Fue publicada entre los años 1973 y 1975 y reflejaba el pensamiento de la derecha peronista. El lema era “el mejor enemigo es el enemigo muerto”.
Claudia Ferri @clau.ferriok
Martes 31 de agosto de 2021 22:05
Durante la tercera presidencia de Juan Domingo Perón, fue el órgano de difusión más importante de la derecha peronista. Llamada El Caudillo de la Tercera Posición, tenía una regularidad semanal y fue creada por un reconocido militante nacionalista que había formado parte de Tacuara llamado Felipe Romero,. El lema de la revista era “el mejor enemigo es el enemigo muerto”. Toda una declaración de intenciones.
En esta revista encontramos permanentemente declaraciones antisemitas como las que escuchamos hace algunos días en boca del nacionalista Alejandro Fargosi contra Myriam Bregman refiriendose a ella con fines despectivos como “militante judía del Frente de Izquierda”.
Se identificaba abiertamente con el peronismo y se declaraba admiradora de Juan Manuel de Rosas, nacionalista y militante. Había surgido para responder por derecha a las intervenciones de la prensa de Montoneros, El Descamisado, y contra el accionar de los partidos de izquierda en años donde la insurgencia se extendía en los lugares de trabajo y estudio de todo el país y se cuestionaba todo. Con lenguaje simple y provocador El Caudillo tenía un contenido reaccionario, anticomunista y antisemita.
El Caudillo salió a la luz el 16 de noviembre de 1973, apenas unos días antes de la aparición pública de la organización paraestatal Triple A, encargada de atacar y asesinar a militantes de izquierda y del peronismo de base en pleno gobierno constitucional. Lejos de ser casual, ambas eran financiadas por el Estado a través del Ministerio de Bienestar Social dirigido por el “brujo” López Rega. El Caudillo cumplía un rol ideológico clave justificando en sus páginas el accionar violento de esta banda paraestatal.
El sesgo antisemita de la linea editorial estaba asociado directamente a sus posiciones antimarxistas y anticomunistas. Aunque parecen una novedad de la pandemia actual, las teorías conspirativas ya estaban de moda en los 70 en los sectores más reaccionarios de la sociedad y El Caudillo las reproducía. Una de ellas era la llamada “sinarquía internacional”, muy conocida en el mundo peronista de la época, desarrollada en el país por el filólogo y teólogo Carlos Alberto Disandro. Conocido por sus seguidores como el “Papa blanco”, incluido Felipe Romeo, fue un personaje promovido por el propio Perón en la década de los 60. Lo impulsó a brindar charlas en sedes gremiales, lo que explica la extensión de estas ideas entre los dirigentes sindicales de la CGT setentista. Ideas de las que nunca se desprendieron formalmente.
La sinarquía planteaba una conspiración mundial entre la Unión Soviética y Estados Unidos para destruir el “ser nacional” y a sus valores, cristianos y peronistas. Y que ese pacto estaba apoyado por el Judaísmo. Por eso los enemigos a los que había que destruir eran a los “capitalistas usureros” pero sobre todo los “judíos marxistas revolucionarios” que militaban en la izquierda y activaban en las fábricas o se “infiltraban” dentro del movimiento peronista.
Aunque los violentos comentarios antisemitas se desplegaron en editoriales y entrevistas, donde más se podía observar era en la sección de humor gráfico llamado “Chismes y entretenimientos” que incluía caricaturas con todos los estereotipos racistas construidos alrededor de los judíos -y usados anteriormente por el nazismo-para representar a los militantes montoneros o de izquierda, considerados peligrosos. En la edición N°7 representaban en una caricatura a un militante de izquierda haciendo una pintada contra Luis Margaride (integrante de la Triple A) pero que le había salido mal por su incapacidad y “por ser miope”. Llamado “Topolevsky”, se lo ve usando un brazalete de la JP, una estrella de David en su ropa, orejas grandes, lentes de intelectual y nariz ganchuda.
En una edición previa, la N°3, puede observarse una caricatura donde se plantea “sugerencias para una posible Ley de presibilidad” y se muestra a tres personajes, entre ellos, un ex prestamista a quién llaman Abraham Groitman y a un estudiante marxista al que llaman Mario Sieleboim Cherzeñuk.
Juan Luis Besoky, historiador dedicado a estudiar la derecha peronista, en su artículo dedicado a analizar el humor gráfico de El Caudillo, plantea que“el antisemitismo no estuvo presente sólo en la caracterización de la Tendencia, sino también en otras figuras de la esfera pública como el ministro de Economía José Gelbard o el director de La Opinión, Jacobo Timerman”. Muestra de ello es la caricatura de la edición N°32 de junio de 1974 donde grafican un conflicto laboral en el diario La Opinión y muestran a su director con un cartel que dice “Federación Sinárquica mundial”.
Besoky también dice que el antisemitismo no es exclusivo de El Caudillo, sino que las caricaturas de esta índole ya estaban muy presentes y extendidas entre los organos de prensa de la derecha nacionalista en el país desde hacía décadas atrás. Incluso hay que tener en cuenta que los ataques antisemitas contra los sectores más combativos del movimiento obrero argentino ya estaban presentes a comienzos de siglo XX y se intensificaron con el triunfo de la Revolución rusa de 1917.
La revista funcionó regularmente hasta mediados de 1975, cuando se despide anunciando que es momento de tomarse una pausa porque “se terminaba el momento de las palabras y había que pasar a la acción”. Eran tiempos en los que la conflictividad social se había agudizado, incluso llegando a desencadenarse el Rodrigazo -en junio y julio- que se llevaría puesto no sólo el plan de ajuste del gobierno sino a uno de los impulsores de El Caudillo y de la Triple A: el “brujo” López Rega.
Meses más tarde volvería a publicarse bajo el auspicio del dirigente peronista metalúrgico Lorenzo Miguel aunque duró poco y volvió a cerrarse tiempo antes del golpe de 1976. En 1982 resurgió por poco tiempo bajo las órdenes de Romeo y su función era apoyar al gobierno militar que estaba siendo ya muy cuestionado.
El Caudillo es apenas una muestra de cómo el antisemitismo y, también el antimarxismo y anticomunismo, formaron parte históricamente del discurso de la derecha argentina. También que éstas ideas calaron profundo en sectores del peronismo entre los años 60 y 70, incluso llegando a ser promovidas por el tercer gobierno de Perón para contrarrestar el avance de los sectores ligados a Montoneros. Los argumentos que se daban en la revista, avalaron y legitimaron el accionar de las bandas violentas que actuaron hasta 1976 y luego se integraron a los grupos de tarea de la dictadura. Desde aquellas páginas se construía el “enemigo interno” al que se debía enfrentar y aniquilar en Argentina.
Hoy, décadas después, estos discursos violentos continúan presentes y tienden a ser nuevamente promovidos por los medios y sectores de poder en forma abierta. También se sostiene en el discurso y la acción de algunos sectores del peronismo que nunca rompieron con su pasado conservador y nacionalista y siguen utilizando algunos de estos viejos esterotipos para atacar, como ayer, “a los zurdos”.
Claudia Ferri
Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.