La dinámica de las negociaciones salariales se ve afectada por la inflación crónica. El 2022 dejó resultados muy dispares por sector y una dirección sindical que hizo la plancha, mientras los salarios siguen 25 puntos por debajo de 2015. Qué puede esperarse para el año que recién comienza, atravesado por la contienda electoral y una economía monitoreada por el FMI.
Lucía Ortega @OrtegaLu_
Jueves 5 de enero de 2023 16:59
Foto: Enfoque Rojo
En un reciente informe especial de La Izquierda Diario mencionábamos la dinámica heterogénea de las paritarias por sector durante el año 2022, atravesada como un rayo por la enorme lucha de los trabajadores y trabajadoras del neumático que empujaron hacia arriba la vara de las negociaciones.
Sin embargo, ante la inacción de las burocracias sindicales y la falta de una respuesta unificada de la clase trabajadora frente al ajuste del Gobierno y el FMI, los salarios en promedio siguieron perdiendo ante una inflación persistente y crónica, que tiene perspectivas de quedarse en niveles cercanos a tres dígitos por, al menos, un año más.
Para los trabajadores registrados, que son quienes directamente se ven afectados por el resultado de las negociaciones salariales que llevan adelante en cada convenio, la caída del poder de compra fue de un 5 % entre octubre de 2021 y el mismo mes de 2022.
Pero en este promedio, algunos sectores pudieron perforar o igualar la pauta inflacionaria, como el neumático tras una lucha de 150 días, consiguiendo ganarle por 10 puntos a la inflación y una cláusula gatillo automática, el aceitero con el 98% y un salario básico de $ 320.000, médicos residentes CABA (99%), metalúrgicos (110%), Transporte-UTA (100%), Gastronómicos yTelecomunicaciones (Foetra) (103%), Construcción (105%), docentes nacional (114%), entre otros [1].
“Si bien las paritarias de la mayor cantidad de sectores continúan siendo anuales, lo cierto es que hay una multiplicidad de renovaciones y es muy distinto el resultado si se considera el año calendario (enero-diciembre) o el año paritario (que depende de cada actividad)”, explicó Luis Campos, director del Observatorio del Derecho Social de CTA-A.
“Hay algunas actividades que ya cerraron incrementos superiores al 100% (vidrio, construcción, aceiteros, metalúrgicos), mientras que otras todavía tienen aumentos que se encuentran por debajo del 60% (comercio, prensa de Buenos Aires, estaciones de servicio). Semejante brecha también es producto de la aceleración de la carrera precios - salarios y de una mayor dificultad para coordinar la negociación salarial en términos generales”, detalló.
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¿Qué referencia tener en cuenta para el nivel salarial?
Más allá de discutir porcentajes de aumento en paritarias, muchas veces se utiliza como referencia la línea de indigencia (hoy en $ 64.012) o la línea de pobreza ($ 145.948) como referencia para el piso de la discusión salarial. ¿Es conveniente o qué límites puede tener?
Oscar Martínez, especialista del Taller de Estudios Laborales, indicó que “la línea de indigencia sólo marca una línea alimentaria, una línea casi pensada en proteínas”, en tanto que la línea de pobreza “marca un piso en el cual una persona o familia puede reproducir la fuerza de trabajo personal o intergeneracional pero de ninguna manera debería tomarse como un piso o una referencia porque lo único que está marcando es que con ese salario no te vas a morir, o tus hijos no se van a morir.”.
Es por ello que los trabajadores de la Junta Interna de ATE-Indec calculan mensualmente cuál debería ser como mínimo el salario de los trabajadores, tomando en consideración una Canasta de Consumos Mínimos. La última medición del mes de noviembre la ubica en torno a $ 227.392.
Otros gremios, como el aceitero que mencionamos previamente, realizan mediciones propias del cálculo de la canasta familiar, y lograron instalar un básico en $ 320.000 para el primer semestre de este año.
El salario mínimo, vital y móvil hace tiempo dejó de representar las necesidades de vida de una familia. Actualmente se encuentra en $ 65.427 (enero 2023), apenas cubriendo poco más de un cuarto de lo que cuesta la canasta familiar que calcula ATE-Indec.
Un primer panorama para 2023
El terreno de las paritarias y el empleo para este año estará atravesado por la dinámica de la economía, el ajuste fiscal, monetario y financiero en función del acuerdo con el FMI y el escenario electoral.
En cuanto a la actividad económica, es importante destacar la trayectoria pos pandemia. En el año 2021 el crecimiento estuvo en 10,4 % en gran parte por un efecto “rebote” luego del derrumbe del 2020 (-9,9%) y ya en el año 2022 se desaceleró la tendencia y cerrará en torno al 5 %.
