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¿El acuerdo Macron-Merkel salvará a Europa del abismo?

Juan Chingo

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Fotomontaje: Mar Ned - Enfoque Rojo.

¿El acuerdo Macron-Merkel salvará a Europa del abismo?

Juan Chingo

Ideas de Izquierda

[Desde Francia] La pandemia del COVID19 que tuvo a Europa como uno de sus epicentros, amplió la divergencia entre los países del sur y el norte de Europa, al mismo tiempo que convirtió a algunos de sus miembros, como la Italia en crisis, en el campo de batalla entre los Estados Unidos, China y Rusia. La propuesta lanzada por el eje franco-alemán intenta dar respuestas a estas contradicciones que arriesgaban la suerte de la Unión Europea.

La UE al borde del abismo

Ya fuertemente golpeada en el momento más álgido de la pandemia, la falta de solidaridad y divergencias europeas podrían salir aún más a la superficie frente a la pesada crisis económica que se viene y los planes de recuperación que cada estado piensa lanzar para salvar su economía. Es que la ausencia de una reacción común corre el riesgo de favorecer planes nacionales no coordinados que marchen incluso en direcciones opuestas. Esta nueva situación amenaza con sacar a la superficie la crisis del euro que nunca ha sido superada. La moneda única no ha permitido reforzar la cohesión entre el norte y el sur de Europa, y mucho menos las medidas adoptadas tras la crisis de la deuda soberana (2010-12) a raíz de la crisis financiera de 2008. Pero a diferencia de esta última crisis europea, la crisis actual afecta al conjunto de los países incluido a sus estados más fuertes. Los diversos estados han anunciado planes nacionales de recuperación que son necesariamente desiguales y corren el riesgo de exacerbar las diferencias, aumentando la fragmentación de la zona del euro. Como explica John Springford, del Centre for European Reform:

Hay varias razones por las que el Covid 19 es más dañino para el sur de Europa [...] Porque los países del sur de Europa tienden a tener niveles más altos de deuda y costos más altos para los préstamos, eso los hará menos capaces para usar sus cuentas nacionales para proteger a las compañías de la bancarrota o para estimular la recuperación. Esto significa que las compañías del norte europeo estarán en una posición más fuerte para tomar mayores cuotas del mercado cuando la pandemia baje [1].

Como resultado de estas divergencias, la deuda soberana también aumentará fuertemente, con la perspectiva que los países ya endeudados encontrarán muy difícil recaudar fondos para alimentar sus programas de estímulo. La perspectiva extrema de la explosión de la moneda común, a través de una nueva especulación contra Italia que se transmitirá a España y Francia, no es pura especulación. Aunque el BCE intente evitarlo continuando su intervención en los mercados, la amplitud de la crisis plantea dudas sobre la eficacia de esta estrategia. En este marco crítico debemos entender la reacción del eje franco alemán y el giro de la canciller de Alemania.

El giro de Merkel: ¿un momento hamiltoniano en Europa?

Berlín se ha resistido durante mucho tiempo a las ambiciones francesas como abanderada de los países del Sur de un mayor reparto de la carga fiscal, impenetrable a los argumentos de que la estabilidad de la eurozona está en peligro sin él. En este marco, la propuesta franco-alemana de un fondo de recuperación de 500.000 millones de euros para ayudar a reparar los daños económicos de la pandemia de coronavirus que incluye el principio grandes transferencias en lugar de préstamos a las regiones más afectadas, financiadas por la deuda común de la UE, es una concesión importante que habla de la gravedad de la crisis.

Para algunos se trata de un momento “hamiltoniano”, en referencia al primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, Alexander Hamilton, que consiguió mutualizar la deuda de los estados con las arcas más sacudidas por la guerra de la independencia. Fue esa referencia histórica la que utilizó el ministro de finanzas alemán Olaf Scholz defendiendo el plan en una entrevista con Die Zeit el pasado miércoles. Es cierto que por primera vez, las dos primeras economías de la zona del euro han acordado proponer un "instrumento de deuda común" y que para atender y garantizar cientos de miles de millones de euros de nuevos préstamos por cuenta propia, la UE necesitará más ingresos fiscales de los que recibe actualmente, por lo cual los más entusiastas ven que para obtener ingresos adicionales, la UE tendrá que recaudar nuevos impuestos por cuenta propia, esto es impuestos paneuropeos que deberían basarse en actividades económicas que trasciendan las fronteras nacionales: por ejemplo, los impuestos sobre el carbono o a las transacciones financieras.

