El artículo explora el debate sobre la Doctrina militar en la Unión Soviética en 1921, destacando las ideas de León Trotsky presentes en Cómo se Armó la revolución: Escritos Militares recientemente editado.
En el mes del aniversario del asesinato de León Trotsky presentamos este artículo en el que trataremos sobre uno de los debates principales que se pueden encontrar en la nueva edición de las Obras Escogidas de León Trotsky Cómo se armó la revolución: Escritos militares. En esta reedición, se compila una serie de artículos, discursos, órdenes militares, debates y posiciones políticas del revolucionario ruso durante la Revolución de Octubre y la guerra civil rusa. La Obra Escogida 17 es una compilación publicada por Ediciones IPS que busca rescatar la influencia de Trotsky en la construcción y liderazgo del Ejército Rojo, destacando su capacidad como estratega militar, enriquecida por su estudio de los asuntos de la guerra y los problemas militares en el contexto de las revoluciones, así como por su experiencia como corresponsal durante la guerra de los Balcanes y en los años previos al estallido de la Primera Guerra Mundial.
La relevancia de estos escritos en el contexto actual se mantiene firme debido al surgimiento reciente de conflictos bélicos significativos, en los cuales los análisis de Trotsky sobre la relación entre la política revolucionaria, la estrategia militar y los problemas geopolíticos siguen proporcionando perspectivas valiosas y pertinentes.
Algunas de las temáticas que encontramos en esta selección de textos son el internacionalismo proletario como un principio fundamental en la educación de los soldados del Ejército Rojo, que combinaba la defensa de la URSS con la extensión de la revolución mundial.
Otro de los debates significativos, y del que pueden encontrar un análisis que realizamos en un número anterior de Armas de la Crítica es aquel que plantea que el Ejército Rojo, lejos de ser un ejército nacional, fue un ejército de clase, que se correspondía con la naturaleza del régimen soviético, que unió a obreros y campesinos a partir de una estrategia política correcta.
Por último, debemos destacar el apartado “Introducción” de la publicación de esta compilación, realizado por Andrea Polaco y Liliana Ogando Calo, el cual es un estudio histórico y conceptual a la vez que hace un recorrido por las principales discusiones que atraviesan los escritos del revolucionario ruso poniéndolas en contexto de debates políticos. En él se puede observar la búsqueda de contrarrestar la tergiversación de la historia de la Revolución de Octubre y la guerra civil rusa llevada a cabo por la burocracia estalinista, reivindicando el legado de Trotsky como jefe principal y organizador del Ejército Rojo.
En artículos anteriores nos centramos en el papel crucial de Trotsky en la movilización de las masas, la organización del Ejército Rojo (ER) y la defensa del Estado soviético contra las fuerzas contrarrevolucionarias apoyadas por potencias imperialistas en el cual la captura de Kazán (actual Rusia) en 1918 significó un punto de inflexión. Esta victoria consolidó el poderío del nuevo ejército y estableció un modelo de organización y lucha que sería replicado en otros frentes.
En esta ocasión, vamos a centrarnos en el análisis de los debates que surgieron en torno a qué enfoque estratégico debía adoptar el Ejército Rojo inmediatamente después de la finalización de la Guerra Civil (1918-1921). Durante 1921, se desarrolló un intenso debate tanto dentro del Partido Comunista como en la Academia de Ciencias Militares de Moscú sobre la doctrina a seguir por las fuerzas armadas soviéticas.
La situación de la URSS en 1921
Tras la Primera Guerra Mundial y luego de tres años de guerra civil, la Rusia soviética estaba al borde del colapso. Las esperanzas de triunfos revolucionarios en otros países se desvanecieron con el fracaso de los levantamientos obreros en Polonia, Italia y Alemania. En este contexto de aislamiento y crisis económica, el III Congreso de la Internacional Comunista, realizado en junio de 1921, reconoció que el período revolucionario había entrado en un impasse.
