En el torbellino de la gran Revolución Francesa además de las ideas republicanas daban sus primeros pasos las ideas contra la propiedad privada, el rol del periódico como tribuno del pueblo y la necesidad de una organización de cuadros para dirigir la revolución.
Luigi Morris @LuigiWMorris
Domingo 2 de octubre de 2016
El 14 de julio de 1789, con la “toma de la Bastilla” como hecho representativo, se daba inicio a la Revolución Francesa. Un proceso de grandes magnitudes históricas que fue un parteaguas por donde se lo mire. Clave para herir de muerte al feudalismo como sistema y dar lugar a los Estados burgueses que en los siguientes siglos se extenderían llevando a implementar el capitalismo a nivel mundial.
Fue una revolución burguesa por su contenido que terminó instaurando a la República como nueva forma de gobierno. La aristocracia gobernante era un límite para el desarrollo del creciente capitalismo y a su vez sometía al pueblo a vivir en condiciones cada vez más insoportables. Ambos sectores tenían sus motivos para querer derribar al antiguo régimen, siendo la burguesía quien hegemonizaría al “Tercer Estado” (campesinos, artesanos, comerciantes, el pueblo y principalmente los propios burgueses) durante la revolución. Dentro de esta dirección, se destacaba el ala más radical conocida como los jacobinos, sector de pequeños burgueses permeables a la presión de los Sans Culottes (“sin calzones”, sectores pobres urbanos) y Hebertistas que se agrupaban en la comuna de París y los distritos.
“Libertad, igualdad y fraternidad” se había convertido en el lema de la revolución, pero en los hechos significaba una plataforma para el libre desarrollo del mercado y la defensa de la propiedad privada que daría lugar a un mayor poder y enriquecimiento de la burguesía. Ese bloque de clases que se unió por la revolución, empieza a resquebrajarse a medida que en los San Cullotes y el pueblo se ponen al hombro no ya sólo la lucha contra la reacción sino contra la burguesía misma. Entre los rebeldes que dieron su vida para conquistar y defender un régimen más democrático, crecía la bronca por una revolución que no representaba el salto en calidad que anhelaban en sus condiciones de vida. Surgían destacadas figuras como Roux y Hebért, y otras menos conocidas como Babeuf, que se plantearon ideales superiores y un programa contra la carestía de vida del pueblo.
Gracco Babeuf, militante revolucionario contra la propiedad privada
Francois Babeuf, hijo de una familia empobrecida, fue periodista y militante durante la revolución, escribió y organizó distintas prensas en las que narraba sus fuertes críticas a los derechos feudales y a la propiedad privada de la tierra, razones por las cuales fue censurado y encarcelado en numerosas ocasiones. Su periódico más reconocido y con mayor alcance fue Le Tribun du Peuple (“El Tribuno del Pueblo”). Su amplia llegada no se debía a que se imprimía una larga tirada sino todo lo contrario, a los pueblos, lugares de trabajo y de reunión quizás llegaba sólo un ejemplar, pero éste era pasado de mano en mano y otra veces leído en voz alta, generalmente ante un público analfabeto que en Francia eran la mayoría del pueblo pobre. El periódico se había convertido en la ambición que proponía su título, ser la voz de los trabajadores y del pueblo, un organizador colectivo. Para él, el pueblo nunca podría alcanzar la igualdad poniéndole límites a la propiedad privada como proponían demócratas radicales como Hebért y otros Sans Culottes, sino que había que abolirla y establecer “una comunidad de bienes y de trabajo”.
Sobre la prensa de los sectores burgueses y la persecución que padecían las prensas rebeldes, opinaba en el "Manifiesto de los Plebeyos":
“La mentira viaja con los gastos pagados por el gobierno; vuela sobre el viento; recorre, en un abrir y cerrar de ojos, un vasto imperio; se encuentra a la vez, en las ciudades, en el campo, en los palacios, en las cabañas; en todas partes está bien aposentada y bien servida; se la cubre de caricia, de favores, de dinero. La verdad, por el contrario, anda a pie y a pasos lentos; se arrastra con pena y a su cargo, de ciudad en ciudad, de aldea en aldea; está obligada a sustraerse de la mirada celosa del gobierno; tiene que evitar a la vez, los funcionarios, los agentes de policía y los jueces; es odiosa a todas las facciones.