Pero tratándose de Europa es recomendable no ir más rápido que la música. En primer lugar, no se trata de una garantía de solidaridad entre los Estados europeos sobre las deudas del pasado, sino de liberar 500.000 millones de euros de dinero nuevo para luchar contra las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la crisis del coronavirus. Más importante aún, el dinero no vendrá sin condicionamientos: según Francia y Alemania, el apoyo de la UE estará supeditado a que los receptores sigan "políticas económicas sólidas y un ambicioso programa de reformas". Esto es un rotundo desmentido a la peregrina ilusión de algunos de los líderes del Sur, como el primer ministro del estado español Pedro Sánchez, de que Europa le salvará a cambio de nada. Y esto también es así porque si bien es cierto que este dinero no será devuelto directamente por los gobiernos que lo utilizarán y que no se endeudarán más con los mercados, siguen siendo préstamos tomados por la UE (a través de la Comisión) que deben ser reembolsados. Por ejemplo Italia que sería uno de los principales beneficiados deberá contribuir a su repago, aunque en mucho menor medida que Alemania (alrededor del 11 % y el 27 % respectivamente). Más en general:

Para constituir un verdadero momento “hamiltoniano” los Estados miembros (de la UE) deberían recorrer un largo camino y conferir poderes impositivos significativos a la Unión Europea, dijo Shanin Vallé, miembro del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores. Nada en el acuerdo se acerca a eso [...] Un verdadero paso decisivo hacia la unión fiscal requeriría la entrega de mucho más amplias cantidades de recursos propios [...] Una unión fiscal normalmente tendría un solo ministro de finanzas responsable de los préstamos y los gastos. Pero el plan Franco-Alemán haría muy poco por cambiar el sistema híbrido de gobernanza de la Unión Europea. Así como cada vez que se aprueban los presupuestos de la UE cada siete años, los capitales nacionales también tendrán la palabra final en el nuevo rango de los impuestos de la UE [2].

Entre las fracturas internas al interior de la UE y la batalla geopolítica mundial

La realidad que impide avanzar hacia un estado federal es que las diferencias al interior de la UE son estructurales. La fractura Norte y Sur es la más profunda del continente y hoy en día esta tiene como eslabón débil a Italia y, por el peso de este país, a toda la construcción de la Unión Europea. Como lo graficó el premier italiano y ex comisario europeo Mario Monti: “No se trata de la dolce vita. Se trata de lavita”.

El coronavirus profundizó la misma falla tectónica que atravesó la UE durante la crisis del euro, con la debacle de Grecia como una espectacular advertencia para el futuro. La realidad es que como dice el economista heterodoxo Juan Laborda:

… el problema de fondo de la Unión Europea es más profundo, desde sus orígenes se hizo a medida de Alemania. Por un lado, la entrada del sur de Europa en el Euro, con el consentimiento de sus élites, acabó destrozando nuestro sector industrial que no estaba preparado para el libre mercado. Pero no solo eso. Alemania a fecha de hoy sigue sin querer reducir sus superávits por cuenta corriente mediante políticas que faciliten un mayor consumo de sus familias. Tampoco quiso asumir las consecuencias del riesgo precio de las inversiones de sus bancos. Estos canalizaron el ahorro de los alemanes hacia actividades y activos sin llevar a cabo el correspondiente análisis de riesgos, obligando a españoles e irlandeses, por ejemplo, a rescatarles mediante la socialización de las pérdidas bancarias. Y encima, para rematar, Alemania sigue sin asumir una unión fiscal que implicaría un proceso de mutualización de las deudas dentro de Europa y la imposición en los mecanismos de resolución en los rescates bancarios a costa de acreedores y no de contribuyentes. El euro, en definitiva, y frente a lo generalmente asumido, en realidad ha supuesto, al final, un subsidio del sur de Europa a Alemania, al transformarse en una mera relación acreedor-deudor” [3].