Con la burguesía fortalecida y la confianza del proletariado disminuida, la III Internacional decidió centrarse en la "preparación" e inserción de los nuevos Partidos Comunistas en las masas. El VIII Congreso de los Soviets en diciembre de 1920 votó la desmovilización de la mitad del Ejército Rojo, reduciéndolo de 5.300.000 a 2.700.000 hombres, aunque la reducción fue aún mayor, dejando alrededor de 1.500.000 hombres en el Ejército y la Armada. Esta desmovilización, impulsada por urgencias económicas y porque no era necesario tener tantos hombres en el ejército, generó una crisis, ya que muchos soldados perdieron su forma de vida en un país en ruinas.
La derrota de las últimas fuerzas blancas, una coalición de contrarrevolucionarios y prozaristas comandada por Piotr Wrangel en 1920, marcó el fin de la fase más violenta de la lucha entre el Estado soviético y sus opositores. Esto permitió a la joven república soviética centrarse en la consolidación de su poder y la reconstrucción del país.
A partir de 1921, proclamada la victoria en la Guerra Civil, surgieron debates cruciales sobre la dirección que debía tomar la organización militar soviética. En el contexto en que las fuerzas del Ejército Rojo llegaban a ser de más de cinco millones de miembros, se planteó el desafío de reorganizar su estructura militar en un entorno de relativa paz, pero aún bajo la amenaza latente de conflictos futuros. Una de las discusiones fue la propuesta de transición del ER a un sistema de milicias territoriales [1] defendida por el militante bolchevique Nikolái Podvoiski, y la discusión sobre la creación de una "doctrina militar unificada" que reflejara el carácter proletario, propuesta realizada por el dirigente bolchevique y comandante militar Mijail Frunze. A esto se sumó, con matices, la visión de una doctrina ofensiva de Mikhail Tujachevski, antiguo militar zarista convertido al marxismo.
Estos comandantes militares, en líneas generales, planteaban que, al igual que las burguesías imperialistas tenían sus principios y directrices que guíaban la planificación y ejecución de sus operaciones militares, reglamentos, slogans, etc, el proletariado con su Estado Obrero debía sistematizar las suyas.
Trotsky, en su rol de líder militar y teórico, participó en estos debates rechazando los enfoques dogmáticos y abogando por un análisis marxista adaptado a las realidades cambiantes, como se desarrolla en algunos textos tales como Discursos de apertura y cierre..., Doctrina Militar o doctrinarismo pseudo-militar, e Informe y comentarios finales ante la Conferencia de delegados militares al XI Congreso del Partido Comunista ruso, y también en El conocimiento militar y el marxismo, los cuales analizaremos a continuación.
La doctrina militar y su aplicación práctica
El debate sobre la doctrina militar se da a lo largo de toda la guerra civil [2]. Sin embargo cobra importancia en 1921 con la publicación del artículo de Frunze, parte del grupo en los que se encontraban Tujachevski, K. Voroshilov y S.I. Gusev y que intentaron formular una doctrina militar "proletaria" basada en las lecciones de la Guerra Civil Rusa y depurada del pensamiento militar burgués supuestamente anticuado. Su doctrina, afirmaban, estaría basada abrumadoramente en la maniobra y la ofensiva, que en su opinión representaban mejor la naturaleza "activa" de la clase trabajadora. A partir de estas definiciones, a lo largo de diferentes intervenciones, Trotsky interviene criticando diferentes aspectos de sus propuestas.
Trotsky inicia su argumentación cuestionando la viabilidad de una doctrina militar unificada. Tanto en Doctrina Militar o doctrinarismo pseudo-militar como en Informe y comentarios finales ante la Conferencia… plantea que la visión de una doctrina rígida y universalmente aplicable se enfrenta a la realidad de un ejército en constante adaptación a circunstancias cambiantes. El revolucionario ruso argumenta que una doctrina unificada no sólo es impracticable sino que también puede ser perjudicial.
Para Trotsky la guerra es un arte práctico, no una ciencia exacta. La aplicación de principios doctrinarios abstractos sin considerar las circunstancias concretas puede llevar a errores graves en la estrategia y ejecución. Esta idea la podemos ver en relación a los especialistas militares:
Al construir el Ejército Rojo utilizamos los destacamentos de guardias rojos, los viejos reglamentos, los atamanes campesinos y los antiguos generales zaristas; y esto, por supuesto, podría ser descrito como la ausencia de una “doctrina unificada” en la esfera de la formación del ejército y de su personal de comando. Pero tal evaluación sería pedante y banal. Ciertamente, nunca tomamos una “doctrina” dogmática como nuestro punto de partida. [3]
El uso y capacitación del viejo personal zarista ilustra la crítica de Trotsky a la idea de establecer una doctrina militar fija, ya que en términos formales contradice la idea de que la misión histórica de la clase obrera, al estar en el poder, es destruir el viejo orden y reemplazarlo por el nuevo sistema socialista. Sin embargo, de manera transicional y por la necesidad de conformar un ejército profesional, se utilizan a favor del proletariado elementos de la antigua sociedad.
