Quien fuera secretario general del Sindicato de Obreros Marítimos por 27 años, fue encarcelado, acusado de asociación ilícita. Cientos de trabajadores despedidos del Casino no olvidamos su traición.
Luigi Morris @LuigiWMorris
Domingo 18 de septiembre de 2016 00:30
A inicios del 2006, más de 1100 trabajadores de los barcos-casino ubicados en Puerto Madero, en la lucha por mejores condiciones laborales y por el fin a la persecución por parte de la empresa, que tuvieron que enfrentarse a los delegados pro patronales pertenecientes a Aleara (Sindicato de Trabajadores de Juegos de Azar), dirigido por el ex diputado macrista Daniel Amoroso.
Listas negras, despidos selectivos y masivos, paros, reincorporaciones, asambleas, organización y luchas fueron los primeros embates para lograr una elección democrática, con la que se consiguió una mayoría de delegados que representaban a los trabajadores.
La organización de los jóvenes trabajadores del Casino flotante avanzaba con sus primeras conquistas, como el derecho a percibir la caja de empleados, un nuevo convenio colectivo y mejoras en las condiciones laborales, entre otras.
En ese marco, con objetivos propios ligados a intereses del Gobierno y para destruir la organización independiente, es que se cuela el “Moyano de las aguas”, Omar “Caballo” Suárez. Fiel a su estilo antidemocrático y patoteril, nos atacó en dos oportunidades: en el lock out de 40 días entre mayo y junio del 2007 y luego en noviembre de ese año, en el marco de un conflicto que duró más de 100 días.
Primer ataque: patota y lock out patronal
“Todo lo que flota es mío” era su frase gansteril de cabecera para explicar porqué los 2 mil trabajadores que desempeñaban sus tareas en el Casino flotante debían pertenecer al SOMU (Sindicato de Obreros Marítimos Unidos).
En alianza con el Gobierno kirchnerista, el “Caballo” Suárez se planteó dos objetivos: complicarle la vida a CIRSA -dueña del casino- para que los españoles vendieran la mayoría de sus acciones al empresario -también kirchnerista- Cristóbal López, y sumar un gran número de afiliados -entonces bajo convenio de Aleara- lo que para él significaría más poder y más dinero.
Para hacer el negocio del casino aún mas rentable para el nuevo empresario, era necesario borrar las condiciones laborales conseguidas por los trabajadores. El plan era concretar el encuadramiento dentro del SOMU. Es así que Omar Suárez pone a disposición su patota y la empresa lanza un lock out por 40 días dejando a miles de trabajadores en la calle. Mientras el Casino estuvo cerrado, los trabajadores se movilizaron para exigir la reapertura y que se investiguen los hechos.
Frente a la tenaz defensa de los trabajadores y para no querer seguir pagando el costo político que había generado el conflicto, es que el Casino reabre sus puertas. La nueva administración no pudo quebrar la organización y los trabajadores reingresaron fortalecidos por la experiencia de resistir la maniobra de la empresa y el gobierno.
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Continúa la organización
Además de los delegados que respondían a la base, se formaron distintas comisiones dentro del Casino, repletas de activistas, como las de prensa, género, coordinación y salud.
La de prensa sacaba boletines y comunicados constantemente; la de género planteaba los reclamos urgentes para las cientas de mujeres que trabajaban en el casino; la de coordinación era el lazo con otros sectores en lucha u organizados como el Indec, Hospital Francés, el Hospital Garrahan, los fileteros de Mar del Plata, la autopartista Dana, la textil Mafissa y el laboratorio Fresenius, entre otros.
La comisión de salud se había puesto al hombro una pelea clave: mejorar la calidad de vida y modificar las condiciones laborales que generaban problemas psicológicos comunes en la actividad de los juegos de azar, enfermedades físicas recurrentes como tendinitis, túnel carpiano, lumbalgias -entre muchas otras- y casos más graves como el alto índice de abortos espontáneos.