Dentro de esta relación desigual, Holanda dice en voz alta lo que Alemania piensa pero no dice. Su economía está dedicada íntegramente a la exportación, que representa hasta el 84 % de la riqueza nacional, frente al 31 % de Francia e Italia, los valores más bajos de la Unión. El norte europeo, excepto Finlandia, tienen porcentajes de exportación superiores a la media del PBI, además de ser contribuyentes netos al presupuesto de Bruselas. Están plenamente integrados en la economía alemana, en el caso holandés por ejemplo con el suministro de gran parte del acero de la industria automovilística o de los bienes de consumo a través del puerto de Rotterdam, un verdadero puerto de escala alemán a la altura de Hamburgo. Como y quizás más que Berlín por lo tanto no tienen ningún incentivo para cambiar el status quo. Sus dirigentes, como el actual primer ministro Mark Rutte o el otrora Jeroem Dijsselbloem, mantienen como señalaba recientemente el economista Paul De Gruawe, “… prejuicios antiespañoles, antiitalianos y, en general, contra los países latinos y periféricos. Están convencidos de que con su ahorro financian la fiesta española y el desmadre italiano” [4]. La contracara de esta lección de moral es que este país tiene un sistema fiscal que no tiene nada que envidiarle a los caribeños: los Países Bajos son un paraíso fiscal en el corazón de Europa. Como dice el diario El Confidencial: “Las multinacionales se ahorran millones de euros que deberían estar en las arcas del Estado de diferentes países, cuando canalizan los beneficios de sus filiales a través de Holanda, antes de que ese dinero regrese a las cuentas de la empresa matriz. El holandés Arjan Lejour, de la Oficina de Análisis de Política Económica (CPB) del Ministerio holandés de Economía, explica que este país es responsable del 15 % de la evasión fiscal global. ‘Suponiendo que la evasión de impuestos corporativos a nivel mundial es de unos 150.000 millones de dólares, unos 22.000 millones se desvían a través de los Países Bajos’, explica el también profesor de Finanzas Públicas en la Universidad de Tilburgo” [5].

Sin embargo, en este marco estructural en comparación con la crisis de 2010-12, hay una gran diferencia. En ese momento, el epicentro era la periferia: Portugal, Grecia, Irlanda, Chipre. Por lo tanto, Alemania trataba de limitar los planes de rescate a lo estrictamente necesario, tenía mucho más poder de negociación para imponer reformas a cambio de la “ayuda”. En la crisis actual que afecta al conjunto de Europa, Alemania debe mantener un difícil equilibrio: por un lado debe facilitar la distribución de la liquidez en la Unión, en particular hacia el Sur, para salvar el mercado único, que es el instrumento que le permite exportar tanto. Al mismo tiempo, debe minimizar el reparto de la deuda para preservar su papel de garante de último recurso. El giro de Merkel busca responder a esta difícil ecuación. Es por eso que frente a las loas de la prensa francesa a Macron como el hacedor del acuerdo, Merkel ha confirmado una vez más que Alemania es el líder de la UE, gracias a su capacidad única de hacer tratos en Europa debido a su tamaño, su ubicación geográfica, su éxito económico y su fuerte consenso general a favor de la UE. La cacareada resurrección del eje franco-alemán solo sirve a Berlín para disfrazar con acentos parisinos el creciente predominio alemán sobre la UE. Junto con este elemento más global, la perspectiva del colapso de la industria del norte de Italia (mecánica, química, farmacéutica), integrada en las cadenas de valor alemanas, representa un peligro para la gran manufactura teutónica, empezando por la industria automovilística.

Pero si esto elementos al interior de la UE indudablemente pesaron en la decisión de Alemania, la batalla geopolítica en curso acelerada por la pandemia pudo haber constituido un elemento decisivo. La crisis ha acentuado tendencias anteriores: el retorno del gasto estatal keynesiano, la tendencia a la relocalización ciertas producciones consideradas estratégicas, la intensificación del enfrentamiento entre China y EE. UU. Esto último elemento dificulta la posición de equidistancia de Alemania destinada a preservar ambos mercados (en términos de suministros y salidas). Si tan recientemente como el año pasado, Merkel esperaba que Alemania protegiera mejor los intereses de la UE llegando a un entendimiento con China, el COVID19 ha demostrado que tal entendimiento es imposible, así como la elección del Presidente de los EE. UU. Donald Trump había ya mostrado a la canciller alemana que los EE. UU. se habían convertido en un aliado poco fiable. En este marco, el objetivo declarado de Francia y Alemania no es simplemente que la UE capee la crisis económica causada por la pandemia COVID19, sino que la UE "salga de ella más fuerte que antes". Para ello, se proponen actuar "como europeos y unir nuestras fuerzas de una manera sin precedentes".

