Avanza marzo y el clima no afloja. Los gremios del transporte mantienen el paro del 31. Siguen los reclamos por abajo también: salario y condiciones de trabajo. Las perspectivas del sindicalismo de izquierda, con la ayuda de reflexiones de Leo Norniella.
Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2
Martes 17 de marzo de 2015
Lo decíamos la semana pasada. Después de unas largas vacaciones, la “agenda sindical” se empieza a recargar.
Omar Maturano y compañía fueron con expectativas a la reunión con Aníbal Fernández, pero el jefe de Gabinete les dijo que no tenía novedades sobre “Ganancias”. A los jefes sindicales no les está quedando otra que preparar una parada de motores para el último día de marzo. “Ratificamos el paro – dijo el titular de La Fraternidad – y vamos a buscar el acompañamiento que necesitamos”. Así apuntaba a sumar a la medida a la CGT de Moyano, la de Barrionuevo, e incluso a la CTA Micheli. Esta última central realiza este martes una jornada de lucha, con puntos correctos como “salario mínimo de 12 mil pesos; 82% móvil para los jubilados; paritarias libres y democráticas”, pero por su estrategia carece de capacidad de movilización y paralizar los lugares de trabajo. Como siempre, termina confiando en un acuerdo por arriba con Moyano para una acción trascendente.
Las cúpulas sindicales ponen en el centro del reclamo la modificación del impuesto al salario y el dinero de las obras sociales, pero saben que las paritarias “se les vienen encima”: la inflación y las necesidades del bolsillo obrero los pueden poner en una encrucijada. Esa situación se pudo comprobar en el paro docente de la semana pasada. Hay movilizaciones de judiciales y estatales, y el último viernes se conoció el pedido del Sindicato de Aceiteros de Rosario. Basados en estudios sobre el valor de la canasta familiar, reclamaron a las empresas del sector un salario inicial de 14.900 pesos, 42 % de aumento. Dicen que sólo ese monto puede asegurar no solo alimentación, salud y vivienda digna, sino también educación, esparcimiento, vacaciones y previsión.
Como es tradición, ninguno de estos conflictos y reclamos ha merecido el apoyo de las centrales sindicales. Por eso, como se empieza a plantear desde el sindicalismo de izquierda, “ante este ajuste al salario obrero y los ataques en algunas empresas y gremios, hay que exigirles a todos los sindicatos la elección de paritarios en asamblea, planes de lucha, y el apoyo y adhesión al paro nacional de transportes. Las centrales sindicales deberían dejar de lado la tregua y convocar una medida de fuerza en todo el país, sumando a estas demandas el apoyo a los trabajadores en lucha contra las persecuciones y despidos”.
Las paritarias plantearán no sólo la posibilidad de pelear por salario, sino también contra la precarización que afecta a la mitad de la clase trabajadora. Vale rescatar las palabras de Leonardo Norniella, dirigente obrero del PTS fallecido hace pocos días. Leo no sólo encabezó junto a los delegados de Pepsico, Kraft y las fábricas cordobesas aquella lucha por el 35% que sacudió todas las paritarias del país. También planteaba que “gracias a la burocracia las empresas conquistaron condiciones de trabajo y convenios que los favorecen, y a nosotros nos hacen pelota el cuerpo, la vida. No es solamente un problema de cuánto porcentaje sacás. Nunca se discuten las condiciones de trabajo. Esa es una lucha que tenemos que dar”. Leo la dio, junto al activismo de su fábrica, por eso en Pepsico no había contratados y las mujeres consiguieron categorías que les estaban vedadas.
¡Largaron!
Pero el tema que realmente desvela a las cúpulas gremiales son sus alineamientos con los candidatos presidenciales.
El columnista gremial de Clarín, Ricardo Carpena, asegura que “el sindicalismo K empezó a dejar de serlo. Todo comenzó cuando la Casa Rosada no le dio ninguna respuesta a la CGT Balcarce sobre el Impuesto a las Ganancias. Antonio Caló y Ricardo Pignanelli, dos emblemas kirchneristas de la CGT Balcarce, le dieron su respaldo electoral a Daniel Scioli”. El capo del SMATA dijo además que “se enfrió la economía”, y pidió apoyar a Scioli porque garantiza “el modelo industrial” y “el modelo sindical”. Pignanelli conoce a Scioli: juntos armaron una conciliación trucha para derrotar a los trabajadores de Gestamp.
