El profesor en Derecho Constitucional Lucas Arrimada analiza desde su óptica el golpe institucional en Brasil.
Sábado 3 de septiembre de 2016
1. Legalidad constitucional sin legitimidad democrática: la destitución de Dilma Rousseff es un claro ejemplo de los usos antidemocráticos de mecanismos constitucionales. Las instituciones constitucionales pueden ser usadas en contra de los Gobiernos democráticos, de la soberanía popular y de los derechos humanos.
Lo que sucedió ayer fue, podemos pensar, un golpe constitucional a la democracia. Las reglas constitucionales usadas en contra del juego democrático. Sobre todo si esas reglas fueron dictadas y aprobadas por minorías antidemocráticas y elitistas, después de una dictadura, y las fuerzas sociales progresistas cometieron el error estratégico de no modificarlas, de no ampliar la democracia institucional, de no hacer las reglas más democráticas, menos constitucionales.
Esas minorías tienen a los siempre conservadores constitucionalistas y analistas políticos para decir que son "las reglas de la democracia", cuando en verdad son las de las corporaciones políticas y económicas oligárquicas, que interrumpen sus propias reglas cuando el resultado del juego no les satisface.
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Suspender las reglas les va a permitir concentrar riqueza, poder y condicionar futuros intentos (constitucionales y democráticos) de ampliar democracia, justicia social y derechos humanos. El potencial transformador de una democracia se puede condicionar con algunos años de concentración de la riqueza, poder mediático e institucional con la ayuda de la misma fría legalidad constitucional que ayer justificaban las repúblicas conservadoras, los golpes y las democraduras.
2. Ejemplos históricos de golpes constitucionales a la democracia y DD. HH.: La historia nos recuerda que la esclavitud, segregación racial, subordinación femenina, trabajo infantil, dictaduras, concentración en el Ejecutivo, detenciones ilegales, censura previa, etc., todas fueron "constitucionales" y "legales" en el pasado. La democracia como práctica y cultura política permitió transformar y combatir todas esas nefastas instituciones "constitucionales" y construir derechos democráticos para edificar culturalmente su protección con los derechos humanos.
Jueces suspendiendo o anulando elecciones, el show judicial de la corrupción que terminará en impunidad, el capitalismo oligárquico defendido constitucionalmente como libremercado competitivo, la protección judicial de los derechos de corporaciones que destruyen el medioambiente y enferman a comunidades enteras, la criminalización de la protesta social y persecución penal de sus líderes, la impunidad de la especulación financiera a nivel local e internacional, todos estos son ejemplos de los usos antidemocráticos de las reglas judiciales y de las instituciones constitucionales.
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En Estados Unidos, los fallos Bush vs. Gore (2000), la Patriot Act y la impunidad del sistema financiero en la burbuja del 2008 fueron golpes al corazón democrático desde las mismas instituciones constitucionales. Eso permitió neutralizar los hábeas corpus, el debido proceso, y habilitó la aplicación "legal" de procesos de tortura de "submarino seco" en interrogatorios oficiales. El dinero gobierna "constitucionalmente" al sistema político estadounidense gracias al fallo "Citizen United" (2008) de la conservadora Corte de EE. UU. Una corte elige a Bush como presidente en el 2000, una corte permite comprar poder político sin límite. La democracia siempre estará lejos de las cortes constitucionales.
Sin duda, con todo esto, tampoco ayuda nuestra cultura de anomia legal, corrupción social y verticalismo, que es indiferente a las tendencias y sectores políticos. La democracia no se puede defender con rancias prácticas y viejos autoritarismos. La democracia necesita más democracia siempre. La democracia no es hablar con el espejo, es tolerar los disensos razonables y escucharlos, pensarlos atentamente.
El contexto internacional (Brexit, Trump, Frente Nacional Francés, etc.) exige más y mejores reflejos políticos de los líderes sociales que realmente quieran usar la política democrática para transformar las injusticias, no para simplemente gestionarlas o profundizarlas por los siglos de los siglos.
Nuestras democracias, movimientos políticos y conquistas sociales son, a partir del golpe en Brasil, un poco más frágiles. Más allá de los graves errores del PT y de Dilma, los efectos del golpe constitucional a una presidenta democráticamente electa serán histórica, social y económicamente inmensos.
*Lucas Arrimada es Profesor de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho en UBA/CLACSO y edita www.antelaley.com. Twitter: @lucasarrimada