Así junto con la novedosa propuesta de endeudamiento común que detallamos más arriba, el documento franco-alemán afirma que los desafíos del futuro exigen que la Unión Europea desarrolle una "economía y una base industrial resiliente y soberana" –además de un "Mercado Único fuerte"– y proponen que la Unión Europea sea la verdadera defensora mundial de un "programa de libre comercio ambicioso y equilibrado con la Organización Mundial del Comercio como eje central". De forma aún más contundente:

Francia y Alemania hicieron el lunes un raro acuerdo político de alto nivel para empujar la creación de los campeones industriales europeos como parte de la recuperación del coronavirus, ubicándose en curso frontalmente contrario a la política anti trust de la comisión Europea. París y Berlín están acordando después de que Bruselas bloqueó una fusión ferroviaria entre Siemens y Alstom en 2019 [...] Al contrario de rendirse a Bruselas, París y Berlín están doblando la apuesta de que la UE cambie sus reglas de competencia [6].

Sin embargo, a pesar de estas declaraciones rimbombantes que muestran una voluntad nueva de Berlín que busca liberarse de ciertos obstáculos, debido a sus contradicciones y límites estratégicos tanto en el plano interno como externo, lo más probable es que lo hará muy lentamente y con gran dificultad.

En conclusión, la Unión Europea se debate entre distintas fuerzas internas y externas de la cual dependerá su futuro y en gran medida de las relaciones interestatales en los años por venir. Si la feroz batalla geopolítica está empujando a los Estados europeos a acercarse, las fuerzas internas, como los impulsos nacionalistas y los intereses económicos más estrechamente definidos de cada uno de los Estados miembros, están separando a la UE. Como hemos mostrado, las fuerzas internas siguen siendo tremendamente poderosas y no se superarán fácilmente. Al mismo tiempo, aunque en lo inmediato el frente Merkel-Macron refuerza a estos internamente, en especial al primero que venía muy golpeado en el frente interno (Gilets Jaunes, huelga contra la reforma de las jubilaciones), así como por la catastrófica gestión de la crisis sanitaria, en el período abre una serie de contradicciones que pueden ser aprovechadas por el proletariado a condición de tener una política independiente.

Esta no es nuestra unión: por la expropiación de la banca en la perspectiva de una Europa de los trabajadores

Ni bien se hizo pública la declaración de Merkel y Macron, la confederación sindical alemana DGB y las cinco centrales francesas CFDT, CFTC, CGT, FO y Unsa lanzan una tribuna de apoyo crítico a esta iniciativa. Lamentando "la falta de consulta entre los Estados miembros al comienzo de la pandemia que puedo haber llevado a tomar decisiones no coordinadas, e incluso en detrimento unos de otros" y condenando "firmemente los incidentes xenófobos que se produjeron en la frontera franco-alemana y que nos recuerdan con mucho temor uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia", el eje de su propuesta es la "necesidad de una estrategia de relanzamiento eficaz, que debe ir más allá de los 500 millones de euros anunciados por Francia y Alemania. El plan debe ir acompañado de un nuevo cuadro financiero plurinacional ambicioso que abarque al menos el 2 % del PBI europeo".

Aprovechando el envión del eje franco-alemán, estas direcciones sindicales siguen teniendo la ilusión reaccionaria, mostrada una y mil veces en las últimos años pero que en los próximos meses puede ser fatal, de que es posible “Profundizar la Europa Social", agregando que el apoyo al plan no debe implicar un abandono de las "ambiciones desplegadas con un ’Green Deal’ , por una transición ecológica socialmente justa y un modelo económico más justo, más sostenible y que ponga al ser humano en el centro" [7]. Estas distintas variantes de reformismo y de la conciliación de clases consideran que es posible la unidad de intereses entre los grandes grupos multinacionales para los cuales gobierna la UE y los trabajadores. Una vez más, no nos cansaremos de decir, frente al rol de la burocrática Confederación Europea de los Sindicatos (CES), cuya función es cubrir desde lo social el rol reaccionario que juega la UE –y que frente a la magnitud de la crisis actual solo va a multiplicarse– que esta es una asociación de países con intereses antagónicos a los de los trabajadores, no tiene ningún rasgo progresivo ni es reformable. En otras palabras, que no es posible mejorar la UE sin cambiar su contenido de clase, a la vez que liquidando su carácter imperialista como ya sufren muchos países del Este, que se integraron de forma semicoloniales a la UE después de la debacle de la ex URSS, o todos aquellos pueblos de la periferia capitalista que, por la política de expoliación de los distintos imperialismos, son obligados a emigrar para encontrarse con las fronteras de la “Europa Fortaleza”, es decir, construyendo otra cosa .

