Una joven madrileña de 23 años entrará en prisión por defenderse de una agresión de su expareja, el cual contaba con una orden de alejamiento. Seguimos viviendo bajo un sistema patriarcal con una justicia patriarcal.
Miércoles 20 de octubre de 2021
Loredana, una joven camarera y estudiante de estética superviviente de violencia machista, se encuentra a la espera de entrar en prisión tras ser condenada por defenderse de su expareja realizándole un corte de dos centímetros en la cara mientras este le propinaba una paliza.
Antecedentes
La pesadilla de Loredana comienza en 2017, cuando comienza a salir con su expareja a la edad de 19 y 21 años respectivamente.
Durante los primeros meses de relación, la joven describe conductas de control que su pareja ejercía sobre ella, las cuales acabó normalizando: le obligó a facilitarle las contraseñas de sus redes sociales, no le permitía vestirse de la forma que ella deseaba por considerarla provocativa, no le permitía salir con amigos chicos, le decía que los chicos y las chicas no podían ser amigos, era muy celoso..., dejando evidenciada la relación de maltrato psicológico en la que se encontraba y el sesgo machista de su expareja.
Loredana finaliza la relación el 2 de septiembre de 2017. Aquel día, Nouman se enteró de que ella había desbloqueado a un exnovio en Facebook y se dirigió su domicilio para propinarle una paliza con la madre de la joven presente, mientras, él mismo indicó “ha desbloqueado a su exnovio”, mostrando que encontraba motivos en ello para agredir a Loredana. Esta le amenazó con denunciarlo y él continuó golpeándola al grito de “toma, para que me denuncies con motivos”, y le tiró la ropa y el móvil por la ventana.
Ese mismo día, Loredana interpone una denuncia basada en el siguiente parte de lesiones y como resultado, se dicta una orden de alejamiento de 500 metros.
En este punto, es cuanto menos interesante el trato que recibió Loredana en los juzgados cuando se personó para solicitar una orden de alejamiento. Según nos cuenta, la agente trabajadora del juzgado que la recibió le dijo textualmente “Usted lo que debería de hacer es cambiar de vida en lugar de continuar desplazándose al centro de Madrid. Usted no vive en el centro de Madrid y no tiene nada que hacer ahí”. Sorprendente cuanto menos teniendo en cuenta que la joven exponía episodios de maltrato bastante alarmantes.
Seis días más tarde, el 8 de septiembre de 2017, caminando por la Calle Toledo a la salida del trabajo, la joven se encontró a su expareja acompañado de un amigo con el que había ido a la discoteca Soco. Él le pidió apartarse a un callejón para hablar y ella accedió.
Tras disculparse por la paliza propinada el día 2 y asegurarle que las cosas iban a cambiar y que él mismo hablaría con los padres de ella para explicarles la situación, Loredana decidió confiar en él. Sin embargo, justo en ese momento, Nouman recibe una llamada de una chica, y la joven, consciente de que él no consideraba la posibilidad de mantener una amistad con una chica, se percató de lo engañada que estaba. Es entonces cuando decide marcharse, y su expareja reacciona tirándola al suelo, tras lo cual comenzó a propinarle golpes. Ella agarró un cristal roto y se lo enseñó a modo de advertencia para que dejara de golpearla, pero él se rió y se lanzó sobre ella, momento en el que Loredana se defiende y le hace a Nouman una raja de dos centímetros en la cara, tras lo cual suelta el cristal y el sigue agrediéndola. Viendo la gravedad de la situación, el amigo que le acompañaba, los separó y la joven aprovechó para huir del lugar, llegando a esconderse tras los cubos de basura para evitar ser encontrada.
Posteriormente, todos se dirigen a una zona de la calle Toledo donde habitualmente hay presencia policial. Ella explica a los agentes lo sucedido y la existencia de una orden de alejamiento previa, y le informan de que será trasladada a comisaría para declarar. Mientras Nouman fue atendido por el SAMUR a petición policial, ella no recibió asistencia sanitaria por no contar con heridas abiertas visibles, ni fue informada de la importancia ni tan solo de la posibilidad de realizar un parte de lesiones de cara a un procedimiento judicial, sino que fue directamente trasladada a comisaría.
