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“El racismo contra los gitanos y los migrantes opera igual, pero con un discurso diferente”

ENTREVISTA: PASTORA FILIGRANA

RACISMO
Imagen: Izquierdadiario.es

“El racismo contra los gitanos y los migrantes opera igual, pero con un discurso diferente”

Josefina L. Martínez

Ideas de Izquierda

[Desde Madrid] A continuación reproducimos la entrevista a Pastora Filigrana (Sevilla, 1981) realizada por Josefina L. Martínez para el semanario Contrapunto. Filigrana es activista antirracista, abogada, miembro del Sindicato Andaluz de Trabajadores y Trabajadoras (SAT), feminista y mestiza gitana. Nació en el barrio de Triana, en Sevilla, en una familia obrera de tradición herrera. Muy joven, se convirtió en la abogada de los gitanos, como le decían en el barrio, se especializó en leyes de extranjería y comenzó a ejercer como abogada laboralista, formando una cooperativa de abogadas. Terminó de teclear las últimas palabras de su libro El pueblo gitano contra el sistema-mundo (Akal, 2020) poco antes del estallido de la pandemia. Cuando redactó el epílogo y el libro ingresó en imprenta, la ONG Oxfmam ya advertía de que 600 millones de personas caerán por debajo del umbral de pobreza en el mundo, abriendo paso a una crisis sin precedentes. Articular luchas por la emancipación es uno de los desafíos planteados, algo que también recorre las páginas de este libro. Un ensayo que no solo aporta a conocer la historia de persecución del pueblo gitano, sino también sus múltiples formas de resistencia, entre voces flamencas, trabajo cooperativo y búsquedas de libertad.

Como dice un tango gitano, uno de los cantos recuperados por Filigrana en su libro:

Tengo mu poco dinero
pero no me quita el sueño.
Con dos duros me mantengo,
de mi libertad soy dueño.

Un caluroso día de julio conversamos –desde Madrid y Sevilla– sobre su libro, las leyes antigitanas, las migraciones, el racismo y las luchas contra el capitalismo patriarcal.

Una tesis muy fuerte en tu libro es la idea de que el antigitanismo ha sido parte de los mecanismos para la regulación del trabajo, desde hace 500 años. Explícanos un poco esta idea.

Lo que he intentado es contextualizar la situación actual del pueblo gitano desde una visión histórica, con los documentos que tenemos –que son los de los represores, porque el pueblo gitano no escribió su historia–. De dónde vienen estos charcos, de aquellas lluvias. Analizando la legislación antigitana en los últimos 500 años, he intentado plantear que ha estado destinada a regular una mano de obra, controlar a un grupo determinado que se le estaba escapando al orden socioeconómico su regularización. Grupos amplios de personas que estaban consiguiendo vivir al margen, primero de un régimen feudal que imponía trabajar en las tierras de un señor, y después cuando comienza el incipiente capitalismo, de trabajar para el dueño de los medios de producción.

Los gitanos han intentado escapar de este chantaje del salario históricamente, y toda la legislación antigitana ha ido persiguiendo esta cuestión. En el libro cito varias leyes, hay muchísimas más, y todas tienen como espina dorsal que abandonen sus oficios y trabajen en un oficio conocido, que se asienten en una tierra, que no sean nómadas, y que no se dediquen a actividades que no sean rentables al “bien común”. El bien común entendido como la producción de mercancías y materias primas para los dueños de los medios de producción.

Para hacer este control de la mano de obra, con técnicas muy cruentas, porque es una persecución a sangre y fuego, se necesita articular un discurso que convenza de que esas formas de vida y la cultura de esos grupos que se están quedando al margen del chantaje del salario son perniciosos, no son los adecuados y atentan contra el bien común.

Por eso es necesario construir todo este relato de parasitismo, de peligrosidad, de vagancia, para ganar el apoyo de la opinión pública. No se puede llevar un exterminio durante 500 años de la población si no tienes un amplio apoyo social.

¿Hay un racismo antigitano con características específicas?

El racismo es idéntico, no podemos hablar de un racismo contra los gitanos y otro contra los migrantes. El mecanismo opera igual, pero el discurso que lo sostiene, para ganar la hegemonía discursiva, es diferente.

En el caso de los gitanos, como la cuestión de la extranjerización no se ha podido utilizar, y tampoco se ha podido utilizar la religión, porque adoptaron el catolicismo en un momento dado, han tenido que articularse otros discursos quizás más encaminados hacia lo que se consideraba una idiosincrasia propia, casi biologicista, del pueblo gitano. No estoy intentando hacer una jerarquización de racismos, eso sería equivocado.