Frente a esta salida abiertamente reaccionaria y frente a las fallas de la mundialización capitalista, las distintas variantes de soberanismo creen sus tesis confirmadas. Pero el patriotismo económico de las viejas potencias imperialistas solo puede llevar, como en el pasado, a más guerras. Increíblemente se da la paradoja que tanto la gran burguesía internacionalizó su capital y abrazó la bandera del mundialismo (sin dejar nunca su base nacional), que los soberanistas presentan la idea de la nación como una novedad. Sin embargo, como decía Trotsky frente al surgimiento del nacionalismo reaccionario de la década de 1930 del siglo pasado,

El patriotismo en el sentido moderno –o más precisamente en el sentido burgués– es un producto del siglo XIX… Pero el desarrollo económico de la humanidad, que terminó con el particularismo medieval, no se detuvo en las fronteras nacionales. El crecimiento del intercambio mundial fue paralelo a la formación de las economías nacionales. La tendencia de este desarrollo –por lo menos en los países avanzados– se expresó en el traslado del centro de gravedad del mercado interno al externo. El siglo XIX estuvo signado por la fusión del destino de la nación con el de su economía, pero la tendencia básica de nuestro siglo es la creciente contradicción entre la nación y la economía.

Esta contradicción, luego de la fenomenal internacionalización de las fuerzas productivas que se viene desarrollando desde después de la Segunda Guerra y que se aceleró en las últimas décadas, es increíblemente aguda. No por casualidad las Merkel, los Macron y otros dirigentes de la burguesía, cada vez que usan la palabra “soberanía”, la usan en un contexto de un aumento de la soberanía no de Francia o Alemania, sino de los europeos. Pensar que es posible volver a los marcos nacionales en el marco de grandes polos que dominan la economía mundial se mostrará tan eficaz a la organización de la producción como las fronteras nacionales que los soberanistas de derecha levantaron para evitar la propagación del COVID19. Sin embargo, esta tarea no es imposible partiendo del grado de europeización de las fuerzas productivas, las conexiones supranacionales en muchos niveles, las tendencias hacia la unificación cultural; todos estos son avances reales que no deberían sacrificarse en el altar del nacionalismo, el proteccionismo y probablemente también un nuevo militarismo. Como ya decía Trotsky:

Teóricamente, esta tarea se puede plantear como sigue: ¿cómo garantizar la unidad económica de Europa y a la vez preservar la total libertad de desarrollo cultural a los pueblos que la componen? ¿Cómo incluir a la Europa unificada en una economía mundial coordinada? No se llegará a la solución de este problema deificando a la nación sino, por el contrario, liberando completamente a las fuerzas productivas de los frenos que les impone el estado nacional.

Solo el proletariado, la única clase verdaderamente universal, es la que puede resolver esta tarea de forma progresiva y al servicio de toda la humanidad permitiendo una expansión de los avances tecnológicos, respetando la naturaleza, y al servicio de disminuir la carga del trabajo humano. Este es el sentido de nuestra pelea por una Europa Unidad y Socialista, una Europa de los trabajadores.

En el próximo período, tomando en cuenta el peso que adquirirá el tema del fardo de la deuda y la renta parasitaria que obtiene el sistema financiero, debemos levantar alto y fuerte la expropiación de los grandes bancos privados, fondos de cobertura y aseguradoras capitalistas y la estatización del sistema de créditos. Más que nunca cobran actualidad, frente a la crisis que tiene en el enorme y monstruoso desarrollo del capital financiero una de sus facetas salientes, este capítulo del Programa de Transición:

