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Red Internacional
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CRITICA DE CINE. “El amante doble”: François Ozon y el espejo

He de reconocer que pocas veces me ha costado tanto ponerme una escribir un comentario como en el caso de la película “El amante doble”, el último filme de mi admirado François Ozon.

Eduardo Nabal

Eduardo Nabal @eduardonabal

Lunes 11 de septiembre de 2017

El maestro del cine francés que se subió a las ramas de la exquisitez europea con su anterior y espléndida “Frantz”- un poderoso alegato humanista y antibélico ambientado en la primera guerra mundial y rodado en primoroso blanco y negro- vuelve, en parte, al terreno de sus primeros y más irreverentes filmes con un thriller sexual enrevesado y, todo hay que decirlo, algo pretencioso e inverosímil, en el que juega con elegancia y brillantez con las imágenes, las texturas y, sobre todo, juega con el espectador.

Ozon no deja respiro en esta historia truculenta y mordaz sobre una joven atrapada entre el fantasma de dos hermanos gemelos, enamorada locamente de su terapeuta, una muchacha solitaria y algo depresiva que trabaja en un museo de arte moderno y que debe enfrentarse a extraños fantasmas del pasado, cuyo verdadero origen no conoceremos hasta un sorprendente giro final.

La más tramposa y argumentalmente agobiante de todas las películas recientes de Ozon, vuelve a hurgar en las fantasías sexuales y las miserias íntimas de la burguesía francesa en general y parisina en particular como ya hizo, en tono de comedia desenfadada bastante más agradecido y sólido, en “Une nouvelle amie”, un enredo en el que la fantasía y la realidad acaban conjugándose de forma liberadora para los sexos y los géneros.

Aquí, como en “Jeune et Jolie” (también protagonizada por Marie Vatch), nos presenta una ciudad impersonal, deshumanizada, de colores vistosos pero fríos, donde el lujo y la miseria, la exquisitez y la violencia, el aire y la trampa, viven muy cerca, en una suerte de “horror vacui”, donde algunos jóvenes se enfrentan pronto a realidades crudas y otros las evitan siempre en una suerte de “horror vacui” difícil de precisar.

El realizador parece volver al terreno semi-fantástico y enigmático de “La piscina” (con ecos de la novela policiaca “femenina”, en este caso adaptando un libro de Joyce Carol Oates), solo que con un relato construido de forma bastante menos apacible y con dos intérpretes algo descompensados como son una esforzada pero poco intensa Vatch y un espléndido y entregado Jeremie Reinier, en un papel que, como algunos fragmentos del filme, está claramente teñido de aires y guiños cronenbergianos (Inseparables).

Destaca en un pequeño pero significativo personaje secundario la fuerza de una madura Jacqueline Bisset, rescatada del olvido para el pequeño papel de la distante madre de la protagonista. Ozon recupera a Reinier, al que ya convirtió en seductor seducido en la más fresca, sencilla e irreverente pero igualmente “noir”, “Los amantes criminales”, una de las películas más reivindicadas por los admiradores de la primera etapa del realizador.

Filmada con ritmo y una gran audacia en la mezcla de colores y formatos, sin temor a agobiar e incluso asaltar al espectador, “El amante doble”, es ante todo un juego perverso con muchos ecos cinéfilos que, como el Almodóvar de “La piel que habito”, no se muestra en absoluto complaciente con los vicios y tics de la “alta clase media” ni, como el propio Ozon en otros de sus filmes, con la brecha entre lo público y lo privado en el núcleo de una sociedad basada en las apariencias, las superficies, aquí llevadas al esperpento, el horror, la risa, la autoparodia y la negrura.

La ciudad se convierte así en una superposición de seres antagónicos o que solo creen conocerse, de criaturas alienadas buscándose sin suerte, en una larga fila de soledades, abismos por explorar y donde, nuevamente, los avances en el terreno de las costumbres no dejan de ser bastante superficiales, sumiéndose en una suerte de juego de apariencias sin fin como esos espejos donde se refleja la dualidad interior de la joven protagonista.

Un filme irregular, que atrapará o decepcionará a distintos tipos de público pero que resulta difícil llegue a dejar indiferente al espectador/a por lo atípico, arriesgado y desinhibido de su propuesta, tanto a nivel temático como estilístico.


Eduardo Nabal

Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.

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