Pero para 2023 se espera un crecimiento raquítico. Los analistas del sector privado calculan que será inferior al 2% que auguró el Gobierno en el Presupuesto 2023, e incluso algunos vaticinan una contracción económica. El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central promedió un crecimiento esperado de tan sólo 0,4 % para este año. Otro elemento importante es el escenario de sequía que impactará en las exportaciones y una menor entrada de divisas, y el escenario internacional.
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Para la consultora Abeceb, de Dante Sica, los seis sectores que traccionaron la economía en 2022 (automotriz, minería, agroquímicos, agro, línea blanca y petróleo) se desacelerarán fuerte este año.
La restricción al crecimiento no cayó del cielo. A los problemas de la economía internacional y los propios estructurales, el Gobierno (tanto con Guzmán, el breve paso de Batakis y con Massa) priorizó el cumplimiento de las metas del acuerdo con el Fondo que implicaron un ajuste fiscal y externo, lo que impactó en la desaceleración económica.
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Las metas con el FMI implican llevaron llevar el déficit fiscal primario de 3 % del PBI en 2021 a 2,5% en 2022 y apuntan bajarlo a 1,9 % en 2023. Si bien Massa obtuvo un triunfo pírrico al “domar a los mercados”, la incógnita será si podrá continuar con el ajuste contractivo del gasto público que empeora aún más las condiciones de los sectores más vulnerables y de la clase trabajadora, en un contexto electoral, y donde aparece incluso como un posible candidato dentro del peronismo.
A esto hay que sumarle que con la cercanía a la fecha de los comicios, especialmente a nivel nacional, irá aumentando la incertidumbre en torno a cuál será el próximo gobierno y equipo económico, lo que podría ocasionar mayores desequilibrios macroeconómicos, y en particular, episodios de saltos del dólar y volatilidad cambiaria por presión del capital financiero a imponer sus condiciones al equipo entrante.
Y en cuanto a la dinámica de precios, las perspectivas tampoco son muy optimistas. En el mejor de los casos, los analistas privados prevén la continuidad de una inflación crónica en torno al 99 % anual para 2023 y apenas una mejoría a 75 % anual en dos años.
Esto representa un enorme desafío para los asalariados, en tanto que a la experiencia del año pasado de la necesidad de pelear por reaperturas de paritarias, adelantamiento de cuotas, revisiones permanentes de los porcentajes de aumento y la pelea por conquistar cláusulas gatillo se mantendrá más vigente que nunca para no perder en la carrera con los precios.
En tanto que las cúpulas sindicales, que vienen de convalidar la pérdida del poder adquisitivo de los últimos años, tendrán la contradicción entre mostrarse conteniendo el conflicto y lograr mejoras para su base, como parte de defender su ubicación en las listas electorales, tanto del peronismo como en la oposición de Juntos.
“Una discusión central que se tiene que dar la clase trabajadora para el año 2023, que es un año electoral, y que como todo año electoral, se pueden lograr algunas conquistas o sacar un poco más en las negociaciones con las patronales y el Estado (teniendo en cuenta, además, que este es un gobierno peronista está muy complicado para las elecciones); creo que una discusión central es justamente combatir las luchas sectoriales y pensar cuáles son los caminos para llevar adelante luchas unificadas que puedan revertir la tendencia general”, precisaba la especialista Paula Varela en una entrevista para La Izquierda Diario.
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De lo que se trata no es sólo evitar seguir perdiendo, sino encarar una lucha unificada para poner fin al ajuste y recuperar los 21 puntos (registrados del sector privado) y 35 puntos (no registrados) que se perdieron en los últimos 8 años.
“La pregunta que se impone es cuándo se viene una lucha del conjunto del movimiento obrero. Me refiero no sólo a una lucha combinada entre CGT y CTAs, sino también con los movimientos sociales”, resumió Paula Varela.
En este sentido, desde el Partido de los Trabajadores por el Socialismo se elevó la propuesta a los partidos integrantes del Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad de impulsar en común un polo de los sectores combativos de la clase trabajadora, del movimiento de mujeres, de la juventud y del pueblo pobre.
Este tendría como objetivo coordinar las luchas, defender un programa para que la crisis la paguen los grandes empresarios y exigir a las centrales sindicales romper la tregua con el Gobierno, enfrentar el plan de ajuste del gobierno, la derecha y el FMI y convocar en común a un Encuentro de ocupados y desocupados para poner en pie una Coordinadora Nacional de lucha.
[1] Cabe aclarar que no es estrictamente comparable el número que cerró cada gremio, por tratarse de períodos abarcados distintos, distintas cantidades de cuotas, revisiones, básicos, complementos y otras condiciones laborales acordadas. Se presentan aquí en un cuadro algunos resultados a modo de referencia informativa.
Lucía Ortega
Economista UBA. Coeditora de la sección de Economía de La Izquierda Diario.