Claro, pero se construyen diferentes discursos…

Eso, por ejemplo, con la población morisca o sefardí, que coincide en el tiempo con el inicio de la persecución al pueblo gitano, el tema de la religiosidad era algo principal. El racismo contra la población migrante ha existido históricamente y ahora es mucho mayor, porque además se necesita mano de obra barata; en este caso es el discurso de “que se vayan”. Pero contra el gitano no se puede utilizar este discurso, porque no son extranjeros, y el discurso ha tenido que ir adaptándose, por eso han tenido que asociarlo con rasgos culturales y elementos casi biologicistas para poder sostenerlo: que son sucios, son vagos, son machistas, que no tienen salvación.

En el libro explicas que todo el sistema de leyes antigitano está basado en mecanismos de criminalización, y es muy interesante porque lo comparas con las actuales leyes de extranjería. También señalas que lo que está detrás es un castigo “por ser”.

Sí, esa es una de las partes del libro que más me gustaría seguir profundizando.

Las leyes antigitanas han sido leyes de extranjería, o por lo menos se han basado en lo mismo: intento de regularización de una mano de obra que se considera otra, que se considera diferente. Igual que la Ley de extranjería está encaminada a regularizar la mano de obra según las necesidades del mercado, la legislación antigitana lo que ha intentado es regularizar unas comunidades que están osando escaparse al chantaje de la renta, y que tenían que regularizar. Las leyes antigitanas no hablan de necesidades del mercado, pero el objetivo es el mismo, poner a gente a trabajar para lo que el orden económico necesita. Y la Ley de extranjería es eso, se consiguen los permisos de residencia y trabajo según existan necesidades del mercado de cubrir ciertas ocupaciones que no se cubren con mano de obra autóctona.

Y a su vez promover esa diferenciación en la mano de obra, entre los nativos y los extranjeros, los que tienen más salario, o menos salario, etc.

Después necesitan esta jerarquización de las culturas, sobre todo con el discurso del desarrollo y del subdesarrollo. Es que para abaratar el salario de determinadas personas necesitas decir que esas personas valen menos. Toda la retórica del supremacismo blanco realmente es esto, una estrategia para abaratar el salario de dos tercios de la población mundial, o más que el salario, abaratar la vida misma de dos tercios de la población mundial. Tienen que articular un discurso de que hay gente que vale menos, o que no merecen lo mismo.

Con el pueblo gitano, a la vez que se ha querido regularizar la mano de obra, y que trabajen en los oficios conocidos y productivos, se acompaña de una retórica de criminalización a sus formas de vida culturales. Yo creo que por dos motivos principales. Uno, porque necesitan culparlos, criminalizar la fuga que realizan, criminalizar la disidencia que supone su forma de vida respecto al capitalismo, y dos, porque ellos necesitan todo el rato mantener un discurso de que hay formas culturales más desarrolladas, que merecen más y otras menos. Todo el discurso racista lo que hace es decir lo atrasados que son los musulmanes, lo atrasado que es el sur, lo atrasado y primitivo y machista que son unos y otros, para seguir manteniendo las jerarquías de humanidades.

Ligado a esto último, una cuestión que me impactó mucho en el libro son los datos sobre la altísima proporción de mujeres gitanas en la población carcelaria: 1 de cada 4 mujeres en las cárceles españolas son gitanas, cuando la población gitana en España solo es 1,4 % del total. Una sobrerrepresentación enorme.

Esta es una investigación del año 2001, y son los únicos datos que manejamos porque nunca más se ha vuelto a financiar algo así de osado, un proyecto que se llama Barañí, que fue un estudio numérico de la población gitana penitenciaria. La práctica nos muestra que sigue habiendo una representación elevadísima de personas gitanas y migrantes en las cárceles, y especialmente alarmante en las cárceles de mujeres, donde casi igualan a la de los hombres, algo insólito en cualquier sociedad, donde las mujeres en general delinquen menos, porque están abocadas a otro tipo de trabajo que no es el público. Este estudio arroja datos muy interesantes, y yo lo he hilado en el libro con los discursos anticarcelarios del feminismo negro, porque encaja a la perfección, esta forma de control de las poblaciones subalternas a través de la criminalización y encarcelamiento, castigando sus formas de vida y de subsistencia.

Justo este mes acaba de sacar otro informe interesante de Human and Rights sobre el sesgo antigitano en los tribunales penales en el Estado español. No hay números, pero pone de manifiesto todo el sesgo que hay en la justicia penal contra la población gitana identificada, detenida, retenida, enjuiciada y encarcelada en unas proporciones mucho más altas que la población mayoritaria. Creo que esto es el antigitanismo institucional, que sigue persiguiendo a determinadas comunidades por su resistencia a adaptarse al modelo productivo y cultural imperante.

También en relación con las mujeres gitanas es muy sugerente toda esa relación que estableces entre cómo se construyó históricamente la figura idealizada de la mujer gitana, pasando de la Carmen sensual y rebelde de Merimée a la mujer dominada y sumisa en la actualidad, siempre al servicio de justificar determinados prejuicios.