Cada semana que pasa se conocen nuevas definiciones del sindicalismo peronista. Sergio Massa tiene el respaldo de burócratas del sector de “Los Gordos”, y también “Independientes”, el fin de semana sumó a Luis Barrionuevo. Tenía casi todo acordado con Moyano, pero después de quemarse con leche Hugo quiere jugar a ganador y aún no tomó una decisión final. Dicen que repite “tajaí”, se compró una remera naranja y lentes de contacto celeste. Randazzo suma gremios ferroviarios a fuerza de prebendas. Macri por ahora no puede mostrar nombres, pero a medida que se convierte en la opción “ganadora” contra el oficialismo, lo empiezan a mirar con cariño desde los despachos sindicales. Todos recuerdan la frase “yo los voy a ayudar a frenar a los troskos”.
Es inevitable, el plano sindical y el político se cruzan. Según Carpena, “el anticristinismo le daría más fuerza al paro del transporte para el 31 de marzo. ¿Habrá en mayo una huelga de 36 horas?”.
El sindicalismo peronista, mientras busca evitar cuestionamientos anunciando medidas de fuerza, negocia y se cotiza ante los potenciales ganadores de las elecciones de octubre. Saben que el próximo gobierno, que intentará nuevos ajustes y cambiar la relación de fuerzas con el movimiento obrero, necesitará la inestimable colaboración de la burocracia sindical.
Es una ley histórica del modelo sindical peronista. Tomando nuevamente palabras de Leo Norniella, “la burocracia al utilizar a los sindicatos para sus propios intereses y a favor de los políticos patronales profundiza su crisis y termina de vaciarlos de contenido como organizaciones de lucha en defensa de los intereses obreros”. La recuperación de los sindicatos tiene, entonces, una dimensión política.
Vale un ejemplo actual. En una semana se realizarán las elecciones del Sindicato del Subte (AGTSYP), donde el kirchnerista Roberto Pianelli intenta retener la conducción, pero la lista Bordó-Violeta encabezada por Claudio Dellecarbonara (PTS) gana simpatía entre cientos de trabajadores que quieren recuperar las tradiciones combativas y democráticas del subte. El PO, decidió darle una mano al pianellismo dividiendo a la oposición con argumentos increíbles.
Un año con desafíos
El gobierno, la oposición y las centrales sindicales intentarán que 2015 transite “entre las urnas y la tregua”, evitando que la lucha de clases altere la transición al próximo gobierno. El sindicalismo de izquierda, que ha ganado protagonismo en el último tiempo, tendrá entonces importantes desafíos. Por un lado, la de volver a encabezar, como en los paros de 2012 y 2014, un polo clasista y de los sectores combativos como alternativa a los planes de la burocracia. No sólo para pelear por los reclamos pendientes de toda la clase trabajadora, sino también para blindar a los luchadores de los ataques que no tardarán en venir.
Por eso será importante marchar este 24 de marzo junto a los obreros de Lear, Donnelley, Kraft y Pepsico, en repudio a aquel golpe patronal y contra la persecución y espionaje a los luchadores.
Pero además, la necesidad de involucrarse en la pelea política con el sindicalismo peronista y sus candidatos. Quedarse en el terreno puramente sindical sería este año más criminal que nunca. El 1,2 millones de votos del Frente de Izquierda son un punto de apoyo para disputar la cabeza de los trabajadores y la juventud. En este punto vale también recordar la reflexión de Leo. “En los lugares donde estamos hace más tiempo, logramos que haya más adhesión desde el punto de vista del voto a la izquierda. En alimentación el trotskismo logró cierto peso. En la zona norte tenemos compañeros en las comisiones internas e influenciamos. Allí, la pelea con el peronismo es cotidiana”.
Esta pelea tiene que aprovechar la coyuntura electoral, pero va mucho más allá. Como concluye Leo: “El desafío que tiene la izquierda es unirse por un objetivo grande, de masas, que le dispute la dirección política de los trabajadores al peronismo, el partido que tiene la patronal para meter la idea de conciliación de clases. Si no combatimos esto, la izquierda está destinada a mantenerse en los márgenes que nos deje el régimen, a conformarnos por pelear por algún diputado o un puesto sindical más”.
Esa clara perspectiva es la que tiene que guiar la militancia del sindicalismo de izquierda en este período.
Lucho Aguilar
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.