Posteriormente, tuvieron un juicio rápido en el que ninguna de las partes prestó declaración, y el abogado de oficio designado a Loredana le indica que puede marcharse tranquila a casa porque ninguno ha declarado y eso significa que “se iba a quedar ahí”. Por otro lado, se le había informado de que al tratarse de un caso de violencia de género, la investigación iba a continuar independientemente del partido que ella tomara de la misma, indicación recogida en el Convenio de Estambul.
Ella, confiando en la palabra del letrado y en el trabajo del poder judicial, y desconociendo la posibilidad de que su expareja tomase represalias, decidió pedir la retirada de la denuncia para evitar alargar más el proceso y poder dejar atrás por fin su sufrimiento.
Cuando se desplazó de nuevo a dependencias judiciales con este motivo, tuvo que soportar que las trabajadoras le dijeran “hombre, como no se la vas a quitar, si mira como le has dejado la cara, bonita, anda que,...”
Tras recibir una notificación por correo postal informando de que el procedimiento quedaba archivado (decidiendo el Ministerio Fiscal no continuar la investigación), recibe una nueva carta en la que se le indica que su ex pareja la ha denunciado por los hechos ocurridos el día 8 de septiembre. En este momento es cuando su abogado asignado le explica que la otra parte tenía la posibilidad de recurrir, una información de vital importancia de la que Loredana carecía antes de pedir la retirada de la denuncia.
Dos meses más tarde, en noviembre de 2017, su ex pareja volvió a ponerse en contacto con Loredana para insistir en que quería retomar su relación. Ante la negativa de la joven, decide amenazarla de muerte a ella y a su amiga, llegando a decirle “me da lo mismo pagar cárcel por matar a una que por mataros a las dos”. Loredana denuncia los hechos y su ex pareja recibe una condena de once meses.
Paralelamente, el joven cuenta con al menos otra condena por violencia machista hacia otra de sus exparejas, hechos de los que se declaró culpable. Sin embargo, estos antecedentes, la orden de alejamiento previa de Loredana, o la condena de noviembre no parecieron indicios suficientes para el juez, que únicamente tuvo en cuenta para dictar sentencia el corte de dos centímetros que Loredana propinó a su expareja el 8 de septiembre de 2017 como único recurso de autodefensa a su alcance durante una paliza.
Situación actual
Loredana fue condenada en un primer momento a 3 años y 9 meses de prisión y a pagar una cantidad de 10.000 euros. Actualmente, cuenta con una condena de 2 años y 9 meses y 8.000 euros, y se encuentra a la espera de entrar en prisión tras haber pedido el indulto y la cancelación de la condena mientras este se tramita. Su abogado está trabajando para exponer las diversas negligencias cometidas durante el proceso.
Mientras tanto, Loredana ha visto cómo su vida se ha visto afectada enormemente por el proceso judicial y por su inminente entrada en prisión, teniendo que dejar de trabajar y encontrándose encerrada en su domicilio en compañía de sus seres queridos con un importante cuadro de ansiedad. “Una vida no se puede parar así”, comenta Loredana emocionada. Sin embargo, no pierde la esperanza y refiere que se siente muy agradecida por el apoyo que está recibiendo.
Espera que su caso siente un precedente y que impulse los cambios necesarios para que ninguna otra mujer tenga que vivir lo que ella está viviendo. “No me importa tener que entrar presa, si eso hace que algo cambie” - apunta.
El sesgo machista y misógino de las instituciones y la revictimización de las supervivientes
Llegados a este punto de la lectura, muchas personas se preguntarán cómo es esto posible, cómo puede acabar en prisión una víctima de violencia machista que obró en defensa propia, y como pueden pasar desapercibidas tal cantidad de irregularidades.
Lamentablemente, este caso no es algo nuevo, únicamente hay que echar la vista atrás para comprobar que no son pocas las mujeres condenadas por defenderse o defender a sus hijos de sus maltratadores: Noemí Otero Quesada, Gloria Susana Flores, María José G. I., o la conocida Juana Rivas son ejemplos de ello. Todas ellas son el vivo retrato del sesgo ideológico que permea las instituciones de este Estado feminicida, y suponen la materialización del machismo y la misoginia estructurales que caracterizan al sistema patriarcal.
