Los japoneses llaman karoshi a la muerte por exceso de trabajo y es un problema de salud pública hace años.
Sábado 18 de abril de 2020 11:10
Imagen: Sebastiao Salgado
¿Solo en Japón sucede?
La precarización laboral no es latinoamericana, ni asiática, ni africana; es mundial. La explotación laboral no ha disminuido sino todo lo contrario, ha aumentado. Pero la han maquillado tanto que incluso la hemos naturalizado y hasta cierto punto nos ha causado gracia las frases que armaron los capitalistas para seducirnos como: "ser tu propio jefe", "pasión, diversión, comunidad", "libertad, sin horarios, sin superiores".
A todo ese marketing de sofá le faltaron frase como: "sin seguro contra accidentes." "sin obra social", "sin vacaciones", "sin aportes", "sin exámenes médicos".
Qué tiene que ver esto con la cuarentena?
Mucho. Porque son hoy las y los trabajadores precarizados de distintos sectores los más expuestos a la infección por el coronavirus, pero son también los y las más pobres. Un doble peligro, por un lado el riesgo al coronavirus y por otro la pobreza que aplasta. Es sobre ellos y ellas que recae la crisis, con despidos, recortes y suspensiones mientras un puñado de empresarios sigue amasando fortunas a costa del trabajo precario al cual someten a la población. Esa gigante juventud precarizada que empieza a despertar, y se quiere tumbar a varios en el camino, y contagiar de rebeldía a otros tantos. Ojo.
¿El gobierno ha decretado que no puede haber despidos?
No debería haber despidos, es cierto. Pero si entre lo que se dice no hay relación con lo que se hace, yo respondería citando a Aristóteles: “La realidad es la única verdad”.
La realidad son los 1450 despidos en Techint, despidos y la represión en el frigorífico Penta, a tal punto que muchos terminaron hospitalizados. La realidad son las trabajadoras golondrinas abandonadas después de explotar su fuerza de trabajo. La realidad nos muestra como COTO (yo te conozco) escondió casos de Covid-19 y sancionó a quienes pedían mínimas condiciones de seguridad.
La realidad está en los miles de jóvenes laburantes de las comidas rápidas. La realidad está en los bolsones "nutritivos" con saquitos de té y galletas en un país exportador de carnes y cereales. La realidad está en nuestros jubilados y jubiladas, un grupo de riesgo expuesto al frío y a un sueldo de miseria. La realidad es que lo único que aumenta es la presencia policial.
La realidad no se oculta, aunque se maquille con matices de emociones como "hay que cuidar a los que nos cuidan". Mentira. Han dejado a los trabajadores de la salud desprotegidos, aislados por "prevención" sin una mísera toma de muestra, han asaltado las instituciones de salud. No ahora, no hace 5 años, hace mucho.
Esa es la realidad y mucho más. Por más que oculten, callen o maquillen no dejará jamás de ser verdad la realidad.
¿Todo está perdido?
No, todo lo contrario. Es una hermosa oportunidad para organizarnos. Como nos enseñaron y enseñan los trabajadores de Zanon, la textil Traful Newen de Neuquén produciendo barbijos para los hospitales o como Madygraf, una gráfica recuperada que reconvierte su producción en función de lo que hoy hace falta: alcohol en gel y mascarillas.
Son esos fueguitos hermosos que te alumbran el camino, miles de fueguitos, como los compañeros de Mc Donalds, que nos dicen que no todo está perdido, que no nos merecemos tanta miseria, nuestras vidas no pueden -jamás- estar por debajo de sus ganancias.
Nuestras vidas valen mucho más y es hora de que la crisis la paguen ellos. No más Karoshi.