Elon Musk fue noticia nuevamente y esta vez no fue por hacer twits golpistas, sino por la presentación de un dispositivo de interfaz cerebro-computadora llamado Neuralink, que actualiza las promesas de las neurociencias. ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de publicidad?
Elon Musk fue noticia nuevamente esta semana, y esta vez no fue por twittear que “vamos hacer golpes de Estado donde se nos cante. Banquenselá”, como había publicado hace unas semanas. Sino por una presentación que hizo el viernes de un dispositivo de interfaz cerebro-computadora, el Neuralink.
Para quienes no lo conozcan todavía a Elon Musk, digamos nomás que es sudafricano nacionalizado canadiense y estadounidense, físico y la 3era persona más rica del mundo, con 115 billones de dólares (más de 60 durante la pandemia). Le gusta el show y está bastante facho. Es dueño de varias compañías como Tesla, dedicada a fabricar vehículos (y de conducción autónoma) pero fue fundador de varias empresas como PayPal, SpaceX (que acaba de mandar la spacex dragon a la estación espacial internacional dos tripulantes, con la perspectiva de vender viajes al espacio), Hyperloop, SolarCity, The Boring Company, OpenAI (inteligencia artificial) y Neuralink (nanobiotecnología, busca integrar el cerebro humano con la inteligencia artificial).
¿Qué es lo que presentaron?
Musk y su equipo presentaron un dispositivo del tamaño de una tapita de gaseosa, que se inserta en la corteza cerebral de chanchos y que permite medir su actividad cerebral sensitiva con 1024 electrodos que se insertan ahí y transmiten una señal de bluetooth, y se carga como un celular. Mostró una máquina para hacer las perforaciones y colocarlo, teóricamente en un día. También mostraron tres chanchos: uno sin nada, otro que lo tuvo y ya no y otro con el dispositivo y cómo transmitía en una pantalla.
Mucho ruido, fue trending topic mundial, pero pocas nueces. Aunque la presentación misma es más significativa que los avances mostrados en sí.
¿Cuánto hay de cierto y cuánto de humo?
Lo que trató de vender nuevamente Musk el viernes con esto son ni más ni menos que las "promesas prometeicas" de las neurociencias. Es una definición del neurocientífico Steven Rose y la socióloga Hilary Rose, en su libro Genes, células y cerebros (Ediciones IPS, 2019), y quiere decir que las neurociencias prometen explicar, curar y manipular la mente, la conciencia y el yo, pero al igual que prometeo, el Titán mitológico castigado por los Dioses por bajarle el fuego a los humanos, están presas de objetivos mercantilizados y de una visión reduccionista que iguala lo mental al procesamiento de información.
Elon Musk lo dijo directamente: el lenguaje es información, el objetivo es “corregir las señales del cerebro” que funciona como un dispositivo electrónico cableado, y desde ahí que los ciegos vean y los paralíticos caminen (literal). Pero no solo eso, prometió “resolver” padecimientos mentales como la depresión, la ansiedad, adicciones y la memoria (sí, bien Black Mirror, que no por nada fue la otra parte del trending topic).
Estas son justamente las promesas que hacen las neurociencias, apoyadas en desarrollos importantes en el conocimiento del cerebro de las últimas décadas como neurociencia molecular, resonancias magnéticas funcionales, el modelado cerebral o la comunicación bidireccional directa cerebro y computadora (para manejar prótesis por ejemplo) y que llevaron a megaproyectos neoliberales como el proyecto Brain lanzado por Obama con 3 billones de dólares, o el Human Brain Proyect de la Unión Europea, con 1,2 billones. En gran parte financiada por la DARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de los Estados Unidos), buscando mejorar las capacidades de las tropas de combate, dispositivos de radiación sobre cerebro (estimulación magnética transcraneal) o el borrado de recuerdos de soldados.
Entonces, por un lado tiene una base real en ese modelado e interfases, que pueden ser muy útiles pero que hoy por hoy son lujos para pocos. Control de extremidades vía estos dispositivos es algo que existe, también estimulación y registro cerebral en caso de ciertas patologías (parkinson, epilepsia), recuperación de la audición o incluso percepción de colores, entre muchos otros avances tecnomédicos, que plantean la cuestión de la democratización a su acceso y la contradicción con su caracter de mercancías en el capitalismo. Algo nuevo de lo que presentó Musk pueden ser los materiales y la capacidad de transmisión, pero es muy incierto todavía que puedan funcionar tal como promete, al menos en lo inmediato. Pero por otro lado, el humo: al reducir la subjetividad al procesamiento de información hacen una promesa imposible de cumplir, pero que funcional a la medicalización del padecimiento mental, el control social y una ideología conservadora, que es lo que vemos con figuras como Facundo Manes. Esas ideas sobre depresión, ansiedad o adicciones como si fueran meros problemas de “cableado” tienen ese problema.
Utopías y distopías
Musk también plantea una idea de “mejoramiento” de la especie por medio de la tecnología que se viene promoviendo desde las grandes compañías de tecnología y datos, que lleva a un debate que cada vez tiene más peso en la charla pública: el transhumanismo. Raymond Kurzweil, ingeniero de google, plantea la “teoría de la singularidad”, que en 2045 la especie humana va a convertirse en otra superior mejorada con tecnología e inteligencia artificial. Y del lado de la izquierda, la contracara, el aceleracionismo, según el cual estas tendencias del capitalismo se acelerarían “hacia un comunismo de alta tecnología”, como plantea Nick Srnicek.
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Como les decía, Neuralink fue trending topic junto con Black Mirror, pero yo creo que el planteo de Elon Musk está mejor expresado en otra serie, Years and years (Inglaterra, 2019) que muestra esa idea reduccionista de mejoramiento vía tecnología y que reduce la subjetividad y la menta humana a mera información. En el camino, en la serie se ve por un lado que estos dispositivos son un negocio para unos pocos, que el concepto de “mejoramiento” es muy relativo y dilemático, sobre todo cuando se transforma en mercancía; que la tecnología, la inteligencia artificial y el big data en el capitalismo tiene un costado de control; y que la idea de reducir la subjetividad humana a mera información es incorrecta.
Para poder aprovechar lo que hay de cierto en estos desarrollos, es clave cuestionar el sistema social que los mercantiliza y los transforma en instrumentos conservadores. Y ver quién se beneficia, algo que el twitero presentador del Neuralink representa muy bien.