Comentario a propósito de la obra en el ciclo 100 años de la revolución rusa en el espacio Bataclana.
Sábado 5 de agosto de 2017
He quedado realmente impresionado por la obra. Al punto que quiero verla de nuevo. La devolución que quiero hacer, no sé si llegará a ser justicia. Espero poder expresar lo que me ha pasado al verla y lo que he entendido si algo había que entender. Me disculpo de antemano por si he malinterpretado todo o parte de ella. Pero como alguien dijo una vez, si pones una obra en escena debes estar dispuesta a recibir buenas y malas críticas. Espero ser lo más honesto posible.
Es una obra valiente que rompe con cualquier aspecto de conformidad y confort. La definiría como un vómito. Sí. Una expulsión violenta de las entrañas oscuras, afiebradas y dolientes de no sé bien quién o quiénes, pero con la cual me he sentido identificado. Es una propuesta provocadora, sobrecargada de técnicas, imágenes y movimientos que me ha dejado un eco emocional y sensorial retumbando por varios días. En definitiva, una gran obra hardcore. Humildemente puedo decir que me escucho crear una música circense e irónica, pero al mismo tiempo llena de optimismo y motivación vital para la lucha y para superar esta experiencia.
También reconozco y veo en ella una síntesis de investigación y trabajo transitado en estos últimos años.
No puedo decir que me haya parecido bella "per se" ya que la atmósfera, los personajes y la trama (o el drama) en sí, a mi ver, son bastante terroríficos y delirantes al igual que las situaciones planteadas de angustia, violencia, locura y dolor. Pero no puedo negar lo bien logrado que está todo esto. Es coherente de principio a fin, lo que la hace atrapante, interesante y de ahí su belleza y esplendor. Los recursos escénicos como la música, los sonidos y la ambientación me parecieron excelentes. ¿Veo un tirón de orejas de Grotowsky? No. Todo está absolutamente justificado. Las actuaciones denotan autenticidad y me han mantenido atento, inquieto e interesado. Carlos Gaibiso con su música en vivo logra crear drama y motivación. La acción se desenvuelve según su intervención musical y sonora casi como si estuviera dirigiendo todo. Y, sobre el final, con esa melodía a modo de letanía, cierra la escena y la obra en sí, habiéndome dejado en silencio y meditabundo. Por otra parte, la actuación de cada uno de los actores demuestra plenamente el compromiso puesto en el trabajo corporal, de la voz y de la investigación personal y grupal en la construcción de los personajes. Veo tratarse de dos o un único personaje duplicado y hasta cuadruplicado, reflejado con ciertos matices en cada uno de ellos. Inclusive la escena con máscaras de la comedia del arte, denotan este aspecto. ¿Todo esto bajo un formato de teatro noh o butoh japonés? ¡Muy interesante!
He visto a Luis Franco en la obra, no por ser un leído de este autor, todo lo contrario, sino por ser yo catamarqueño. Porque para mí, la obra habla de Catamarca. De esa Catamarca trágica, dolida y vapuleada por siglos de dominación clerical y feudal ¿En esta Catamarca que le implicó a Luis Franco ser excomulgado y condenando a morir casi en el olvido y la pobreza?
Veo que dicha inspiración, es una invitación urgente a querer saber quién fue este belicho de nacimiento, pero un gran ser universal por su obra. ¿Fue un poeta, un científico, un político? ¿Un trotskista, un revolucionario? ¿O acaso todo eso junto? Creo que con esta obra de teatro han logrado introducir un embrión en mí de sana curiosidad e inquietud enorme para saber más de este autor y su obra.