Hace tres décadas, el Movimiento Todos por la Patria intentaba copar el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 General Belgrano, del Ejército Argentino. En los últimos meses se vino desarrollando un juicio que dejó al desnudo el brutal accionar de las Fuerzas Armadas contra los combatiente guerrilleros.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Miércoles 23 de enero de 2019
En la madrugada del 23 de enero de 1989 un camión de gaseosas embistió los portones principales del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 General Belgrano del Ejército Argentino, en La Tablada, partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires. Quienes ingresan lo hacen al grito de “¡Viva Rico! ¡Viva Seineldín!”, con el propósito de ocupar el cuartel. Mientras pasan las horas y se hacen más cruentos los enfrentamientos se va develando que el ataque fue realizado por unos 46 militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP), encabezados por ex dirigente del PRT-ERP, Enrique Haroldo Gorriarán Merlo.
El copamiento fue planificado para terminar a media mañana, sin embargo, la resistencia de los militares en el casino de suboficiales y el cerco tendido por la policía bonaerense y el ejército argentino, impide que la retirada de los atacantes que van a ser reprimidos a sangre y fuego durante 36 horas (llegando al uso de bombas de fósforo prohibidas por las convenciones internacionales) logre su objetivo. A los 46 militantes, las fuerzas del Estado burgués le opusieron 2.000 efectivos fuertemente armados. Los militares habían sido avisados con anterioridad. El jefe del Ejército, general Francisco Gassino, había ordenado reforzar las guardias en las principales unidades ante la inminencia de un ataque.
El intento de asalto dejó un saldo de 33 militantes muertos, 7 miembros del ejército y 2 policías. Dos de los miembros del ejército cayeron producto del fuego cruzado, mientras que del lado del MTP no hubo un solo herido, solo muertos. Entre los los 33 militantes del MTP hay cuatro desaparecidos: Iván Ruiz, José Díaz, Carlos Samojedny y Francisco Provenzano, Ruiz y Díaz, quienes fueron capturados con vida y nunca más se supo de ellos y fusilamientos como los de Berta Calvo o Pablo Ramos, que fue detenido y apareció con ocho balazos, uno de ellos a quemarropa en la cabeza. La represión utilizó los mecanismos más terribles del terrorismo de Estado, incluyendo torturas a los sobrevivientes.
Gorriarán Merlo consideraba que el gobierno de Alfonsín, luego de un primer impulso progresista, había frenado su curso por vacilaciones frente a las presiones de los militares y las corporaciones y se encontraba amenazado al momento del copamiento de La Tablada por un golpe cívico-militar orquestado por los carapintadas encabezados por Seineldín y el menemismo (denuncia que el MTP hizo pública hasta el 20 de enero de 1989). La supuesta conspiración militar buscaba desplazar a Alfonsín por su vice, Víctor Martínez, y garantizar una transición ordenada a un futuro gobierno justicialista que indultara a los militares. Dicha información había sido proporcionada al MTP por la Guardia Nacional panameña que colaboraba con los sandinistas y era entrenada por Seineldín. Según la concepción del MTP la acción de La Tablada buscaba empujar al gobierno radical a enfrentar el golpe y provocar la movilización popular en auxilio de los guerrilleros. La forma en que fue llevado a cabo el ataque habla del aventurerismo y la concepción política del MTP encabezado por Gorriarán. Pretendían ingresar mimetizados como carapintadas para provocar una reacción popular y aparecer ellos como los salvadores de la democracia burguesa en peligro. En ese entonces también se especulaba con que Enrique “Coti” Nosiglia, de estrecha relación con Francisco Provenzano dirigente del MTP y uno de los desaparecidos en el cuartel, le habría vendido “carne podrida” al respecto. Lo cierto es que el ataque sirvió para unificar a los militares y las fuerzas represivas detrás del supuesto peligro del rebrote guerrillero.
El MTP surge en 1986 como un movimiento amplio impulsado por la fracción del PRT-ERP que seguía a Enrique Gorriarán Merlo intentando repetir por derecha lo que ellos consideraban el principal aporte a la construcción de la izquierda de la revolución sandinista: un movimiento común que reuniera a la izquierda dura con la reformista, junto a sectores cristianos, detrás de un programa de democracia participativa y reforma social. En este sentido el MTP no es continuidad del PRT-ERP que se declaraba como una fuerza antiimperialista y partidaria de la revolución socialista, sino una fuerza reformista y clerical progresista. A diferencia del PRT-ERP cuyo guerrillerismo se proponía derrotar a las FFAA de la burguesía por ser una fuerza de ocupación al servicio del imperialismo, la política del MTP se plantaba en defensa de un gobierno democrático burgués. Ya no se trataba de suplantar a las masas para hacer una revolución sino de hacerlo para defender la democracia burguesa degradada y al gobierno que en Semana Santa de 1987 y posteriormente en Villa Martelli había capitulado frente a los militares sublevados. Como nota al margen queda destacar que el exviceministro de seguridad, Sergio Berni y el genocida César Milani, fueron parte activa del movimiento carapintada.
Los presupuestos del MTP tenían una pizca de verdad que en sus elucubraciones se convirtieron en la única verdad. ¿Había un pacto menemista carapintada? Sí, y el mismo era el compromiso de Menem de indultar a los militares tal cual hizo ni bien asumió. ¿Era Seineldin una fracción golpista que dirigiera a las FFAA? No, era expresión de una fracción nacionalista ultramontana de derecha y de la base de suboficiales del ejército que acusaba a los generales de querer salvarse ellos solos por los crímenes del genocidio.
Los crímenes contra los militantes del MTP en La Tablada fueron parte del Pacto de Impunidad que rigió durante la restauración de la democracia burguesa argentina hasta nuestros días.
Juicio y verdad
Hace casi dos meses, en los tribunales de San Martín, se inició el juicio por las cuatro desapariciones ocurridas durante le intento de copamiento. En la tercera audiencia del mismo, el el militar César Ariel Quiroga, quien se desempeñaba conduciendo una ambulancia dentro del Cuartel, denunció que le hicieron firmar una declaración con hechos que él no vio. Esa declaración testimonial falsa tenía la firma de Alberto Nisman, que por entonces era Secretario del juzgado de Morón.
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La versión oficial, construida por el gobierno de Raúl Alfonsín y el Ejército tras la represión al intento de copamiento, era que José Díaz e Iván Ruiz fueron capturados y subidos a la ambulancia que conducía Quiroga. Y que luego este se los entregó en custodia del suboficial Raúl Ricardo Esquivel, quien también estaba en el regimiento. La acusación se completaba diciendo que ambos militantes del MPT habían matado a Esquivel y huyeron del regimiento.
Esta declaración pone al desnudo la operación realizada hace 30 años para encubrir los asesinatos perpetrados por integrantes de las FF.AA. contra los militantes del MTP.
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.