Si analizamos con detenimiento el caso de Loredana, podemos dar buena cuenta de los verdaderos motivos que la llevan a prisión:
El trato recibido por parte de la policía en el momento de la solicitud de orden de alejamiento, y posteriormente, de retirada de la denuncia, como en el hecho de que se la juzgue por unos hechos descontextualizados encontrándose dentro de un proceso violento.
Falta de voluntad de las instituciones cuando se trata de perseguir la violencia machista: el 8 de septiembre, cuando acude a la policía, no se la deriva al servicio sanitario ni se le informa de la importancia del parte de lesiones; tras ella solicitar el archivo de la denuncia de este mismo día, la fiscalía decide no continuar la investigación;
Jueces abiertamente machistas respaldados por los tribunales: tal como publicó en 1999 La Voz de Talavera, y como ha vuelto a recordar recientemente el diario Público, el juez del caso fue denunciado por una médico forense y por otra funcionaria por acoso sexual y laboral.
Lejos de juzgarse estos presuntos hechos, la publicación de la denuncia de la médico forense supuso la condena de diversos medios de comunicación por parte del Supremo a pagar una indemnización al juez por "atentatoria contra su honor e intimidad".
Todos estos hechos, no suponen para la superviviente más que una revictimización como en el caso de Loredana, que como afirma la psicóloga forense..., sufre un cuadro traumático no por la relación de maltrato sino por la constante vulneración sufrida durante el proceso judicial, en el cual se la ha juzgado a ella por defenderse en lugar de a su maltratador por un ciclo continuado de violencia machista, vulnerando de nuevo los principios del Convenio de Estambul.
Esto es un claro ejemplo de cómo funciona la justicia patriarcal, una estructura que está profundamente arraigada pero que es cada vez más cuestionada por amplio sectores de mujeres que fruto de la experiencia de los últimos años en los que hemos conocido más casos como estos la deslegitiman. Es necesario desarmar las bases de esta justicia patriarcal y capitalista y del resto de las instituciones que la legitiman.
Contexto sociopolítico de la sentencia y papel de la lucha en las calles
"No me juzgan por lo que he hecho, me juzgan por lo que soy". Las instituciones no solo no mantienen una posición neutral, sino que de nuevo se ponen de parte del agresor y dejan claro a quién van a proteger, y a quien van a silenciar.
Mientras el gobierno “progresista” capitaliza el feminismo para su propio beneficio y se llena la boca con su ley de “solo sí es sí”, la realidad nos demuestra que en la práctica, hay pocas cosas que hayan cambiado, por mucho que se intenten maquillar las rancias instituciones del Estado Español. Nos continúan maltratando, no continúan golpeando, nos continúan violando, nos continúan asesinando, y si lo contamos o si nos defendemos, no solo no recibimos la más mínima protección, sino que se nos culpabiliza y se nos juzga como responsables desde las instituciones del Estado.
Paralelamente, nos encontramos con que la escala represiva hacia el movimiento feminista continua avanzando a pasos agigantados. Es este mismo gobierno “progresista” el que en el último año ha mandado a reprimir manifestaciones como el 8M o la concentración en memoria de Ana y Olivia, las niñas de Tenerife.
Con todo esto, los poderes públicos mandan un mensaje muy claro al conjunto de las mujeres: si no te defiendes, mientes; si te defiendes, vas a la cárcel; si solo te queda la lucha en las calles, la policía actuará de la manera más brutal para reprimirte; si te matan, eres culpable por no haber cortado antes la rueda de la violencia. Un “calladita estás más guapa” impuesto a las víctimas con consecuencias fatales, que por su puesto, serán su responsabilidad por haber acatado aquella imposición.
Es evidente que ni la policía, ni el poder judicial ni el Gobierno van a actuar en nuestro favor, pero entonces, ¿qué podemos hacer?
No desistir en nuestros reclamos, aliarnos contra la represión y el Estado feminicida, poner el cuerpo y el alma en luchar para acabar con este sistema patriarcal sustentado sobre la opresión y la violencia ejercida sobre el cuerpo de las mujeres, acuerpar a nuestra hermana Loredana y a tantas otras y asumir su lucha como propia. Organizar la rabia y pelear por. desarmar las bases de esta justicia patriarcal y capitalista y del resto de las instituciones que la legitiman.
Hoy más que nunca, me cuidan mis amigas, no la policía.
Loredana ha iniciado una campaña de recogida de firmas por su indulto. Puedes apoyarla aquí.