El imperialismo significa la dominación del capital financiero. Al lado de los consorcios y de los trusts y frecuentemente arriba de ellos, los bancos concentran en sus manos la dirección de la economía. En su estructura, 105 bancos reflejan bajo una forma concentrada, toda la estructura del capitalismo contemporáneo: combinan la tendencia al monopolio con la tendencia a la anarquía. Organizan milagros de técnica, empresas gigantescas, trusts potentes y organizan también la vida cara, las crisis y la desocupación. Imposible dar ningún paso serio hacia adelante en la lucha contra la arbitrariedad monopolista y la anarquía capitalista si se dejan las palancas de comando de los bancos en manos de los bandidos capitalistas. Para crear un sistema único de inversión y de crédito, según un plan racional que corresponda a los intereses de toda la nación, es necesario unificar todos los bancos en una institución nacional única. Solo la expropiación de los bancos privados y la concentración de todo el sistema de crédito en manos del Estado pondrá en las manos de este los medios necesarios, reales, es decir materiales, y no solamente ficticios y burocráticos, para la planificación económica.
La expropiación de los bancos no significa en ningún caso la expropiación de los pequeños depósitos bancarios. Por el contrario para los pequeños depositantes la banca del Estado única podrá crear condiciones más favorables que los bancos privados. De la misma manera, solo la banca del Estado podrá establecer para los campesinos, los artesanos y pequeños comerciantes condiciones de crédito privilegiado, es decir, barato. Sin embargo, lo más importante es que, toda la economía, en primer término la industria pesada y los transportes, dirigida por un Estado mayor financiero único, sirva a los intereses vitales de los obreros y de todos los otros trabajadores. No obstante, la estatización de los bancos solo dará resultados favorables si el poder estatal mismo pasa de manos de los explotadores a manos de los trabajadores.

Una campaña por la expropiación de la banca de las fuerzas que se reclaman de la extrema izquierda permitiría hacerse una voz independiente frente a la burguesía y sus distintas propuestas para mantener el domino actual de los grandes finanzas y capitalistas como es el caso en el acuerdo Merkel-Macron, a la vez que contra los nacionalistas que solo acusan a Bruselas pero para seguir en el peor de los casos con la misma política neoliberal, como fue el caso de Salvini en Italia, o incluso en la izquierda al reclamar la “soberanía francesa” contra Alemania, es decir, defendiendo a los capitalistas nacionales como si estos no participarán de la orgía de la deuda y la explotación de sus pueblos así como de la expoliación de las colonias y semicolonias. Una campaña de este tipo, llevada adelante por ejemplo en Francia por el NPA y LO, acercaría a los trabajadores a que solo un gobierno propio pueda dar salida a esta situación de catástrofe que, más allá de todos los planes y acuerdos de las cumbres entre los gobiernos capitalistas, van a golpear duramente a todo el Viejo Continente.


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NOTAS AL PIE

[1“The EU recovery fund is a historic step, almost”, John Springford, Financial Times 21/5/2020.

[2"Is the Franco-German plan Europe’s ‘Hamiltonian’ moment?", Financial Times 21/5/2020.

[3“Cómo el sur de Europa ha financiado a Alemania y Holanda”, Juan Laborda, Vozpopuli 14/5/2020.

[4Ídem.

[5El mismo diario agrega: “¿cómo se consigue esto? Con el sándwich holandés. Los flujos de dinero fluyen a través de empresas buzón –oficinas físicas sin empleados ni actividad real– creadas por las propias multinacionales en Países Bajos. Esos fondos disfrutan de un “baño de reducción de impuestos” totalmente legal a ojos del Estado. Dado que la mayoría de los países europeos tienen normas que dificultan el envío de las ganancias directamente a paraísos fiscales, las empresas las trasladan primero a Holanda, donde sí se gravan con impuestos... pero muchísimo menores que los que corresponderían, de haber declarado los ingresos en el país de la sede real o en las otras filiales instaladas en otros países. Y una vez legalizadas de esta manera, las ganancias ya se pueden trasladar al paraíso fiscal elegido por la empresa, donde engrosarán el capital limpio. La suma de esos impuestos perdidos es lo que suma al menos 22.000 millones de euros”. “Cómo Holanda deja sin impuestos a media Europa gracias a un ’sándwich’”, El Confidencial 29/4/2020.

[6“Macron and Merkel defy Brussels with push for industrial champions”, Político 18/5/2020.

[7"Seule une réponse européenne ambitieuse pourra nous éviter des années de croissance morne, voire de récession", Le Monde 20/5/2020.
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Juan Chingo

Integrante del Comité de Redacción de Révolution Permanente (Francia) y de la Revista Estrategia Internacional. Autor de múltiples artículos y ensayos sobre problemas de economía internacional, geopolítica y luchas sociales desde la teoría marxista. Es coautor junto con Emmanuel Barot del ensayo La clase obrera en Francia: mitos y realidades. Por una cartografía objetiva y subjetiva de las fuerzas proletarias contemporáneas (2014) y autor del libro Gilets jaunes. Le soulèvement (Communard e.s, 2019).