En relación al rol de las maniobras por sobre la guerra de posiciones de Mikhail Frunze, Trotsky respondió observando que “la maniobra era característica del general cosaco del Don Mamontov y del líder guerrillero antibolchevique Pelyura, (...) Pregunto ¿Cómo es posible que la doctrina del Ejército Rojo coincida con la doctrina de Mamontov y Petlyura?". [4]
El revolucionario ruso expone que la guerra de maniobras es una guerra de grandes espacios. Su movilidad se expresa no sólo en avances ofensivos, sino también en retiradas, que son meros cambios de posición. Esto fue ejemplificado con el caso de Rusia, en donde tanto el bando revolucionario como los ejércitos blancos emplearon esa maniobra durante la guerra civil, dada la fuerza numérica (relativamente baja) de los contendientes, el equipamiento limitado y la amplia extensión del teatro de operaciones. Para ilustrar esto hay que tener en cuenta que entre el frente polaco y el frente en el Cáucaso había una distancia de casi tres mil kilómetros. Y agrega que: ”En una guerra entre ejércitos grandes y tecnológicamente avanzados “se formará un frente más sólido”, resucitando una vez más el estilo de guerra “posicional” empleado durante la Primera Guerra Mundial.” [5] De esta manera sería absurdo construir una doctrina universal a partir de la experiencia de la guerra civil.
Tujachevski y la Estrategia Ofensiva
Mikhail Tujachevski compartía gran parte de la visión de Frunze, pero con un énfasis aún mayor en la guerra ofensiva. Tujachevski creía que el Ejército Rojo debía adoptar una estrategia agresiva y de rápida movilidad para asegurar la expansión de la revolución y la consolidación del poder soviético. Para él, la defensiva era una postura que debía evitarse en la medida de lo posible, ya que socavaba la iniciativa revolucionaria y podía llevar a la derrota.
En sus escritos, Trotsky consideró que tal enfoque era simplista y peligroso [6], dado que no tomaba en cuenta la necesidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes del campo de batalla. Trotsky defendía la idea de que el Ejército Rojo debía estar preparado tanto para la ofensiva como para la defensiva, dependiendo de la situación específica. Además, subrayaba que la experiencia de la Guerra Civil había demostrado la importancia de la flexibilidad táctica y la capacidad de maniobra, y no una dependencia ciega en una estrategia exclusivamente ofensiva. Para refutar esta idea les plantea que:
Si la clase trabajadora estaba naturalmente inclinada hacia una estrategia y una doctrina ofensivas, pregunto, ¿Cómo se explicaría Brest-Litovsk, una evidente retirada política y militar? Respondo simplemente que es una maniobra. Sólo un gallardo soldado de caballería piensa que siempre hay que atacar. Sólo un tonto piensa que la retirada significa la muerte. El ataque y la retirada pueden ser partes integrales de una maniobra y pueden conducir igualmente a la victoria”. [7]
Esta referencia al acuerdo entre el gobierno soviético y el imperialismo alemán significó una retirada transitoria que implicó una gran cesión de territorio y reparaciones de guerra hasta la caída germana y el final de la Primera Guerra Mundial. Este aspecto plantea que no se puede ponderar solo el ataque sin articular las posiciones defensivas.
La posición de ofensiva permanente la podemos ver también en Solomin, oficial del ER, que propone que la ofensiva no es solo una estrategia militar, sino una necesidad ideológica que refleja la naturaleza combativa del proletariado en su lucha global contra el imperialismo. Al igual que Tujachevski, Solomin plantea una guerra ofensiva, considerándola esencial para la expansión y consolidación de la revolución socialista.