Todos los prejuicios y todos los vicios se amotinan a su alrededor para ultrajada. La necedad la desconoce o la rechaza.
Aunque brilla con celestial belleza, el odio y la ambición afirman que es fea y horripilante.
La hipócrita moderación la llama exagerada, incendiaria; la falsa cordura la trata de temeraria y de extravagante; la pérfida tiranía la acusa de violar las leyes y de trastornar la sociedad.”
Luego de la caída de Robespierre (1794) se produjo el avance de la llamada “reacción termidoriana” que suprime las conquistas democráticas y sociales conseguidas en el período previo. Finaliza en 1795 cuando el Directorio ocupa el gobierno de Francia. Babeuf, fue un ferviente opositor a este nuevo gobierno y a sus políticas de hambre, se sumó al Club del Panteón que fue rápidamente censurado por el propio General Napoléon Bonaparte. A pesar de que sus intentos de impulsar una nueva rebelión fueron fallidos y terminó otra vez preso, su pasión por la “igualdad perfecta”, lo llevó a organizar un nuevo grupo junto a Darthé, Maréchal, Buonarrotti, entre otros que sea llamaría “La Conspiración de los Iguales” y que tenía una fuerte impronta contra el derecho a la propiedad privada.
Además de conspirar contra el Directorio, exigían que se pusiera en vigencia la nunca aplicada Constitución de 1793 (de rasgos más democráticos). El plan de organizar una insurrección por parte de los Iguales fue denunciado por un espía infiltrado y luego desbaratado. Muchos terminaron en prisión o en el exilio, a Babeuf, junto a Darthé, les esperaba la condena de muerte.
El Manifiesto de los Plebeyos
El 30 de noviembre de 1795, Babeuf publica su grito contra la propiedad privada y por la igualdad real en su “Manifiesto de los Plebeyos”, en las páginas de “El Tribuno del Pueblo”.
En el mismo, Babeuf proclamaba: “Ya podemos afirmar que el pobre goza, como el rico, de igualdad común ante la ley; se trata de una simple seducción política. No es una igualdad mental lo que necesita el hombre que tiene hambre o pasa necesidades: disponía de esta igualdad en el estado natural.”
Siguiendo la línea del cuestionamiento hacia la desigualdad, dice: “Los hombres que quieren ser verdaderos, confesarán que después de haber obtenido la igualdad política en el derecho, el anhelo más natural y el más activo es el de la igualdad de hecho. Es más, en el anhelo o la esperanza de esta igualdad de hecho, la igualdad de derecho no sería más que una cruel ilusión que, en lugar de las dichas que ha prometido, sometería al suplicio de Tántalo a la parte más numerosa y útil de los ciudadanos.
Su legado y el comunismo
Graco Babeuf mientras estuvo en la cárcel pidió que todos sus escritos se utilicen para que una nueva generación los tenga como una herramienta en la lucha por una sociedad más justa. Uno de los sobrevivientes de la persecución del Directorio, 30 años después publicó todo su legado. Su corriente llamada babuvismo es considerada como una de las precursoras del comunismo y al mismo tiempo como uno de los pioneros en pensar el periódico como organizador colectivo, tanto para los cuadros militantes como para al sector social que buscaba influenciar. Ideas que un siglo después serán potenciadas por mil bajo la dirección de Lenin con Pravda y el Partido Bolchevique que organizaran la insurrección rusa en octubre de 1917. Tal importancia fue reconocida por el propio León Trotsky en una las sesiones de la III internacional con las siguientes palabras: "Nosotros, los comunistas, unidos en la Tercera Internacional, nos consideramos los continuadores directos de los esfuerzos heroicos y el martirio de una larga línea de generaciones revolucionarias desde Babeuf a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo". Así es como pretendemos valorarlo en nuestra rica historia de hilos de continuidad en la lucha por una sociedad más justa libre de todo tipo de opresión:
“Aprovechemos el que nos hayan empujado hasta el último extremo.
Avancemos de frente, como hombres que tienen el sentimiento de su fuerza:
Caminemos francamente hacia la igualdad.
Contemplemos el objetivo de la sociedad: ¡veamos la felicidad común!
Que sobrevenga el caos, y que del caos emerja un mundo nuevo y regenerado”.