplero Luis Oroño, sin tanto despliegue físico pero de gran fortaleza. A diferencia de un Germán Filloy, primer MVP de la Liga, que con sus 2.02 metros ya evidenciaba mayor movilidad y un juego más atildado, con buenos fundamentos; podía postearse, penetrar o tirar en larga distancia. Campeón con Atenas, pasó por Pacífico de Bahia Blanca, pero acuciado por lesiones no fue aquel que brillara en Córdoba.
A veces difícil diferenciar el 3 del 2, quizá porque ante las circunstancias son puestos que se tienen que cubrir mucho entre sí. Es el caso del gran Julio Ariel Rodriguez (1.98) que brillara en Pacífico en el ´88. Muy recordada es su histórica volcada cuando jugaba para el verde de Richotti, haciéndola rebotar primero en el tablero para luego enterrarla con dos manos en medio de un contraataque, el público no daba crédito a lo que sus ojos veían. El básquet argentino pedía más, y Rodríguez lo tenía, piernas que lo llevaban bien arriba, buen triplero, que le daba su depurada técnica de tiro y penetraciones con cualquier perfil. Luego pasó por Olimpo: aquí a diferencia de su anterior equipo en el que estaba el zurdo De Battista como escolta, él cumpliría esa función porque allí estaba otro peso pesado, el Gallo Pérez. Dos metros clavados de altura, Esteban Pérez, salía de las cortinas para buscar su tiro de tres, el cuál parecía tirar con displicencia, pero con buena eficacia. Sin obviar su capacidad de tomar recobres y que corría la cancha y la enterraba sin ningún problema ante la presencia de cualquier pivot, esto no lo amedrentaba; su altura y potencia le daban la confianza.
Sin olvidarnos de otro Esteban (de la Fuente), fornido y también de buena mano para la media distancia. Se vio su mejor versión en el Quilmes de Eduardo Dominé y cía. Contemporáneo de Alejandro Ferrari, de similares características pero de movimientos menos elegantes, aportaba lo suyo en el Estudiantes de Bahía. Párrafo aparte merecería Jorge Faggiano, más cerebral, un gran jugador que debió sufrir a los Rodríguez y Pérez antes que él en la selección, aunque sí pudo hacer experiencia en ella.
Ya para este momento el básquet moderno estaba entre nosotros, los aleros debieran medir más de dos metros, tirar de afuera y ser muy versátiles y ductos a la hora de jugar. Y empiezan los primeros eslabones de una cadena que llevaría a la gran Generación, siendo este el caso de Marcelo Nicola. Sería polémico decir que era un 3 puro, sus 2.07 centímetros lo acercaban más al tablero. Pero su muy buen tiro lo alejaba ¿Entonces? Su formación europea (se fue a los 18 años) quizá haya sido el cimiento de lo que fue. Enfrentarse ante jugadores de gran talla desde muy joven, lo llevó a adaptarse. Es evidente que lo hizo, y aún más; muy fino en sus movimientos, de buen tiro y gran calidad, esa que muestran sólo algunos.
Y así nos vamos acercando a los que hoy nos representan, sin olvidarnos de Jorge Racca, que apareció como un gran prospecto y parecía que su carrera lo llevaría a más. Sin embargo también podemos decir que jugaba mucho de 2 y su trayectoria podría haber sido la envidia de muchos. O el mismo Gabriel Riofrío, que antes de su deceso venía demostrando cosas interesantes. Pancho Jasen, siempre batallador, tuvo su premio en el mundial de Turquía, por mérito propio, siendo importante en resonantes victorias. Mención especial para el "Yacaré" Kammerichs que tuvo que salir a bancar los trapos cuando otros aleros no asistían a la selección.
Entonces llegamos a los más claros exponentes de ésta evolución en el puesto, Nocioni y Herrmann. Jugadores altos (2.01 y 2.04 respectivamente) que viven mucho de su tiro exterior, pero que son capaces de ir hacia el aro con gran potencia y muy buena capacidad reboteadora. Al Chapu lo hemos visto jugar de 4 muchas veces, también de gran salto y entrega. Herrmann quizá lo entretiene más el ataque, pero a sus largos brazos con los cuáles hace su famosa bandeja a una mano, no los vamos a desestimar en defensa. Lo curioso en este caso es quizá que nos hayamos perdido muchos de sus buenos años en actividad, debido a su temprano retiro, para luego volver al profesionalismo recientemente.
Debemos decir que también Ginóbili y Delfino son casi aleros (1.98 los dos) y la selección los ha visto jugar juntos, aunque en sus equipos sean escoltas. Así como al Torito Palladino, que no le tenía miedo a nada, se fajaba con los grandes, o corría y anotaba si así lo imponía el juego.
Entonces ¿Por qué el análisis de éste puesto en particular, si hemos visto confundirlo tanto entre otras funciones? Precisamente por eso, y porque representa un bastión en la formación basquetbolística argentina, ya que nuestra falta de gran estatura y talento en conjunto, no nos ha dado tantos nombres rutilantes cerca del aro (más bien que los hay, Maggi, Montenegro, Osella, Scola, Oberto). Pero siempre hemos padecido a nivel mundiales enfrentarnos con los 2.10, 2.15 de otros equipos. Y han sido los aleros, con la media cancha (1 y 2) los más avezados para demostrar de qué está hecho nuestro básquet.