Trotsky criticó esta visión, advirtiendo contra el dogmatismo que podría surgir al reducir la estrategia militar a una doctrina ofensiva rígida contraponiendo la situación de agotamiento de las masas luego de siete años de penurias sufridas por la guerra interimperialista y la guerra civil:
Necesitamos paz, no por consideraciones doctrinarias, sino porque el pueblo trabajador ha tenido ya demasiadas guerras y privaciones. Nuestros esfuerzos están dirigidos a salvaguardar a los trabajadores y campesinos durante un período de paz tan prolongado como sea posible. Explicamos al propio ejército que la única razón por la que no podemos desmovilizarnos es porque aún nos amenazan nuevos ataques. De estas condiciones, Solomin extrae la conclusión de que debemos “educar” al Ejército Rojo en una ideología de guerra ofensiva revolucionaria. [8]
Para profundizar su argumentación, el revolucionario ruso plantea que el marxismo no provee recetas preconcebidas para la construcción militar, sino un método de orientación flexible que debe adaptarse a las circunstancias concretas. Trotsky toma como ejemplo el caso de la guerra contra Polonia. Este conflicto comenzó por los intereses de los terratenientes polacos de recuperar su dominio en Ucrania. Ante la invasión de Polonia, el pueblo se levantó rápidamente y el ER pasó de una situación defensiva a una posición ofensiva para “sovietizar” Polonia. Pero las masas polacas no los acompañaron y sectores pequeñoburgueses temieron por su “independencia nacional” [9]. Dice Trotsky:
[…]durante ese período sobreestimamos el potencial revolucionario de Polonia. Esta sobreestimación se expresó en el carácter excesivamente ofensivo de nuestras operaciones, que superaba con creces los recursos a nuestro alcance. Avanzamos muy pobremente equipados y el resultado es bien conocido: nos forzaron a retroceder. [10]
Luego en su su autobiografía, Trotsky plantea expresamente que:
La guerra contra Polonia no hizo más que confirmar en otro sentido lo que ya había demostrado la campaña de Brest-Litovsk: que los sucesos de la guerra y los movimientos revolucionarios de las masas hay que medirlos con escalas distintas. Lo que para un ejército en operaciones son días y semanas, para el movimiento de masas son meses y años. Si no se tiene en cuenta exactamente la diferencia de velocidades, los engranajes de la guerra romperán los engranajes de la revolución en lugar de ponerlos en movimiento. [11]
Por lo tanto, Trotsky subraya que, en caso de haber una doctrina revolucionaria, debe estar cimentada en la capacidad de adaptación y en la comprensión profunda de la realidad cambiante, en lugar de un dogma inmutable. Esta observación del revolucionario la podemos encontrar en las conclusiones que saca luego de que mermaran los alzamientos revolucionarios en Europa occidental y se fortaleciera la burguesía ante la derrotas revolucionarias en 1921:
Casi al mismo tiempo se rompía la fuerte ola revolucionaria en Italia, no tanto por la resistencia opuesta por la burguesía como por la pasividad pérfida de las principales organizaciones obreras. El fracaso de nuestra marcha de agosto sobre Varsovia y la derrota del movimiento de septiembre en Italia cambiaron la relación de fuerzas a favor de la burguesía en toda Europa. De allí en más, se pudo observar una mayor estabilidad en la posición política de la burguesía y una mayor seguridad en su conducta. [12]
De esta manera plantea que ante una situación dinámica como la que sucede en la década de 1920, al ER se le plantea la dificultad necesaria para identificar incluso los principios más básicos necesarios para construir una doctrina militar duradera y bien fundada. Ante esta situación, Trotsky les plantea a los críticos militares las consignas políticas que propone la Internacional Comunista para el periodo que se abre. Trotsky plantea la articulación entre tiempo político y tiempo militar, destacando la consigna del Frente único obrero. Esta táctica implicaba dar una pelea común con las direcciones del movimiento obrero, sin ningún compromiso con ellas, con el fin de que la clase obrera hiciera una experiencia en la práctica con su dirección y rompiera con ella ante su traición, que tarde o temprano llegaría. Vinculando tiempo militar y tiempo político, Trotsky sostiene:
Es estúpido hablar al Ejército Rojo acerca de una guerra revolucionaria ofensiva cuando estamos llamando a los Partidos Comunistas de Europa a emprender una preparación cautelosa sobre una más amplia base de masas. Cuando la situación del mundo cambie, la consigna de nuestro trabajo educativo cambiará con ella. Así es como las cosas están hoy en relación con la ofensiva en el sentido político. [13]
Las posiciones de Frunze, Tujachevski y Solomin, en tanto ofensiva militar, tienen puntos de contacto con las discusiones a las que se enfrentaron Lenin y Trotsky con los sectores izquierdistas de la III Internacional entre los que se encontraba Georg Luckács, húngaro que fue exiliado de su país después de que se había perdido la revolución. Estos opinaban que, debido a la etapa imperialista del desarrollo capitalista que se encontraba en crisis mortal, existía “una actualidad universal de la revolución proletaria”. Esta visión esquemática no distinguía las distintas situaciones que se iban desarrollando en los distintos países. Es así que planteaban que la táctica de la época era “de ofensiva”, haciendo una lectura de la situación que para 1921 ya había dejado atrás el periodo de victorias de los partidos comunistas.