Efectivamente, hay un estudio de David Berná [1] que yo he utilizado, porque me parece muy interesante. La cuestión es que, para justificar que existen bolsas de pobreza estructurales y cualquier acción en contra de las formas de vida de determinados grupos, se necesita justificar que sus formas de vida no son las correctas. Y para eso se necesita tener una vara de medir lo correcto y lo incorrecto. Este patrón son las formas de vida blancas y occidentales, de la clase burguesa, las que se nos imponen en el imaginario en el mundo entero. Lo que ha hecho el neoliberalismo es que esta vara de medir se ha universalizado. En todas partes del mundo, el bien y el mal se rigen dependiendo de si son formas de vida más parecidas al paradigma occidental blanco o si están más alejadas. Esto hay que construirlo continuamente en el imaginario, la islamofobia tenemos que entenderla desde ahí, el antigitanismo, el racismo antiinmigrante, hay que entenderlo desde esa lógica constante.

Lo que este estudio de la mujer gitana hace es plantear cómo el estereotipo de las mujeres gitanas a lo largo de la historia ha ido evolucionando, dependiendo de cuándo era más conveniente tener un modelo normativo u otro. Cuando a la mujer se la necesitaba en su casa, casta y pura, pues se representaba a las mujeres gitanas como mujeres públicas, indómitas, promiscuas y liberales. Cuando el capitalismo necesita que las mujeres salgan a producir, explotar la fuerza de trabajo de las mujeres no solo en el ámbito doméstico, sino también en el ámbito público, necesita construir un antagónico. Y el antagónico es la mujer sumisa, eternamente vestida de luto, supeditada a los deseos de su marido o de su padre, y que no tiene autonomía económica. La Carmen de Merimée del siglo XVIII y XIX, se convierte en lo que vemos en la TV hoy en día o en la película Carmen y Lola. Estos cambios culturales se pueden ver a lo largo de la historia, y lo que intento en el libro es mostrar que existen porque el sistema económico necesita diferentes cosas en diferentes momentos, y a las mujeres las va colocando en un lugar y en otro y van cambiando los modelos a imitar a lo largo de la historia.

Y la mujer gitana, que es la otredad por excelencia en el Estado español, se ha construido siempre en el antagónico del ideal. Eso justificaba la pobreza y la exclusión: “no es el capitalismo, son los gitanos que no quieren”. Y, en segundo lugar, también justifica toda la represión que contra esa población para llevarla por el “camino correcto”. Toda la represión histórica, toda esta legislación para atacar su forma de vida y ponerlos a producir acorde al ideal, necesita decir todo el rato que no cumplen ese ideal. Ese es el antigitanismo, el racismo específico contra los gitanos, una retórica que los coloca siempre en las antípodas del ideal, para poder justificar su pobreza y para poder justificar la intervención en sus formas de vida a través de la represión y el castigo.

En tu propia práctica, combinas la lucha por derechos del pueblo gitano, el feminismo antirracista y la defensa de la clase trabajadora. En el libro dejas bien expresado que estos diferentes ámbitos no solo que no se oponen, sino que hay que buscar articularlos para una lucha común. ¿Cómo lo ves?

Ya sabes que coincidimos en esto. Lo que intento decir es que son manifestaciones diferentes de una misma realidad, que golpea de manera diferente a distintas personas de acuerdo con la posición que se ocupe en la jerarquía de humanidades, pero que realmente el origen es común. Por ejemplo, lo que les ha pasado a mis compañeros despedidos de Alestis, que tú has seguido en primera línea, y lo que pasa en cualquier asentamiento chabolista donde habitan gitanos, o en un asentamiento chabolista de temporeros migrantes, aunque son realidades muy dispares… detrás hay un mismo orden económico, racista y patriarcal.

No creo que haya que homogeneizar los discursos, las luchas, y las prácticas de lucha, pero sí tenemos que definir de manera común al enemigo. Esto es importante, porque no creo que se deba utilizar la misma estrategia de lucha entre los trabajadores despedidos, que en los temporeros migrantes o los gitanos que están sufriendo represión policial en un gueto, seguro desde su propia situación van a articular su propio discurso y su propia práctica de lucha, lo que sí tenemos que caminar es hacia un frente común, porque verdaderamente si tiramos del hilo de los sufrimientos situados en cada lugar, lo que vamos a encontrar es el mismo monstruo. Y enfrentar ese mismo monstruo nos une, y sí merece ponernos a dialogar y a caminar hacia un proyecto emancipatorio conjunto.

Ese monstruo sería el capitalismo, patriarcal y racista.

Sí, es un orden civilizatorio, que es capitalista, y que necesita de un orden patriarcal y racista en todo el mundo para sustentarse.


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NOTAS AL PIE

[1Berná, D.; “Públicas, brujas y sumisas, La mujer gitana en los discursos de alterización europea hasta mediados del siglo XX”, Historial Social 93, pp. 33-51.
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Josefina L. Martínez

@josefinamar14
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.