La demanda por las 6 horas de trabajo se extendía y recorría las calles con sus “marchas fúnebres” -con los trabajadores disfrazados-, las denuncias llegaban a los organismos correspondientes con estadísticas que eran resultado de una investigación independiente de los trabajadores y su difusión; se discutía en asambleas y se buscaba solidaridad.
Tal objetivo ya preocupaba a los empresarios del juego así como a otras patronales que temían que, al igual que el subte, lográramos la reducción de jornada para todo el personal, independientemente de su afiliación sindical.
Segunda agresión encabezada por el SOMU
El secretario general Omar Suárez nuevamente cumplía su rol de disciplinador del movimiento obrero; nuevamente mandaría una patota (que pasó todas las instancias de seguridad propias de un casino “sin que queden pruebas”) a interrumpir a golpes una asamblea de trabajadores en la que llegaron a lastimar a una embarazada y hacer amenazas con cuchillos.
Semejante ataque recibió una respuesta defensiva por parte de los trabajadores, que fue conocida como la “batalla del comedor”; intervino la Prefectura (que venía de envenenar al represor Héctor Febres para evitar que testifique contra los genocidas de esa fuerza) pero para defender a los matones armados, escoltar su salida y agredir a los trabajadores en su propio lugar de descanso.
A raíz de esto llegaron los primeros despidos, que luego superaron los cien; se inició una larga lucha de más de 100 días. Se tuvo que enfrentar a la “Santa Alianza”: dos patronales intransigentes frente a los despidos, el Gobierno fortalecido con la elección de Cristina Kirchner, quien mandó a reprimir 9 veces, deteniendo a más de 20 trabajadores y maniobrando a través de Carlos Tomada, ex ministro de Trabajo.
Por último, la burocracia sindical, que esta vez dejó sus diferencias de lado para atacar a lo que más le temen: la autoorganización, la asamblea e independencia de los trabajadores. El aliado kirchnerista Omar Suárez unió fuerzas con el ex macrista Daniel Amoroso y otros cuatro sindicatos que tenían representación gremial dentro de los casinos flotantes (entre los cuales estaba el liderado por Luis Barrionuevo) para destruir dicha organización.
La lucha del casino, una escuela de guerra para miles de jóvenes
Si bien no se logró la reincorporación de los despedidos, semejante unión antiobrera, que contó con el apoyo de los medios de comunicación -en ese entonces Magnetto y los Kirchner no estaban enfrentados- se encontró con una gran resistencia e ingenio, con múltiples encuentros de coordinación entre delegados y activistas de distintos lugares de trabajo de donde salieron jornadas nacionales en las que se bloqueaba el lujoso barrio Puerto Madero a la par que se cortaban rutas provinciales.
Se realizaron piquetes que mantuvieron al casino cerrado durante meses, se trabajó extensivamente el fondo de lucha, se acampó en Plaza de Mayo, se contó con un amplio abanico de solidaridad, grandes movilizaciones que ganaban las calles, liberaba a los detenidos y ponían en alto el grito de una juventud que luchaba heroicamente por sus derechos y formaba parte del desarrollo de sindicalismo de base, opuesto a los manejos mafiosos de las cúpulas sindicales.
Como se pueden ver en este ejemplo y en cada una de las luchas, para enfrentar al Gobierno y su política de ajuste -reclamado por las patronales- es necesario barrer con la burocracia sindical que ata de pies y manos al movimiento obrero.
Hoy el “Caballo” Suárez está preso por internas capitalistas que utilizan a la Justicia para beneficios de un sector contra otro, no por el ánimo de democratizar los sindicatos; en éstos muchos dirigentes sindicales están atornillados a sus sillones hace décadas y viven lujosamente, a diferencia de quienes deberían representar.
Es tarea nuestra barrer con estos dirigentes vendidos. Queda demostrado, una vez más, que cuando los trabajadores del Casino salieron a defender sus derechos a pesar de sindicalistas como Suárez y Amoroso, tenían la razón.
Nota escrita por ex trabajador del Casino