Un último aspecto a tener en cuenta es la utilización de Engels en el debate. Tanto en el informe final ante la Conferencia de delegados militares al XI Congreso del Partido Comunista ruso, del 1° de abril de 1922, como en un artículo sobre la Guerra Franco-Prusiana de 1870-71 Trotsky hace uso de los análisis de Engels sobre cuestiones militares. Por un lado, el revolucionario alemán sostenía que, al igual que la Revolución Francesa generó un nuevo estilo de guerra ligado a la burguesía, la emancipación del proletariado también daría lugar a una forma particular de guerra. Luego advertía que los primeros intentos de formular una doctrina militar proletaria serían defectuosos e incompletos, ya que la mera adquisición del poder estatal no equivale a la emancipación real del proletariado, que sólo se logrará con la abolición de las contradicciones de clase.
Engels argumentaba que los cambios en el arte de la guerra están intrínsecamente ligados a los desarrollos industriales y económicos. Así como la guerra napoleónica fue posible gracias al aumento de las fuerzas productivas, cualquier nueva forma de guerra proletaria necesitaría de un desarrollo industrial equivalente. Mientras esos desarrollos no se alcancen, la revolución tendrá que utilizar los métodos y medios de la guerra moderna burguesa. Finalmente, Engels cuestionaba la idea de una doctrina militar proletaria al señalar que ciertas prácticas, como las maniobras militares, son características de los ejércitos burgueses, lo que pone en duda su adecuación para un ejército proletario. [14]
Reflexiones finales
El debate sobre la doctrina militar en la Unión Soviética durante los años finales de la Guerra Civil proporciona una visión valiosa de las tensiones y desafíos en la construcción de un ejército revolucionario. El método marxista debe guiar la estrategia, pero no debe reemplazar la necesidad de una evaluación práctica y detallada. La perspectiva de Trotsky expresada en los escritos nombrados y aquellos que componen la compilación de Cómo se armó la revolución son un aporte esencial para entender cómo el pensamiento militar debe evolucionar en respuesta a las realidades del campo de batalla y a las condiciones políticas internacionales cambiantes, vinculados a la estrategia política. Su visión flexible y pragmática fue fundamental para la adaptación, y como lo demostró la historia, en el éxito en la Guerra Civil Rusa.
En un momento en el que la guerra vuelve a ser un foco prominente en los problemas globales, la relevancia de la teoría militar y la estrategia sigue siendo crucial. La guerra en Ucrania, el genocidio perpetrado por el Estado de Israel contra el pueblo palestino y los conflictos en el Sahel ponen de relieve la persistencia y la complejidad de los conflictos armados en el siglo XXI.
El análisis de los escritos de León Trotsky sobre doctrina militar proporciona una perspectiva valiosa para aquellos que nos reivindicamos socialistas revolucionarios y para las futuras generaciones que buscan comprender y abordar los conflictos armados. Si realmente queremos luchar por otra sociedad, no podremos conquistarla de manera pacífica, ya que la burguesía hará todo lo que esté en sus manos para evitarlo. El análisis de las cuestiones militares que realiza Trotsky, ofrece una guía para navegar en las complejidades de la guerra revolucionaria y la estrategia militar.
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